lunes, 31 de agosto de 2020

 

Guayana Esequiba: hostigamiento en la Corte

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

En el transcurso de los próximos días, nuestro país se mantendrá expectante por la decisión que podría tomar la Corte Internacional de Justicia en relación al litigioso caso por la contención que hemos sostenido, en base al vil despojo que se nos hizo.

Ya se ha hecho bastante conocido que Guyana no maneja remilgos en este asunto. No mide con ponderación sus pasos. Está dispuesta a todo o nada.

Soportan una Inmensa presión   por parte de las (59) compañías transnacionales que esquilman nuestros recursos, en tierra firme y en la proyección atlántica. Hay un dineral de por medio.

Dejan a un lado la cordura y formas, y mandan el recato al cipote.

 La Exxon se puso al frente, y comanda las gestiones de coacción al nuevo presidente, Irfaan Ali y a su equipo de gobierno; así como antes lo hicieron con el saliente Granger.

Afloran a cada rato demasiados intereses en juego; y según han declarado, en público y en privado, algunos voceros del gigante petrolero norteamericano, ellos no están dispuestos a seguir perdiendo el tiempo; mucho menos permitir que continúe la indefinición jurídica en los bloques y yacimientos donde están operando.

Los coagentes, con sus prebendas dinerarias garantizadas por las citadas empresas, tienen varios meses instalados en la sede del Alto Tribunal de la Haya.

Al exteriorizarse la información que, tal vez, en este mes de   septiembre puede haber alguna sentencia previa; a partir de la cual la Corte admita su competencia y jurisdicción para conocer forma y fondo de la demanda interpuesta por la excolonia británica contra Venezuela, la delegación guyanesa se ha vuelto hostigante en sus gestiones ante los jueces sentenciadores.

No obstante, los coagentes de la excolonia británica aún no han respondido la pregunta que el juez Ronny Abraham les formuló el 30 de junio, de este año, con motivo de la concurrencia – unilateral de Guyana --a la audiencia oral.

Recordemos que entonces el citado juez los precisó (y sorprendió) con la siguiente interrogante: “¿Agotaron, ustedes, las alternativas de solución previas, es decir: la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje; que también las contempla el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas; antes de haber venido a esta Corte, e interponer un recurso, ¿procurando un arreglo judicial?”

Cundió un silencio sepulcral, a partir de tal expresión directa del juez. Intervino, de inmediato, el presidente del jurado, para concederle al equipo de Guyana un plazo perentorio, con la finalidad de que consignaran la respuesta solicitada. Y hasta el día de hoy no han entregado la prometida argumentación que justifique, porqué han violentado algunos procedimientos.

 El equipo de litigantes guyaneses (con la inaguantable presión encima) al parecer, lo único que les interesa e importa es que esa instancia jurídica internacional confirme “la validez legal y efecto vinculante” del Laudo Arbitral de París de 1899. A tal documento, en Venezuela, desde siempre, le hemos dado el calificativo de adefesio jurídico, con sus consabidas características de nulo e írrito.

Nuestros reclamos responden a suficientes e irrebatibles asideros jurídicos, cartográficos, históricos, sociales y políticos. Los señalamientos de la vileza que se perpetró contra nuestro país no se sustentan en malcriadez diplomática o endebles empecinamientos.

Por si fuera poco, la Alta parte guyanesa solicita en su demanda, en tanto Pretensión procesal, que la Corte confiera la condición de Res Judicata, cosa juzgada, a la cuestionada tratativa. Piden, asimismo, a la Corte que sentencie que ya hubo una “liquidación completa, perfecta y definitiva” de todos los asuntos pertinentes a la determinación cartográfica entre Venezuela y la excolonia británica.  Acaban también de anexar un escrito –addedum— para que la Corte Internacional de Justicia sentencia a Venezuela en ausencia, en base al artículo 53 del Estatuto de la Corte, si insiste nuestra delegación en no presentarse, formalmente, en el juicio.

Nuestro país ha invocado la No Comparecencia. Recurso válido y legítimo conforme al Derecho Internacional.

Venezuela no reconoce – se ha hecho saber con el debido respeto—la jurisdicción de dicha Corte para este histórico litigio; ni para ningún otro asunto nuestro de controversia interestatal.

Sin embargo, por lo que pueda suceder en este mes, dejamos la advertencia que, en la misma resolución de la Corte Internacional de Justicia, mediante la cual cita a las Partes quedan asentadas, explícitamente, algunas interesantes consideraciones, las cuales describimos de seguidas; por cuanto, conforman una especie de autorregulación del Alto tribunal de La Haya, para este caso. La propia Corte se puso un dique antes de tomar decisión alguna. Veamos lo que determinaron; que nos favorece incluso en nuestra condición de No Compareciente.

 (1) Venezuela preserva las posibilidades de hacer valer sus Derechos Procesales. (2) Debe resolverse, primero, la cuestión de la jurisdicción de la Corte. (3) Es obligante que   se determine por separado: jurisdicción de la CIJ y el Proceso, antes de cualquier decisión de fondo. (4) La Corte debe decidir, como prioritario, si esta instancia tiene competencia para sentenciar sobre tal caso.

No creemos que vayan a llevarse por delante sus propias determinaciones previas.

 

sábado, 29 de agosto de 2020

 

 

 

Educación multimodal: ¿dónde, cómo y con qué?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

Inclinarse por cualquiera de las modalidades nos conduce, necesaria e innegablemente a “afincar el bisturí” para develar, entre otras cosas, las siguientes: las condiciones de deplorable abandono en que se encuentran los planteles educativos, las limitaciones de espacios físicos para guardar las distancias (medida imprescindible  de bioseguridad); la mayoría de las escuelas no cuentan con agua potable;  añádase el desestimulo de los docentes por la precariedad en sus sueldos, la pésima calidad del servicio de energía eléctrica, interrupciones constantes de internet y un larguísimo etcétera.

Indistintamente a nuestra ubicación ideológica, religiosa, económica, étnica, social etc., en el momento actual de la vida de la Patria; mucho más aún, en pleno torbellino pandémico debemos involucrarnos como sociedad y en conjunción con las familias por la educación de todos.

Nótese que dije todos -- sin exclusión de grupos etarios--; porque no basta que atendamos la específica participación de niños o jóvenes activos en la escolaridad. Saben porqué, porque la Educación nos teje, siempre, para toda la vida. La educación es interminable.

Permanentemente estamos dando y recibiendo conocimientos a lo largo de nuestra existencia. De quien menos nos imaginamos aprendemos. Se justifica, entonces, que nos involucremos en todo cuanto se planifique por la educación. Venga de donde venga.

En plena pandemia, desde las altas esferas del oficialismo se asoma una propuesta para el inicio del próximo período escolar, en todos los niveles.

La señalada propuesta del gobierno, apenas insinuada como una combinación estratégica de actividades presenciales y a distancia. Así la han preconcebido y denominado. No han ofrecido mayores detalles; ni ha habido una decisión determinativa al respecto.

En honor a la verdad, quienes estamos vinculados, directa o indirectamente, con los procesos de enseñanza-aprendizaje nos vemos implicados a leer y analizar con criterios lo que hasta ahora han ido soltando desde el oficialismo.

La opción del Ejecutivo Nacional parte de una interesante disyunción. Un inevadible dilema, bastante complejo y nada fácil de discernir: acudir o no las aulas de clases y cómo hacerlo.

Veamos lo siguiente. En este momento, en el país se ha conformado una tendencia opinática favorable a esperar un lapso prudencial para convocar (previas evaluaciones epidemiológicas) bajo una nueva normalidad las actividades escolares, en sus respectivos planteles, con relativa regularidad. Tal y como se había venido cumpliendo, previo a la entrada en cuarentena. Bajo este esquema hay una predisposición a esperar, prudentemente, el desenvolvimiento de los altos y bajos en las curvas y eventos de contagios.

Así también, otra corriente de no poca gente (dándole carácter displicente a la pandemia provocada por el coronavirus) se inclina porque los estudiantes y docentes regresen a sus instituciones educativas, con la finalidad de darle apertura al año escolar (2020-2021). Arrancar de una vez con   sus clases, de forma presencial. Serísima determinación.

Hay una tercera opción, nada desdeñable, cuyo contenido se asienta en la habilitación de los recursos y utilización, con exclusividad, de los instrumentos tecnológicos, para que las clases de desarrollen on-line (vía internet) o a través de la radio y la televisión.

Tomemos en cuenta, además, entre las alternativas, una variante apreciada y valorada hoy en el mundo entero. Nos referimos a la   que logra combinar la presencialidad y la virtualización, con eficiencia y resultados significativos.

La idea esencial que se construye con este método combinatorio, para enseñar y aprender, busca engranar   la dicotomía entre el aula y el ordenador. Saber obtener las provechosas   ventajas de cada una de estas modalidades-dimensiones.

Admitimos que la presencialidad permite a los docentes estar en contacto directo con los alumnos. facilita la interacción en la “dimensión física” entre los estudiantes; y es una efectiva herramienta para transmitir conocimientos. Su utilización hace más eficiente la organización de tareas; fomenta las actividades en equipo; así como se personaliza la atención, conforme a las necesidades de cada alumno.

Por otro lado, los procesos virtuales (online) otorgan a los estudiantes más flexibilidad para desarrollar los diseños programáticos y los cursos en cualquier tiempo y lugar. La tecnología facilita la inmediatez en la transferencia de data y el envío de todo tipo de documentos (textos, vídeos, diapositivas, audios, infografías…). Se vuelve más abarcativa la información que se requiere para reforzar los conocimientos.

Mediante tales instrumentos tecnológicos se amplía el radio de acción; alcanzable a un mayor número de participantes, en tiempo real, a bajo coste; desde cuya ventaja, además, permite la actualización de contenidos mucho más fluidos y rápidos.

