domingo, 26 de septiembre de 2021

 

 

 

Acechanza de  los falsos amigos (incluso en la Lengua)

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 

Una inmensa cantidad de palabras se entrecruzan en los más de siete  mil idiomas que se han podido registrar en el mundo. Hay vocablos – que aunque a veces nos resultan raros y extravagantes --nacen de los ilimitados préstamos lingüísticos.

Sin embargo, debemos prestar bastante atención,  porque no siempre nos conseguiremos términos (en aparente homonimia) que posean ortografía y significado similar. Aquí no habría problemas. Pero, estamos obligados a agudizar nuestra percepción con  otro fenómeno con el que nos tropezaremos, que ha recibido la denominación de “falsos cognados o falsos  amigos”. Digamos, son pares de palabras que en dos idiomas o dentro del mismo español  se perciben como similares, pero tienen distintos significados.

La similitud entre palabras que provengan de distintas lenguas, o del mismo idioma, pero que evolucionan por caminos diferentes, no basta para demostrar que dichos vocablos están relacionados entre sí.

Los cognados (en filología, parientes por línea común) son términos con el mismo origen etimológico, pero con distinta evolución fonética y semántica. Y aquí es donde hay que afinar el análisis, para evitar distorsiones o caer en trampas.

 Dicho de  otra manera: los falsos cognados o falsos amigos reconocen un origen común el Latín; no obstante fueron  evolucionando con dos  significados determinados: uno  en inglés y con otro parcial o totalmente diferente en castellano.

No es desde ahora que la apreciación anterior ha resultado un curioso ardid, en la que caemos bastantes veces; tal vez por ingenuidad o por ostentosos desafiantes de los idiomas.

Tengamos presente la siguiente reflexión-ejemplo, que también aplica, sin dudas con propiedad para la lingüística: por un parecido físico que tengan dos personas no se puede determinar, con exactitud  que  esas  dos personas tienen los mismos genes.

Veámoslo, más claramente así: dos palabras que se nos presenten casi que con idéntica estructuración morfológica (su parte física- exterior), en ningún caso garantiza que sus significados responden al mismo referente.

La interesante pregunta sería, en este caso, cómo se pudo establecer ese vínculo o puente idiomática entre el  inglés que constituye  una lengua   germánica -- germánica occidental para ser exactos--, y el español que  es una lengua romance. ¿Dónde y cómo nació y se desarrolló tal  relacionamiento, entonces?

Hasta donde hemos podido rastrear, documentalmente,  todo apunta  a la constelación del vocabulario francés (en realidad normando antiguo, nacido del tronco latino); y fueron ellos quienes  se encargaron de llevar e implantar una considerable cantidad de palabras, en  Inglaterra durante la Conquista de 1066.

Muchas de esas palabras—como ha quedado comprobado-- tenían raíces latinas que a su vez se encuentran en el corazón de todas las lenguas romances, y de ahí la conexión con el español. Por eso, las vemos parecidas en inglés y español, pero sus significados  son  diferentes.

Les entregamos algunos  pocos ejemplos: Professor, es un tipo  de docente con una específica característica; en general se usa exclusivamente para profesores universitarios o para catedráticos. Para mencionar   al maestro  de primaria o de bachillerato, el término apropiado es  teacher.

Otro, Faggot. Mucho cuidado con esta palabra. Los hispanohablantes le atribuimos a este vocablo el significado de un instrumento musical; pero  los angloparlantes la utilizan como  una forma despectiva para  referirse a una persona homosexual, un insulto. La palabra que se utiliza para hablar del instrumento es bassoon.

 Rope significa cuerda o soga;  con lo que nos   vestimos  se dice clothes.

 Advertencia, que muy distinto es que una mujer esté avergonzada (embarrassed), a  que se encuentre  embarazada (pregnant). Notable, verdad?

Propiamente, a lo  interno del idioma  español, tenemos innumerable casos, de falsos cognados.

 Me permito resaltar el siguiente: da la impresión de  que los verbos adolescere y adolecer nacieran de la misma cepa semiótica (signos idénticos). Por lo que uno   llega a sospechar (  creer y admitir) que tienen iguales resultados semánticos; cuando, en realidad, no es así; por cuanto,  no comparten un mismo origen etimológico, no son verdaderos cognados. Provienen de diversas raíces etimológicas.

