viernes, 17 de mayo de 2024

   

   

       ESTOPA EN LA GARGANTA (I)

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

Todo el texto es esa gota de dolor que hay que colocarse en la lengua, hasta que de tanto arder, entendamos que mientras nos creamos al margen, no tendremos las manos limpias y que seremos culpables hasta que podamos hablar de la última masacre del hombre contra el hombre. Esto no es literatura…”

                               Jaime Vàndor. Nunca Korczak llegó a Jerusalén.1984


En los tiempos que transcurren resulta impensable que alguien, por bastante osado que llegue a ser, pueda convocar -tal vez contaminar- a una multitud con sus ideas totalitarias y salir ileso.

Aunque la humanidad venga de padecer los horrores del holocausto, las conflagraciones mundiales, las excentricidades de los “iluminados”, de quienes se dicen ungidos para rescatar a la especie humana y re-crear un “hombre nuevo”; aún persiste en cualquier latitud el germen larvario de los regímenes atroces, sin mayores disimulos, que violentan y persiguen hasta la aniquilación de la condición y la dignidad humana.

Agreguemos bastante más. No obstante, de las contenciones jurídicas que los conciertos de países pactan, normatizan y arreglan para someter los ímpetus deleznables de regímenes abominables, los detentadores de la ignominia política consiguen resquicios para regustarse al percibir que hay una “masa poblacional” que le prodiga adoración perpetua in extremis.

 Asumen que esa gente incondicional estaría permanentemente dispuesta a entregar su vida en aras de concretar un ente centralizador, que se encargue de hegemonizar la existencia (y la vida absoluta) de los ciudadanos, sus actuaciones por mínimas que parezcan. Así como lo está leyendo. Se ciegan y no ven y menos miran más nada.

Los distintos estudios, que hemos revisado, aproximan una taxonomía de la categoría de la cruel patología socio-política denominada Totalitarismo. Precisamente, tales indagaciones académicas –nutridas por las realidades-  coinciden en algunas características indispensables para que propiamente logremos la calificación de un sistema de este tipo.

 Identificamos el totalitarismo cuando el Estado tiende a regimentar todo cuanto representen las relaciones sociales, que se suponen pertenecen más al orden de los ciudadanos, de sus íntimas realizaciones y propios desempeños.

Se hace tan intrusivo el Estado, en los asuntos del ciudadano, al punto de hacer dependiente la civilidad de modo absoluto. Por añadidura, el Estado ostenta rango preeminente tanto en el plano axiológico (los valores sociales serán siempre en función de la preservación del interés estatal), como en la estructura de la sociedad, inclusive en los designios de cada individuo en particular.

la intervención del poder del Estado sobre la vida individual y sobre los cuerpos societales.

Lo que el filósofo francés Michel Foucault estudió en la década del setenta como el biopoder:

 “El derecho que se formula como de vida y muerte es en realidad el derecho que se auto adjudica el Estado de hacer morir o de dejar vivir. El poder ante todo con derecho de captación de las cosas, del tiempo, los cuerpos y finalmente la vida; culminando en el privilegio de apoderarse de ésta para suprimirla. Un poder del Estado que posee funciones de incitación, de reforzamiento, de control, de vigilancia, de aumento y organización de las fuerzas que someten”. (La voluntad de saber. 1977)

No caben dudas, hoy en día va haciéndose en nuestro país más evidente el biopoder.

La vida y lo viviente constituyen los retos de las luchas políticas en la Venezuela contemporánea; por cuanto, quienes gobiernan dejaron de ser gobierno para devenir en un régimen que descaradamente hace   uso de los manuales de medios típicos para el control ciudadano. Dígase:  acortamiento de las libertades, abierta o sibilinamente, conculcamiento del derecho de expresión, de información.  Taponan con crudeza y sin escrúpulos bocas y oídos para que no digan, para que no escuchen. Obturan las conciencias. Constriñen las libertades en el ejercicio de la educación, de la propiedad privada, de la producción, del comercio, de decisión de movilidad, de la participación social en condición de ciudadanos independientes.

Todo en nuestro país pretenden sellarlo con los tintes de “partido único”, oficializado, a cuyo frente se construye la figura de un “jefe absoluto” con poderes ilimitados, siendo él mismo el superior jerárquico de la estructura estatal.