La combinación de la presencialidad y la virtualización ha dado extraordinarios resultados. Ha demostrado ser más eficiente para el aprendizaje en todas las etapas (en ámbitos disímiles); por cuanto trae aparejada la motivación, adaptabilidad, mejor utilización del tiempo y recursos, flexibilidad y la implicación de los estudiantes.

El cuadro luce dantesco. Cierto. No es poca cosa a la que nos enfrentamos por el futuro del país.

 

jueves, 27 de agosto de 2020

EDUCACIÓN MULTIMODAL

 

 

 

Educación multimodal: ¿dónde, cómo y con qué?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

Indistintamente de la ubicación ideológica, religiosa, económica, étnica, social etc., en el momento actual de la vida de la Patria; mucho más aún, en pleno torbellino pandémico debemos involucrarnos como sociedad y en conjunción con las familias por la educación de todos.

Nótese que dije todos -- sin exclusión de grupos etarios--; porque no basta que atendamos la específica participación de niños o jóvenes activos en la escolaridad. Saben porqué, porque la Educación nos teje, siempre, para toda la vida. La educación es interminable.

Permanentemente estamos dando y recibiendo conocimientos a lo largo de nuestra existencia. De quien menos nos imaginamos aprendemos. Se justifica, entonces, que nos involucremos en todo cuanto se planifique por la educación. Venga de donde venga.

En plena pandemia, desde las altas esferas del oficialismo se asoma una propuesta para el inicio del próximo período escolar, en todos los niveles.

La señalada propuesta, apenas insinuada como una combinación estratégica de actividades presenciales y a distancia. Así la han preconcebido y denominado.

En honor a la verdad, quienes estamos vinculados, directa o indirectamente, con los procesos de enseñanza-aprendizaje nos vemos implicados a leer y analizar con criterios al respecto.

La señalada propuesta parte de una interesante disyunción. Un inevadible dilema, bastante complejo y nada fácil de discernir: acudir o no las aulas de clases y cómo hacerlo.

Veamos lo siguiente. En este momento, en el país se ha conformado una tendencia opinática favorable a esperar un lapso prudencial para convocar (previas evaluaciones epidemiológicas) bajo una nueva normalidad las actividades escolares, en sus respectivos planteles, con relativa regularidad. Tal y como se había venido cumpliendo, previo a la entrada en cuarentena. Bajo este esquema hay una predisposición a esperar, prudentemente, el desenvolvimiento de los altos y bajos en las curvas y eventos de contagios.

Así también, otra corriente de no poca gente (dándole carácter displicente a la pandemia provocada por el coronavirus) se inclina porque los estudiantes y docentes regresen a sus instituciones educativas, con la finalidad de darle apertura al año escolar (2020-2021). Arrancar de una vez con   sus clases, de forma presencial. Serísima determinación.

Hay una tercera opción, nada desdeñable, cuyo contenido se asienta en la habilitación de los recursos y utilización, con exclusividad, de los instrumentos tecnológicos, para que las clases de desarrollen on-line (vía internet) o a través de la radio y la televisión.

Tomemos en cuenta, además, entre las alternativas, una variante apreciada y valorada hoy en el mundo entero. Nos referimos a la   que logra combinar la presencialidad y la virtualización, con eficiencia y resultados significativos.

La idea esencial que se construye con este método combinatorio, para enseñar y aprender, busca engranar   la dicotomía entre el aula y el ordenador. Saber obtener las provechosas   ventajas de cada una de estas modalidades-dimensiones.

Admitimos que la presencialidad permite a los docentes estar en contacto directo con los alumnos. facilita la interacción en la “dimensión física” entre los estudiantes; y es una efectiva herramienta para transmitir conocimientos. Su utilización hace más eficiente la organización de tareas; fomenta las actividades en equipo; así como se personaliza la atención, conforme a las necesidades de cada alumno.

Por otro lado, los procesos virtuales (online) otorgan a los estudiantes más flexibilidad para desarrollar los diseños programáticos y los cursos en cualquier tiempo y lugar. La tecnología facilita la inmediatez en la transferencia de data y el envío de todo tipo de documentos (textos, vídeos, diapositivas, audios, infografías…). Se vuelve más abarcativa la información que se requiere para reforzar los conocimientos.

Mediante tales instrumentos tecnológicos se amplía el radio de acción; alcanzable a un mayor número de participantes, en tiempo real, a bajo coste; desde cuya ventaja, además, permite la actualización de contenidos mucho más fluidos y rápidos.


La combinación de la presencialidad y la virtualización ha dado extraordinarios resultados. Ha demostrado ser más eficiente para el aprendizaje en todas las etapas (en ámbitos disímiles); por cuanto trae aparejada la motivación, adaptabilidad, mejor utilización del tiempo y recursos, flexibilidad y la implicación de los estudiantes.