La semejanza de las palabras cognadas (a riesgo también  de las armadijos lingüísticos engañosos) induce a menudo a traducciones erróneas, a irrespetos en los actos de habla, a intemperancias o despropósitos como los que se cometen involuntariamente o adrede, sin pudor o recato; sin la menor consulta a los entes encargados de tales estudios, como nuestra respetada Academia Venezolana de la Lengua,  que para eso  ha sido creada.

domingo, 19 de septiembre de 2021

 

 

 

Guayana Esequiba: ¿ardid distractor de la Cancillería venezolana?

 

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 

Mientras que los Estados con quienes hacemos costado fronterizo adelantan audaces políticas para el fortalecimiento de su infraestructura social y de reivindicación  de cualquier otro   tipo, nosotros seguimos exhibiendo, lamentablemente, una muy débil pared demográfica. Contaminada con elementos graves de inseguridad en esas zonas.

 Entre tanto que la excolonia británica no pierde tiempo y, en todas las congregaciones internacionales, Caricom  o Commonwealth, obtiene sendos pronunciamientos a su favor; nosotros dejamos pasar—pasmosamente—las mejores oportunidades para reivindicar,  en similares  escenarios, lo que siempre ha sido nuestro.

Por ejemplo, se nos escapó la propicia ocasión en la recién finalizada VI cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en México, para decir y denunciar  con contundencia el vil arrebato perpetrado, hace más de un siglo contra nuestro país, y que ahora lo han judicializado, con la autoconferida Competencia y Jurisdicción de la Corte Internacional de justicia,  para  pretender replicar tal tropelía.

Lamentable que sigamos  silentes  en  el mundo, ante un hecho abominable que se ha cometido contra nuestra soberanía.

 No obstante, las fricciones y puntos de choque entre algunos mandatarios, la delegación nuestra debió manifestar, en la citada cumbre, la inconformidad  que sentimos  por el hecho de haber  Guyana  incoado,  unilateralmente, una demanda en contra nuestra. Así además, nos quedamos esperando la expresa solicitud, por parte del presidente venezolano, de un pronunciamiento de solidaridad de los países que  se dicen amigos y medran  de nuestros recursos, cuyas delegaciones estuvieron allí presentes.  Nada de nada. Sólo discursos destemplados y abucheos.

Me atreveré a señalar que pareciera que esos espacios geográficos fronterizos no fueran nuestros; no obstante, llegar a equipararse esa inmensidad de territorio con un sesenta por ciento de la geografía nacional y estar habitado por una quinta parte de la población.

Históricamente, las sensibilidades y padecimientos en nuestras regiones colindantes y sus asuntos álgidos no constituyen agenda prioritaria para la acción administrativa del Estado venezolano. Sólo hay, de vez en cuando, reacciones torpes y espasmódicas. Se actúa impelido por algún cruento evento circunstancial. Muy pocas o nulas respuestas sistemáticas.

 Las empresas transnacionales continúan esquilmando los ilimitados recursos en el territorio y en la proyección atlántica de la Zona en Reclamación; y la Cancillería venezolana ni se entera; y si se entera no se pronuncia, por lo menos –para guardar las formas—con una nota de protesta, en base al contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

Nos preocupa además el poco interés que nuestra reclamación centenaria por la Guayana Esequiba despierta a lo interno de la opinión pública nacional.  El trabajo de concienciación de nuestra parte seguirá, una y muchas veces, incansablemente por todo el país.

Nos consta, luego del recorrido que hicimos por la poligonal fronteriza venezolana, las   condiciones de aislamiento y pobreza; cuya inmediata consecuencia es un marcado desequilibrio geopolítico; casi que sin la menor posibilidad de asegurar geoestrategias.

Los Esequibistas  ---así nos hemos dado a conocer quienes estudiamos  este asunto litigioso y defendemos esta séptima parte de nuestra geografía--  en bastantes ocasiones formulamos las debidas advertencias a las autoridades de la cancillería venezolana, en el sentido de que quedarse callados incurren  en lo que se conoce en el Derecho Internacional como Aquiescencias o permisividades;  también expusimos  que   omitir las denuncias oportunas y contundentes, puede llegar a considerarse como silencios cómplices, desistimiento de la contención; y peor aún las alabanzas imprudentes e inconvenientes en favor de la contraparte.

Ambas manifestaciones: la dejadez de nuestra cancillería para denunciar ante la ONU, por extensión a la Comunidad Internacional; y el “coqueteo” o juego imprudente que procura aparentar supuestas firmezas en el reclamo; nombrar comisiones oficialistas, vocear consignas huecas , incluir el litigio histórico en las mallas curriculares en las universidades. Todo eso, lo que parece es un “trapo rojo”, cuando las circunstancias de concienciación  nacional los aprieta.

Los Esequibistas, de las distintas regiones del país, sacamos varias conclusiones al respecto; entre otras, las siguientes: hay una especie de expresa disposición, de esos funcionarios de la  Cancillería, para hacerse los locos, con complacencias indirectas, con involuntarias permisividades; dejar que los compromisos y responsabilidades les resbalen; como que no fuera una materia de suma trascendencia histórica del Estado venezolano (no del gobierno, que es otra cosa). Decimos con propiedad – lamentándolo mucho—percibimos  una  actitud de desentenderse.

Vale tanto, como aquel   viejo adagio griego: sembrar sal entre las piedras. Voltear la mirada.

Todavía nos preguntamos, qué ha hecho la cancillería con un enjundioso estudio documental y cartográfico que recibió hace tres  años por parte del investigador Ugo Giuliani, quien estuvo un largo período indagando, en Londres, la base jurídica por la que Venezuela reclama el área en cuestión.

El citado narrativo histórico se suma a la investigación,  que en su oportunidad, 1965, hicieron, en los archivos británicos,  dos eminentes jesuitas venezolanos: Hermann González y Pablo Ojer.

 

domingo, 12 de septiembre de 2021

 

Nuestra civilidad despreciada

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos  de Venezuela

 

Acaso es una invención nuestra o una crítica, sin el menor fundamento, señalar  que en Venezuela únicamente ha prevalecido, en los últimos años, la detestable militarización de los espacios naturales de la sociedad civil. Sépase que   La anterior aseveración está soportada por  bastantes hechos tangibles, concretos.

Peor aún; la militarización referida arriba  adquiere de suyo carácter  agravante cuando han querido hacer tolerable tal engendro, “como si” se tratara de una circunstancia normal y rutinaria.

Los asesores han recomendado insistir  --aunque sea a la fuerza – con un neolenguaje, marchas, consignas y vestimentas  para  que la sociedad civil se trague la militarización.

Ya hay suficientes evidencias de la abominación que causan los regímenes totalitarios-militaristas de derecha o de izquierda. Las consecuencias y resultados de ambos signos son de ingrata recordación en la historia de la humanidad.

Este “socialismo”,  denominado del siglo XXI;  pero que parece más de siglos pasados; y por añadidura, de extraño acuñamiento ideológico, aspira arreglársela “como si” hubiera una revolución.

Los exégetas (defensores a ultranza) de lo que estamos padeciendo en nuestro país  asumen la obligación --con su travestismo rojo-- de propagar las bondades  del régimen “como si” a enjundiosos estudios estuvieran invocando, aunque la realidad los desmienta.

Permítanme una brevísima  digresión para referirme a la doctrina de las ficciones, contendido esencial de la  de la obra del filósofo alemán Hans Vaihinger; quien  ya desde el  principio de su actividad universitaria había expuesto el núcleo central que desarrolló posteriormente en su trabajo La filosofía del como-sí, publicada en 1911. Según él,  todos nosotros, al no conocer verdaderamente la realidad subyacente, construimos sistemas de pensamiento y nos comportamos “como si” el mundo encajara en nuestros modelos.

 Ni más ni menos, con similar desenvolvimiento hemos percibido, en las dos últimas ´décadas en Venezuela el avasallamiento cuartelarlo, en todos estratos de la legítima estructura de la sociedad civil; “como-si” no supiéramos cuáles son sus orígenes y procedencias.

 

 

Ahora  se nos presenta el militarismo con sello institucionalizado para ocupar los distintos ámbitos naturales de la sociedad civil.

