Guayana
Esequiba: por encima de la afrenta internacional, encaramos con nuestros
propios méritos
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
Asesor de la Comisión de la Asamblea
Nacional por el Esequibo y la Soberanía Territorial.
Nuestro país,
desde su existencia republicana, ha sido respetuoso pleno de los acuerdos,
pactos y convenimientos suscrito entre naciones y con las organizaciones que
regulan el orden internacional.
Acaso se puede ignorar el juego de intereses
el cual diseñan y se solazan con su despliegue quienes detentan las directrices
de los organismos mundiales; cuyo primordial objetivo consiste en favorecer con
sus decisiones al Estado que representan.
No es una invención sobrevendida en esta
reflexión.
Hay
suficientes ejemplos que dan cuenta de lo señalado anteriormente.
Nos
conseguimos con funcionarios, en esos niveles, que sus conductas y desempeños
públicos provocan vergüenza, por decir lo menos.
En el caso
concreto de la reclamación de la extensión territorial que nos arrebataron –
que comporta el eje central de nuestros estudios académicos- tenemos densos
elementos para explayar sobre lo que estamos denunciando.
Comencemos. No hubo forma ni manera de que la
Gran Bretaña mostrara y demostrara – con documentos indubitables- qué fue lo que arreglaron en supuesta
compra-venta con el Reino de los Países Bajos; dígase, las colonias Berbice y
Demerara a la margen derecha del río Esequibo. Lo único que poseían los
holandeses en la señalada región; por lo tanto, con lo único que podían
negociar.
Toda esa
tratativa quedó encriptada en el denominado: “Tratado anglo-holandés de 1814”; que, por cierto, hasta la
presente fecha dicho escrito no aparece por ningún lado.
Ese
“extravío” quizás se produjo adrede; para que no exista, en términos
jurisdiccionales, la posibilidad de poner las cosas en claro, definitivamente,
en esta controversia.
Los ingleses
prefirieron adentrarse en ese mar de incertidumbres e indefiniciones; más aún,
al saberse respaldados y cohonestados por la complaciente comunidad
internacional, de entonces.
No hubo
respuestas satisfactorias (ni eco solidario) para la siguiente exhortación
hecha por el Padre de la Patria, Simón Bolívar, en 1822; con la finalidad de
que los usurpadores reconsideraran la tropelía y desgajamiento que estaban perpetrando
contra Venezuela:
“Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de
tierra, que según aquellos nos pertenecen del lado del río Esequibo. Es
absolutamente indispensable que dichos colonos, o se pongan bajo la protección
y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones”.
Por el
contrario, violaron el compromiso, falsearon las cartografías y ocuparon
militarmente las desembocaduras del Orinoco.
Todo lo
referido trajo como consecuencia que no se consiguiera una fórmula de
entendimiento que discerniera la apropiación de la zona en conflicto.
En tal
contexto y aceptación: Venezuela le reconocía a Brasil la cuenca del río
Amazonas (y hasta cerca o parte del río Negro); y Brasil admitía que la cuenca
del río Esequibo correspondía a nuestro país.
Nada de eso
se volvió a exponer (como documento de probanza) en ninguna parte.
Hubo demasiado interés internacional para
sepultar lo convenido.
Tal adefesio
jurídico, desde sus orígenes, lo hemos calificado (porque exactamente así es) nulo
de nulidad absoluta; por lo tanto, no posee la más mínima validez, no surte
eficacia jurídica y mucho menos puede ser oponible en ningún juicio.
Abreviando.
Más recientemente hemos percibido (sin asombro) cómo algunos entes
internacionales siguen complotados contra Venezuela.
Con las
reiteradas declaraciones del secretario general de la OEA se puede erigir un
templo al descaro y a la desfachatez.
En esa misma
línea y sentido los pronunciamientos de la Caricom, la Commonwealth, el G-7, la
Unión Europea y en particular muchos países que aparentan ser amigos de
Venezuela (explotando recursos aquí y allá); sin embargo, no disimulan la
solidaridad que ofrecen a la contraparte, en la controversia que atravesamos.
Entendemos que
están defendiendo sus intereses.
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