domingo, 28 de octubre de 2018




Res ipsa loquitur
 (La cosa habla por sí misma)

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Han sido reiteradas   las conversaciones que hemos sostenido con los integrantes de casi todas las ONG´s, cuyos miembros   siguen siendo reconocidos, sin mezquindades, como elogiables adalides en la defensa de nuestros derechos en la Guayana   Esequiba.

Nos honramos en señalar a tales entidades: Venezuela Esequiba, Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI), Mi mapa de Venezuela incluye nuestro Esequibo,  el Grupo de Apoyo Nacional del Esequibo (GANE) y otras distinguidas personalidades que asumen   idénticos propósitos de venezolanidad, por cuanto constituye un asunto de Estado, por encima de diferenciaciones ideológicas. Se hace obligante concitar una verdadera unidad nacional.

Sin embargo, entre todos nosotros aflora una común y compartida inquietud, que se manifiesta en interrogantes del tipo: qué estrategia habrá diseñado la cancillería venezolana para enfrentar, con suficientes elementos probatorios, la demanda que ratificará el gobierno guyanés el próximo 19 de noviembre, en la Corte Internacional de Justicia.

Nos llama la atención que siendo, como lo volvemos a mencionar, un asunto de Estado haya tanta opacidad y displicencia por parte de quienes manejan la Política Exterior en nuestro país.
No es poca cosa la Pretensión Procesal de Guyana; y detrás de ellos, incontables empresas transnacionales en una lúdica de intereses de múltiples aristas.

Se la está jugando completa el presidente Granger, aspirante a la reelección, conjuntamente con su gabinete ejecutivo y el designado equipo de asesores adhoc, encabezado Shridath Ramphal, exsecretario general de la Commonwealth.

Ellos están solicitando que la CIJ confirme la validez legal y efecto vinculante del írrito y nulo Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899; y que además declare, mediante sus procedimientos judiciales, que la citada tratativa tramposa política-diplomática fue una “liquidación completa, perfecta y definitiva” en todas las cuestiones relacionadas con la determinación de la línea fronteriza entre la excolonia británica y Venezuela. En concreto que se deje sentado lo anteriormente descrito, como cosa juzgada.

A Venezuela le corresponderá presentar el 18 de abril del próximo año, el memorial de contestación a esa demanda; Ocasión para desmontar, en ese escenario, el ardid tejido contra nuestra soberanía, desde hace más de un siglo.

Nuestra Constitución Nacional consagra en su artículo 236, numeral cuarto, que dentro de las atribuciones y obligaciones del Presidente de la República, está precisamente dirigir las Relaciones Exteriores de la República; ni más ni menos, corresponde, inevadiblemente, a su absoluta incumbencia y responsabilidad. La confrontación por la Guayana Esequiba atañe a una estrategia del Jefe del Estado.

Nuestra advertencia tratamos, con plena claridad, de contenerla en los siguientes términos: hipotéticamente, si se produce u ocurre una determinación sentencial de la Corte Internacional de Justicia que ratifique el daño que se nos ha causado, con lo cual se provoca otra irreparable lesión histórica, resultará luego  inaceptable alegar no negligencia. La cosa jurídica por la Guayana Esequiba, cuya contención se dirime en la Corte, está, aún dentro del control de las autoridades del Ejecutivo Nacional. Habla por sí misma, en espera de estrategias contundentes, que concite a la Nación.

Las generaciones presentes y futuras no tolerarán torpezas o desidias en este caso de reafirmación nacionalista, de tanta trascendencia.
Nuestra reivindicación por la Guayana Esequiba está hablando a tiempo por sí misma, para que se evite alguna salida deleznable.


miércoles, 24 de octubre de 2018


Todos los caños habidos y por haber..
 (En memoria del escritor deltano Humberto Mata)

   Dr. Abraham Gómez R.
   Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
                                                                                                                                                           
Se hace bastante comprensible que una persona, por muy buenas intenciones y disposiciones que tenga, en toda su vida no llega a conocer o recorrer los innumerables y vastosísimos caños de nuestro Delta del Orinoco. Por una razón sospechada desde siempre: los deltas nunca terminan de hacerse. Cada día aflora, con los aluviones deltaicos, una posibilidad de ser.

En el extenso espacio Delta Amacuro, a decir verdad, el escenario natural que hoy deslumbra por su belleza, mañana se transforma en algo, quizás mucho más maravilloso. Y así va siendo y haciéndose constante y sostenidamente.  Se dibuja una ilación de sueños interminables que nos apasionan.

Nos atrevemos a señalar que nuestro afamado escritor Humberto Mata, por lo menos físicamente, no pudo visualizar nuestra inmensa geoespacialidad. Emprendimiento imposible.
Tal limitación jamás constituyó, para Humberto, un óbice determinativo, para no asir e involucrar en su narrativa la exuberancia y esplendor que describe y caracteriza este pedazo de tierra, que nos hemos dado para vivir.

Sabemos que   todo este andamiaje, de caños enrevesados, nos confiere idiosincrasia y suficiente piso identitario; además, refuerza    la creación socio lingüística de la Categoría existencial que denominamos   Deltanidad.

Deltanidad que definimos como: tejernos en la piel nuestras valoraciones, motivaciones, acendradas y comunes costumbres, conocimientos, emociones, sensibilidades, mitos, ritos, triunfos y desaciertos. Enhebrar nuestras especificidades ónticas y culturales, con las respectivas vivencias; sin eludir que también atravesamos carencias.
 En sus relatos, Humberto recurre con insistencia a prescribirnos que la cultura se asume en tanto vector generador permanente de diferenciadoras posiciones ideológicas, de síntesis axiológicas y de tensiones pulsionales.

Humberto siempre se manifestó respetuoso de la opinión contraria a la suya, en el campo que fuera. Con-vivir es admirable, decía. Con-vivir comporta mucha más que llenar de personas un espacio territorial; las orillas de los caños del Delta, por ejemplo. O asentar a una considerable porción de gente en un lugar determinado para que satisfaga, conforme a las circunstancias, sus necesidades existenciales.

Será por ese motivo que pesquisamos en la vertebración de sus escritos, una justificación devocional hacia el prójimo; que se hace traducible, para él, en lo siguiente: los seres humanos tenemos un destino inexorable, estamos obligados a vivir juntos. 

Lo que nuestro escritor Humberto Mata llegó a ser, y nosotros hemos sido y  vamos siendo, para decirlo en las claves enunciativas existencialistas  de Heidegger, se lo debemos a la matriz epistémica que nutre la Deltanidad, con toda su inenarrable imantación.

El idéntico Delta que le ofrece suficiente apoyatura al discurso literario de José Balza.

Un mundo-de-vida- en el Delta que rige nuestro trasfondo vivencial; que alimenta, entre los deltanos, el modo de conocer individual y socialmente. Que posibilita nuestras querencias.

Es tal la influencia de la Deltanidad que hasta nos impone la manera de hacer construcciones sígnicas de las cosas; de denominarlas de un modo muy nuestro. Le conferimos vida, en cada acto de habla a nuestro sociolecto, para así entendemos.

En los trabajos léxico-semánticos develamos que los vocablos desde sus orígenes atesoran, guardan o esconden un pedazo de historia que nos obliga a hacer una labor de arqueología social; a rebuscar, a levantar capas y envolturas etimológicas.

Humberto Mata apeló, en reiteradas ocasiones, a nuestro regionalismo que ya dijimos impronta con su   singular estilo, para simbolizar las realidades en sus escritos.

Reconocemos que la Deltanidad irrumpe a partir de   la pléyade de brillantes deltanos que encauzaron su desarrollo profesional, en otras latitudes. Ellos, con su decidido esfuerzo, prohijaron la Deltanidad, asimilada también conceptualmente, como matriz epistémica de condicionamientos inconscientes, que configuran la vida misma de cada uno de nosotros

lunes, 15 de octubre de 2018




Guayana Esequiba: sembrando sal entre las piedras.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Para quienes hemos venido dándole seguimiento y plena defensa al caso del Esequibo, en los escenarios académicos e institucionales, despierta nuestra preocupación que desde el 5 de junio del presente año, no ha habido más pronunciamientos oficiales por parte de las autoridades que manejan la política exterior venezolana.

En tal comunicado la cancillería venezolana deja sentada la posición que, con certeza y aparente buena intención, invita a la unidad nacional.