 Usted no se ha dado cuenta que  en cada ente de la administración pública --como caricatura de gerente de algo--  hay un militar para cumplir (¿?   ) las cuatro funciones cuadriculares  que ha aprendido: 1.- perseguir con miradas escrutadoras; 2.-  informar a sus superiores; 3.- someter y 4.- obstruir cuando algún procedimiento sobrepase su capacidad interpretativa.

No tardará mucho en que por  tal camino, pronto tendremos un cambio de concepto y significado de  civilización; de transformación  de los valores cívicos, de  las costumbres de los  naturales intercambios, de las sensibilidades que nos vinculan a los otros;  de los elementos culturales pertenecientes a los ciudadanos que los hacen compartibles en sus legítimos espacios.

Entonces, presten atención. Si la cosa sigue como va, no faltará, casi nada  para que en vez de hablar de civilización,  pronto hablaremos de cibilización (con b larga o bilabial), que al explorar y conseguir tal palabra   en el campo léxico de cibus induce a  los sustentadores del poder a  practicar  las acepciones que este  vocablo contempla: cebar, engordar a la población  como a los  animales;  al tiempo que  ejercitan  los ensañamientos para quienes osen desmandarse del orden impuesto.

No por ingenuidad o casualidad al frente de la mayoría de los  ministerios de la administración pública; en las gobernaciones o  direcciones de los  organismos de la administración descentralizada conseguimos militares venezolanos y cubanos, caracterizados por su pobrísima formación universitaria. Son ellos   quienes rigen e imparten órdenes.

Mayor desprecio a los sustantivos principios de la civilidad; y por ende  a  la ciudadanización no puede haber. De todos es conocido que en un régimen militarista resulta absurda la conexión dialógica, de discernimiento, de confrontación intrínseca de ideas, de búsqueda de síntesis superadoras producto del esfuerzo conjunto.

Hay una indisimulada disposición  desde todas las esferas oficiales a  improntar con sesgos militaristas los diferentes modos de ser de la civilidad venezolana. Buscan imponerle un tono marcial a cada cosa. Los ideólogos del régimen vienen construyendo una gramática para intentar mencionar con otros signos lo que ya conoce la humanidad,  porque ha padecido sus atrocidades. Los militarismos, sean de izquierda o derecha, desembocan en las peores calamidades por cuanto, como acto reflejo, su fin último es eliminar a los oponentes. La intención es darle rienda suelta a la consumación de las hostilidades.  Para ellos se hace obligante expulsar al otro. Al militarismo los antagonistas les resultan  incómodos y  execrables;  porque, en la obtusa mentalidad de tropa no  hay posibilidad para valorar la cohabitación con los contrarios.

Las victorias que afloran en la Democracia son hermosas, porque corresponden a todos, porque ha sido el resultado a partir de un disenso fértil.

 

martes, 7 de septiembre de 2021

 

Guayana Esequiba: consenso imprescindible a todo evento

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 

Cuánta satisfacción sentimos al momento de conocer que el primer acuerdo conseguido, tras las negociaciones iniciales en México, entre las representaciones del gobierno y la oposición, haya sido, precisamente, la defensa integral de nuestra Guayana Esequiba.

Consenso, alcanzado por  los integrantes de  las delegaciones, con base al contenido  del Acuerdo de Ginebra, suscrito el 17 de febrero de 1966.

 En el texto que emanó de la mesa de discusiones, cuya redacción ha sido de unánime aceptación, podemos leer: “ Ratificar los derechos históricos e inalienables de la República Bolivariana de Venezuela sobre el territorio de la Guayana Esequiba, conforme a los cuales la frontera oriental de Venezuela es la medianera del río Esequibo”.

 La anterior aseveración concluyente  y reivindicatoria tiene  eo- ipso suficientes asideros, desde el punto de vista histórico, jurídico, cartográfico y demográfico, entre muchos otros.

 Así entonces, permanentemente lo hemos venido explicando, en que no hay absolutamente nada de que temer  en la contención que libramos para que se imponga la  justicia, por el vil arrebato del cual fuimos objeto con el Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899.

Los documentos que posee el Estado venezolano constituyen una extraordinaria alforja de Justos Títulos, considerados iuris et de iure – no admiten pruebas en contrario- .

