miércoles, 28 de octubre de 2020

 

      “Factibilidad de un nuevo estado venezolano en la Guayana Esequiba”

 

Tucupita, (Especial). Propuesta que ha diseñado el Instituto de Estudios de la Fronteras de Venezuela (IDEFV) y el Frente Institucional Militar (FIM), organismos que han consignado en varias instancias del país un documento que contiene todos los argumentos y elementos probatorios de la posesión y soberanía histórica de Venezuela en la Zona en Reclamación.

Quisimos conocer la opinión del Dr. Abraham Gómez, estudioso desde hace muchos años de esta controversia, quien es miembro además del Consejo Académico del (IDEFV), al respecto nos señala: “ Lo declarativo atinente  a la reivindicación para nuestro país, de esa inmensa área que nos arrebataron, es importante; sin embrago, hemos sostenido, insistentemente, que también debemos darle consistencia y solidaridad para trenzarnos en familiaridad nacionalista con los Esequibanos; y en base, a los Justos Títulos que nos respaldan una vez recuperada la Guayana Esequiba debe decretarse para esa extensión territorial el estado Manuel Carlos Piar. Digámoslo más directamente: la reconfiguración política-administrativa para la incorporación, en el concierto de los demás estados federalizados de Venezuela, a esa séptima parte de nuestra geografía nacional”

Preguntamos, al Dr. Gómez, ¿Cómo se haría, de llegar a convertirse esa zona en un nuevo estado para Venezuela, con los habitantes que allí se encuentran, y han vivido por años?

“Me agrada tu Interesante apreciación, porque me permite añadir lo siguiente –expuso-- Todos debemos estar comprometidos en este propósito, sin diferenciaciones de ningún tipo. Este asunto litigioso, que lleva más de cien años, debemos asumirlo como Política de Estado, y no reacción espasmódica de gobiernos. Fíjese: una tarea prioritaria, para ir echando las bases idóneas al venidero estado Manuel Carlos Piar (así lo estamos denominando desde ahora) debe ser la obligatoriedad de enlazarnos y tejernos como compatriotas con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros. No debe importarnos únicamente reclamar la extensión territorial y su proyección marítima; por cuanto, la gente que allí convive merece estar imbricada a nuestros sentimientos de sano nacionalismo para que obtengan desde nosotros sentido de pertenencia e identidad con el resto de Venezuela.

Y esa gente estará dispuesta a aceptar la nacionalidad venezolana, después de muchos años viviendo con la cultura guyanesa; ¿sus costumbres, idioma, educación, su forma de ser…?

En ese sentido, usted tiene razón; porque la identidad nacional no se decreta; se construye, cada día, con sensibilización e incentivación con los elementos patrios de nuestra venezolanidad. Además, lo diré con toda responsabilidad, La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar la atención y la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano, con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia; particularmente en cuanto a: cedulación, salud, educación, servicios públicos, turismo, deportes, cultura, apoyo a la producción; en fin, todo lo que  sea necesario para vincularlos con nuestra venezolanidad, que asimismo les corresponda a ellos, en  justicia plena.

Nos gustaría saber, ¿cuáles son los pasos siguientes, para que esa propuesta de estado Piar, que ustedes manejan para la Guayana Esequiba, pueda alcanzarse...?

Primero, hay que estar expectantes sobre la decisión que pueda tomar en los próximos días la Corte Internacional de Justicia; instancia tribunalicia que ahora dirime la contención; precisamente, porque Guyana introdujo una demanda contra Venezuela para que admita como válido y vinculante el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899. Ese juzgado debe determinar, antes que nada, si posee competencia y jurisdicción para conocer forma y fondo en este litigio. Una vez que ese Alto Tribunal sentencie, nuestro país debe afinar las estrategias para proceder en consecuencia. Justamente, la transformación de la Guayana Esequiba en nuevo estado de la República Bolivariana de Venezuela estaría en los esquemas de factibilidad para reivindicar, lo que vilmente nos arrebataron.

 

 

 

sábado, 24 de octubre de 2020

 

Guayana Esequiba: ¿un nuevo estado de la República?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

El país, en su integralidad, ha celebrado con bastante beneplácito el pronunciamiento conjunto, reivindicativo por nuestra Guayana Esequiba, que han hecho dos elogiables organismos que permanentemente sensibilizan conciencias en este asunto litigioso. Nos referimos al Instituto Venezolano de Estudios Fronterizos (IVDEF) y al Frente Institucional Militar (FIM).

Luego de desglosar y ponderar con justeza todos los argumentos legales y legítimos,  las razones y títulos que nos respaldan; así también, tras analizar los elementos probatorios: jurídicos, cartográficos, políticos y sociales de la propiedad y soberanía absoluta de nuestra nación en lo que hasta ahora se ha conocido como la Zona en Reclamación, surge un singular y trascendental aporte, en los siguientes términos: “Que la sociedad civil, política y militar acuerden una alianza patriótica declarando ese territorio Estado de la República Bolivariana de Venezuela, General en Jefe Manuel Carlos Piar, otorgando cédulas de identidad de venezolanos a los habitantes que lo soliciten y tomar efectiva posesión del territorio, pudiendo efectuar actos de explotación, fomentar la agricultura y el turismo, en acción y honor patriótico”.

Una tarea prioritaria, para ir echando las bases idóneas al venidero estado Manuel Carlos Piar, debe ser la obligatoriedad de  enlazarnos ( y tejernos)como compatriotas con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros. No debe importarnos únicamente reclamar la extensión territorial y su proyección marítima; por cuanto, la gente que allí convive merece estar imbricada a nuestros sentimientos de sano nacionalismo para que obtengan desde nosotros sentido de pertenencia e identidad con el resto de Venezuela.

No basta lo declarativo atinente al marco-porción geográfico que recuperaremos; también debemos darle consistencia y solidaridad para trenzarnos en familiaridad nacionalista con los Esequibanos.

Dos venezolanos excepcionales, General Oswaldo Sujú Raffo y el Dr. Cesáreo Espinal Vásquez, reconocidos e incansables investigadores de nuestras fronteras y de su geografía humana nos han enseñado, reiteradamente, (en sus escritos e intervenciones públicas) que los fenómenos fronterizos son realidades jurídicas, porque la condición limítrofe así lo impone, ciertamente. Sí, pero se hace obligante —añaden ellos-- considerar y añadir la dimensión de la gente, las realidades socio- económicas, culturales, éticas, estéticas; todo a partir de la interactividad que mantienen los habitantes de esos espacios.

Entonces así, con bastantes determinaciones el Frente Institucional Militar y el Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela acaban de consignar en distintas instancias —especialmente en la cancillería venezolana-- la propuesta que ha tenido amplísima receptividad; consistente, como quedó explicitada en párrafos anteriores que una vez recuperada la Guayana Esequiba debe decretarse para esa extensión territorial el estado Manuel Carlos Piar. Digámoslo más directamente: la reconfiguración política-administrativa para la incorporación, en el concierto de los demás estados federalizados de Venezuela, a esa séptima parte de nuestra geografía nacional, de la que nos despojaron, y la cual estamos reclamando hace más de cien años, con suficiente fortaleza y muñidos de Justos Títulos.

La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar la atención y la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano, con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia; particularmente en cuanto a: cedulación, salud, educación, servicios públicos, turismo, deportes, cultura, apoyo a la producción; en fin, todo lo que  sea necesario para vincularlos con nuestra venezolanidad, que asimismo les corresponda a ellos, en  justicia plena.

En las distintas visitas que hemos hecho a algunas comunidades –supremamente hermosas—en la Guayana Esequiba conseguimos importantes ciudades, pueblos y asentamientos humanos de varios tipos y clases sociales; cuyo registro censal, más reciente arroja una población que sobrepasa las (200.000) personas, incluyendo a los Waiwai, Makushi, Arawaks, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes, Wapashi. Una franja poblacional compuesta de Afro e Indo descendientes, amerindios, asiáticos, portugueses etc. Una amalgama de etnicidad, interesante.

En el  el nuevo estado Piar, tan considerable población de esequibanos recobrarán, con merecida dignidad, la integración a la condición y nacionalidad venezolana –injustamente demoradas— sin más limitaciones que las contempladas en la   Constitución y las leyes

Compatriotas de todas las regiones del país sentimos profundo orgullo por el Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV) y el Frente Institucional Militar (FIM), porque ambos organismos comportan extraordinaria reserva moral venezolanista. Además, nos place destacar que   sus Directivos, Consejos Académicos y todos sus integrantes suscriben, sostienen y enarbolan que “en estricto apego a los postulados inalienables e imprescriptibles que ordenan los artículos 10,11,12 y 13 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es impostergable elevar nuestros sentimientos e ideales patrióticos en defensa de la soberanía”.

La enjundiosa exposición –citada en el párrafo anterior—confiere, en sí misma, asidero sociohistórico y base jurídica de factibilidad para la creación del nuevo estado Manuel Carlos Piar en los 159.500 km2, de nuestra Guayana Esequiba.

martes, 20 de octubre de 2020

 

 

 

La Universidad: crítica e insumisa

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la lengua

abrahamgom@gmail.com

 

Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que seleccionamos el tópico universitario para nuestras reflexiones.

Elucidar sobre los espacios universitarios genera inocultables emociones. De cualquier aspecto de lo que hablemos atinente de la universidad siempre despierta inquietud y ganas de seguir aportando ideas y soluciones. Eso constituye un tributo hermoso de gratitud.

A la universidad, en sentido institucional, la han pretendido no pocas veces acallar, encriptar; y cuando no han podido someterla han intentado esclerosarla, desde adentro.

Nos sentimos orgullosos e identificados, sin limitaciones ni condiciones, con el nido nutricio de nuestros saberes; por cuanto, allí   se crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos.

Además, por lo anteriormente descrito, La universidad ha resistido los embates desde diversos lados. Inclusive han deseado implosionarla con fetiches ideológicos.

Esa institución que algunos temerarios desearían que desaparezca; otros, no pocos, apelan a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillarla”; porque, creen que así respondería a sus específicos intereses de cualquier tipo y ralea.

La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas y menos hará juegos a conveniencias individualistas. Tal vez por eso, su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica.

Pues sépase, que así la queremos y necesitamos. En permanente ebullición de ideas. Con los exquisitos escenarios para las constantes confrontaciones plurales.

Han sido tales eventos los que nos motivan a repensarla; a debatir, en sus interioridades, lo que ha sido y cómo debería ser; sin que incurramos en el artificio contrario de querer modelarla según algunas egolatrías, o cerrarle sus disímiles miradas y apocar sus horizontes.

Nuestra disposición académica apunta en otro sentido: resensibilizar, desde adentro, para desplegar serias actividades de transformación. No es poca cosa, lo sabemos.

Hay demasiados asuntos álgidos en las cimientes de la Universidad que aúpan los conservadurismos, o por lo menos “reman en dirección contraria” en estos tiempos de acechanzas viles y cambios acelerados.

Tampoco debemos asumir actitudes obtusas. Lo señalo, de modo concreto, para que asumamos posición de autocrítica, frente a bastantes hechos impropios y desaciertos.

Empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero. Que a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de reforma universitaria. De lo que se trata es de transformar; que es adentrarnos mucho más allá de las formas. Transformar con libertad y autenticidad.

Vamos a decirlo con este distinguido investigador social venezolano, Alex Ferguson “La institución universitaria tiene, entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente, también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de garantizar una autonomía de pensamiento…. es, sin duda alguna, el sentido que debe darse hoy a la libertad académica y científica”.

Hay que dejar atrás, añadimos, suficientemente lejos a tantos que han vegetado (y medrado) por años en las universidades. Apartemos a grupetes que se creen capitostes; a quienes   jamás se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado, y menos en contra de sus intereses.

Deslastremos todo lo que alguna vez fue “legitimado”, y que ya se ha vuelto disfuncional, impracticable y estorbante.

El resumen de los colapsos que hoy aquejan a la universidad conspira para que se comprenda y aprehenda que estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples posibilidades generadoras de conocimientos: fuente sustantiva de sus propias realizaciones.

Acaso es mentira que en la actualidad las ignorancias tienen un alto precio.

 A partir de un sustrato verdaderamente humanista, y si la intención viene a ser construir saberes, pues entonces, anudemos dos previsibles estrategias en los espacios universitarios: pensamiento crítico y libertad. Esto no es ni pecaminoso ni ingenuo. Por cuanto, pensamiento crítico y libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la universidad, por eso se caracteriza como indoblegable e insumisa.