Esa búsqueda de solidaridad nos luce interesante, y es el llamado que siempre hemos formulado.

También, con idéntico sentido, el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela expone que “reitera su firme disposición de defender la integridad territorial de nuestra Patria con base en el Acuerdo de Ginebra de 1966, marco legal que rige la controversia territorial sobre el Esequibo”.

Precisamente, el Acuerdo de Ginebra constituye, en sí mismo, el documento a través del cual el Reino Unido y su excolonia guyanesa admiten la vileza cómo actuó el Tribunal Arbitral, en París, el 03 de octubre de 1899, cuando nos arrebataron, en una tratativa política- diplomática, una séptima parte de nuestra soberana extensión territorial.

En su debida ocasión, en el citado comunicado de la Cancillería de Venezuela leímos y analizamos que se  ejercerán todas las acciones ante las instancias legales, diplomáticas y políticas correspondientes, privilegiando el alto interés nacional y la permanente reivindicación de los derechos legítimos e irrenunciables del Pueblo venezolano sobre el territorio de la Guayana Esequiba.

Si esas aseveraciones oficiales han sido aceptadas como legítimas y válidas; además han recibido absoluta concordancia por parte de los entes no-gubernamentales; cabe entonces una interrogante enorme: Por qué tanta actitud silente frente a las reiteradas declaraciones del canciller de Guyana.

En cualquier evento internacional donde se presenta, donde se alude la contención sobre el Esequibo, nos expone al escarnio como un país avaro, potencialmente rico que pretende despojarlos de su Nación.

No nos causa extrañeza el modo cómo el canciller tuerce los elementos históricos y jurídicos que favorecen a Venezuela.

Por ejemplo se atreve a decir que España dejó de tener soberanía sobre el área en discusión, luego de concederles a los holandeses todo ese territorio. Sin especificar, a qué se refiere con “todo ese territorio”.

 La argumentación del Sr. Greenidge es falsa y mal intencionada; por cuanto, una vez que España otorga la independencia a las Provincias Unidas de los Países Bajos, después del Tratado de Münster de 1648, le reconoce las posesiones coloniales, denominadas: Berbice y Demerara, conformadas por una franja territorial, bien delimitada, que va desde la margen derecha del río Esequibo hasta el borde izquierdo del río Corentyne. Testimonios escritos y registrados dan cuenta de lo que aquí exponemos.

 Posteriormente, en el año 1814, Holanda le vende, traspasa o arregla con Gran Bretaña esa parte; pero, los ingleses se apoderaron de todo, y trazaron las conocidas Líneas Schomburgk, en 1841, con la aviesa disposición de arrebatarnos, inclusive hasta el Delta del Orinoco y parte del estado Bolívar.

Los funcionarios del gobierno guyanés, conjuntamente con los representantes de las empresas transnacionales han tenido el atrevimiento de divulgar que el Acuerdo de Ginebra, no los limita a ellos para explorar, explotar y comercializar, directa o indirectamente, con los múltiples recursos de las áreas





terrestres y marítimas correspondientes al Esequibo, porque ellos han permanecido en esa zona.

El presidente Granger, ahora en su condición de aspirante a la reelección también insiste que en la controversia que sostiene esa nación con Venezuela, no tiene la menor duda que la Corte Internacional de Justicia sentenciará a favor de la excolonia británica; y según él, la citada instancia dará por terminado el pleito de la Guayana Esequiba, y decidirá este litigioso asunto como cosa juzgada.

Tres momentos y eventos que suponíamos iban a tener repercusión estruendosa, a lo interno de la cancillería Venezolana; pero, al parecer no suscitó nada. Las cosas continuaron tan rampantes y campantes. Hay una especie de expresa disposición para hacerse los locos, con involuntarias permisividades; dejar que los compromisos y responsabilidades te resbalen; como que no fuera contigo el asunto, desentenderse. Vale tanto, como aquel   viejo adagio griego: sembrar sal entre las piedras. Voltear la mirada.

En el Derecho Internacional Público los silencios cómplices se pagan, y bien caro.

Por eso, hay que estar denunciando, incansablemente, toda descarada manipulación de la otra Parte. Salir al paso a las maniobras y componendas internacionales; porque, de lo contrario caeríamos en Aquiescencia; cuyo principio fue instituido con la finalidad de admitir los hechos, de ofrecer consentimiento implícito.


viernes, 12 de octubre de 2018



Alguna  vez Zapatero, siempre mamporrero.

