domingo, 24 de enero de 2016



EL ESEQUIBO: AQUIESCENCIA Y ESTOPPEL
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com                                          

En su recorrido junto a la historia y a la vez haciendo historia, el hombre no ha manifestado en forma pacífica, tranquila o apacible su voluntad de adquirir posesión sobre los espacios que aspira ocupar. Desde que abandonamos la vida nómada para establecernos en determinadas porciones de territorio casi nunca son pacíficas las prácticas que utilizamos para cumplir nuestros propósitos. Por lo común la violencia y el ejercicio del más fuerte ha sido el elemento característico y preponderante. En tales asertos no hay exageraciones. Acaso conseguimos algunas diferencias con las luchas contemporáneas para parcelar e implantar ciertos dominios geográficos y sociales. A pesar de los enunciados,  acuerdos suscritos,  convenciones  y pactos que enarbolan los espíritus de solidaridad, que intentan regular las relaciones entre los diferentes núcleos humanos aún las confrontaciones son descarnadas entre naciones y a lo interno de éstas. Empero, aunque luzca contradictorio, es precisamente en su con-vivir cómo los seres humanos vamos aprendiendo que hay espacios para com-partir y hay áreas específicas y delimitadas que pertenecen a otros. También debemos reconocer, que a pesar de que surjan límites, no son limitaciones, por el contrario constituyen oportunidades de crecimientos y motivaciones para el encuentro hacia el otro. En una aritmética fronteriza uno más uno no es una suma sino una multiplicación. En un interesante trabajo de Frederick Ràtzel (1943) se detallan las funciones políticas de los Estados en los espacios fronterizos, donde se conciben estas  regiones en tanto ámbitos donde los Estados deben afirmarse a través de múltiples medios la soberanía y control de su jurisdicción. En el Derecho Internacional Público el proceso de delimitación es una operación de suficiente importancia y, para los Estados además  de un derecho, una obligación su establecimiento. Por cuanto resulta inevadible, necesario y vital que cada uno conozca hasta dónde llega exactamente el contorno de su soberanía. Las imperfecciones e imprecisiones, como la que heredamos en la zona del Esequibo, derivan en conflictos y trascendentales situaciones jurídicas, políticas y legales en las que estamos imbuidos que han dado orígenes a gestiones diplomáticas sin la contundencia de nuestra parte --que no es guerrerismo-- a pesar de sabernos asistidos de razón socio-histórica y de contar con los documentos probatorios del acto nulo e írrito consumado mediante el Laudo Arbitral celebrado  en París en 1899.  El problema existe.  No se trata de una verdad de Perogrullo  a partir de la solicitud que  desea reintentar Guyana ante la comisión de áreas marinas y submarinas de Las Naciones Unidas para ampliar hasta las (350) millas marinas su plataforma continental  con lo cual  envuelve la costa atlántica correspondiente a la zona que reclamamos  y una franja de la proyección continental hacia el mar por el estado Delta Amacuro. El conflicto lo hemos venido arrastrando. Frente a los alegatos de la contraparte de que hay un Laudo Arbitral definitivamente firme y ejecutariado, que Guyana expone como válido y vinculante; Venezuela esgrime  elementos históricos y jurídicos que aplican y nos favorecen  siempre y cuando estemos dispuestos sostener, sin belicismos, la controversia. El Acuerdo de Ginebra firmado el 17 de febrero de 1966, próximo a cumplir 50 años,  viene a ser el único instrumento jurídico vigente donde está viva la controversia y pone en tela de juicio la cosa juzgada. Lo más peligroso para nosotros en esta reclamación, a la luz del Derecho Internacional, es la Aquiescencia, la permisividad de nuestros  gobiernos. La aquiescencia o consentimiento tácito para que Guyana haga concesiones a transnacionales para la exploración, explotación y comercialización de las riquezas de la región esequibana. Ya es un hecho consumado la entrega inconsulta, displicente y descarada que hace Guyana a la empresa Exxon-mobil y 28 compañías más de distintas procedencias y nacionalidades, para que aprovechen los recursos petrolíferos, forestales, hídricos, energéticos en la zona que reclamamos con suficiente documentación. Aunado al principio de Aquiescencia ya citado, tal vez resulte fácil a Guyana invocar, en tribunales internacionales, el principio de Estoppel en que ha incurrido este gobierno con sus constantes loas y conductas, que reconocen y legitiman con silencios cómplices el trabajo que adelanta la  parte guyanesa en conflicto con lo cual (in)directamente podría  quedar   anulada o desestimada la demanda.





jueves, 7 de enero de 2016




                      -- Denuncia el Dr. Abraham Gómez R.--

                      Granger desafía  al gobierno venezolano

Hemos venido observando con preocupación, que una vez que el presidente David Granger, el canciller Greenidge y su amplia delegación regresaron  de la conferencia de la Commonwealth, recientemente celebrada en Malta, se han vuelto más retaliativos y displicentes ante al gobierno venezolano, en torno a la controversia por la Guayana Esequiba. En cada declaración que tenga algo que ver con el Esequibo nos mandan bien largo al cipote. Ellos dan por válido y vinculante el Laudo Arbitral de parís de 1899. En tal documento basan su prepotencia y en los apoyos que han ido concitando en la comunidad internacional.
Así lo percibe y expresa el especialista en este tema Abraham Gómez, doctor en ciencias sociales, quien le ha dedicado bastantes años al estudio sistemático, documentado y de campo de los distintos asuntos atinentes a esta materia.
“lo más inmediato –expone el Dr. Gómez—constituye la pretensión del gobierno de Guyana de renovarle este mes la licencia de exploración y explotación a la empresa transnacional Exxon-mobil para que comience a operar en el bloque Stabroek, en plena costa atlántica venezolana, más específico en el área correspondiente al mar territorial, frente al Delta del Orinoco”.
Mientras nos encontrábamos en los días festivos de Navidad y Año Nuevo, el buque Fugros Americas, de bandera estadounidense y con autorización guyanesa, avanzaba en labores de investigación geoquímica en el  mencionado espacio, considerado y reconocido por el Servicio Geológico de EE UU como la segunda mayor área del mundo con petróleo, en la condición de reservas probables.
Debemos destacar que el barco Fugros Americas, calificado para trabajos versátiles y de multiusos para la  investigación, posee equipos de altísima resolución; de allí la garantía en los resultados que arrojen los laboratorios instalados internamente. Añádase además la precisa cartografía que ha  venido levantado del fondo marino.
“Hay conversaciones suficientemente adelantadas entre el presidente Granger y el primer ejecutivo de la Exxon-Mobil, Stephen Greenlee para ampliar las operaciones  en las aguas costeras del Esequibo  sin reparar el contenido del Acuerdo de Ginebra,  suscrito entre el Reino Unido, Venezuela y la Guayana Británica el día 17 de febrero de 1966. Por cierto estamos próximos a cumplir cincuenta años de tal hecho sociohistórico, y todavía nos encontramos en este atolladero”
 “Quienes hemos conocido, desde siempre, sobre la reclamación y recuperación  de la Guayana Esequiba, vilmente arrebata a nuestro país mediante el Laudo Arbitral de París de 1899, manifestamos casi que nuestra angustia  por la  “omisión permisiva del gobierno actual de Venezuela; que ni siquiera una nota de protesta ante el gobierno guyanés por los hechos ya narrados y conocidos por el mundo entero. Este silencio y dejar que las cosas pasen, constituyen dos figuras jurídicas denominadas  conforme al Derecho Internacional Público: Aquiescencia y Estoppel, que llegan a pagarse muy caras, cuando se vaya a  intentar algún reclamo contundente, por ejemplo, en la Corte Internacional de Justicia”.
                                                 


CONDICIÓN  DE  RARA  MITAD
Dr.  Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua                                                                                                          

Al tratar de comprender el significado ético de la Política en estos tiempos,  nos aborda  la perplejidad y la incertidumbre. A la Política la han metido en una franja oscura, de medias verdades. Han vuelto impenetrables los escenarios para discernir lo Político hoy. La torsión descarada que pretende darle  el oficialismo a toda norma social o jurídica  es común y corriente, y legitimada con la mayor naturalidad, con displicencias, tan rampantes.
Estamos viviendo en una especie de Estado de excepción permanente. Lo cual tarde o temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades activas como para los silencios cobardes. Se ha resucitado esa enigmática figura del Derecho Romano arcaico, el Homo Sacer, que designa al hombre cuya vida vale muy poco, o casi nada. Y que su liquidación civil no constituye  delito alguno. Lo que Agamben denomina “la nuda vida” o (vida desnuda); porque es la existencia humana despojada de todo valor político, de civilidad alguna.  Arrancarle a la gente  todo sentido ciudadano y encuadrarla en un redil militaroide.
 En  cualquier intersticio está la lupa oficialista para ejecutar “las biopolíticas contemporáneas”  (Foucault, dixit); es decir, un control político sobre nuestras vidas. Para imponerle a la ciudadanía hasta la manera de sentir y pensar. Nos están conduciendo, a través de una teoría sombría, a renegar de nuestra condición de ciudadanos, y al tiempo admitir que somos instrumentos dados y aprovechables para los más disímiles experimentos sociales e ideológicos. Los aparatos tradicionales de control y  de sometimiento están conectados a mecanismos paraestatales con asistencia, asesoría y la descarada intromisión del gobierno cubano; que persiguen, apabullan, y  aspiran despojar a los individuos de todo Derecho y posibilidad jurídica. Hay una paradójica disposición a justificarlo todo dentro de la Constitución y las leyes, aparejado a la genuflexa entrega de la mayoría de los poderes del Estado. Es una rara mitad. Tejen un clima ambiguo para conculcarle los derechos a la gente al amparo aparente de la Constitución y las leyes.
Esto no es socialismo; por cuanto, precisamente,  el Socialismo delezna de las sociedades estatistas, donde las decisiones se imponen desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de funcionarios del gobierno o de los cuadros de vanguardias que se autoreproducen. Menos aún, porque el socialismo rechaza como suyas las improntas populistas o militaristas. Además socialismo no es totalitarismo: la supresión radical por parte del poder de las actividades de los ciudadanos  libres para mirar y valorar al mundo.
El desarrollo por definición requiere  del reconocimiento y respeto de las diferencias. Por qué, porque los seres humanos somos diferentes y tenemos distintas y muy variadas necesidades y habilidades.
Hoy no vale la pena desempolvar rancias nomenclaturas con la intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento: o eres de derecha o de izquierda. Eso hace rato que se superó, por cuanto constituye experiencia de lamentable recordación.

El asunto, diríamos entonces, no se trata de una recomposición de la cartografía de las categorías sociopolíticas (de izquierda, del centro, de la derecha) sino reconocer definitivamente el valor sustantivo de los seres humanos en la sociedad de que se trate. El asunto estriba en reivindicar a la ciudadanía sin expropiarle su integral condición. La vertebración a través de la cual debe discurrir la aspiración natural de los ciudadanos es su absoluta libertad.