domingo, 29 de mayo de 2022

 

                                Comisión Presidencial por el Esequibo

                    aprobó propuesta del Dr. Abraham Gómez

Inmediatamente al ser incorporado como miembro de la citada comisión, presidida por el Dr. Hermánn Escarrá, hizo el Dr. Abraham Gómez una extraordinaria propuesta, la cual ha sido aprobada por unanimidad; se trata de la realización de un Congreso Nacional. Según nos adelantó el propio Abraham, este evento tendrá como finalidad debatir un amplio temario referente al caso de la Guayana Esequiba; que ahora, como se sabe “dirime la Corte Internacional de Justicia”

Conversamos, con quien ha estado por más de treinta y cinco años estudiando este asunto de la controversia; que además le ha permitido especializarse y dictar conferencias por bastantes ciudades y universidades del país, y mantener artículos semanales sobre el tema en distintas plataformas de internet y en diversas páginas de varios medios digitales, como El Nacional, Primicia, Solar, TaneTanae, El Periódico del Delta, Opinión y Noticias, Venezuela Esequiba.

¿Cuál sería el objetivo fundamental del Congreso Nacional sobre la Guayana Esequiba?

A.G Agradezco la plena receptividad de los miembros de la Comisión estructurada y juramentada, desde la Presidencia de la República, para que se encargue de manejar todo lo relacionado a este asunto litigioso que hemos confrontado, en nuestro país, por más de cien años. Ellos me ofrecieron la oportunidad de integrarme, en mi condición de académico y de explicar dada la modesta experiencia que he acumulado referida a tópicos pertinentes a este caso controversial; entonces, en una parte de mi discurso hice saber, con carácter de propuesta, que deberíamos realizar un Congreso Nacional, para discutir y debatir muchos aspectos para obtener provechosas conclusiones, producto del intercambio de ideas, conjeturas y opiniones, por muy disímiles que puedan parecer.

¿Quiénes se encargarán de la organización, de convocar a los ponentes, de todo lo que implica una actividad de tanta exigencia, que tendrá repercusión nacional e internacional?

A.G En su condición de presidente de la mencionada Comisión especial del Ejecutivo Nacional, el Dr. Escarrá me acaba de comunicar que ha designado al comandante William Fariñas, primer vicepresidente, al Dr. Vélez Smith, coordinador del gabinete académico, a la Dra. Yépez Daza y al exministro de educación universitaria, diputado Edgardo Ramírez para que juntos operativicemos la propuesta; para que estudiemos en detalles, todo cuanto sea necesario y requerido para su cabal acometimiento.

Suponemos que se le dará la oportunidad de participar a todos los sectores del país; por ejemplo, del gobierno y de la oposición, sindicatos, del empresariado, de la Fuerza Armada, medios de comunicación, iglesias evangélicas y católicas, comunidades waraunas de aquellas zonas, a estudiantes…

A.G Exacto, así como acertadamente usted lo apunta. Estamos obligados a entender y comprender que aquí hay que dejar a un lado las diferenciaciones odiosas y las mezquindades. Caeríamos en un gravísimo e imperdonable error si partidizamos lo que debe recibir un tratamiento de Política de Estado; donde concurran, aparte de los ya mencionados, incluir a representantes de las Academias, de las Universidades, de las Fundaciones, de las ONG.s, del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela; además, otros muchos organismos concernidos, el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales, personalidades estudiosas permanentes de este pleito interestatal.  Dígase, entonces, que estaremos convocando a innumerables entes del país, sin distingos. Quien crea que tiene algo que aportar será bienvenido y escuchado.

Nos gustaría, Dr. Gómez, que nos adelantara lo que serán los posibles temas que abordarían en ese Congreso, que a nuestro modo de ver luce interesante.

A.G Con mucho gusto. A través de ponencias centrales, previamente asignadas, se desarrollarán líneas discursivas, con la intención de abrir debates transparentes que conduzcan a nutrir los próximos documentos que soportarán nuestro posible Memorial de Contestación de la demanda. Sobre qué discutiremos; por ejemplo, orígenes sociohistóricos de la reclamación. Que quede claro que no es un empecinamiento caprichoso de Venezuela o una malcriadez diplomática. Analizaremos nuestros asideros jurídicos traslaticios; lo que denominados los elementos de probanza intrínsecas; como también la fundamentación cartográfica; la   vinculación demográfica que hemos tenido con los Esequibanos; la visualización como alternativas de solución al pleito, es decir, nuestra comparecencia o no la Corte, para el próximo año; la perspectiva político-administrativa en esa extensión territorial y su proyección atlántica. Una agenda enjundiosa que nos deparará inmensas satisfacciones.

Seguramente, las personas interesadas desearán conocer, desde ahora mismo, que usted les anuncie para cuándo y dónde se celebrará esta actividad, Dr. Gómez….

A.G Propuse que se lleve a cabo en Tucupita, justificado en el hecho en que nos encontramos dentro de la poligonal fronteriza, colindante con la Zona en Reclamación. Estamos a la espera de que sea confirmada nuestra ciudad como sede, y en cuanto a  la fecha se encuentra en estudio, conforme a todos los trámites que debemos hacer al respecto y los apoyos logísticos imprescindibles.

 

sábado, 28 de mayo de 2022

 

Guayana Esequiba: excepción preliminar, referendo y Congreso Nacional

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

Tres aspectos importantes que, según nuestra consideración y por experiencia, debemos tener muy en cuenta, a propósito del inescurrible asunto litigioso que estamos confrontando por el costado este de la geografía venezolana; cuyo pleito ha escalado y se dirime – procesalmente- en la Corte Internacional de Justicia.

Comienzo por recordar que en bastantes ocasiones expusimos, en carácter de sugerencia a las autoridades de nuestra Cancillería, la opción perfectamente válida –en esta disputa con   la excolonia británica- de introducir por ante la mencionada Sala Juzgadora el recurso denominado   Excepción Preliminar; que   por cierto, no pudimos, no supimos o no quisimos intentar.

¿Qué nos pasó? No sé, pero pelamos ese tiro; y ahora nos encontramos subsumidos en una situación mucho más compleja. Bastante dilemática e inevadible.