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

La definición de mayor uso para mamporrero se da para describir a una persona que ayuda en la realización de una tarea moralmente repugnante.

En la antigüedad se le quiso dar al   oficio de mamporrero un cierto prestigio, ya que en su momento implicaba que la persona involucrada contase con la habilidad suficiente para posibilitar la procreación de los mejores caballos. ¿Cuál era la misión del mamporrero?: conducir el falo del equino semental, con puntería, hacia la vagina de la yegua. Trabajo que resultaba indispensable para poder contar con los mejores ejemplares.

No resulta difícil construir una metáfora, en la actualidad, con la   palabra y oficio de mamporrero.

Así entonces, hay personas que no escoden su apariencia, su disposición, voluntad y ganas de hacerse mamporreros en la política; serviles de los tiranos, para el trabajo sucio;    cooperadores con el dictador. Poco importa el lugar de procedencia del mamporrero: sea de la China, de Rusia o de España.

 Total, para ellos lo más importante es ser mamporreros para que los sátrapas desembuchen sus deleznables propósitos.

Innumerables dirigentes políticos, en cualquier latitud geográfica y distintos épocas y circunstancias, parecen que reciben una inoculación perpetua para exteriorizar conductas enfermizas, extravagantes o idiotizadas.
La historia se ha encargado de aportarnos bastantes ejemplos de especímenes a quienes le cuadra la descripción anterior. Por cuanto las protuberancias con las que han actuado no les da tiempo para un trabajo remedial, o para disimular las estupideces cometidas.

Las fuentes consultadas nos ofrecen enjundiosos relatos inimaginables acerca del tristemente famoso Calígula, que develan su crueldad y su demencia.

Se cuenta que en sus últimos años de vida estuvo envuelto en una serie de escándalos entre los que destacan mantener relaciones incestuosas con sus hermanas e incluso obligarlas a prostituirse.

En su reinado, ninguno de los partícipes lo refiere de manera favorable; por el contrario, los criterios se centran en su crueldad y perversidad sexual; en resumen, presentándolo, a cuerpo entero, como un tirano desquiciado.

Analicemos este otro caso: a mediados del siglo XIX se desató una crisis económica incontrolable en Haití; lo cual generó varias insurrecciones, que fueron duramente reprimidas, por órdenes del emperador Faustino I; el mismo personaje que había sido, hasta hacía poco, el humilde Faustino Soulouque, originario y proveniente de las masas esclavizadas. Pero, comenzó a padecer delirios de grandeza, al tiempo que desató sanguinarias persecuciones contra su misma gente.

El orate de Soulouque y sus fuerzas imperiales no pudieron contener al pueblo que clamaba libertad; por lo que terminaron sus días guillotinados unos y en el destierro otro.

Idi Amin Dada, mejor reconocido como Amin, nunca escribió una autobiografía, ni dio su autorización para que se hiciera una versión oficial de su vida, por lo que existen discrepancias sobre cuándo y dónde nació. La mayoría de fuentes biográficas sostienen que nació en Koboko o Kampala hacia el año 1925.

Se sabe que durante sus años en el poder, Amin pasó de la lealtad a occidente y de recibir un apoyo firme de Israel a ser respaldado después por la Libia de Muamar el Gadafi.

Las fuentes consultadas nos indican que Idi Amin era polígamo y se casó con al menos seis mujeres, de tres de las cuales se divorció.

Amín se nombró a sí mismo presidente de Uganda, comandante en jefe de las fuerzas armadas y jefe de los estados mayores del ejército de tierra y del aire.

En qué guarda relación  con los déspotas anteriores; nada más y nada menos en que  el gobierno de Amin se caracterizó por el abuso flagrante de los derechos humanos, la represión política, la persecución étnica, los asesinatos extrajudiciales, el nepotismo, la corrupción y la mala gestión económica.

Saloth Sar (Prek Sbauv, ​ más conocido como Pol Pot, fue un dictador camboyano, y el principal líder de los Jemeres Rojos desde la génesis de éstos en la década de 1960 hasta su muerte en 1998. Fue también primer ministro de Kampuchea Democrática, durante la dictadura de los Jemeres Rojos, Forjador de un Estado de corte maoísta. El temible Pol Pot pasó a la historia como el principal responsable del denominado genocidio camboyano, que fue la principal razón de la constitución de un Tribunal Internacional.

Cada uno de los abominables personajes anteriormente citados tenía para su uso particular su propio mamporrero.


jueves, 11 de octubre de 2018




                Genealogía y educación
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Admitamos, de entrada, que la Educación (si prefiere llamarlo, acto educativo), como proceso multívoco queda sustentada en tres componentes esenciales que se imbrican ( conectan), y se vuelven inseparables; a saber: los contenidos curriculares que se sistematizan, programan  y desarrollan a través de ejes temáticos y  asignaturas en la escolarización;  agreguemos también  los inacabables eventos y momentos que facilitan la socialización para hacer posible las relaciones interpersonales, los compartimientos grupales; y en tercer término la incorporación de valores, que le da  factibilidad al  modelamiento de la personalidad del sujeto en condición de  discente. 

Una tríada anudada para decidir la formación de los seres humanos.

Sin lugar a dudas que corresponde a la familia la mayor densidad y énfasis en lo concerniente a la socialización y al cultivo y manifestación de la dimensión axiológica (a los valores) del individuo; por cuanto, la Familia constituye el escenario natural, original y legítimo de los seres humanos para su progresivo desenvolvimiento, a lo largo de la vida. La familia constituye el sustrato social primigenio.

Así entonces, todo cuanto aflore, insurja y ocurra en el seno de la familia; digamos, su historia propiamente, será insumo determinante en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

 Aparejado a los valores, como quedó dicho, conseguimos la fijación de la propia identidad de quien aprende.  Las vivencias de sus conflictos intrafamiliares, la comprensión del color de su piel u otra línea congénita, el espacio social escogido para vivir. En fin, es una especie de develamiento de sus orígenes para asimilarlos y hacerlos enteramente suyos.

Quiero señalar, que la historia familiar actúa, en todo momento, como un aglutinante, vertebrador en la existencia individual.

Fijémonos con atención a lo siguiente: cualquiera de las dos vías que se haya escogido para diseñar la educación en nuestro país; o bien, partiendo desde el concepto para definir luego el   modelo educativo; o mediante la implantación de un modelo que después determina su propio concepto. En ambas direcciones la historia familiar se ha encargado de tejer posibilidades educativas certeras. Hay una recursividad interesante de reenvío modelo-concepto, y viceversa.

Preguntémonos, porqué es tan determinante la influencia de la familia; y respondamos así: porque en el Acto Educativo se hace constate evocación y pesquisa genealógica de los datos familiares, aprovechables para enseñar y     aprender, casi que como un templo colectivo y/o micro-social de nuestros antepasados. Muy difícil que el proceso educativo se presente de otra manera.


Prevalece un “orden genealógico recurrente” entre los individuos que responden a una misma “cepa o serie familiar”. Orden o linealidad apreciable en las actitudes, es decir: predisposiciones, sensibilidades, intencionalidades de los actos, postura ante un objeto determinativo, alguna escogencia vital  y decisional; súmense además las comunes aptitudes, casi como una heredad (potencial para aprehender y metabolizar mentalmente elementos fenoménicos de cualquier parcela de la realidad); en las observables características por/para los hechos sociales.

Cuando juzgamos la comparecencia de la genealogía, en el Acto Educativo; siempre conferimos vigencia a la vieja conseja de Miguel de Unamuno: “lo que natura non da, Salamanca non presta”.

 Atrevidamente, lo interpretamos de este modo: no hay que andar con   vanas ideas, o pretender que por el solo hecho de asistir y formar parte en una escolarización, ya podemos alardear de tener suficiente inteligencia; a pesar de no haber sido recompensado con tales dotes por parte de la naturaleza.

Al parecer, todo cuanto el registro genealógico ha negado al escolarizante no podrá ser reemplazado por la mejor educación.

Cabe una explicación adicional: si evaluamos como exigua la estructura biosicosocial del escolarizante, por supuesto que se encontrará en inferiores condiciones de aprender frente a otros con mejores potencialidades.

