jueves, 24 de febrero de 2011

PALABRAS DEDICADAS A UN MAESTRO


                              A  MANERA  DE  PRÓLOGO

                                                                 Dr. Abraham Gómez R.

Escoger las palabras adecuadas para que causen el efecto racional-emocional en los lectores resulta una tarea delicada y, al propio tiempo satisfactorio por cuanto mientras recorremos tales propósitos surge la identidad con quienes nos miran desde el trazo escritural que hemos querido consignar.
Una manifestación exquisita de la edad avanzada es la paciencia. Con los años la densa reflexión que se hace ante los fenómenos, previa a su grafía o a su perlocución, permite que lo que digamos, con las voces o con las letras, adquieran de suyo la suficiente fuerza categorial. Que lo que se expresa sea dicho, tal vez, con el corazón.
Tejer un modesto discurso con la intención de prologar un trabajo hermoso, según el autor quizás el último para publicar, despierta en mí un compromiso inescurrible. Estoy imbuido de sus escritos en versos y en prosas. A partir del trasfondo semántico utilizado  por el autor  se apertura la imaginación y queda prolongada a través de sugerentes impulsos nuevas creaciones. Es percibible  tamaño desafío. Ya  darán cuenta literaria las futuras generaciones en los correspondientes análisis críticos.


Cada frase que construye el  profesor Teodardo González está plena de la propia intensidad como ha vivido su vida. Su dilatada y notable existencia. Advertimos a lo largo de los elementos textuales a los que apela, que nuestro admirado octogenario no regatea recursos idiomáticos para improntar con propiedad. Su sello y estilo están fijados con firmeza lo cual augura perennidad a su obra. No caben dudas que  nos entrega aquí también, un legado tan cercano a su reconocida trayectoria de ductor de juventudes, de insigne educador, originario del magisterio tradicional por su completitud de competencias y conocimientos cuya luz irradia en el amplísimo campo de la docencia.
La condición actitudinal de Maestro adquiere en el Profesor Teodardo González una noble corporeidad, por los modos  disciplinarios como ha practicado este apostolado, porque él ha logrado cultivar las virtudes más idóneas para aprender y para enseñar, porque ha sabido hacer de la Escuela, en tanto Institución, un amable espacio más para la convivencia que para la supervivencia.
 En estos dos textos en uno solo, queda develada su infinita versatilidad para decir, hasta donde alcanza su prodigalidad, lo que de implícito e infinito contiene la naturaleza y al propio tiempo el discurrir de los seres humanos. Él trabaja esa lúdica existencial, que se nos vuelve a veces inasible, sinuosa, y que, sin embargo la magia de los relatos en sus claves narrativas, en sus variadas prosas testimoniales, nos posibilitan los momentos de revisitar la condición humana.
Hago una exteriorización confesional: ausculté muy pocos momentos nostálgicos y muchos de exaltación al amor “…búscame en el enlace de unos brazos emblema de armoniosa compañía, o en la promesa real de un embarazo y en la imagen del fruto que se ansía….”. Así vivifica además su obra, indistintamente del género literario en curso, con la exaltación a los valores como principios rectores...” es que no puede existir sociedad alguna sin sujeción a una tabla de valores éticos, estéticos, personales, sociales y espirituales….ellos guían el pensamiento y  orientan la acción, porque son esencia misma de nuestras tradiciones, fuente inspiradora de nuestra metas y fines, de nuestros  ideales, de nuestro querer ser….”.Es un lujo, en estos tiempos y circunstancias, que nuestro autor, se detenga y explaye en palabras la axiología de la vida. Por calificarlo de obvio, algunos no abundan en el tema, otros por desconocimiento lo dejan a un lado.
Hace milenios que se ideó la escritura. No fue nada fácil al principio. La misma palabra “sgráfo” era difícil de asimilar, porque significaba desgarrar, pero a medida que se suavizaba la escritura se dulcificaba también el nombre. El ciclo completo lenguaje-escritura-lectura ha constituido desde tiempos muy remotos uno de los “inventos” más prodigiosos de la humanidad. Ha habido asechanzas para su exterminación. La modernidad tecnologizante ha venido desarrollando lo suyo como para limitar o por lo menos enfriar las inspiraciones. No obstante, prevalece lo que nuestro notable autor denomina, con Bergson, un “impulso vital”, esas motivaciones desatadas para las reconstrucciones permanentes. Se trata de una energía distinta de los fisicalismos. Entiéndase, nos sensibiliza el profesor Teodardo, que hay  un vitalismo que nos enerva, que nos eleva en pro de  los desenvolvimientos individuales y colectivos. Esos movimientos, vocea el autor, son sospechosos de aparejamiento con el anemos de los griegos.


Qué otra cosa es la lectura sino el acto mediante el cual procedemos a recoger los mensajes enviados a través de los multiformes signos lingüísticos. Con qué otro   acto nos encontramos en la prolija narrativa del Maestro Teodardo  sino es la areté que irrumpe desde los ahondamientos de sus propias consideraciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario