jueves, 24 de febrero de 2011

PALABRAS DEDICADAS A UN MAESTRO


                              A  MANERA  DE  PRÓLOGO

                                                                 Dr. Abraham Gómez R.

Escoger las palabras adecuadas para que causen el efecto racional-emocional en los lectores resulta una tarea delicada y, al propio tiempo satisfactorio por cuanto mientras recorremos tales propósitos surge la identidad con quienes nos miran desde el trazo escritural que hemos querido consignar.
Una manifestación exquisita de la edad avanzada es la paciencia. Con los años la densa reflexión que se hace ante los fenómenos, previa a su grafía o a su perlocución, permite que lo que digamos, con las voces o con las letras, adquieran de suyo la suficiente fuerza categorial. Que lo que se expresa sea dicho, tal vez, con el corazón.
Tejer un modesto discurso con la intención de prologar un trabajo hermoso, según el autor quizás el último para publicar, despierta en mí un compromiso inescurrible. Estoy imbuido de sus escritos en versos y en prosas. A partir del trasfondo semántico utilizado  por el autor  se apertura la imaginación y queda prolongada a través de sugerentes impulsos nuevas creaciones. Es percibible  tamaño desafío. Ya  darán cuenta literaria las futuras generaciones en los correspondientes análisis críticos.


Cada frase que construye el  profesor Teodardo González está plena de la propia intensidad como ha vivido su vida. Su dilatada y notable existencia. Advertimos a lo largo de los elementos textuales a los que apela, que nuestro admirado octogenario no regatea recursos idiomáticos para improntar con propiedad. Su sello y estilo están fijados con firmeza lo cual augura perennidad a su obra. No caben dudas que  nos entrega aquí también, un legado tan cercano a su reconocida trayectoria de ductor de juventudes, de insigne educador, originario del magisterio tradicional por su completitud de competencias y conocimientos cuya luz irradia en el amplísimo campo de la docencia.
La condición actitudinal de Maestro adquiere en el Profesor Teodardo González una noble corporeidad, por los modos  disciplinarios como ha practicado este apostolado, porque él ha logrado cultivar las virtudes más idóneas para aprender y para enseñar, porque ha sabido hacer de la Escuela, en tanto Institución, un amable espacio más para la convivencia que para la supervivencia.
 En estos dos textos en uno solo, queda develada su infinita versatilidad para decir, hasta donde alcanza su prodigalidad, lo que de implícito e infinito contiene la naturaleza y al propio tiempo el discurrir de los seres humanos. Él trabaja esa lúdica existencial, que se nos vuelve a veces inasible, sinuosa, y que, sin embargo la magia de los relatos en sus claves narrativas, en sus variadas prosas testimoniales, nos posibilitan los momentos de revisitar la condición humana.
Hago una exteriorización confesional: ausculté muy pocos momentos nostálgicos y muchos de exaltación al amor “…búscame en el enlace de unos brazos emblema de armoniosa compañía, o en la promesa real de un embarazo y en la imagen del fruto que se ansía….”. Así vivifica además su obra, indistintamente del género literario en curso, con la exaltación a los valores como principios rectores...” es que no puede existir sociedad alguna sin sujeción a una tabla de valores éticos, estéticos, personales, sociales y espirituales….ellos guían el pensamiento y  orientan la acción, porque son esencia misma de nuestras tradiciones, fuente inspiradora de nuestra metas y fines, de nuestros  ideales, de nuestro querer ser….”.Es un lujo, en estos tiempos y circunstancias, que nuestro autor, se detenga y explaye en palabras la axiología de la vida. Por calificarlo de obvio, algunos no abundan en el tema, otros por desconocimiento lo dejan a un lado.
Hace milenios que se ideó la escritura. No fue nada fácil al principio. La misma palabra “sgráfo” era difícil de asimilar, porque significaba desgarrar, pero a medida que se suavizaba la escritura se dulcificaba también el nombre. El ciclo completo lenguaje-escritura-lectura ha constituido desde tiempos muy remotos uno de los “inventos” más prodigiosos de la humanidad. Ha habido asechanzas para su exterminación. La modernidad tecnologizante ha venido desarrollando lo suyo como para limitar o por lo menos enfriar las inspiraciones. No obstante, prevalece lo que nuestro notable autor denomina, con Bergson, un “impulso vital”, esas motivaciones desatadas para las reconstrucciones permanentes. Se trata de una energía distinta de los fisicalismos. Entiéndase, nos sensibiliza el profesor Teodardo, que hay  un vitalismo que nos enerva, que nos eleva en pro de  los desenvolvimientos individuales y colectivos. Esos movimientos, vocea el autor, son sospechosos de aparejamiento con el anemos de los griegos.


Qué otra cosa es la lectura sino el acto mediante el cual procedemos a recoger los mensajes enviados a través de los multiformes signos lingüísticos. Con qué otro   acto nos encontramos en la prolija narrativa del Maestro Teodardo  sino es la areté que irrumpe desde los ahondamientos de sus propias consideraciones.

sábado, 19 de febrero de 2011



¿La transdisciplinariedad sin deconstruir la matriz epistémica?....! casi que imposible.!
                                               Dr.  Abraham Gómez R.
                          
Me siento bastante agradado de venir hoy a compartir con ustedes algunas reflexiones que apuntan directamente a la universidad, en tanto espacio institucionalizado  donde se crean, recrean , preservan difunden y legitiman los conocimientos. Son estos exquisitos momentos académicos los que nos impulsan a un permanente proceso de repensamientos de lo que ha sido, es y será la Universidad. No hay excusa que valga para, quines somos hechuras y estamos comprometidos con la academia, para escurrir el obligado debate y la plural confrontación que abra horizontes y despliegue nuevas miradas por el futuro de la universidad.
Parece un atrevimiento  teñido de audacia que escrutemos a la universidad desde sus interioridades. Eso es lo hermoso. Aunque produzca vértigo. Quiénes más sino nosotros, en sentido genérico para reconocer, luego del diagnostico más descarnado,  que las Universidades  han devenido en estructuras en extremo conservadoras, que poco o nada han hecho para ir adoptando sus mecanismos, procedimientos a las exigencias de los tiempos actuales, con lo cual es admisible que las realidades externas llevan un ritmo de aceleración superior en todo, valga decir hasta para la construcción de conocimientos.
Seamos autocríticos y aceptemos que las universidades se han vuelto endogámicas, que los tímidos intentos para crecer y reproducirse sólo lo han hecho hacia adentro. Añadamos que casi no conseguimos, en serio, escenarios para la confrontación. Están vacías de espíritu creativo. Que las teorías o aproximaciones que persiguen dar cuenta de un fenómeno de la realidad de que se trate no son más que tautologías, repeticiones de lo ya problematizado y planteado con mucha anterioridad.
Acaso es mentira que nuestras universidades sufren de entrabamientos burocráticos. Que están aquejadas de una deplorable desestructuración en su organicidad y en su conexión externa. Que están demasiado ideologizadas. Que la descontextualización en que se encuentran las ha hecho perder pertinencia social, y como consecuencia pertenencia e identidad en su mundo de vida.
Con este diagnóstico, que bordea el catastrofismo, tenemos tres opciones: primero, hacernos los locos. Ser displicentes, indiferentes como que la cosa no fuera con nosotros. Segundo, huir en estampida y dejarle el asunto a otros para que lo resuelva, y tercero, encararlo comprometidamente. Hacerle frente.
Resulta que cada vez que se ha intentado abrir los ojos para ver en el atolladero en que se encuentra la universidad, a alguien se le ocurre que hay que nombrar una comisión de reforma universitaria. Pensamos, nosotros, que por el camino de la reforma no vamos para ninguna parte; porque la re-forma lleva implícita la intención de analizar únicamente las formas, los aspectos, los bordes, los esquemas, las apariencias. Y de lo que se trata, con contundencia, es llegar a la raíz de del asunto, trastocar y desmontar las lógicas, desanudar las racionalidades con las cuales de han tejido los pensamiento en  y desde las universidades. La perversa invitación de hoy es para Transformar a la universidad. Toda ella. Transformar, es adentrarnos mucho más allá de la forma.
La tarea inicial para que operen esos elementos transformacionales deben y tienen que partir de un cambio actitudinal de nosotros, quienes en las universidades construimos y generamos conocimientos. Asumir a conciencia, que el modo de ser real material, emparentado con el positivismo y el pragmatismo, es apenas un modo  de ser, no  es el único. Lo que ha venido aconteciendo es que en nuestras universidades confieren casi absoluta legitimación y validación de saberes a lo que se pesa, mide, a lo que somete a comprobación, verificación, contrastación con la realidad  empírica. En las universidades se ha marginado tal vez execrado al momento de construir y constituir los conocimientos  las otras  muchas dimensiones de los seres humanos, por ejemplo: el modo de ser real subjetivo donde anidan las necesidades y las emociones, que impele la voluntad, así también dejan por fuera  el ser real ideal donde se alojan las ideas, las ideologías, los valores, que marcan las sentencias y las intencionalidades de los actos humanos. De tal manera que una iniciativa de transformación en la cognoscibilidad en las universidades se obliga a tejer todas las dimensiones constitutivas de los seres humanos. Y no sólo la que nos indica el hemisferio cerebral izquierdo. Es imprescindible darle rienda suelta a la imaginación. Que la tenemos escondida en el último cuarto, como a la loca de la casa. Prigogyne, nos lo plantea a través de su teoría de las Estructuras Disipativas. No basta la relación causa-efecto para llegar a conocer, hay muchas más cosas, de tanta importancia, al lado de esa flecha histórica.
Conocer, trasciende al acto de aprehender un dato de la realidad, y que ese dato, contentivo de una información  provenga de una estructura, signifique algo, esté relacionado y cumpla una función.
Los conocimientos los generamos y se nutren de la matriz epistémica: ese trasfondo existencial desde donde captamos las realidades, ese mundo de vida que nos llena, ese sustrato que nos alimenta  nuestro casi invariable modo de ser, hacer, conocer, convivir, dentro y fuera de la universidad. Esa matriz epistémica rige para todos en todos partes: en la  praxis de lo político, lo ético, lo estético, lo cultural, lo social. La matriz epistémica nos impronta. Ella es prelógica, preconceptual. La matriz epistémica la hacemos nuestra como una fuente que rige y condiciona el modo de producir conocimientos, y de tramar los significados de las cosas y eventos, con lo cual quedan condicionados los pensamientos.
Las matrices epistémicos  han nutrido en todo a los distintos paradigmas: individualista/sistémico, subjetivista/estructuralista, liberalista/comunista, occidentalista/orientalista, panteísta/ateísta, cuantificativista/cualitativista, disciplinarista/trasdisciplinarista. De allí que nos encontraremos con un inmenso dilema, que tensiona y cuestiona, con mayor fuerza en las universidades: ¿Cómo asumir un despliegue teorético engastado en un paradigma trasdiciplinario, que vaya mucho  más allá de cualquier encierro disciplinar, sin  que previamente no nos hayamos propuesto desmontar, deconstruir la matriz epistémica desde donde se proveen los insumos para la construcción y constitución de los conocimientos?. La trasdiciplinariedad entendida en su esencial componente de complejidad: dialógica, recursiva, hologramática, emergente, auto-eco-organizativa y con borrosidades.
La trasdiciplinariedad, en sus diferentes manifestaciones práxicas, debe partir sin evasivas de un serio cuestionamiento a los paradigmas precedentes. Asunto nada fácil, por cuanto implica poner en entredicho las lógicas de dominación, fundantes de los saberes. Comporta, tensionar a las racionalidades que han anidado un cuerpo de categorías desde donde se lanzan las teorías, desplegadas en discursos cuyos reenvíos epistemológicos nutren reiteradamente a las matrices.


viernes, 18 de febrero de 2011



                         HACIA   UNA   RARA  MITAD

                                                                                    Dr.  Abraham Gómez R.

Si insistimos en tratar de comprender el significado ético de la Política en estos tiempos que corren,  la perplejidad y la incertidumbre asientan cualquier discernimiento en tal sentido. Las observaciones que intenten, aunque sea por curiosidad, develar los otros modos en que se ha transfigurado lo político ahora se quedan pequeñas. No tanto porque los escenarios se muestren a veces inextricables sino también porque cosas que parecían inimaginables son comunes y corrientes y legitimadas con la mayor naturalidad. Con displicencias, tan rampantes. Estamos viviendo en una especie de estado de excepción permanente. Lo cual tarde o temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades activas como para los silencios cobardes. Se ha resucitado esa enigmática figura del derecho romano arcaico, el homo sacer, que designa al hombre cuya vida vale muy poco, o casi nada. Y que su liquidación no constituye  delito alguno. Lo que Agamben denomina “la nuda vida” o (vida desnuda), porque es la existencia humana despojada de de todo valor político, de todo sentido ciudadano. En  cualquier intersticio está la lupa oficialista para ejecutar “las biopolíticas contemporáneas”, es decir, un control político sobre nuestras vidas. Para imponerle a la ciudadanía hasta la manera de sentir y pensar. Nos están conduciendo, a través de una teoría sombría, a renegar de nuestra condición de ciudadanos y al tiempo admitir que somos instrumentos dados y aprovechables para los más disímiles experimentos sociales e ideológicos. Los aparatos tradicionales de control y  de sometimiento están conectados a mecanismos paraestatales que persiguen, apabullan y despojan a los individuos de todo derecho y posibilidad jurídica. Hay una paradójica disposición a justificarlo todo dentro de la Constitución y las leyes, aparejado a la genuflexa entrega del resto de los poderes del Estado. Es una rara mitad.
Precisamente porque el socialismo se centra en el desarrollo humano delezna de las sociedades estatistas donde las decisiones se imponen desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de funcionarios del gobierno o de los cuadros de vanguardias que se autoreproducen. Menos aún. El socialismo rechaza como suyas las improntas populistas o militaristas. Además socialismo no es totalitarismo: la supresión radical por parte del poder de las actividades de los ciudadanos  libres para mirar y valorar al mundo. Porque los seres humanos somos diferentes y tenemos distintas y muy variadas necesidades y habilidades. El desarrollo por definición requiere  del reconocimiento y respeto de las diferencias.
Deseamos construirnos y constituirnos desde el pleno despliegue de las potencialidades  creativas de cada quien, donde se propugne el beneficio de todos, con plena solidaridad humana. Sin posturas hipócritas o utopismos risibles “el desarrollo de todos los poderes humanos como un fin en sí mismo”.
Ya no se trata de desempolvar rancias nomenclaturas con la intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento. Experiencia de lamentable recordación. A propósito Zizek lo declara con crudeza “la izquierda no representa en estos momentos una alternativa positiva”. El asunto diríamos entonces no se trata de una recomposición de la cartografía de las categorías sociopolíticas, sino reconocer definitivamente el valor sustantivo de los seres humanos en la sociedad de que se trate. El asunto estriba en reivindicar a la ciudadanía, sin expropiarle su integral condición.



                                                

                    




            GOLPE DEL ESTADO A LA UNIVERSIDAD

                                                              Abraham Gómez R.