El sistema escolar, en Venezuela y en la mayoría de los países, se limita a ofrecer iguales posibilidades, pero no toma en cuenta las desiguales condiciones.

Nos queda aún por despejar la incertidumbre de si “la escuela favorece a los favorecidos y desfavorece a los desfavorecidos”.


lunes, 8 de octubre de 2018




“Descubrimiento de América” por Serendipia
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia venezolana de la Lengua

La comunidad universitaria continúa admirando las cualidades intelectuales de Rigoberto Lanz: insigne epistemólogo venezolano, de cuyo elogiable texto “Las palabras no son neutras” nos nutrimos, para intentar darle forma y contenido a nuestra modesta reflexión.

Hay bastantes opiniones, de quienes  hemos compartido ámbitos académicos, coincidentes en señalar que  las dos mayores virtudes que cultivó el maestro Lanz a lo largo de su existencia, son las que nos permitimos describir de seguidas: sabía  admitir con respeto las opiniones que provenían en sentido contrario; al tiempo que procuraba pesquisar una arista provechosa de cada palabra antagónica proferida, para hacer brotar después, desde su proverbial e iluminada intuición una síntesis superadora de ideas.

Tenía una grácil manera de “construir en caliente”; pensar sobre la marcha elementos discursivos para reforzar lo que deseaba decir, con demoledora elegancia. Por ejemplo, si se nos ocurría, por algún desliz, mencionar “porque en el descubrimiento de América”; inmediatamente ripostaba: “¿descubrimiento?, yo te aviso. ¿Quién descubrió a quién? “.

Tenía absoluta razón, por cuanto, por muy distraído que alguien se encuentre, al momento de escoger una frase o vocablo para dar cuenta de lo que quiere expresar, subyace una marcada intencionalidad, buscando que surta un efecto. Para que cause emocionalidad, o reinstalar, con interés sibilino, hechos de dominación.

Resulta oportuno que revisitemos   también la interesante tríada: locutivo, ilocutivo y perlocutivo que constituyó el denso y reconocido trabajo teórico, de los actos de habla, del semiólogo británico J. Austin; desde cuyo enunciado, esencialmente, ya uno devela hacia dónde conduce, cuando pregunta: “cómo hacer cosas con las palabras”.

Seguramente, Austin y seguidores, estaban conscientes que las palabras poseen en sí mismas cargas axiológicas y pedazos de historias acumuladas, que al emplearlas en textos hablados o escritos afloran e irrumpen con fuerzas.

Escojamos, a manera de ejemplo, el término serendipia, que nos resulta curioso, por lo inusual. A veces la serendipia pasa desapercibida; sin embargo, en incontables ocasiones nos deslumbran sus develamientos.

Una serendipia viene a ser un hallazgo maravilloso o desafortunado, pero ambos son productos del azar. Digámoslo así: usted no lleva la intención de encontrar algo, y por pura casualidad o accidentalmente lo consigue. ¿La vida de Colón fue toda una serendipia? ¿Cuál es la carga valorativa, histórica; cómo y dónde surge tal étimo?

Hallazgos documentales nos hacen pensar que viene desde muy lejos, y además antiquísimo.

 Serendip era el nombre antiguo de Ceilán (país asiático denominado ahora Sri Lanka). Allí, según el escritor inglés Horace Walpole (quien acuña el término) asume como basamento para su construcción lexicográfica el famoso cuento persa “Los tres príncipes de Serendip”, donde se relata con fascinación las aventuras del trío de sucesores del monarca, quienes poseían extravagantes y extrañas posibilidades adivinatorias con lo cual descubrían cosas inimaginables, algunas por accidente, y otras, en su mayoría, por sagacidad.

Así quedó entonces admitida la palabra serendipia, para la posteridad, y todo lo que ella deja para la imaginación.

Una palabra originaria nuestra similar, un venezolanismo, sería “chiripa”.

 En los hallazgos científicos hay mucha serendipia de por medio. El principio de Arquímedes, La penicilina, la viagra, los rayos X, las papas fritas, el microondas.

Sí, inventos interesantes, coincidenciales, accidentales e inesperados.

