Calle, calle sin retorno, ¿Por qué
no? (actualizado)
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la
Lengua
abrahamgom@gmail.com
La historia nos ha entregado
suficientes testimonios, para aleccionarnos lo que debemos poner en
práctica. Las circunstancias nos
conllevan a replicar, tal vez con idénticos resultados, escenas ya vividas por
otros pueblos.
El mes pasado el pueblo, en las
calles de Beirut y otras ciudades, derrocó al déspota primer ministro del
Líbano, Saad Hariri.
Hace apenas unos días, Bolivia buscó
reinstaurar la vía democrática, al quitarse de encima a Evo Morales, y todo
cuanto su régimen comporta.
La anterior reflexión viene dada
a propósito de las estrategias diseñadas, hasta ahora, por el presidente
interino, Ing. Juan Guaidó, con sus asesores directos, para encarar, con
contundencia, la situación calamitosa que padece, sin misericordia alguna, la
población venezolana. Entre tales actividades, tenemos el llamado para la Gran
Marcha Nacional para el próximo sábado 16 de noviembre.
Cuando revisitamos,
documentalmente, tragedias similares, causadas por regímenes totalitarios uno
llega a preguntarse: cómo hicieron esos pueblos para salir y execrar tales
ignominias. Y en los análisis, con perspectivas de solución, nos hacemos recurrente
la interrogante: si en aquéllos resultó, luego de una determinación solidaria,
donde todos los demócratas se juntaron, unívocamente; por qué no podemos nosotros apelar a iguales mecanismos.
Apenas referiré dos ejemplos, muy
recientes, que evidencian lo que son capaces las sociedades enardecidas, que
luchan y procuran reencauzar mejores destinos, con líderes auténticos.
La Primavera Árabe constituyó una
sistemática manifestación de gestas libertarias, reivindicativas de verdaderos
estados de derechos, que abarcó a varios países; cuyos gobiernos autoritarios
habían devenido en dictaduras atroces, perpetradoras de todo tipo de
persecución y conculcación de los Derechos Humanos.
Comenzó, la también conocida
Revolución Democrática Árabe, en Túnez, en el año 2010, cuando la policía
arremetió, sin ninguna justificación o causa contra un vendedor de frutas.
Bastó ese hecho brutal para que los pueblos unidos se encolerizaran, salieron a
las calles y no regresaron a sus hogares, sino diez días después, hasta que se
produjo el derrocamiento de la satrapía de Bouazizi, que los hostigaba, apoyado
por militares corruptos y llenos de todo tipo de vicios.
El mundo árabe hizo suya y propia
la gesta de los tunecinos; y así fueron cayendo regímenes crueles: en Egipto
millones de personas se instalaron en las principales avenidas de las ciudades
más importantes de esa nación, y vieron derrumbarse a Mubarak que llevaba
treinta años hostilizando la dignidad.
Los libios patentizaron el
ejemplo; se alzaron en las calles contra Gadafi, quien los pisoteó por cuarenta
y dos años.
La prensa internacional, con
anterioridad a la caída del régimen y luego del asesinato de Gadafi, publicaron
serios escritos, donde se acusaba a Gadafi de múltiples casos de secuestros,
violaciones, torturas y diversos escándalos sexuales cometidos durante su
gobierno.
Cuando las sociedades se deciden
a ser libres e independientes se vuelven indetenibles. Esa es la razón
fundamental por la que el mundo celebró los movimientos libertarios y
democráticos, (La Primavera Árabe), sin precedentes en: Siria contra Al Assad;
en Yemen frente al despotismo de Saleh, que fue depuesto; en Argelia quedó
sentido Buterflika, quien renunció el dos de abril de este año. En Omán fue
desplazado del poder Al Said; en Bahréin la sociedad no quiso saber más nada de
Al Jalika; y en Jordania, sacaron por la fuerza al tirano, primer ministro
Rifai.
Otro caso, para la historia, lo
acabamos de presenciar en Puerto Rico, cuando Ricardo Rosselló anunció su
renuncia como gobernador de ese país, al expresar que no estaba en condiciones
de mantenerse más tiempo al frente de
la jefatura del Estado, después que un levantamiento popular extraordinario y
un proceso de destitución dio al traste con su gobierno.
La abrupta caída de Rosselló ocurrió
luego de más de una semana de fervientes protestas públicas, en las calles, que
exigían su salida.
En la capital de Puerto Rico, San
Juan, los manifestantes se hicieron presentes a pie, a caballo e incluso en
botes, lanchas, motos y vehículos de todo tipo.
Cuando alguien del gobierno tuvo
la infeliz idea, y declaró que se trataba de una minoría de exaltados; la
gente, en conglomerado multitudinario en las calles, creó espontáneamente una
canción “No somos un grupo pequeño. ¡Somos Puerto Rico!”.
Se ha demostrado que, en los
países con instituciones estables y valoradas sus funciones idóneamente, hay
más tendencia a participar a través de foros productivos. A apreciar soluciones
por intermedio de actividades de
pedagogía política.
Nuestra Constitución Nacional
contempla, en tanto Derechos, las manifestaciones civilizadas. Sin embargo, no
se comete delito alguno exteriorizar el malestar generalizado, producto de la
cotización que se sufre, si utilizamos mecanismos de participación directa, como
las protestas callejeras. Lo que ya se conoce en el presente contemporáneo,
como” Calle sin retorno”.
Basta saber si la legítima
dirigencia opositora (no la que se disfraza de oposición, pero la sabemos
colaboracionista del régimen) está en condiciones anímicas para ejecutar
medidas de tamaña fortaleza y repercusión.