Únicamente a  nuestro país le bastará con solo presentar la Cédula Real de Carlos III, del 8 de septiembre de 1777, cuando se crea la Capitanía General de Venezuela, con la cual nacemos ante el mundo; documento que incluye a las provincias de Maracaibo, Caracas, Nueva Andalucía (Cumaná), Margarita, Trinidad y Guayana que abarcaba hasta la mitad del río Esequibo. Escrito fundacional  que está cumpliendo 244 años, a través del cual quedamos, formalmente, constituidos  como entidad política-administrativa. Prueba tangible e irrefutable, para exhibir orgullos ante la Corte, o en el escenario jurisdiccional que sea menester.

Por tal razón los comisionados de ambas fracciones, que disciernen en la capital azteca para buscar soluciones a los problemas de nuestro país, no tuvieron ningún tipo de limitaciones para fijar posición ante un hecho que debe concitar la unión de todos los venezolanos.

Aunque nos encontremos en el torbellino de un proceso electoral, se hace imprescindible prestarle  atención a  la opinión de la  inmensa porción de compatriotas venezolanos coincidentes en  que lo peor que podemos hacer es abrir una innecesaria e inconveniente confrontación política-partidista interna en nuestro país, por el Esequibo en este momento apremiante, cuando estamos  en  una muy seria confrontación jurídica por la séptima parte de la geografía venezolana, que nos arrebataron de manera alevosa y vil.

 

Hoy, más que nunca, se hace impretermitible, en tanto condición necesaria pero no suficiente, la absoluta y sólida unidad de todos los sectores, sin excepciones.

 Por esos nos satisfacen los razonamientos y conclusiones que salen al unísono, a partir de las deliberaciones de las delegaciones, ya descritas.

No hay vuelta atrás. Nuestro presente se signa mediante   un hito histórico disyuntivo. Estamos obligados a insistir  sin posiciones elusivas o reticentes, un hecho de vital trascendencia para la vida de la nación: la Guayana Esequiba siempre nos ha pertenecido.

Bien sea, mostrarlo y demostrarlo, de llegarse el caso ante la Corte Internacional de Justicia, a donde hemos sido citados, para el 08 de marzo del año 2023; cuando nos corresponda consignar el Memorial de Contestación de la Demanda, por el recurso interpuesto en contra nuestra por Guyana.

 O la otra posibilidad, nada desdeñable, la que ambos bandos delegatarios en México, acaban de concordar: “La búsqueda de una arreglo práctico y satisfactorio, y mutuamente aceptable de la controversia entre las partes, en el litigio: entre Venezuela y Guyana”.

 Por cierto que, el noruego, señor Dag Nylander, quien ahora se encuentra en plan conciliador, en México, entre los representantes del gobierno y la oposición venezolana, es el mismo, que en el año 2017, cumplía las funciones de mediación, otorgadas por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en el caso de la Zona en Reclamación; entonces, como ya sabemos, la contención fue remitida a la Corte Internacional de Justicia.

La presente circunstancia por la que atraviesa la patria – concretamente en el caso litigioso por la Zona en Reclamación—nos obliga a pensar, con bastante inteligencia: qué debemos hacer y bajo cuáles estrategias nos comportaremos como país, uniformemente.

Ya habrá tiempo para el “pleito chiquito”; pero este instante no es el momento de resentirse o cuestionar dónde estuvieron los errores, torpezas o desaciertos en el manejo de la contención contra la excolonia británica.

La posición clara y contundente que ha dimanado siempre  desde nuestra  Cancillería se sintetiza en la constante invitación a  la representación de la excolonia británica en estos términos:: “En vista de la clara posición de Venezuela de no asistir a la Corte sobre la base de que ésta carece de jurisdicción sobre la llamada “demanda” de Guyana, en un procedimiento que no encuentra acomodo en ninguna disposición del Estatuto, por la falta del consentimiento de Venezuela….una vez más, invita con sinceridad a la hermana República Cooperativa de Guyana a renovar la negociación a la que ambas naciones están obligadas en virtud del Acuerdo de Ginebra, único instrumento internacional especialmente suscrito para regir la controversia.”

Tanto en la Corte o bajo la figura  de la negociación directa, debemos exhibir unidad;  con lo cual demostraremos al resto del mundo  que somos dignos herederos de las glorias y conquistas históricas de nuestros próceres e insignes libertadores.