Nos preguntamos, casi que con ingenuidad: ¿Acaso el “Descubrimiento de América” no se dio por casualidad, una serendipia, o por   pura “chiripa”?

domingo, 7 de octubre de 2018




Descubrimiento de América por Serendipia
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

La comunidad universitaria continúa admirando las virtudes intelectuales de Rigoberto Lanz: insigne epistemólogo venezolano, de cuyo elogiable texto “Las palabras no son neutras” nos nutrimos, para intentar darle forma y contenido a nuestra modesta reflexión.

Hay bastantes opiniones, de quienes  hemos compartido ámbitos académicos, coincidentes en señalar que  las dos mayores virtudes que cultivó el maestro Lanz a lo largo de su existencia, son las que nos permitimos describir de seguidas: sabía  admitir con respeto las opiniones que provenían en sentido contrario; al tiempo que procuraba pesquisar una arista provechosa de cada palabra antagónica proferida, para hacer brotar después, desde su proverbial e iluminada intuición una síntesis superadora de ideas.

Tenía una grácil manera de “construir en caliente”; pensar sobre la marcha elementos discursivos para reforzar lo que deseaba decir, con demoledora elegancia.

Por muy distraído que alguien se encuentre, siempre al momento de escoger un vocablo para dar cuenta de lo que quiere expresar, subyace una marcada intencionalidad, buscando que surta un efecto. Para que cause emocionalidad.

Entendemos que al  decir algo, lo propiamente  locutivo, que además vale como:: pronunciar determinadas palabras, con  énfasis fonético; va a adquirir en la segunda fase denominada ilocutiva, el valor atribuido o la reacción esperada por parte del receptor; cuyo círculo se cierra con los efectos y las consecuencias logradas en la tercera etapa, llamada perlocutiva.

Esta interesante tríada: locutivo, ilocutivo y perlocutivo constituyó el denso y reconocido trabajo teórico, de los actos de habla, del semiólogo ingles J. Austin; desde cuyo enunciado, esencialmente, ya uno devela hacia dónde conduce, cuando pregunta: “cómo hacer cosas con las palabras”.

Seguramente, Austin y seguidores, estaban conscientes que las palabras poseen en sí mismas cargas axiológicas y pedazos de historias acumuladas, que al emplearlas en textos hablados o escritos afloran e irrumpen con fuerzas.

Escojamos, a manera de ejemplo, el término serendipia, que nos resulta curioso, por lo inusual. A veces la serendipia pasa desapercibida; sin embargo, en incontables ocasiones nos deslumbran sus develamientos.

Una serendipia viene a ser un hallazgo maravilloso o desafortunado, pero ambos son productos del azar. Digámoslo así: usted no lleva la intención de encontrar algo, y por pura casualidad o accidentalmente lo consigue.

¿Cuál es la carga valorativa, histórica; cómo y dónde surge tal étimo?

Hallazgos documentales nos hacen pensar que viene desde muy lejos, y además antiquísimo.

 Serendip era el nombre antiguo de Ceilán (país asiático denominado ahora Sri Lanka). Allí, según el escritor inglés Horace Walpole (quien acuña el término) asume como basamento para su construcción lexicográfica el famoso cuento persa “Los tres príncipes de Serendip”, donde se relata con fascinación las aventuras del trío de sucesores del monarca, quienes poseían extravagantes y extrañas posibilidades adivinatorias con lo cual descubrían cosas inimaginables, algunas por accidente, y otras, en su mayoría, por sagacidad.

Así quedó entonces admitida la palabra serendipia, para la posteridad, y todo lo que ella deja para la imaginación.

Una palabra originaria nuestra similar, un venezolanismo, sería “chiripa”.

 En los hallazgos científicos hay mucha serendipia de por medio. El principio de Arquímedes, La penicilina, la viagra, los rayos X, las papas fritas, el microondas.

Sí, inventos interesantes, coincidenciales, accidentales e inesperados.
Nos preguntamos, casi que con ingenuidad: ¿Acaso el “Descubrimiento de América” no se dio por casualidad, una serendipia, o por   pura “chiripa”?

martes, 2 de octubre de 2018




Guayana Esequiba: lección y diferencia en la CIJ.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Bastantes preocupaciones han venido aflorando, entre compatriotas que tienen expectativas con el caso de la controversia que sostenemos con Guyana por la denominada Zona en Reclamación.

No es para menos, si consideramos la decisión sentencial que acaba de producir la Corte Internacional de Justicia relacionada con el litigio entre Bolivia y Chile.