Lo anterior anudado bajo la estricta vigilancia de un cuerpo militar-civil con una lógica y discurso cuartelarlo, aterrorizante; con la finalidad de asegurar la imposición sectaria de una ideología.

Los planos trazados, con anterioridad, por regímenes de idénticos talantes en el mundo nos permiten discernir, ahora, el totalitarismo que padecemos que busca preservarse ante cualquier contingencia. Que con seguridad vendrá.

Conocemos que tan pronto como los pueblos dejan a un lado las cargas de temor y se disponen a hacer justicia por las muchas tropelías soportadas, por tantas actitudes ominosas padecidas irrumpe la libertad (que no liberalismo). No hay que confundir los términos.

Habíamos pensado que con el derrumbamiento del Muro de Berlín también se hacía posible el descalabro estrepitoso de teorías anacrónicas (comunismos, socialismos de baja ralea, fascismos, totalitarismos, populismos, militarismos, personalismos, absolutismos, estatismos, y todo ismo que se atreva a condicionar las libertades humanas) cuyo propósito viene dado para escindir a los seres humanos, indoctrinarlos de manera imbécil y ubicarlos forzosamente en posiciones dicotómicas para desatar luego las riendas a detestables maniqueísmos irreconciliables.

La realidad desde siempre ha estado llena de contradicciones, plena de complejidades, escurridiza para pretender encerrarla en un sistema socio-político que impone sus propios fetichismos.

martes, 14 de mayo de 2024

 

Invitado el Dr. Abraham Gómez a reunión con el Candidato Edmundo   González para dialogar sobre la Guayana Esequiba

Pudimos conocer que en los próximos días se efectuará una interesante reunión, en la ciudad de Caracas, entre el candidato de la oposición unitaria, el internacionalista Edmundo González Urrutia y un equipo, seleccionado con rigor, de estudiosos del caso de la Guyana Esequiba, que ahora se debate en la Corte Internacional de Justicia.

El Dr. González, en su condición de diplomático venezolano por más de treinta años de ejercicio, sabe que esta es una materia delicada, a la cual debe dársele el tratamiento de Asunto de Estado, por eso desea dialogar con las personas que han venido examinando la controversia con la vecina Guyana; con la finalidad de reforzar los conocimientos que ya posee al respecto y trazar, desde ahora, la posible estrategia que habrá de desarrollarse de llegar a la presidencia de la república.

Sobre el particular, consultamos al Dr. Abraham Gómez, quien fue ubicado desde el comando nacional –vía telefónica- por los asistentes del candidato, para revisar la posibilidad de que asista a la mencionada reunión de deliberación.

Abraham Gómez: “Agradezco la gentileza del extraordinario equipo de colaboradores del candidato González Urrutia, particularmente a la Dra. Carmen Grijalba, al haberme contactado para afinar detalles a través de una jornada de intercambio de criterios en torno al litigio que sostenemos por la extensión territorial que nos arrebataron, y que se dirime por el Alto Tribunal de La Haya”.

Mercedes Marín: ¿Estás preparado para hacer los planteamientos, que te hemos venido escuchando de que nos conviene presentarnos en el juicio, y dar la pelea allí, con las pruebas que nos respaldan?

A.G “Por supuesto. Voy a ratificar lo que he sostenido permanentemente, la delegación venezolana debe comparecer por ante tan digno Cuerpo Jurisdicente, y presentar, en la ocasión que corresponda, nuestra irrebatible alforja de probanza”.

M.M Dígame algo, ¿así los resultados del referendo consultivo de diciembre pasado hayan dicho que no debemos ir?

A.G. “Sí.  Preste atención a lo siguiente. Primero, las cifras de esa consulta popular aún no se han divulgado en la página del C.N.E; no se han publicado en Gaceta; y en consecuencia no se han oficializado. Segundo, no ha habido forma ni manera de que Guyana avenga a un entendimiento directo, pacífico, dialogado con nosotros; lo que han hecho es asumir una carrera armamentista; y tercero el Juicio sigue abierto, no se paralizará por nuestra ausencia. Además, el 8 del mes pasado, la delegación venezolana, encabezada por la Dra. Delcy Rodríguez, consignó el memorial de contestación de la demanda, con lo cual estamos dando muestras inequívocas y significativas de consentir la jurisdicción y competencia de la Sala. En derecho internacional, a esto último,  se le conoce como acto concluyente”

M.M ¿Llevas alguna propuesta concreta para esa reunión?

