viernes, 18 de febrero de 2011



            GOLPE DEL ESTADO A LA UNIVERSIDAD

                                                              Abraham Gómez R.

A través de una redacción falsamente erudita. Con un tejido discursivo innecesariamente enrevesado que marca bastante distancia con el paradigma de la Complejidad, se le ha dado a conocer al país un texto legal que regirá la educación universitaria.
 Se destaca, luego de soportar un esquema de raras maromas lingüísticas, que el estilo escritural son ajenos a la idiosincrasia nuestra. Uno llega a pensar que éste es también un producto de importación pero de pésima calidad y tal vez de costosa factura. Se hace casi ininteligible y en consecuencia hubo que duplicar  esfuerzos en relecturas y comprensión. Pareciera que el propósito original de sancionar y promulgar esta ley no es para regular la educación universitaria sino para contagiar una ideología. Un hecho socio-histórico ampliamente significativo lo constituyen las universidades que han sido productos de fuerzas que, aunque mantengan sus antagonismos, alcanzan los necesarios consensos en la sociedad y entre los ciudadanos y además como estrategia recursiva podemos añadir que las sociedades adquieren trascendencias desde el instante cuando sustentan sus crecimientos en las instituciones universitarias.
Son abundantes los gazapos filosóficos, constitucionales, teóricos, epistemológicos que hacen de la L.E.U uno de los más deleznables adefesios jurídicos en el presente decenio. Precisamente por esa preliminar razón denunciamos como írrita y espuria tal norma que no se merece nuestra comunidad universitaria cuya esencia ha estado signada por la pluralidad del pensamiento y la confrontación fértil de las ideas que nutren la academia.
Las normas sociales suelen ser calificadas y valoradas según los fines que persiguen y en esta Ley, forzadamente impuesta percibimos desde la primera letra la búsqueda de un embozalamiento de las ideas, “un modo productivo socialista” en el marco de la “construcción de una sociedad socialista” lo que contraría seriamente el articulado de la Constitución Nacional.
Suena a sarcasmo cuando se expone que la educación universitaria persigue” la solidaridad en la lucha contra toda forma de discriminación e injusticia”, si al propio tiempo se atropella a las voces disidentes del sector universitario, si hay una premeditada intención para excluir y descalificar los pensamientos distintos, los señalamientos contrarios. La Universidad ha sido creada para generar multiplicidades, para que desde ella “se preserven escrupulosamente la diversidad de miradas….la diferencia legítima”. Apelan los promotores visibles y ocultos de la L.E.U, de manera reiterada a la “dialéctica” y al “diálogo de saberes” casi como un conjuro. Veamos: la dialéctica recoge sus merecimientos en las contradicciones necesarias, en las confrontaciones inevadibles, en la unión y lucha de los contrarios, en la negación de la negación, sin embargo, al prefigurarse determinantemente en la norma “un modelo de sociedad socialista” queda excluida la Otredad que proporciona el sentido inverso para alimentar las discusiones y de paso cercena, sin remedios, cualquier insinuación dialógica. Con malévola insistencia han pretendido encuadrar todo vestigio de la educación venezolana conforme al contrabando teórico del Estado docente. Sobre este específico asunto debemos  ser categóricos y contundentes: no hay un Estado docente, como tampoco hay un estado médico, un estado militar, un Estado banquero. La concepción manoseada del Estado docente no responde a consideraciones o preceptos jurídicos sino a una expresa consigna política introducida en Venezuela en el año 1943, precisamente por quienes erigieron el Positivismo como modelo epistemológico para la enseñanza-aprendizaje. Con tal arreglo del Estado docente esta norma en cuestión conculca las conquistas autonómicas de la Universidad, fundamentalmente a partir de la reforma de Córdoba de 1918. Con idéntica mascarada del Estado docente en  el artículo 11 de la L.E.U se le entregan enjundiosas competencias( 57 en total) al M.E.S, que antes habían sido actividades que de manera regular y ordinaria cumplía el C.N.U y los Consejos Universitarios. No debemos pasar por alto que hay una tramposa alusión a la inter y transdisciplinariedad, a los factores complejos generadores de saberes, a las incertidumbres, sobretodo para lo que han denominado Creación Intelectual,. No obstante, el ardid se  devela dos párrafos más adelante cuando intentan justificar para la Interacción con las Comunidades la obligatoriedad de la validación y contraste en los escenarios socio-culturales, legitimar los constructos teóricos en las realidades objeto de indagaciones. Por si fuera poco se asumen cientificistas y de perspectivas para el desarrollo sustentable: Positivismo puro y duro, del más rancio.

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