Primero, como análisis de entrada, que tal vez sirva para sosiego y tranquilidad de la población venezolana: no hay absolutamente nada de qué temer; por cuanto son casos completamente distintos, en sus consideraciones socio históricas, en base a los asideros jurídicos y a la  Pretensión Procesal de la parte demandante.

Dicho más en concreto: los hechos concernientes a la Guayana Esequiba han evolucionado diferencialmente, al caso citado,  desde que fuimos arrebatados con vileza de una séptima parte de nuestra extensión territorial, mediante el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899; pero  podemos, incluso, enganchar nuestra apreciación mucho más atrás; y señalar que las tropelías, contra la soberanía nuestra, se inician cuando los Países Bajos entran en oscura tratativa, en 1814, con el Imperio Inglés para transferirle sus posesiones en Suramérica: colonias de Berbice y  Demerara.

Jamás hubo posesión, como tal, por parte de los ingleses en la colonia del Esequibo.

La Posesión, como acto jurídico, tiene intrínsecamente las siguientes características: debe ser pacífica, de buena fe, pública, improtestada etc.; con el propósito de que pueda prosperar, llegado el momento, el Principio de Prescripción Adquisitiva (también conocido como usucapión); es decir, transformar lo que una vez había sido asunto de hecho se convierte en legitimación de derecho.

Los ingleses, en aquellos tiempos y circunstancias, lo que hicieron fue una vulgar ocupación; sin Título Traslativo que hubieran recibido (exhibido y defendido) por parte de los Holandeses.

Prestemos mucha atención, a lo siguiente: en la confrontación entre Bolivia y Chile, que acaba de decidir la CIJ en favor de los australes, jamás hubo posesión ni ocupación del área reclamada por los del altiplano para una probable salida al mar.

Además, Bolivia no interpuso demanda para que se modificaran las fronteras de Chile sino que pedía que la CIJ impusiera a la otra parte en litigio la obligación de negociar un corredor de acceso al océano Pacífico.

Ese caso sentenciado no se parece en nada al nuestro; porque Bolivia no pudo demostrar procedimiento compromisorio suscrito con Chile donde pactaran, aunque fueran buenas intenciones para alcanzar una solución.

Otro elemento a considerar es que Chile y Bolivia invocaron el Principio del Fórum prorogatum, con lo cual admitieron la jurisdicción de la Corte. De qué manera: Las Partes en contención habían consignado, hace dos años, formales declaraciones, y a través de otras   acciones sucesivas que suponían su aceptación.

Las Partes presentaron  recurrentes  contestaciones , donde  adicionaron  memorias y contramemorias en la fases escritas y orales que se fueron dando, durante todo este tiempo; igualmente promovieron  testigos, comparecieron a las citas, aceptaron el cronograma de entrevistas, aportaron  documentaciones,  solicitaron copias certificadas de las audiencias, discutieron  los coagentes demandantes y demandados ante la Corte. En fin, cumplieron con las estrictas exigencias. Y como ya sabemos los resultados, citemos para nuestro escarmiento en cabeza ajena, el artículo 60 de los estatutos de la Corte Internacional de Justicia: “El fallo será definitivo e inapelable. En caso de desacuerdo sobre el sentido o alcance del fallo, la Corte lo interpretará a solicitud de cualquiera de las partes”. 
¡Mucho ojo con tu ojo! Decimos coloquialmente en buen venezolano.

Venezuela invocó, en su debida oportunidad, el Principio de No comparecencia; es decir no ha admitido nunca la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia; aunque tiene una cita, para el 18 de abril del próximo año; exclusivamente, con la finalidad de presentar el memorial de contestación de la demanda incoada por el gobierno guyanés; que aspira que la CIJ sentencie a su favor, aun en ausencia de la representación diplomática de Venezuela, conforme al artículo 53 de su estatuto. Eso es inaceptable jurídicamente, por cuanto violarían varios artículos de la propia normativa de la Corte.

Venezuela, el Reino Unido y Guyana tienen suscrito desde el 17 de febrero de 1966, y en plena vigencia, el Acuerdo de Ginebra que contiene las vías expeditas para el arreglo práctico y satisfactorio de nuestra histórica reclamación.