A.G: “Por lo pronto y en lo más inmediato, propondré que se conforme una comisión multidisciplinaria de gente conocedora de los antecedentes, desarrollo y vigencia de este pleito. La idea no es perder el tiempo en discursos políticos o achacar responsabilidades por lo que se hizo erradamente, las impropiedades o deslices cometidos; de lo que se trata es intercambiar y juntar criterios densos sobre lo que vamos a implementar en las próximas fases del Proceso jurisdiccional”

M.M ¿ya sabes quiénes asistirán a esa reunión?

A.G: “Los participantes que estaremos allí, fueron seleccionados –-discrecionalmente- por el candidato González Urrutia, conjuntamente con la Ing. María Corina Machado. Hasta donde me han informado, creo que la comisión estará integrada por representantes del Colegio de internacionalistas, de la Academias, Universidades, de algunos medios de comunicación”.

M.M Tal vez salga de allí, luego de las discusiones, algún documento que se daría a conocer públicamente.

A.G “Es lo más lógico. Aunque no todas las estrategias se explayarán en el escrito, por elemental prudencia. No podemos  dar a conocer, con anticipación, con cuáles dispositivos o herramientas actuaríamos en lo sucesivo”

 

 

 

 

sábado, 11 de mayo de 2024

 

Guayana Esequiba: por encima de la afrenta internacional, encaramos con nuestros propios méritos

 Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Comisión de la Asamblea Nacional por el Esequibo y la Soberanía Territorial.

 

Nuestro país, desde su existencia republicana, ha sido respetuoso pleno de los acuerdos, pactos y convenimientos suscrito entre naciones y con las organizaciones que regulan el orden internacional.

 

Tal vez, por esa razón hemos visto vulnerado – injustificadamente—nuestros legítimos derechos; y a pesar de los múltiples reclamos intentados, pocas veces conseguimos el resarcimiento adecuado y oportuno.

 

Las entidades supraestatales se crean, de modo preciso, para que asuman la promulgación de sus estatutos y reglamentos; como también para que apliquen la normativa específica en el discernimiento de asuntos controvertidos entre Estados; además –concretamente- para la vigilancia absoluta de los Derechos humanos, entre otros menesteres.

 Acaso se puede ignorar el juego de intereses el cual diseñan y se solazan con su despliegue quienes detentan las directrices de los organismos mundiales; cuyo primordial objetivo consiste en favorecer con sus decisiones al Estado que representan.

 No es una invención sobrevendida en esta reflexión.

Hay suficientes ejemplos que dan cuenta de lo señalado anteriormente.

Nos conseguimos con funcionarios, en esos niveles, que sus conductas y desempeños públicos provocan vergüenza, por decir lo menos.

En el caso concreto de la reclamación de la extensión territorial que nos arrebataron – que comporta el eje central de nuestros estudios académicos- tenemos densos elementos para explayar sobre lo que estamos denunciando.

 Comencemos. No hubo forma ni manera de que la Gran Bretaña mostrara y demostrara – con documentos indubitables-  qué fue lo que arreglaron en supuesta compra-venta con el Reino de los Países Bajos; dígase, las colonias Berbice y Demerara a la margen derecha del río Esequibo. Lo único que poseían los holandeses en la señalada región; por lo tanto, con lo único que podían negociar.

Toda esa tratativa quedó encriptada en el denominado: “Tratado anglo-holandés de 1814”; que, por cierto, hasta la presente fecha dicho escrito no aparece por ningún lado.

Ese “extravío” quizás se produjo adrede; para que no exista, en términos jurisdiccionales, la posibilidad de poner las cosas en claro, definitivamente, en esta controversia.

Los ingleses prefirieron adentrarse en ese mar de incertidumbres e indefiniciones; más aún, al saberse respaldados y cohonestados por la complaciente comunidad internacional, de entonces.

No hubo respuestas satisfactorias (ni eco solidario) para la siguiente exhortación hecha por el Padre de la Patria, Simón Bolívar, en 1822; con la finalidad de que los usurpadores reconsideraran la tropelía y desgajamiento que estaban perpetrando contra Venezuela:

 

“Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de tierra, que según aquellos nos pertenecen del lado del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos, o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones”.

 

A propósito de este centenario pleito, debemos mencionar igualmente el irrespeto de la delegación y gobierno del Reino Unido (y el silencio autoimpuesto de bastantes naciones) al acuerdo suscrito, entre ellos y nuestro país, en 1850; denominado “Convenio de statu-quo”; que contemplaba, fundamentalmente, no tomar posesión – ninguno de las dos naciones- del área disputada y cesar las mutuas acusaciones, hasta resolver la delimitación.

Por el contrario, violaron el compromiso, falsearon las cartografías y ocuparon militarmente las desembocaduras del Orinoco.

 

Nunca quisieron los ingleses y sus aliados en el mundo que se hiciera la más mínima mención de lo allí pactado.

Todo lo referido trajo como consecuencia que no se consiguiera una fórmula de entendimiento que discerniera la apropiación de la zona en conflicto.

 

Similar situación la confrontamos, cuando en 1859 suscribimos con Brasil el “Tratado de Límites y navegación Fluvial”; mejor conocido como acuerdo para lograr la partición por cuencas; mediante el cual se estableció la frontera entre ambos Estados.

En tal contexto y aceptación: Venezuela le reconocía a Brasil la cuenca del río Amazonas (y hasta cerca o parte del río Negro); y Brasil admitía que la cuenca del río Esequibo correspondía a nuestro país.

Nada de eso se volvió a exponer (como documento de probanza) en ninguna parte.

 Hubo demasiado interés internacional para sepultar lo convenido.

 

Subsiguientemente, nos han burlado y birlado de muchas maneras con estrategias arteras y sibilinas; ejemplo concreto en el “Tratado de Washington de 1897”, donde no se permitió la presencia legítima de Venezuela para discutir, analizar y aprobar las preliminares reglas arbitrales para desarrollarse en el proceso llevado a cabo en París, en octubre de 1899, que devino – en ausencia nuestra y en colusión de las potencias imperiales, de entonces- en la Laudo con el que nos arrebataron una séptima parte de nuestra geografía nacional.

Tal adefesio jurídico, desde sus orígenes, lo hemos calificado (porque exactamente así es) nulo de nulidad absoluta; por lo tanto, no posee la más mínima validez, no surte eficacia jurídica y mucho menos puede ser oponible en ningún juicio.

Abreviando. Más recientemente hemos percibido (sin asombro) cómo algunos entes internacionales siguen complotados contra Venezuela.

Con las reiteradas declaraciones del secretario general de la OEA se puede erigir un templo al descaro y a la desfachatez.

En esa misma línea y sentido los pronunciamientos de la Caricom, la Commonwealth, el G-7, la Unión Europea y en particular muchos países que aparentan ser amigos de Venezuela (explotando recursos aquí y allá); sin embargo, no disimulan la solidaridad que ofrecen a la contraparte, en la controversia que atravesamos.

Entendemos que están defendiendo “sus intereses e ilegales inversiones”, y nosotros vamos por la restitución de nuestra soberanía.

 

 

 

viernes, 10 de mayo de 2024

 

Guayana Esequiba: por encima de la afrenta internacional, encaramos con nuestros propios méritos

 Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Comisión de la Asamblea Nacional por el Esequibo y la Soberanía Territorial.

 

Nuestro país, desde su existencia republicana, ha sido respetuoso pleno de los acuerdos, pactos y convenimientos suscrito entre naciones y con las organizaciones que regulan el orden internacional.

 Tal vez, por esa razón hemos visto vulnerado – injustificadamente—nuestros legítimos derechos; y a pesar de los múltiples reclamos intentados, pocas veces conseguimos el resarcimiento adecuado y oportuno.

 Las entidades supraestatales se crean, de modo preciso, para que asuman la promulgación de sus estatutos y reglamentos; como también para que apliquen la normativa específica en el discernimiento de asuntos controvertidos entre Estados; además –concretamente- para la vigilancia absoluta de los Derechos humanos, entre otros menesteres.

 Acaso se puede ignorar el juego de intereses el cual diseñan y se solazan con su despliegue quienes detentan las directrices de los organismos mundiales; cuyo primordial objetivo consiste en favorecer con sus decisiones al Estado que representan.

 No es una invención sobrevendida en esta reflexión.

Hay suficientes ejemplos que dan cuenta de lo señalado anteriormente.

Nos conseguimos con funcionarios, en esos niveles, que sus conductas y desempeños públicos provocan vergüenza, por decir lo menos.

En el caso concreto de la reclamación de la extensión territorial que nos arrebataron – que comporta el eje central de nuestros estudios académicos- tenemos densos elementos para explayar sobre lo que estamos denunciando.

 Comencemos. No hubo forma ni manera de que la Gran Bretaña mostrara y demostrara – con documentos indubitables-  qué fue lo que arreglaron en supuesta compra-venta con el Reino de los Países Bajos; dígase, las colonias Berbice y Demerara a la margen derecha del río Esequibo. Lo único que poseían los holandeses en la señalada región; por lo tanto, con lo único que podían negociar.

Toda esa tratativa quedó encriptada en el denominado: “Tratado anglo-holandés de 1814”; que, por cierto, hasta la presente fecha dicho escrito no aparece por ningún lado.

Ese “extravío” quizás se produjo adrede; para que no exista, en términos jurisdiccionales, la posibilidad de poner las cosas en claro, definitivamente, en esta controversia.

Los ingleses prefirieron adentrarse en ese mar de incertidumbres e indefiniciones; más aún, al saberse respaldados y cohonestados por la complaciente comunidad internacional, de entonces.

No hubo respuestas satisfactorias (ni eco solidario) para la siguiente exhortación hecha por el Padre de la Patria, Simón Bolívar, en 1822; con la finalidad de que los usurpadores reconsideraran la tropelía y desgajamiento que estaban perpetrando contra Venezuela:

 

“Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de tierra, que según aquellos nos pertenecen del lado del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos, o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones”.

 A propósito de este centenario pleito, debemos mencionar igualmente el irrespeto de la delegación y gobierno del Reino Unido (y el silencio autoimpuesto de bastantes naciones) al acuerdo suscrito, entre ellos y nuestro país, en 1850; denominado “Convenio de statu-quo”; que contemplaba, fundamentalmente, no tomar posesión – ninguno de las dos naciones- del área disputada y cesar las mutuas acusaciones, hasta resolver la delimitación.

Por el contrario, violaron el compromiso, falsearon las cartografías y ocuparon militarmente las desembocaduras del Orinoco.

 Nunca quisieron los ingleses y sus aliados en el mundo que se hiciera la más mínima mención de lo allí pactado.

Todo lo referido trajo como consecuencia que no se consiguiera una fórmula de entendimiento que discerniera la apropiación de la zona en conflicto.

 Similar situación la confrontamos, cuando en 1859 suscribimos con Brasil el “Tratado de Límites y navegación Fluvial”; mejor conocido como acuerdo para lograr la partición por cuencas; mediante el cual se estableció la frontera entre ambos Estados.

En tal contexto y aceptación: Venezuela le reconocía a Brasil la cuenca del río Amazonas (y hasta cerca o parte del río Negro); y Brasil admitía que la cuenca del río Esequibo correspondía a nuestro país.

Nada de eso se volvió a exponer (como documento de probanza) en ninguna parte.

Hubo demasiado interés internacional para sepultar lo convenido.

 Subsiguientemente, nos han burlado y birlado de muchas maneras con estrategias arteras y sibilinas; ejemplo concreto en el “Tratado de Washington de 1897”, donde no se permitió la presencia legítima de Venezuela para discutir, analizar y aprobar las preliminares reglas arbitrales para desarrollarse en el proceso llevado a cabo en París, en octubre de 1899, que devino – en ausencia nuestra y en colusión de las potencias imperiales, de entonces- en la Laudo con el que nos arrebataron una séptima parte de nuestra geografía nacional.

Tal adefesio jurídico, desde sus orígenes, lo hemos calificado (porque exactamente así es) nulo de nulidad absoluta; por lo tanto, no posee la más mínima validez, no surte eficacia jurídica y mucho menos puede ser oponible en ningún juicio.

Abreviando. Más recientemente hemos percibido (sin asombro) cómo algunos entes internacionales siguen complotados contra Venezuela.

Con las reiteradas declaraciones del secretario general de la OEA se puede erigir un templo al descaro y a la desfachatez.

En esa misma línea y sentido los pronunciamientos de la Caricom, la Commonwealth, el G-7, la Unión Europea y en particular muchos países que aparentan ser amigos de Venezuela (explotando recursos aquí y allá); sin embargo, no disimulan la solidaridad que ofrecen a la contraparte, en la controversia que atravesamos.

Entendemos que están defendiendo sus intereses.

 

 

 

sábado, 4 de mayo de 2024

 

Nuestra Universidad: irreverente, insumisa y crítica. Así la queremos

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que seleccionamos el tópico universitario para tejer reflexiones, de cualquier aspecto de nuestra admirada institución.

 

Reconocemos que la Universidad, algunas veces, se nos presenta esclerosada; pero, también elogiamos que la Universidad sigue siendo un exquisito espacio societal donde se crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos. Tal es su esencia.

 

La universidad venezolana - la que promueve y permite el disenso y el pensamiento crítico- ha resistido los embates desde diversos lados. Adversarios internos y bastantes que le disparan desde afuera.

Nuestra Universidad ha soportado las trapacerías que las mentalidades obtusas y retrógradas han hecho (y aún insisten) para que desaparezcan   estas casas de Estudios Superiores.

Han declarado: “muerte a la inteligencia. Viva la muerte"; aquella infeliz expresión del general Millán Astray, enfrentado al rector Unamuno, en el paraninfo de  la Universidad de Salamanca (1936). 

 

Otros, no pocos, apelan a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillarla”.

Los totalitaristas creen que colocando la Universidad en condición abyecta responderla, de mejor manera, a sus específicos intereses ideológicos.

 

La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas y menos hará juegos a conveniencias individualistas.

 

Con toda seguridad, en la fortaleza de principios de la Universidad estriba su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica. En permanente ebullición de ideas.

 

Sépase que así la queremos y necesitamos. Y nuestra disposición para defenderla siempre es irreductible e indoblegable. 

Somos creaturas de la Universidad que mantiene incólume sus exquisitos escenarios para las constantes y respetuosas confrontaciones plurales.

Ha sido el propio carácter crítico, que la Universidad genera y propicia, los que nos motiva a repensarla, sin descanso; a debatir lo que ha venido siendo y cómo debería ser. Con la severa advertencia de no incurrir en el artificio contrario de querer modelarla según nuestras egolatrías; o pretender cerrarle sus disímiles miradas y apocar sus horizontes.

 

Nuestra posibilidad académica apunta en otro sentido: resensibilizar, desde adentro, para que se desplieguen serias actividades de Transformación. No es poca cosa. Lo sabemos. Hay demasiados asuntos álgidos a lo interno, que respaldan los conservadurismos o por lo menos “reman en dirección contraria” en estos tiempos de cambios acelerados.

 

En el presente tramo epocal muchas veces las opciones tecnológicas llevan un ritmo más rápido para alcanzar   las causas de los hechos, que superan los rituales tradicionales de enseñanzas-aprendizajes y a los contenidos de las matrices curriculares, en nuestras universidades. Comporta –ciertamente- un interesante desafío, aunque produzca vértigos.

 

Frente a la descripción anterior, asumamos una actitud autocrítica. Empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero.

Que a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de “reforma universitaria”. De lo que se trata es de Transformar; que es adentrarnos mucho más allá de las formas.

Transformar, con libertad y autenticidad. Vamos a exponerlo con las palabras de este distinguido investigador social venezolano, Alex Fergusson: “La institución universitaria tiene, entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente, también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de garantizar una autonomía de pensamiento…es, sin duda alguna, el sentido que   debe darse hoy a la libertad académica y científica”.

 

Hay que dejar atrás (decimos nosotros en añadidura) suficientemente lejos a tantos que han vegetado (y han medrado) por años en las universidades. A esa gente que jamás se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado.

Debemos desplazar a quienes se dicen capitostes de la Universidad; que engulleron lo que alguna vez fue legitimado; pero que ya tal esquema se ha vuelto disfuncionales e impracticables.

Hay que abrir las miradas para comprender y aprehender que hoy estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples opciones generadoras de conocimientos: fuente sustantiva de sus propias realizaciones.

Posibilidades tecnológicas incorporadas cotidiana y rutinariamente.

 Entendamos que en la actualidad las ignorancias tienen un alto precio.

 Agreguemos a todo lo reflexionado, lo siguiente:  si la intención es construir saberes; entonces, que continúen anudados dos previsibles sustratos filosóficos en los espacios universitarios: Pensamiento Crítico y Libertad. Ambos factores conjugados no son   pecaminosos ni ingenuos. Por cuanto Pensamiento Crítico y Libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la universidad. Pensamiento Crítico y Libertad han hecho insumisa a la Universidad, a lo largo de la historia