A través de una redacción falsamente erudita. Con un tejido discursivo innecesariamente enrevesado que marca bastante distancia con el paradigma de la Complejidad, se le ha dado a conocer al país un texto legal que regirá la educación universitaria.
 Se destaca, luego de soportar un esquema de raras maromas lingüísticas, que el estilo escritural son ajenos a la idiosincrasia nuestra. Uno llega a pensar que éste es también un producto de importación pero de pésima calidad y tal vez de costosa factura. Se hace casi ininteligible y en consecuencia hubo que duplicar  esfuerzos en relecturas y comprensión. Pareciera que el propósito original de sancionar y promulgar esta ley no es para regular la educación universitaria sino para contagiar una ideología. Un hecho socio-histórico ampliamente significativo lo constituyen las universidades que han sido productos de fuerzas que, aunque mantengan sus antagonismos, alcanzan los necesarios consensos en la sociedad y entre los ciudadanos y además como estrategia recursiva podemos añadir que las sociedades adquieren trascendencias desde el instante cuando sustentan sus crecimientos en las instituciones universitarias.
Son abundantes los gazapos filosóficos, constitucionales, teóricos, epistemológicos que hacen de la L.E.U uno de los más deleznables adefesios jurídicos en el presente decenio. Precisamente por esa preliminar razón denunciamos como írrita y espuria tal norma que no se merece nuestra comunidad universitaria cuya esencia ha estado signada por la pluralidad del pensamiento y la confrontación fértil de las ideas que nutren la academia.
Las normas sociales suelen ser calificadas y valoradas según los fines que persiguen y en esta Ley, forzadamente impuesta percibimos desde la primera letra la búsqueda de un embozalamiento de las ideas, “un modo productivo socialista” en el marco de la “construcción de una sociedad socialista” lo que contraría seriamente el articulado de la Constitución Nacional.
Suena a sarcasmo cuando se expone que la educación universitaria persigue” la solidaridad en la lucha contra toda forma de discriminación e injusticia”, si al propio tiempo se atropella a las voces disidentes del sector universitario, si hay una premeditada intención para excluir y descalificar los pensamientos distintos, los señalamientos contrarios. La Universidad ha sido creada para generar multiplicidades, para que desde ella “se preserven escrupulosamente la diversidad de miradas….la diferencia legítima”. Apelan los promotores visibles y ocultos de la L.E.U, de manera reiterada a la “dialéctica” y al “diálogo de saberes” casi como un conjuro. Veamos: la dialéctica recoge sus merecimientos en las contradicciones necesarias, en las confrontaciones inevadibles, en la unión y lucha de los contrarios, en la negación de la negación, sin embargo, al prefigurarse determinantemente en la norma “un modelo de sociedad socialista” queda excluida la Otredad que proporciona el sentido inverso para alimentar las discusiones y de paso cercena, sin remedios, cualquier insinuación dialógica. Con malévola insistencia han pretendido encuadrar todo vestigio de la educación venezolana conforme al contrabando teórico del Estado docente. Sobre este específico asunto debemos  ser categóricos y contundentes: no hay un Estado docente, como tampoco hay un estado médico, un estado militar, un Estado banquero. La concepción manoseada del Estado docente no responde a consideraciones o preceptos jurídicos sino a una expresa consigna política introducida en Venezuela en el año 1943, precisamente por quienes erigieron el Positivismo como modelo epistemológico para la enseñanza-aprendizaje. Con tal arreglo del Estado docente esta norma en cuestión conculca las conquistas autonómicas de la Universidad, fundamentalmente a partir de la reforma de Córdoba de 1918. Con idéntica mascarada del Estado docente en  el artículo 11 de la L.E.U se le entregan enjundiosas competencias( 57 en total) al M.E.S, que antes habían sido actividades que de manera regular y ordinaria cumplía el C.N.U y los Consejos Universitarios. No debemos pasar por alto que hay una tramposa alusión a la inter y transdisciplinariedad, a los factores complejos generadores de saberes, a las incertidumbres, sobretodo para lo que han denominado Creación Intelectual,. No obstante, el ardid se  devela dos párrafos más adelante cuando intentan justificar para la Interacción con las Comunidades la obligatoriedad de la validación y contraste en los escenarios socio-culturales, legitimar los constructos teóricos en las realidades objeto de indagaciones. Por si fuera poco se asumen cientificistas y de perspectivas para el desarrollo sustentable: Positivismo puro y duro, del más rancio.




           EL SOCIALISMO A PARTIR DE LO QUE NO ES

                                                                                            Abraham Gómez R.*

    A través de un leve esfuerzo podemos abrir otros modos epistemológicos para conceptuar los fenómenos de la realidad socio-política actual en nuestro país.
    Aproximemos un análisis de lo que hoy acontece aquí, sin recurrir, obligadamente, a la lógica formal. Dejando de lado a la recurrente e histórica herencia de los pensamientos cuyo trasfondo se vuelven líneas acríticas e invariables; donde una cosa es siempre igual a sí misma. Si nos apartamos un poco de esa manera de mirar las realidades conseguimos alternativas para constituir las necesarias categorías de lo que tenemos al frente, en lo que estamos imbuidos, y que muchas veces por el empecinamiento de congelarlas en el formalismo lógico no alcanzamos a conocerlas con distinción.
    Resulta interesante la comprensión que intentamos hacer de algo mediante “lo que no es.Ciertamente, adquiere de suyo un rasgo dialéctico la disposición de entender los fenómenos de esa manera. Diremos, entonces, que la verdad” total sólo puede expresarse si tenemos en cuenta el opuesto de lo que se trate.
     ¿Por qué digo lo que digo? Si a un tal socialismo redivivo apuntamos no es difícil extraer las experiencias, enjundiosamente documentadas, de los traumas que causó la pretensión de imponer a parte de la humanidad tal ideología. Un considerable trayecto del siglo XX está jalonado así. La conclusión obtenida es que no son suficientes, en apariencia las sanas intenciones para ejecutar planes y programas de desarrollo en provecho de las sociedades si no van aparejados de claras definiciones de lo que se persigue. Si no quedan establecidos con antelación los fines y medios que posibiliten los objetivos últimos.
    Mientras los exégetas del indescifrable Socialismo del siglo XXI (por cierto, cada vez menos y con minúscula intensidad) cumplen tareas exhaustivas con el propósito de explicar de qué se trata este inescrutado asunto, a un destacado sector democrático únicamente le basta con apelar al recurso discursivo de lo que el socialismo no es para develar la clave comprensiva, sin más, del atosigamiento que padece Venezuela.
    El socialismo no propende la estructuración de una sociedad estatizada, donde sin escrúpulos las decisiones vienen impartidas desde elevados cenáculos, perversión de una clase-nomenclatura militarista que rigen e imponen las iniciativas.
    A partir de la lapidaria sentencia marxista que enuncia la explotación del hombre por el hombre debemos reprecisar, en estos tiempos, a quién le corresponde el papel de explotador. Queda abierta una deuda teórica para resignificar tales categorías en la actualidad venezolana, con mayor énfasis en lo que atañe a las relaciones de producción del ciudadano frente al Estado. Un todopoderoso Estado hipertrofiado cuyo poderío se ha incrementado con y desde los medios de producción que ha venido engullendo, con lo cual cae en serio cuestionamiento su carácter benefactor, por cuanto para sostenerse tiene que sobreexplotar el factor trabajo con el fin de ensanchar las cifras del capital. socialismo no es capitalismo. Conforme a los resultados provechosos en sentido social y económico que exhiben los países nórdicos ante el mundo colegimos que socialismo no es populismo vulgarizado. Es populismo cuando sólo el Estado ofrece la solución de los problemas como proveedor exclusivo de los recursos, con el mínimo esfuerzo de los ciudadanos. El propio Estado cercena las potencialidades humanas individuales para provocar holgazanería y masa cautiva ideologizada.
    Si se erige toda la estructura de poder en torno al poder político, con insistencia de sintetizar un hombre nuevo, con un partido casi único que se confunde con las instituciones del Estado, con un líder que hegemoniza y conculca los demás poderes estatales tal ideología tiene raigambre totalitaria, entonces la distancia es abismal porque socialismo no es totalitarismo.
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* Instituto Tecnológico de Tucupita

jueves, 17 de febrero de 2011

LA ECOLOGÍA ABERRANTE DEL MILITARISMO (II)

LA ECOLOGÍA ABERRANTE DEL MILITARISMO (II)
                                                           Dr. Abraham Gómez R.

Hasta algunos años resultaba impensable que podría desatarse en nuestro país los mecanismos sostenedores de los regímenes totalitarios, cuya mayor esencia viene dada por la  descarada y siempre abominada pretensión de concentrar y controlar lo más  mínimos designios de los seres humanos. A esto lo categorizó Foucault como el biopoder.
No en vano las raíces filológicas que entroncan los vocablos ejército y ejercicio arrastran idénticas procedencia: poner en movimiento, no dejar descansar, hacer trabajar sin respiro, agobiar, forzar hasta la extenuación. Es la primera línea de significados. Las construcciones semánticas  que de éstos se derivan son: contener, retener, encerrar con fuerza. En la actualidad nacional nos luce que esos comportamientos han sido invariables. Ahora con sello institucionalizado para ocupar los distintos ámbitos naturales de la sociedad civil. En cada ente de la administración pública, como caricatura de gerente de algo, hay un militar para cumplir (¿) las funciones que ha aprendido: perseguir con miradas escrutadoras, informar a sus superiores, someter y obstruir cuando algún procedimiento sobrepase su capacidad interpretativa. Por tal camino pronto tendremos un trastocamiento de civilización, de los valores cívicos, las costumbres de los  naturales intercambios, las sensibilidades que nos vinculan a los otros, de los elementos culturales pertenecientes a los ciudadanos que los hacen compartibles en sus legítimos espacios. Si la cosa sigue como va pronto hablaremos de cibilización (con b larga), que al colocar la palabra en el campo léxico de cibus engendra en los sustentadores del poder el capricho de cebar, engordar a la población  para avivar su animalidad, al tiempo que  practican  los ensañamientos para quienes osen desmandarse del orden impuesto. No por ingenuidad o casualidad al frente de la mayoría de los  ministerios de la administración pública conseguimos militares venezolanos y cubanos, con pobrísima formación universitaria para regir tales designios. Mayor desprecio a los sustantivos principios de la civilidad, de la ciudadanización no puede haber. En un régimen militarista resulta absurda la conexión dialógica, de discernimiento, de confrontación intrínseca de ideas, de búsqueda de síntesis superadoras producto del esfuerzo conjunto. El régimen militarista que flagela y acogota a nuestro país han venido conculcando los espacios para dirimir. Sólo auspician y promueven desde la oficialidad los foros de “los espejos”, (pero bastante lejos de la tesis de Lacan) donde los epígonos del militarismo se regustan de lo que ellos mismos dicen y oyen, sin que nadie  se atreva a desbocarse en sentido contrario. Hasta la mismísima Asamblea Nacional, ágora para la confrontación ideológica-política, se ha convertido en un redil obediente y sumiso. Y pensar que a quienes tuvimos hasta ayer como serios intelectuales, con una densa formación académica han devenido en  exégetas de las satrapias de hoy. Hay una indisimulada disposición  desde todas las esferas oficiales a  improntar con sesgos militaristas los diferentes modos de ser de la civilidad venezolana. A imponerle un tono marcial a cada cosa. Los ideólogos del régimen vienen construyendo una gramática para intentar mencionar con otros signos lo que ya conoce la humanidad,  porque ha padecido sus atrocidades. Los militarismos, sean de izquierda o derecha, desembocan en las peores calamidades por cuanto, como acto reflejo, su fin último es eliminar a los oponentes. La intención es darle rienda suelta a la consumación de las hostilidades. Privilegian un reclamo instintivo de territorialidad.  Para ellos se hace obligante expulsar al otro. Al militarismo los antagonistas les resultan  incómodos y  execrables porque en la obtusa mentalidad de tropa no  hay posibilidad para valorar la cohabitación con los contrarios.
En los sistemas auténticamente democráticos la esencia es la tolerancia, sin en el mínimo rasgo cuartelario. Las victorias que afloran en la Democracia se asumen pro-indiviso, por eso son hermosas, porque corresponden a todos, porque fue el resultado a partir de un disenso fértil.