Hay un juicio en la Corte que no se paralizará por nuestra ausencia.

No estamos inventando nada al respecto. La Excepción Preliminar comporta una institución jurisdiccional que utiliza la defensa de la parte demandada, la cual conlleva de modo intrínseco una estrategia plena de eficacia jurídica, legítimamente aceptada en el Derecho Internacional y por la propia Corte; donde reposan suficientes jurisprudencias del mismo tenor.

Prestemos atención a lo siguiente: la Excepción Preliminar constituye un acto procesal que persigue objetar la admisibilidad de una demanda o la competencia del tribunal para conocer un determinado caso o alguno de sus aspectos en razón de la persona, la materia, el tiempo o lugar; es decir, un mecanismo destinado a impedir que se admitan las peticiones de la parte demandante o limitar o negar --parcial o totalmente-- la competencia del órgano jurisdiccional internacional.

A través de la Excepción Preliminar se efectúan objeciones formales, no alegaciones en torno a la verdad o falsedad de los hechos, porque estas últimas requieren un pronunciamiento de fondo.

Pudimos haber aligerado a nuestro favor – hace dos años —una “enervación” (anular, desactivar) en el citado proceso, si la determinación hubiera sido consignar el Memorial de Contestación de la demanda, acompañada de la Excepción Preliminar; con el fin de evitar que la Corte se asumiera con jurisdicción y competencia, como en efecto se auto atribuyó, el 18 de diciembre del año 2020.

¿Qué estamos percibiendo en estos momentos? Veamos:  con la Acción interpuesta en nuestra contra, Guyana se siente envalentonada y soberbia. Se cree que ya su mandado está hecho.

Todos los discursos del pasado 26 de mayo, en los actos celebratorios del 54 aniversario de su independencia, fueron dedicados a reafirmar la judicialización que ya han concretado del caso, y en espera de la decisión sentencial de la Corte.

Sin lugar a dudas que Guyana aguardó la ocasión, casi como una emboscada jurídica, para demandar a Venezuela ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ); yéndose, directamente al “Arreglo Judicial”; que es entre otras una solución –no la inmediata, después de la mediación— que contempla el artículo (33) de la Carta de las Naciones Unidas.

 

Nuestra sensible fibra venezolanista nos impone un inmenso desafío histórico: nada de quedarnos de brazos cruzados ni de bocas cerradas en esta gesta reivindicativa.

Resulta complejo—ciertamente-- el panorama que nos anuncian. Escabroso el escenario en que nos encontramos (y que nos acecha); sin embargo, hay que actuar con inteligencia y en unidad nacional.

 

Repito aquí lo que he venido voceando por todo el país: si ya el litigio tomó cuerpo de juicio y ha recibido la calificación que la propia Corte le confirió; entonces, lo que nos es prepararnos, en todos los sentidos. Desarrollar tareas urgentes, como equipo. Concienciar a nuestra población sobre este asunto tan sensible; así además, reunir en comisión multidisciplinaria a los mejores talentos conocedores del asunto; apertrecharnos con nuestros recursos históricos, con los Justos Títulos que poseemos, que son absolutamente irrebatibles, que no admiten pruebas en contrario (iuris et de iure) para exponerlos y defenderlos con justeza el 08 de marzo del 2023; siempre y cuando  el Jefe de Estado decida nuestra comparecencia en ese Alto Tribunal de La Haya.

 

En el marco de una Política de Estado que logre concitar la solidaridad de todo el país, sugiero –una vez más- a nuestra Cancillería (recibidas las instrucciones desde la Presidencia de la República) insistir en  la realización, en lo inmediato,  de un Referendo Consultivo,  con dos o tres preguntas muy precisas; considerando que es una materia de especial trascendencia, conforme al artículo (73) de nuestra Constitución Nacional: “…Serán sometidos a referendo los tratados, convenios o acuerdos internacionales que pudieran comprometer la soberanía nacional o transferir competencias a órganos supranacionales…” (Omissis).

A partir de un referendo consultivo el pueblo venezolano se expresará libremente y dirá si está de acuerdo o no que vayamos a la sede de la mencionada Entidad Sentenciadora, donde hemos sido demandados, y hagamos las alegaciones de hecho y de derecho, que en justicia nos asisten. Oportunidad que tendremos para consignar un enjundioso Memorial de Contestación de la demanda y desmontar la perversa tratativa que nos despojó de una séptima parte de nuestra geografía.

Al propio tiempo, he propuesto a la honorable Comisión Presidencial que maneja todo lo relacionado a este asunto litigioso, presidida por el digno constitucionalista venezolano Dr. Hermánn Escarrá, para que se realice un Congreso Nacional con este posible  temario: orígenes sociohistóricos de la reclamación, nuestros  asideros jurídicos traslaticios , fundamentación  cartográfica, vinculación demográfica con los Esequibanos, alternativas de solución al pleito y perspectiva político-administrativa en esa extensión territorial y su proyección atlántica; en fin,  para que se abra un debate transparente – en torno a este sensible asunto—con la participación de   las universidades, las Academias, la Asamblea Nacional, la Cancillería,  las ONG, las Fundaciones, los medios de comunicación social, los Institutos con pertinencia en la materia y  demás interesados. Toda Venezuela discutiendo y expectante.  

 

 

 

  

Guayana Esequiba: excepción preliminar, referendo y Congreso Nacional

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

Tres aspectos importantes que, según nuestra consideración y por experiencia, debemos tener muy en cuenta, a propósito del inescurrible asunto litigioso que estamos confrontando por el costado este de la geografía venezolana; cuyo pleito ha escalado y se dirime – procesalmente- en la Corte Internacional de Justicia.

Comienzo por recordar que en bastantes ocasiones expusimos, en carácter de sugerencia a las autoridades de nuestra Cancillería, la opción perfectamente válida –en esta disputa con   la excolonia británica- de introducir por ante la mencionada Sala Juzgadora el recurso denominado   Excepción Preliminar; que   por cierto, no pudimos, no supimos o no quisimos intentar.

¿Qué nos pasó? No sé, pero pelamos ese tiro; y ahora nos encontramos subsumidos en una situación mucho más compleja. Bastante dilemática e inevadible.

Hay un juicio en la Corte que no se paralizará por nuestra ausencia.

No estamos inventando nada al respecto. La Excepción Preliminar comporta una institución jurisdiccional de defensa de la parte demandada, que conlleva de modo intrínseco una estrategia plena de eficacia jurídica, legítimamente aceptada en el Derecho Internacional y por la propia Corte; donde reposan suficientes jurisprudencias del mismo tenor.

Prestemos atención a lo siguiente: la Excepción Preliminar constituye un acto procesal que persigue objetar la admisibilidad de una demanda o la competencia del tribunal para conocer un determinado caso o alguno de sus aspectos en razón de la persona, la materia, el tiempo o lugar; es decir, un mecanismo destinado a impedir que se admitan las peticiones de la parte demandante o limitar o negar, parcial o totalmente, la competencia del órgano jurisdiccional internacional.

A través de la Excepción Preliminar se efectúan objeciones formales, no alegaciones en torno a la verdad o falsedad de los hechos, porque estas últimas requieren un pronunciamiento de fondo.

Pudimos haber aligerado a nuestro favor – hace dos años —una “enervación” (anular, desactivar) en el citado proceso, si la determinación hubiera sido consignar el Memorial de Contestación de la demanda; con el fin de evitar que la Corte se asumiera con jurisdicción y competencia, como en afecto se auto atribuyó, el 18 de diciembre del año 2020.

¿Qué estamos percibiendo en estos momentos?  Con la Acción interpuesta en nuestra contra, Guyana se siente envalentonada y soberbia. Se cree que ya su mandado está hecho.

Todos los discursos del pasado 26 de mayo, en los actos celebratorios del 54 aniversario de su independencia, fueron dedicados a reafirmar la judicialización que ya han hecho del caso, y en espera de la decisión sentencial de la Corte.

Sin lugar a dudas que Guyana aguardó la ocasión, casi como una emboscada jurídica, para demandar a Venezuela ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ); yéndose, directamente al “Arreglo Judicial”; que es entre otras una solución –no la inmediata después de la mediación— que contempla el artículo (33) de la Carta de las Naciones Unidas.

 

Nuestra sensible fibra venezolanista nos impone que no debemos quedarnos ni de brazos cruzados ni bocas cerradas frente a este desafío.

Resulta complejo—ciertamente-- el panorama que nos anuncian. Escabroso el escenario en que nos encontramos (y acecha); sin embargo, hay que actuar con inteligencia y en unidad nacional.

 

Repito aquí lo que he venido voceando por todo el país: si ya el litigio tomó cuerpo de juicio y la calificación que la propia Corte le confirió; entonces, qué nos queda sino prepararnos, en todos los sentidos. Concienciar a nuestra población sobre este asunto tan sensible; así además, reunir en comisión multidisciplinaria a los mejores talentos conocedores del asunto; apertrecharnos con nuestros recursos históricos, con los Justos Títulos que poseemos, que son absolutamente irrebatibles, que no admiten pruebas en contrario (iuris et de iure) para exponerlos y defenderlos con justeza el 08 de marzo del 2023; siempre y cuando  el Jefe de Estado decide nuestra comparecencia en ese Alto Tribunal de La Haya.

 

En el marco de una Política de Estado que concite la solidaridad de todo el país, sugiero – una vez más - a nuestra Cancillería ( recibidas las instrucciones desde la Presidencia de la República) insistir en  todo lo concerniente a un Referendo Consultivo,  con dos o tres preguntas muy precisas; considerando que es una materia de especial trascendencia, conforme al artículo (73) de nuestra Constitución Nacional: “…Serán sometidos a referendo los tratados, convenios o acuerdos internacionales que pudieran comprometer la soberanía nacional o transferir competencias a órganos supranacionales…” (Omissis).

A partir de un referendo consultivo el pueblo venezolano se expresará libremente y dirá si está de acuerdo que vayamos a la sede de la mencionada Entidad Sentenciadora, donde se procesa nuestra contención y hagamos las alegaciones de hecho y de derecho, que en justicia nos asisten. Que consignemos un enjundioso Memorial de Contestación de la demanda

Al propio tiempo, he propuesto a la honorable Comisión Presidencial que maneja todo lo relacionado a este asunto litigioso, la cual es presidida por el digno constitucionalista venezolano Dr. Hermánn Escarrá, que se realice un Congreso Nacional, con un amplio temario: orígenes sociohistóricos, asideros jurídicos, cartográficos, vinculación demográfica, alternativas de solución y perspectiva política-administrativa con tal extensión territorial; en fin,  para que se abra un debate transparente – en torno a este sensible asunto-- con  las universidades, las Academias, la Asamblea Nacional, la Cancillería,  las ONG, las Fundaciones, los Institutos con pertinencia en la materia y  demás interesados. Toda Venezuela discutiendo y expectante.  

 

 

sábado, 21 de mayo de 2022

 


Guayana Esequiba: vale más voluntad efectiva que declaración emotiva

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

A propósito de la contención centenaria que sostenemos por la extensión territorial que nos arrebataron; durante los últimos (35) años hemos tenido la posibilidad de intercambiar opiniones con muchísima gente, sobre cómo encarar este asunto litigioso.

En los distintos eventos desarrollados en varias ciudades del país, en los medios de comunicación social, en los propios espacios fronterizos y a través de las redes sociales, conseguimos de todo.

Me permito exponer, señaladamente, que hay un denso bastión de compatriotas que conforman una interesante masa crítica, quienes a cada instante afilan con osadía y   agudeza sus juicios al respecto y publican las propuestas que ellos consideran acertadas para resolver la controversia, en espera de una justa decisión para nuestro país.

Reconocemos que también hay quienes andan por ahí sin prestarle ningún cuidado a nuestra reclamación – no han manifestado el más mínimo interés en el tema--, cuya actitud es de los que únicamente ven transcurrir las cosas con indiferencia o displicencia.

Otros que se encuentran demasiados imbuidos de pesimismo en cuanto a que nuestra nación pueda obtener una sentencia satisfactoria en la Corte Internacional de Justicia.

Bastantes preguntas, cargadas de negatividades, nos hacen desde este último grupo ya descrito.

Sin embargo, nos agrada mencionar que aparejado a tan disímiles escenarios se registra una mayoría de la población venezolana que se mantiene a la expectativa de todo cuanto viene ocurriendo y los posibles desenlaces.

 

Estamos –razonablemente-- dispuestos a diseñar las estrategias a que haya lugar para que se cumplan los objetivos de reivindicación nacionalista que nos hemos trazado, mediante hechos y actos jurídicamente concretos; por lo que, no se trata de una simple ilusión, sino de una determinación probable con fundamento.

Nuestra contención tiene suficiente asidero jurídico, cartográfico e histórico, y la fortaleza moral de saber que no estamos cometiendo ningún acto de deshonestidad contra nadie.

 

 Los reclamos que hemos sostenido, desde hace más de un siglo, no están anclados en una malcriadez diplomática, capricho nacional o empecinamiento injustificado.

 

 La Contraparte en el litigio sabe que poseemos bastantes documentos.

 La delegación diplomática de la excolonia británica (que tiene meses haciendo cabildeo en La Haya) conoce además que nos encontramos apertrechados con los Justos Títulos que avalan la histórica propiedad, incuestionable, de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.

Tengo la seguridad que una inmensa porción de compatriotas venezolanos coincide conmigo cuando expreso que lo peor que podemos hacer es abrir una innecesaria e inconveniente confrontación política-partidista interna en nuestro país, relacionada a la Guyana Esequiba, en este momento apremiante; cuando nos encontramos concernidos en un serio pleito jurídico, en el Alto Tribunal de La Haya, por la séptima parte de la geografía venezolana, que nos despojaron de manera alevosa y vil.

 

Hoy, más que nunca, se hace imprescindible la absoluta y sólida unidad de todos los sectores, sin excepciones.

 

Insisto en señalar que debemos reforzar la estructuración --sin recelos ni mezquindades-- de un bloque de defensa compacto y pétreo, para contrarrestar las acechanzas de la Parte que nos rivaliza, por las acciones unilaterales en contra nuestra, que ellos interpusieron y ratificaron en la Corte.

 

Ciertamente, ha habido declaraciones de todo tipo:  motivadas algunas y desentonadas otras.

Se han esgrimido argumentaciones densas, apropiadas y propositivas; pero también, leemos ideas descabelladas, que no cuadran con las soluciones pacíficas para pleitos de tal naturaleza, aconsejadas por el Derecho Internacional Público y recogidas en el artículo (33) de la Carta de las Naciones Unidas.

Resulta importante que demos continuidad a nuestros discursos; que reafirmemos con sendos pronunciamientos de respaldo y solidaridad, hasta que la Sala Juzgadora ofrezca la sentencia que toda Venezuela espera, mediante la cual se nos haga justicia.

 

Al propio tiempo de pronunciar los discursos -- por muy emotivos que se tejan-- debe constituirse y construirse la inquebrantable voluntad, a toda prueba, para actuar y defender lo que históricamente ha sido nuestro.

Así entonces, nos sentimos complacidos en destacar la labor   de las ONG (particularmente Mi Mapa de Venezuela), entidades creadas para adelantar hermosas actividades al respecto. Además, hacemos el reconocimiento debido al Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV); lo propio cabe para el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI). Especial mención para la      Fundación Venezuela Esequiba, por su insistente afán de concienciación.

 

Ha sido muy digna y oportuna la determinante posición de La Academia de Ciencias Políticas y Sociales.

Nos llena de orgullo la tarea que viene cumpliendo la Comisión Presidencial en Defensa del Esequibo.

Todos en una sola motivación y propósito; de esfuerzos elogiadamente ponderados; lo cual constituye un ejemplo de lucha sostenida sin actitudes atrabiliarias o estrepitosas; porque, aquí se requiere talento y muchísima voluntad (repito, voluntad) en la formación documental y doctrinaria, para insistir en la reclamación y defender en la Corte lo que honradamente siempre ha sido nuestro.

 


viernes, 20 de mayo de 2022

 

 Aquelarre de mentalidades

 menstruantes

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 

Por distintas vías, han solicitado mi modesta opinión sobre un hecho tan extraordinario como repugnante; que no obstante haberse generado en el Congreso de Chile ha repercutido y consternado a varios países hispanohablantes.

Me refiero al acontecimiento siguiente: con la instauración de un nuevo gobierno de tendencia izquierdista en la mencionada nación austral; el parlamento chileno actual, de amplia mayoría favorable al presidente entrante Gabriel Boric, acaba de aprobar, oficialmente, la expresión: “persona menstruante”, cuando haya que referirse a la mujer.

Tan infeliz y vergonzosa escogencia terminológica nos luce desacertada e impropia.

La   aborrecible decisión que contó con 108 votos a favor, 22 en contra y 7 abstenciones constituye una verdadera abominación, desde todo punto de vista; por cuanto, es una desconsideración para un ser humano, a quien haya que definirlo, conceptualmente, a partir de una función fisiológica.

 Así también, la determinación que tomaron -- que está a punto de constitucionalizarse-- resulta injusta socialmente, desconsiderada biológicamente y tramposa lingüísticamente.

Cada palabra envuelve e induce a pensar y actuar.

Los hechos de exclusión social vienen incorporados desde la propia forma y desde el mismo instante de construirse el vocablo que hará mención de las personas y las cosas. Cada palabra lleva en su interior una intencionalidad al momento de usarse para decir o señalar.

Sustituir el término mujer por “persona menstruante” para no herir susceptibilidades comporta un vulgar entramado inadmisible que revela una vez más muchísima inequidad de género, que ha acogotado a la mujer a lo largo de la historia.

Ya basta de seguir atropellando a la mujer; que ha arrastrado, desde siempre, una carga insoportable de desvaloración.

Se nos hace inaceptable e impertinente -- en esta época contemporánea-- que alguien pueda llegar a pensar que las mujeres son inferiores.  No hay el más mínimo argumento serio que avale una aseveración de ese tenor.

El presente siglo XXI es el siglo de las mujeres. Vamos a permitirnos esa profecía razonable.

Oportuno este tramo epocal (y adrede por lo que se adelanta en el parlamento chileno) para rememorar y reivindicar al eterno maestro Andrés Bello, al ilustre caraqueño que tantos aportes intelectuales legó a esa cultura suramericana.

Bello encarna (conjugado en presente histórico) con su vida y su obra una síntesis del humanista liberal, representativo de una concepción de la cultura centrada en la valoración y respeto a la persona humana, especialmente a la mujer; a quien le profesó infinita admiración. Hay suficientes testimonios escritos que dan cuenta de tales afectos y sentimientos.

Al tener a la independizada República de Chile, en tanto plataforma para impulsar su ilimitado talento hacia el resto del continente, Bello recibe con sobrada justificación el calificativo de ser el primer humanista de América.

Además, transformado de erudito en educador para el resto de su vida, crea en Chile un Código Civil, un Derecho Internacional Público, realiza estudios filológicos, redacta normas educativas, de ortología y métrica –obra magistral en la materia-- y la Gramática de la Lengua Castellana (de plena actualidad); en toda esa enjundiosa dedicación estuvo siempre concitando al ser humano, como estructura basamental de la densidad de su pensamiento

Precisemos también, a propósito del despropósito originado en el Congreso chileno que escandaliza al mundo, la figura excelsa de Gabriela Mistral. Cómo no recordar sus aportes literarios y mencionarla en toda su engrandecida dimensión.

 Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura en 1945, cuya obra ha sido traducida a más de veinte idiomas. Justamente, leamos una hermosa estrofa de su poema La Mujer fuerte:

                              “Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,

                                mujer de saya azul y de tostada frente,

                                que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía

                                vi abrir el surco negro en un abril ardiente”.

Otra chilena brillante, Isabel Allende, quien pesquisa en su memoria y nos ofrece un emocionante texto “Mujeres del alma mía” (Editorial Plaza & Janés.2020), donde relata su relación con el feminismo y el hecho de ser mujer; al tiempo que intensifica la suprema importancia que concede a todas las mujeres que tuvieron mucho que ver con su vida. Mujeres añoradas e imprescindibles. Muchas anónimas, no por ello distantes de sus sentimientos. Mujeres inspiradoras.

En un fragmento de este trabajo escritural, Isabel Allende, nos dice:

“¿Y en qué consiste mi feminismo? No es lo que tenemos entre las piernas, sino entre las dos orejas. Es una postura filosófica y una sublevación contra la autoridad del hombre. Es una manera de entender las relaciones humanas y de ver el mundo, una apuesta por la justicia, una lucha por la emancipación de las mujeres…”

Ciertamente, la presencia de la mujer en los cargos de responsabilidades había sido lenta, pero se ha vuelto indetenible.

Admitamos, con honestidad, que en estos y en los próximos tiempos habrá muchas mujeres en desempeños públicos y privados para orgullo de los seres humanos y de ellas en particular.

 

 

 

 

 


Aquelarre de mentalidades 

menstruantes

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 

Por distintas vías, han solicitado mi modesta opinión sobre un hecho tan extraordinario como repugnante; que no obstante haberse generado en el Congreso de Chile ha repercutido y consternado a varios países hispanohablantes.

Me refiero al acontecimiento siguiente: con la instauración de un nuevo gobierno de tendencia izquierdista en la mencionada nación austral; el parlamento chileno actual, de amplia mayoría favorable al presidente entrante Gabriel Boric, acaba de aprobar, oficialmente, la expresión: “persona menstruante”, cuando haya que referirse a la mujer; para no establecer diferencias con las trans, o por lo menos coligarlas, lingüísticamente a todas, en un único término. Mujeres de verdad y trans metidas en el mismo saco, para denominarlas de una sola manera.

Tan infeliz y vergonzosa escogencia terminológica nos luce desacertada e impropia

La   aborrecible decisión que contó con 108 votos a favor, 22 en contra y 7 abstenciones constituye una verdadera abominación, desde todo punto de vista; por cuanto, es una desconsideración para un ser humano, a quien haya que definirlo, conceptualmente, a partir de una función fisiológica.

 Así también, la determinación que tomaron -- que está a punto de constitucionalizarse-- resulta injusta socialmente, desconsiderada biológicamente y tramposa lingüísticamente.

Cada palabra envuelve e induce a pensar y actuar.

Los hechos de exclusión social vienen incorporados desde la propia forma y desde el mismo instante de construirse el vocablo que hará mención de las personas y las cosas. Cada palabra lleva en su interior una intencionalidad al momento de usarse para decir o señalar.

Sustituir el término mujer por “persona menstruante” para no herir las susceptibilidades de las trans comporta un vulgar entramado inadmisible que revela una vez más muchísima inequidad de género, que ha acogotado a la mujer a lo largo de la historia.

Ya basta de seguir atropellando a la mujer; que ha arrastrado, desde siempre, una carga insoportable de desvaloración.

Se nos hace inaceptable e impertinente -- en esta época contemporánea-- que alguien pueda llegar a pensar que las mujeres son inferiores.  No hay el más mínimo argumento serio que avale una aseveración de ese tenor.

El presente siglo XXI es el siglo de las mujeres. Vamos a permitirnos esa profecía razonable.

Oportuno este tramo epocal (y adrede por lo que se adelanta en el parlamento chileno) para rememorar y reivindicar al eterno maestro Andrés Bello, al ilustre caraqueño que tantos aportes intelectuales legó a esa cultura suramericana.

Bello encarna (conjugado en presente histórico) con su vida y su obra una síntesis del humanista liberal, representativo de una concepción de la cultura centrada en la valoración y respeto a la persona humana, especialmente a la mujer; a quien le profesó infinita admiración. Hay suficientes testimonios escritos que dan cuenta de tales afectos y sentimientos.

Al tener a la independizada República de Chile, en tanto plataforma para impulsar su ilimitado talento hacia el resto del continente, Bello recibe con sobrada justificación el calificativo de ser el primer humanista de América.

Además, transformado de erudito en educador para el resto de su vida, crea en Chile un Código Civil, un Derecho Internacional Público, realiza estudios filológicos, redacta normas educativas, de ortología y métrica –obra magistral en la materia-- y la Gramática de la Lengua Castellana (de plena actualidad); en toda esa enjundiosa dedicación estuvo siempre concitando al ser humano, como estructura basamental de la densidad de su pensamiento

Precisemos también, a propósito del despropósito originado en el Congreso chileno que escandaliza al mundo, la figura excelsa de Gabriela Mistral. Cómo no recordar sus aportes literarios y mencionarla en toda su engrandecida dimensión.

 Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura en 1945, cuya obra ha sido traducida a más de veinte idiomas. Justamente, leamos una hermosa estrofa de su poema La Mujer fuerte:

                              “Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,

                                mujer de saya azul y de tostada frente,

                                que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía

                                vi abrir el surco negro en un abril ardiente”.

Otra chilena brillante, Isabel Allende, quien pesquisa en su memoria y nos ofrece un emocionante texto “Mujeres del alma mía” (Editorial Plaza & Janés.2020), donde relata su relación con el feminismo y el hecho de ser mujer; al tiempo que intensifica la suprema importancia que concede a todas las mujeres que tuvieron mucho que ver con su vida. Mujeres añoradas e imprescindibles. Muchas anónimas, no por ello distantes de sus sentimientos. Mujeres inspiradoras.

En un fragmento de este trabajo escritural, Isabel Allende, nos dice:

“¿Y en qué consiste mi feminismo? No es lo que tenemos entre las piernas, sino entre las dos orejas. Es una postura filosófica y una sublevación contra la autoridad del hombre. Es una manera de entender las relaciones humanas y de ver el mundo, una apuesta por la justicia, una lucha por la emancipación de las mujeres…”

Ciertamente, la presencia de la mujer en los cargos de responsabilidades había sido lenta, pero se ha vuelto indetenible.

Admitamos, con honestidad, que en estos y en los próximos tiempos habrá muchas mujeres en desempeños públicos y privados para orgullo de los seres humanos y de ellas en particular.

 

 

 

 


sábado, 14 de mayo de 2022

 

Guayana Esequiba: estado Piar, según la acertada propuesta de Espinal

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

La vocación natural de cualquier región del mundo que viva bajo la condición de colonia viene signada para alcanzar su emancipación. Algunas veces se logra rápido y de manera determinante quitarse tales yugos. En otros casos, las circunstancias para gloriar la grandeza de la libertad se vuelven enrevesadas, escabrosas y cuesto mucho dolor patrio.

Todos conocemos que para alcanzar la  independencia de Venezuela hubo que librar cruentos combates; sufrir vilezas y traiciones; padecer rigores, penurias y necesidades hasta que se produjo la Batalla de Carabobo (1821) y el combate Naval del Lago de Maracaibo (1823); sin embargo,  en verdad, no fue sino hasta el 30 de enero de 1845 cuando el reino de España -mediante tratado- confiere el reconocimiento a Venezuela como Estado independiente; no obstante, reafirmamos como tantas veces ha invocado, el insigne jurista carupanero,  Dr. Cesáreo Espinal Vásquez, que nuestra independencia la logramos en las campañas militares  con durísimas enfrentamientos;  y no mediante arreglos, convenios o tratados de descolonización. Peleamos por nuestra libertad.

Me ha honrado el Dr. Espinal, al   encomendarme la misión de abrir el pórtico y dar entrada a su nuevo libro. Me cabe la satisfacción y honor de haberme dado la oportunidad de inspirarme para redactar un merecido prólogo.

La valiosa entrega escritural para en esta ocasión, denominada “Esequibo: estado Carlos Manuel Piar” (ediciones Espinal. Caracas 2020), comporta un enjundioso estudio, exigentemente documentado y muy digno de su ya proverbial inteligencia.

Recibe el público lector un aporte reciente, generado de   su fértil dedicación –digamos, un trabajo indagatorio— como ha sido la distinguida característica de sus entregas académicas: abnegadas, serias y admirables; en cuyo contenido apreciamos, luego de un denso y provechoso recorrido socio histórico hecho por el autor en estricto sentido didáctico, un ferviente entusiasmo con su  objetiva propuesta para la  creación del estado Manuel Carlos Piar, en la extensión territorial de nuestra Guayana Esequiba.

Completamente asimilable, en perspectiva, el Esequibo como el estado Manuel Calos Piar. Una idea elogiable para reivindicar, por una parte, al insigne prócer de la Batalla de San Félix y, por la otra, sabiéndonos poseedores del Justo Título que atesoramos, por ser causahabientes de España.

El Dr. Espinal Vásquez, en su condición de jurista reconocido e incansable investigador social  de nuestra geografía humana, nos ha enseñado permanentemente, que los fenómenos fronterizos son realidades jurídicas; porque, la condición limítrofe así lo impone, ciertamente; no obstante, deja en claro la severa advertencia:  debe ser obligante considerar y añadir la dimensión de la gente, las realidades socio-económicas, culturales, éticas, estéticas; generado, todo ello,  a partir de la interactividad que mantienen los habitantes de los citados  espacios  que siempre han sido venezolanos”.

El admirado Dr. Cesáreo Espinal Vásquez, con su otra tesis inmarcesible y ya famosa del “Bien Común”, ha marcado, la ruta—eo ipso—de lo que más conviene a nuestros espacios societales. Muestra de lo dicho, con idéntica motivación, nos la presenta en un texto anterior, en el cual, apenas con un extracto, nos hace la referencia a partir de la siguiente aseveración:

 “la justocracia no es la búsqueda de una tercera vía, sino por el contrario es la única vía para vivir en una sociedad justa. La justocracia aboga como fundamentos de sus fines, la conciliación, que es la mediación entre personas, organizaciones, sistemas políticos y ente la nación para la solución pacífica de conflictos...”. (Justocracia, poder de lo justo. Ediciones Espinal. Caracas 2011)

El Dr. Espinal Vásquez nos pide que insistamos -en nuestras conferencias por las universidades del país-- en dar a conocer la diferencia conceptual estructural entre lo que es límite y frontera. Precisamente, ha sido nuestra prédica. Exponer que el límite debe entenderse como una entidad jurídica abstracta y de origen político, convenido y visualizado en forma lineal; mientras que la frontera se comprende y asimila al espacio de anchura variable donde convergen seres humanos con potencial de integración, que crea un modo de vida común con sentido dinámico y vital.

 Justamente la esencia de su texto; vale decir, su reconocida propuesta del estado Manuel Carlos Piar: la reconfiguración política-administrativa, para la incorporación de la naciente entidad en el concierto de los demás estados federalizados de Venezuela. Dicho ad litteram: “para que el estado Manuel Carlos Piar sea y asuma pronto esa séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron y que hemos estado reclamando, hace más de cien años, con suficiente fortaleza y asidero jurídico”.

Ante algunos escenarios académicos, me he permitido argumentar, a propósito del centenario litigio, en que no basta lo declarativo atinente al marco geográfico que con certeza recuperaremos en la Corte Internacional de Justicia; también debemos darle consistencia a la vinculación solidaria venezolanista para trenzarnos en familiaridad con los Esequibanos.

En esta contención por la Guayana Esequiba, estamos munidos de razones y justos títulos para exhibir en el ámbito internacional. Además, resultan valederos todos los enjundiosos aportes que ha hecho –como su particular legado al país-- el Dr. Espinal Vásquez, fuentes documentativas que en sí mismas constituyen elementos probatorios.

Es posible que nos declaremos   voceros legítimos ante el mundo que pronto veremos nacer el estado Manuel Carlos Piar; no solo en lo que corresponde al espacio territorial y su proyección atlántica, como ha sido recogida jurídicamente expletiva en su propuesta; sino también por su demografía, en/por su riquísimo mestizaje.

Venezuela se sentirá   supremamente orgullosa cuando alcancemos la materialización de la idea recogida en este texto; que hace su aparición para quien desee disfrutar de una lectura pedagógica.  

Ha expuesto el Dr. Espinal Vásquez, como autocrítica, que siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores de la Guayana Esequiba, pero nunca hablan de la considerable población que ocupa ese territorio.

En mi caso --por propia experiencia-- particularmente puedo testimoniar que en la Guayana Esequiba existen ciudades, pueblos, comunidades y otros asentamientos humanos, donde se aprecian interesantísimos cruces étnicos y de clases sociales, cuyo registro censal más reciente arroja una cifra que sobrepasa las 200.000 personas, que incluye a los Waiwai, Makushi, Arawakos, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes, Wapashi. Una población considerable de afro e indodescendientes, amerindios, asiáticos, portugueses, etc. Una importante etnicidad amalgamada.

La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar la atención y la preocupación de quienes ejecutan políticas públicas, por parte del Estado Venezolano, con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes para su subsistencia: cedulación, salud, educación, servicios públicos, turismo, deportes, cultura, apoyo a la producción; en fin, todo cuanto sea necesario para vincularlos con nuestra venezolanidad, que igualitariamente  les corresponde a ellos.

A propósito de la situación actual de la controversia internacional que sostenemos con la excolonia británica, la posición enfática del autor de este texto no se hace esperar:

si bien la Corte Internacional de Justicia tiene jurisdicción lo contencioso de la reclamación de Venezuela, no tiene competencia para conocer de mediaciones sino es por consenso previo de las partes y es así, igualmente, que nuestro país, no tiene que ir a “litis” contra la República Cooperativa de Guyana, en aplicación del principio jurídico internacional “iuris et de iure” de plena prueba y no de presunciones en virtud de que el derecho nace del mismo derecho, no admite prueba en contrario, es decir, no tengo que probar lo que es de Venezuela, sino Guyana probar que es suyo ese territorio, del que no tiene asidero histórico ni jurídico”.

Con fundamentación en todo lo expuesto, el citado autor de esta obra –para la cual con satisfacción he escrito el prólogo-- nos señala que: “le corresponderá a Venezuela, más temprano que tarde, crear el estado General en Jefe Carlos Manuel Piar; decretar otra estrella de la República, otorgar nacionalidad a los habitantes en ese territorio, impedir y solicitar el cese de las concesiones, todo ello, dentro del ámbito de derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas”.

Digamos, entonces, que tenemos  una tarea prioritaria --para ir echando las bases idóneas al venidero estado Manuel Carlos Piar-- el hecho  de comenzar a  enlazarnos emocionalmente como compatriotas con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros.

 

 

Guayana Esequiba: estado Piar, según la acertada propuesta de Espinal

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

La vocación natural de cualquier región del mundo que viva bajo la condición de colonia viene signada para alcanzar su emancipación. Algunas veces se logra rápido y de manera determinante quitarse tales yugos. En otros casos, las circunstancias para gloriar la grandeza de la libertad se vuelven enrevesadas, escabrosas y cuesto mucho dolor patrio.

Todos conocemos que para alcanzar la  independencia de Venezuela hubo que librar cruentos combates; sufrir vilezas y traiciones; padecer rigores, penurias y necesidades hasta que se produjo la Batalla de Carabobo (1821) y el combate Naval del Lago de Maracaibo (1823); sin embargo,  en verdad, no fue sino hasta el 30 de enero de 1845 cuando el reino de España -mediante tratado- confiere el reconocimiento a Venezuela como Estado independiente; no obstante, reafirmamos como tantas veces ha invocado, el insigne jurista carupanero,  Dr. Cesáreo Espinal Vásquez, que nuestra independencia la logramos en el campos con durísimas enfrentamientos, no mediante arreglos, convenios o tratados.

Me ha honrado el Dr. Espinal, al   encomendarme la misión de abrir el pórtico y dar entrada a su nuevo libro. Me cabe la satisfacción y honor de haberme dado la oportunidad de inspirarme para redactar un merecido prólogo.

La valiosa entrega escritural para en esta ocasión, denominada “Esequibo: estado Carlos Manuel Piar” (ediciones Espinal. Caracas 2020), comporta un enjundioso estudio, exigentemente documentado y muy digno de su ya proverbial inteligencia.

Recibe el público lector un aporte reciente, generado de   su fértil dedicación –digamos, un trabajo indagatorio— como ha sido la distinguida característica de sus entregas académicas: abnegadas, serias y admirables; en cuyo contenido apreciamos, luego de un denso y provechoso recorrido socio histórico, hecho por el autor (siempre en estricto sentido didáctico), un ferviente entusiasmo con la objetiva propuesta de creación del estado Manuel Carlos Piar, en la extensión territorial de nuestra Guayana Esequiba.

Completamente asimilable, en perspectiva, el Esequibo como el estado Manuel Calos Piar. Una idea elogiable para reivindicar, por una parte, al insigne prócer de la Batalla de San Félix y, por la otra, sabiéndonos poseedores del Justo Título que atesoramos, por ser causahabientes de España.

El Dr. Espinal Vásquez, en su condición de jurista reconocido e incansable investigador social  de nuestra geografía humana, nos ha enseñado permanentemente, que los fenómenos fronterizos son realidades jurídicas; porque, la condición limítrofe así lo impone, ciertamente; no obstante añada la severa advertencia:  debe ser obligante considerar y añadir la dimensión de la gente, las realidades socio-económicas, culturales, éticas, estéticas; generado, todo ello,  a partir de la interactividad que mantienen los habitantes de los citados  espacios  que siempre han sido venezolanos”.

El admirado Dr. Cesáreo Espinal Vásquez, con su tesis inmarcesible y ya famosa del “Bien Común”, ha marcado, la ruta—eo ipso—de lo que más conviene a nuestros espacios societales. Muestra de lo expuesto es que, con idéntica motivación, nos la presenta en un texto anterior, en el cual, apenas con un extracto, nos hace la referencia con la siguiente aseveración:

 “la justocracia no es la búsqueda de una tercera vía, sino por el contrario es la única vía para vivir en una sociedad justa. La justocracia aboga como fundamentos de sus fines, la conciliación, que es la mediación entre personas, organizaciones, sistemas políticos y ente la nación para la solución pacífica de conflictos...”. (Justocracia, poder de lo justo. Ediciones Espinal. Caracas 2011)

El Dr. Espinal Vásquez nos pide que insistamos -en nuestras conferencias por las universidades del país-- en dar a conocer la diferencia conceptual estructural entre lo que es límite y frontera. Precisamente, ha sido nuestra prédica. Exponer que el límite debe entenderse como una entidad jurídica abstracta y de origen político, convenido y visualizado en forma lineal; mientras que la frontera se comprende y asimila al espacio de anchura variable donde convergen seres humanos con potencial de integración, que crea un modo de vida común con sentido dinámico y vital.

Y justamente hacia allá apunta la esencia de su texto; vale decir, su reconocida propuesta del estado Manuel Carlos Piar: la reconfiguración política-administrativa, para la incorporación de la naciente entidad en el concierto de los demás estados federalizados de Venezuela. Dicho ad litteram: “para que el estado Manuel Carlos Piar sea y asuma pronto esa séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron y que hemos estado reclamando, hace más de cien años, con suficiente fortaleza y asidero jurídico”.

Ante algunos escenarios académicos, me he permitido argumentar, a propósito del centenario litigio, en que no basta lo declarativo atinente al marco geográfico que con certeza recuperaremos en la Corte Internacional de Justicia; también debemos darle consistencia a la vinculación solidaria venezolanista para trenzarnos en familiaridad con los Esequibanos.

En esta contención por la Guayana Esequiba, estamos munidos de razones y justos títulos para exhibir en el ámbito internacional. Además, resultan valederos todos los enjundiosos aportes que ha hecho –como su particular legado al país-- el Dr. Espinal Vásquez, aportes documentativos que en sí mismos constituyen elementos probatorios.

Nos constituimos en voceros legítimos ante el mundo que pronto veremos nacer el estado Manuel Carlos Piar; no solo en lo que corresponde al espacio territorial y su proyección atlántica, como ha sido recogida jurídicamente expletiva en su propuesta; sino también por su demografía, en/por su riquísimo mestizaje.

Venezuela se sentirá   supremamente orgullosa cuando alcancemos la materialización de la idea recogida en este texto; que hace su aparición para quien desee disfrutar de una lectura pedagógica.  

Ha expuesto el Dr. Espinal Vásquez, como autocrítica, que siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores de la Guayana Esequiba, pero nunca hablan de la considerable población que ocupa ese territorio.

En mi caso --por propia experiencia-- particularmente puedo testimoniar que en la Guayana Esequiba existen ciudades, pueblos, comunidades y otros asentamientos humanos, donde se aprecian interesantísimos cruces étnicos y de clases sociales, cuyo registro censal más reciente arroja una cifra que sobrepasa las 200.000 personas, que incluye a los Waiwai, Makushi, Arawakos, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes, Wapashi. Una población considerable de afro e indodescendientes, amerindios, asiáticos, portugueses, etc. Una importante etnicidad amalgamada.

La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar la atención y la preocupación de quienes ejecutan políticas públicas, por parte del Estado Venezolano, con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes para su subsistencia: cedulación, salud, educación, servicios públicos, turismo, deportes, cultura, apoyo a la producción; en fin, todo cuanto sea necesario para vincularlos con nuestra venezolanidad, que igualitariamente  les corresponde a ellos.

A propósito de la situación actual de la controversia internacional que sostenemos con la excolonia británica, la posición enfática del autor de este texto no se hace esperar:

si bien la Corte Internacional de Justicia tiene jurisdicción lo contencioso de la reclamación de Venezuela, no tiene competencia para conocer de mediaciones sino es por consenso previo de las partes y es así, igualmente, que nuestro país, no tiene que ir a “litis” contra la República Cooperativa de Guyana, en aplicación del principio jurídico internacional “iuris et de iure” de plena prueba y no de presunciones en virtud de que el derecho nace del mismo derecho, no admite prueba en contrario, es decir, no tengo que probar lo que es de Venezuela, sino Guyana probar que es suyo ese territorio, del que no tiene asidero histórico ni jurídico”.

Con fundamentación en todo lo expuesto, el citado autor de esta obra –para la cual con satisfacción he escrito el prólogo-- nos señala que: “le corresponderá a Venezuela, más temprano que tarde, crear el estado General en Jefe Carlos Manuel Piar; decretar otra estrella de la República, otorgar nacionalidad a los habitantes en ese territorio, impedir y solicitar el cese de las concesiones, todo ello, dentro del ámbito de derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas”.

Digamos, entonces, que comporta una tarea prioritaria --para ir echando las bases idóneas al venidero estado Manuel Carlos Piar-- el hecho de irnos enlazarnos emocionalmente como compatriotas con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros.