domingo, 18 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: La contraparte sube el tono y amenaza

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro de la Alta Comisión de Defensa del Esequibo

Miembro del Instituto de Estudios fronterizos de Venezuela

 

Los propósitos en la Política Exterior de Venezuela por la reclamación de la Guayana Esequiba tienen que seguir con seriedad y al amparo de una iniciativa con las características que describen la fortaleza de una diplomacia abierta, para que avance de manera franca a los ojos de la opinión pública.

 Nada de maniobras encriptadas, mezquindades o exclusiones de sectores.

Estamos conscientes que hay estrategias que deben reservarse (perfectamente entendido); que no conviene develarlas por anticipado. Sería mostrarles las cartas al adversario con las que vamos a jugar.

Sin embargo, quienes hemos asumido la defensa integral de la mencionada extensión territorial aspiramos que la gente participe y dé sus opiniones. Deseamos que el país, como un todo, se involucre; por cuanto, este caso que nos ocupa, siempre lo hemos considerado como un Asunto de Estado.

La Nación completa fijando una sola y única posición.

No obstante, nos gustaría que quienes se atrevan a emitir algunas consideraciones o propuestas de solución sobre el particular litigioso se documentaran primero; para que haya recato y ponderación en lo que exponen.

A veces leemos opiniones disparatadas o imprudentes, que lejos de cooperar con la causa a nuestro favor lo que hacen es perjudicar.

A partir de diciembre de 2020 para acá, hemos escuchado cualquier cantidad de conjeturas; precisamente, desde la señalada fecha cuando la Corte Internacional de Justicia sentenció (inapelablemente) -según el contenido de su dispositiva-  que se asume con jurisdicción y competencia para conocer fondo y forma del caso controversial, suficientemente conocido.

Hay que dar cada paso con inteligencia.

Evitar resbalarse en las celadas que nos tiende el adversario.

Por ejemplo, incurrir en el gravísimo error de caer en una “creciente escalada militarista”, como la que ellos pretenden provocar. Así como se han atrevido a Instrumentar falsos positivos para que se desate un toma y dame de lado y lado; o apelar a la diplomacia de agresión a través de los medios o plataformas digitales en una especie de “guerra de comunicados” o “mostrar cañones” que es como decir:  declaraciones atrevidas de funcionarios de aquella cancillería o representantes de las Fuerzas Armadas.

¿Qué sugerimos, en lo que a nosotros corresponde? Mucha prudencia, cautela y moderación.

La Corte, en la narrativa de los hechos y en la fundamentación de derecho, dejó sentado que se concretará – como en efecto se encuentra- en su tarea jurisdiccional, que nunca se ha paralizado, a solicitar a las Partes a que presenten en las fases de pruebas y alegaciones sus respectivos acervos en cuanto a la eficacia jurídica del cuestionado Laudo.

Hemos dicho, bastantes veces y por todos lados, que para el (11) de agosto de este año, nuestra delegación debe asistir por ante la precitada Sala, con comparecencia plena de nuestra representación multidisciplinaria, para demostrar y probar cómo fue que la cuestionada decisión arbitral de 1899 --poco menos que un adefesio jurídico, producto de añagazas y tratativas tramposas-- nos despojó con vileza de una séptima parte de nuestra geografía nacional.

En consecuencias, estamos obligados a convocar a todos los sectores del país; invitar a estudiosos del caso que conozcan del pleito para que aporten soluciones; con la finalidad de estructurar toda la estrategia a desarrollar para la fase de pruebas.

Convidemos a los mejores compatriotas con talentos, sin diferenciaciones de ningún tipo.

Nos resulta impensable que Guyana pueda convencer a los honorables Magistrados de tal Ente Jurisdicente de que ellos tienen algo, en este trayecto decisivo, para disfrazar la temeridad procesal que han utilizado en los últimos años.

No poseen nada en qué asir lo que pretenden.

Por nuestra parte, señalamos que estamos munidos de los Justos Títulos, en tanto recursos probatorios de la propiedad y legitimidad histórica, jurídica, cartográfica de Venezuela.

No hay nada que temer y menos caer en bravatas; dado que los documentos que nos respaldan no son expedientes con presunciones caprichosas ni empecinamientos de malcriadez. Son legajos iure et de iure, de pleno y absoluto derecho.

 

 

jueves, 15 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: Plena vigencia del Acuerdo de Ginebra

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

La excolonia británica sigue asumiendo una actitud envalentonada.

Cometen cualquier cantidad de desmanes, e inmediatamente citan el Acuerdo de Argyle del 14 de diciembre del 2023, como una especie de escudo para enmascarar lo que han hecho.

 

Precisemos a manera de recordatorio que Guyana introdujo una demanda, en el 2018, contra nuestro país, y la ha venido ratificando en todas sus comparecencias procesales; en cuyo pliego de causas correspondientes al petitorio insisten en   solicitar   que la Corte Internacional de Justicia obligue a Venezuela a reconocer el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, como “cosa juzgada”, y que lo asumamos como “válido y vinculante”.

Inmenso despropósito que desmontaremos en su   debida oportunidad.

 

Ellos han arreciado con sus actitudes abusivas; ya no únicamente en la proyección atlántica que genera la parte continental de la Guayana Esequiba, en contención y aún por delimitar; sino que, imprudentemente, han dado instrucciones y hasta órdenes escritas a las empresas transnacionales para que operen en cualquier coordenada marítima por su costado oeste ( con exactitud, penetrar más hacia el este de  Venezuela), irrespetando nuestra  soberanía  en esa área; propiamente en la proyección del estado Delta Amacuro que  no se incluye ni es parte  en la presente controversia.

 

Con esas manifestaciones irregulares burlan, como les da gana, el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966 – que recordamos, una vez más, acaba de cumplir 59 años- y que constituye el único documento válido, con pleno vigor jurídico en este juicio.

A partir del precitado documento (un triunfo de la diplomacia venezolana) todo el pleito por la extensión territorial en disputa debe, inexorablemente, circunscribirse a lo que allí está consagrado.

 

Con la acción judicial que la contraparte trabó por ante la Corte quedó al descubierto cuál es la intencionalidad y propósito que persiguen.

Sin embargo, recibieron de nosotros, en la misma Sala Jurisdicente, en abril de 2024, el respectivo memorial de contestación de la demanda.

Con idéntica fortaleza, nos preparamos para comparecer a la fase de pruebas, el 11 de agosto de este año, si así lo autoriza el jefe de Estado; por cuanto, la presencia o no de la delegación venezolana por ante la Corte es de su exclusiva determinación, conforme al artículo (236) de nuestra Constitución Nacional.

 

¿Por qué decimos, que las licencias, permisos y demás concesiones que viene otorgando Guyana son ilegales y contrarían el vigente Acuerdo de Ginebra?

Porque el Acuerdo de Ginebra, extraordinario documento – plenamente ratificado por las partes suscribientes- contempla en su artículo V lo siguiente, para el absoluto acatamiento de los concernidos:

 

 “Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reino Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.

Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…”

 

Dejémoslo más claro y destacado aún “Ni para crear derechos de soberanía”.

Nunca han tenido soberanía en las áreas territorial y marítima controvertidas. Lo que han estado haciendo es una vulgar ocupación.

Jamás han gozado del poder supremo e independiente para tomar decisiones en la mencionada zona; porque están conscientes que hay un asunto pendiente por discernir, aclarar y rendir cuentas.

 

En el Acuerdo de Ginebra la contraparte reconoció que el susodicho laudo –donde se amparan- es írrito y nulo de nulidad absoluta. Ni más ni menos.

En el juicio que cursa en el Alto Tribunal de La Haya nos basamos y centramos, indesligablemente, en El Acuerdo de Ginebra – aceptado totalmente el 17 de febrero de 1966 por el Reino Unido; además, por el entonces primer ministro de la Guayana Británica y por la representación diplomática de nuestro país.

 

Se oficializó nacional e internacionalmente el Acuerdo de Ginebra cuando fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela N.º 28.008 del 15 de abril de 1966 y posteriormente registrado el 5 de mayo del mismo año en la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas bajo el N.º I-8192.

 

El Acuerdo de Ginebra causó estado en la ONU.

Jamás ha sido susceptible de ningún recurso jurisdiccional.

El contenido del Acuerdo de Ginebra es tan contundente que ha agotado cualquier posibilidad de que se interpongan actos en su contra. Se volvió absolutamente inalterable e inatacable.

 

 

 

 

 

miércoles, 7 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: ¿Debemos comparecer ante la Corte?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Estudios Universitarios (OBREU)

 

 

Por distintas vías nos preguntan que si nos conviene asistir el próximo (11) de agosto, de este año, a la audiencia programada, para la fase de pruebas; a pesar de la sentencia emitida - unánimemente-  por la Corte, sobre medidas provisionales a favor de Guyana, el pasado 1 de mayo.

He respondido, sin temor ni lugar a dudas, que sí. Afirmativamente.

Debemos comparecer. Ahora, más que nunca, llevaremos nuestra alforja de probanza - jure et de iure- de derecho y por derecho, que no admite pruebas en contrario,

Doy mis razones. ¿Por qué debemos asistir para defender lo nuestro?

Porque entre las dos partes concernidas en este juicio (Venezuela y Guyana) somos nosotros los únicos que poseemos los justos títulos traslaticios irrebatibles que nos acreditan como los verdaderos propietarios de esa inmensa extensión territorial, con sus incalculables riquezas, que nos arrebataron con añagazas y alevosías.

Tenemos cómo probar y demostrar las tratativas perpetradas, a través de la colusión de los imperios, de entonces.

Además, no debemos – bajo ninguna circunstancia- dejar solo al contrincante en el escenario internacional que se nos presenta, en tanto y en cuanto Sala Juzgadora en este pleito centenario.

 A nuestro entender, se asoma como la ocasión definitiva de reivindicar nuestra geohistoria en ese particular.

Así también, hacemos del conocimiento de la opinión pública nacional que contamos con un elogiado y densamente calificado equipo multidisciplinario para la defensa en el precitado proceso.

Añádase que en estricto derecho no hay nada que temer.

Hay quienes señalan que hubo un referendo consultivo en el 2023, que anula cualquier posibilidad de hacernos presentes en la Corte, porque nuestro país no le reconoce jurisdicción a la citada Sala Juzgadora.

Primero, debemos aclarar que una cosa es jurisdicción (potestad generalizada de los magistrados de administrar justicia) que en sí misma la tienen; y la otra es la competencia (facultad específica para conocer y resolver un caso concreto).

La Corte se autoconfirió ambos elementos (jurisdicción y competencia) en diciembre de2020 para conocer forma y fondo de esta controversia. No nos queda otra.

El juicio jamás se ha paralizado.

 El artículo (53) del Estatuto de la Corte es preciso y directo:

Si una de las partes no comparece ante la Corte o se abstiene de defender su caso, la otra parte puede solicitar que la Corte dicte sentencia a su favor”.

No podemos correr el riesgo de que se nos aplique la establecida norma sin antes haber defendido con honores y bastantes recursos incontrovertibles lo que siempre ha sido nuestro.

 

Nuestra Guayana Esequiba, permanentemente, ha constituido un apetecible territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras etc. Territorio muchísimo más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos. Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.

 

Este territorio nos lo arrebataron. Fuimos despojados de esa séptima parte de nuestra geografía nacional con el denominado Laudo Arbitral de París de 1899; adefesio jurídico que desde entonces lo hemos calificado de írrito y de nulidad absoluta. Inexistente.

 

Digamos también, por otra parte, que hemos estado reclamando con ímpetu para nuestra Nación la devolución de esos 160.500 km2.

Ha habido desde hace muchos años y gobiernos -lo reconocemos-  algunos deslices, desaciertos e impropiedades.

 

De cualquier forma, la fuerza contencional ha sido indetenible e implacable.

Los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Tenemos cómo y con qué.

 

Me he permitido ir explicando en todas mis conferencias por varias universidades, en las plataformas digitales y, presencialmente, en otras instituciones del país las razones y argumentos sociohistóricos, cartográficos y jurídicos que nos asisten.

 

Permítanme abundar aquí, para rememorar un hecho significativo.

Se conoce Suficientemente que cuando se negoció, suscribió  y ratificó – por las delegaciones estatales- el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, por   la representación del Reino Unido (Sr. Michael  Stewart); así también admitido por el Sr. Forbes Burnham (para entonces, primer ministro de la Guayana Británica) y por nuestro país el  excelso canciller Ignacio Iribarren Borges; en ese acto e instante quedó  sepultado –por saecula saeculorum— el laudo tramposo, gestado mediante una tratativa perversa en contra de los legítimos derechos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.

La delegación diplomática de Guyana está impelida a mostrar -en la fase probatoria-- los elementos estructurantes de su pretensión; y hasta el día de hoy no tienen nada. Todo lo pretendido requiere pruebas, y no cuentan con tales elementos jurídicos. Allí lo que ha prevalecido (sobre todo desde el 2015 para acá) es un juego de intereses dinerarios entre los gobiernos de cualquier signo político; llámese del PPP o del CNP y el enjambre de empresas transnacionales que están esquilmando nuestros recursos en el territorio y en su proyección atlántica.

 

Quienes están asesorando a la contraparte deben estar conscientes que en cualquier proceso judicial hay que obligarse a demostrar lo pretendido.

 

¿Cómo se les ocurre afirmar en la interposición de acciones contra Venezuela –en procura de acreditación de la Sala Juzgadora-- que el inefable laudo comporta “cosa juzgada” y debe configurarse (y aceptarse) como “válido y vinculante” para nosotros?

Con esa patraña no nos ganarán jamás, en justo derecho.

Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar.

La excolonia británica ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966; el cual es el único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos donde tengamos que ir; para denunciar ante el mundo el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.

 

 

 

 Guayana Esequiba: ¿Debemos comparecer ante la Corte?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Estudios Universitarios (OBREU)



Por distintas vías nos preguntan que si nos conviene asistir el próximo (11) de agosto, de este año, a la audiencia programada, para la fase de pruebas; a pesar de la sentencia emitida - unánimemente-  por la Corte, sobre medidas provisionales a favor de Guyana, el pasado 1 de mayo.

He respondido, sin temor ni lugar a dudas, que sí. Afirmativamente. 

Debemos comparecer. Ahora, más que nunca, llevaremos nuestra alforja de probanza - jure et de iure- de derecho y por derecho, que no admite pruebas en contrario,

Doy mis razones. ¿Por qué debemos asistir para defender lo nuestro?

Porque entre las dos partes concernidas en este juicio (Venezuela y Guyana) somos nosotros los únicos que poseemos los justos títulos traslaticios irrebatibles que nos acreditan como los verdaderos propietarios de esa inmensa extensión territorial, con sus incalculables riquezas, que nos arrebataron con añagazas y alevosías.

Tenemos cómo probar y demostrar las tratativas perpetradas, a través de la colusión de los imperios, de entonces.

Además, no debemos – bajo ninguna circunstancia- dejar solo al contrincante en el escenario internacional que se nos presenta, en tanto y en cuanto Sala Juzgadora en este pleito centenario.

 A nuestro entender, se asoma como la ocasión definitiva de reivindicar nuestra geohistoria en ese particular.

Así también, hacemos del conocimiento de la opinión pública nacional que contamos con un elogiado y densamente calificado equipo multidisciplinario para la defensa en el precitado proceso.

Añádase que en estricto derecho no hay nada que temer.

Hay quienes señalan que hubo un referendo consultivo en el 2023, que anula cualquier posibilidad de hacernos presentes en la Corte, porque nuestro país no le reconoce jurisdicción a la citada Sala Juzgadora.

Primero, debemos aclarar que una cosa es jurisdicción (potestad generalizada de los magistrados de administrar justicia) que en sí misma la tienen; y la otra es la competencia (facultad específica para conocer y resolver un caso concreto).

La Corte se autoconfirió ambos elementos (jurisdicción y competencia) en diciembre de2020 para conocer forma y fondo de esta controversia. No nos queda otra.

El juicio jamás se ha paralizado.

 El artículo (53) del Estatuto de la Corte es preciso y directo: 

“Si una de las partes no comparece ante la Corte o se abstiene de defender su caso, la otra parte puede solicitar que la Corte dicte sentencia a su favor”.

No podemos correr el riesgo de que se nos aplique la establecida norma sin antes haber defendido con honores y bastantes recursos incontrovertibles lo que siempre ha sido nuestro.

 

Nuestra Guayana Esequiba, permanentemente, ha constituido un apetecible territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras etc. Territorio muchísimo más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos. Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.


Este territorio nos lo arrebataron. Fuimos despojados de esa séptima parte de nuestra geografía nacional con el denominado Laudo Arbitral de París de 1899; adefesio jurídico que desde entonces lo hemos calificado de írrito y de nulidad absoluta. Inexistente.


Digamos también, por otra parte, que hemos estado reclamando con ímpetu para nuestra Nación la devolución de esos 160.500 km2. 

Ha habido desde hace muchos años y gobiernos -lo reconocemos-  algunos deslices, desaciertos e impropiedades.


De cualquier forma, la fuerza contencional ha sido indetenible e implacable.

Los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Tenemos cómo y con qué.


Me he permitido ir explicando en todas mis conferencias por varias universidades, en las plataformas digitales y, presencialmente, en otras instituciones del país las razones y argumentos sociohistóricos, cartográficos y jurídicos que nos asisten.


Permítanme abundar aquí, para rememorar un hecho significativo. 

Se conoce Suficientemente que cuando se negoció, suscribió  y ratificó – por las delegaciones estatales- el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, por   la representación del Reino Unido (Sr. Michael  Stewart); así también admitido por el Sr. Forbes Burnham (para entonces, primer ministro de la Guayana Británica) y por nuestro país el  excelso canciller Ignacio Iribarren Borges; en ese acto e instante quedó  sepultado –por saecula saeculorum— el laudo tramposo, gestado mediante una tratativa perversa en contra de los legítimos derechos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.

La delegación diplomática de Guyana está impelida a mostrar -en la fase probatoria-- los elementos estructurantes de su pretensión; y hasta el día de hoy no tienen nada. Todo lo pretendido requiere pruebas, y no cuentan con tales elementos jurídicos. Allí lo que ha prevalecido (sobre todo desde el 2015 para acá) es un juego de intereses dinerarios entre los gobiernos de cualquier signo político; llámese del PPP o del CNP y el enjambre de empresas transnacionales que están esquilmando nuestros recursos en el territorio y en su proyección atlántica.


Quienes están asesorando a la contraparte deben estar conscientes que en cualquier proceso judicial hay que obligarse a demostrar lo pretendido.


¿Cómo se les ocurre afirmar en la interposición de acciones contra Venezuela –en procura de acreditación de la Sala Juzgadora-- que el inefable laudo comporta “cosa juzgada” y debe configurarse (y aceptarse) como “válido y vinculante” para nosotros?

Con esa patraña no nos ganarán jamás, en justo derecho.

Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar. 

La excolonia británica ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966; el cual es el único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos donde tengamos que ir; para denunciar ante el mundo el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.




jueves, 1 de mayo de 2025

 

                    La lúdica arquetípica de Balza

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente de Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Con José Balza, reconocido y auténticamente   laureado escritor - quien lleva la Deltanidad tejida a su piel- hemos aprendido que los libros son objetos mágicos.

 Leer no es sólo consumir signos lingüísticos sino crear, elucidar, proponer, recomponer; y a menudo, somos los lectores quienes les revelamos a los autores qué fue lo que en realidad escribieron. Porque, aunque no toda lámpara tiene su genio, de lo que si estamos seguros es que lo que brota también depende del espíritu, la mentalidad y las sensibilidades de quien frota la lámpara; de quienes nos adentramos en los lugares recónditos y las intencionalidades que habitan en cada palabra escogida para que diga algo.

 Cuando nos disponemos a leer, a “frotar la lámpara” para desafiar al genio, abandonamos la multiplicidad de inquietudes de la mente y accedemos a concentrarnos, a seguir el curso de una idea, de una argumentación; a confrontarla con nuestras propias consideraciones.

 

En el libro de mi autoría “Hombres en la historia contemporánea del Delta”, precisamente un personaje descollante – entre otros- es el escritor José Balza, de interesante proyección internacional por su densa obra.

Balza nos relata que siempre ha sido muy disciplinado.

Nos expresa que escribir para él es como un grado de sacerdocio con la vida y la belleza.

Balza sentencia de este modo: “el lenguaje no perdona, o te hace decir tonterías o te lleva a lo más hondo de la realidad y de las personas”.

 Confiesa nuestro entrevistado que escribe, según nos ha dicho, en las mañanas, pero puede sentir el eco de algo; un suceso, cosas que comentan y entonces obedece de inmediato al llamado, se pone a trabajar donde quiera que se encuentre.

 Ha llegado a escribir –sentado en un aeropuerto en espera de un vuelo internacional - en una servilleta, un cuaderno, la tableta.

 Todavía dibuja y viaja con lápices, pinceles y una acuarela.

Porque además vive en lo más íntimo de sus ser la pasión desbordante de un artista plástico.

La verdad balziana no debemos pesquisarla en el discurso sino en la episteme que define su óntica; digamos, su modo de ser, su alforja de imaginarios y sus sensibilidades.

 

Los ejercicios narrativos de Balza nos llevan de la mano como ductores hacia la realidad esperanzadora o hacia la proliferación de preguntas sin necesarias respuestas.

Los lectores aprehendemos de Balza escurridizas lúdicas (juegos inimaginables) en cada párrafo textualizado; lo cual constituye una hermosa estrategia que impulsa a darle completitud a sus ideas apenas insinuadas.

 Pude haber sido otro niño — relata Balza en una entrevista que le hicimos, recientemente— pero había una energía vital que se ubicaba en mí; yo era testigo privilegiado de aquel mundo: agua, cielo inmenso, la vasta selva, montañas, lo que me hizo atrapar la realidad y convertirla en palabras.”

 ¿Cuándo supiste que había llegado el momento de salir del Delta (a conquistar el mundo) para labrarte una trayectoria destinal?

 “A los 16 años. Sucedió por casualidad y también porque ya había leído mucho. Los libros te abren mundos distantes como si los tuvieras a la mano. Nadie se imagina cuántos lectores ha habido en el Delta en los últimos cien años”

 Balza aporta, aún en los intersticios de su narrativa, suficiente dialéctica, para desenhebrar historias y experiencias.

 Sus textos, en tanto entidades vivas, nos guían; inclusive aquellos escritos de su época juvenil que tuvo el atrevimiento de lanzarlos a las aguas de su avecindado Caño Manamo, en un acto inconsciente de metafórico esparcimiento y de exquisita proyección universal de sus letras.

Los textos arquetípicos de Balza han irrumpido para provocar, para desencadenar innumerables controversias; a veces para ir contra lo establecido, para antagonizar los conceptos esclerosados por dogmatismos.

A Balza le fascina dejar sentado en sus escritos pensamientos a contracorriente, en los cuales el cinismo tiene un sitio preponderante.

Tuvimos la osadía de preguntarle, sin el menor reparo: ¿Confiesas, conforme a las claves narrativas de Neruda, que has vivido?

 Hasta la saciedad. He visto morir políticos; y cada vez me gusta más que así ocurra. He sido amado y apreciado, y he correspondido al máximo. Nací en el Delta del Orinoco, y ese es mi supremo don. Conozco numerosas ciudades del planeta, y eso ha sido como beber un licor inagotable. También estoy preparado para la partida”

 

jueves, 24 de abril de 2025

 

Guayana Esequiba: El litigio se encuentra en el esquema que la Corte le confirió

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

En verdad, nuestro país había invocado siempre el Acto procesal de No Comparecencia; por cuanto, no le reconocíamos Jurisdicción a la Corte Internacional de Justicia como instancia idónea para dirimir la controversia; y menos conocer forma y fondo de este asunto; pero la realidad ha cambiado, inmensamente, tras la sentencia que la propia Sala se auto otorgó en diciembre de 2020.

 

El Alto Tribunal, en la referida ocasión, desestimó tres elementos (de cuatro) los cuales se encontraban contenidos en la Pretensión Procesal del recurso interpuesto por Guyana.

La contraparte aspiraba que se le ordenara a Venezuela la  retirada de nuestro  Ejército de toda el área este de la Isla de Anacoco;  además, en el escrito, los coagentes guyaneses  pedían que se impusiera una medida a Venezuela para que “dejara de hostilizar” a las (39) empresas transnacionales que han estado esquilmando los incuantificables recursos de la denominada entonces “zona en reclamación” y su respectiva  proyección atlántica; operaciones que efectúan en contravención al Acuerdo de Ginebra de 1966.

Así también, ellos habían   solicitado que la citada Autoridad Internacional acordara restricciones a nuestro país, para que no “obstaculice” a la excolonia británica ninguno de sus proyectos económicos; aunque pretendan desarrollarlo ( y lo hacen) en la zona objeto del litigio.

 

La Corte, en la narrativa de los hechos y en la fundamentación de derecho, dejó sentado que las precitadas “menudencias” se podían resolver por otras vías pacíficas, y no en ese Tribunal.

 

La CIJ consideró que su tarea jurisdiccional, en lo adelante, se circunscribirá a solicitar a las Partes a que presenten sus respectivos alegatos en cuanto a la “eficacia jurídica” del Laudo Arbitral de París del 3 de octubre de 1899. Ni más ni menos.

 

El Ente Jurisdicente se fijó su propio esquema para proceder; y ha venido invitando a las partes concernidas a las audiencias.

Algunas veces en trayectos preliminares, en otra atinente a la fase expositiva o postulatoria; donde prácticamente se trabó el juicio.

 

Frente a los panoramas que nos anuncian (y acecha) hay que actuar con inteligencia.

Quienes hemos estudiado este asunto por años sostenemos, de muchas maneras, que el mencionado Laudo es desmontable. Pero, estamos contestes que nos encontramos nada más y nada menos que ante un insalvable dilema.

 

La disyunción se planteará y sostendrá en estos términos: hasta dónde puede llegar a ser considerado el citado documento, un adefesio con “carácter válido y vinculante”.

 

Podrá la delegación guyanesa convencer y probar en juicio   que la decisión arbitral de 1899 ha sido “Ejecutoriada” por Venezuela; por lo que recibirían de la Sala la impronta de Cosa Juzgada, con los respectivos soportes impeditivos de impugnaciones. Por eso les digo, no es poca cosa tal desafío.

 

Resulta impensable cómo y con qué podría Guyana convencer a los magistrados que esa extensión territorial ha sido de ellos y develar cómo la consiguieron.

 

Deseamos dejar sentado, sin arrogancia o prepotencia, lo siguiente.

Históricamente, nos hemos encontrado munidos de los Justos Títulos Traslaticios, en tanto recursos probatorios de la propiedad y legitimidad jurídica y cartográfica de Venezuela sobre esa séptima parte que nos desgajaron.

 

Respaldados   por los escritos que nos asisten no hay nada que temer; dado que tales documentos   que nos favorecen –reiteramos- no son expedientes con presunciones caprichosas, empecinamientos de malcriadez. Son legajos iuris et de iure.

Con seguridad, en el momento de probar -el 11 de agosto de este año- la delegación venezolana hará resplandecer, con bastante honestidad, la Real Cédula de Carlos III, de fecha 8 de septiembre de 1777, cuando se crea la Capitanía General de Venezuela en las iniciativas denominadas Reformas Borbónicas.

 

En la señalada Real Cédula se fija la mitad del rio Esequibo, como límite natural y legítimo del costado este.

Añadimos también que, para el 30 de marzo de 1845, cuando España reconoce la Independencia a Venezuela, mediante el “Tratado de Paz y Amistad”, ratifica que la extensión territorial que le corresponde a la naciente República está conformada, precisamente, por todo cuanto quedó contenido en la Real Cédula de 1777.

 

Atendamos con suficiente cautela que los propósitos en la Política Exterior de Venezuela, por la reclamación de la Guayana Esequiba tienen que seguir con seriedad y al amparo de una iniciativa con las características que describen la fortaleza de una diplomacia abierta, como Asunto de Estado, para que avance de manera franca a los ojos de la opinión pública.

jueves, 17 de abril de 2025

 

Pretender curar con arrobas las exclusiones hechas a las mujeres.

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria(OBREU)

 

 

Las mujeres han venido asumiendo elogiosas responsabilidades, tal vez “lentamente”, pero con fundamentación y sostenibilidad.

 Este es el siglo de las mujeres, no caben dudas.

 En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia”; un asunto casi de “arqueología social” con el fin de hacer los hallazgos del legado inmarcesible de las mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron; para que sus voces sean escuchadas.

 Sin embargo, aprovecho de invitarlos para que prestemos atención a lo siguiente:  cuando estudiamos el Género Gramatical nos conseguimos que atiende a estructuras complejas morfo-sintácticas concordantes; es decir, propiedad de los sustantivos y de ciertos pronombres, por cuya especificidad se hace posible clasificarlos en masculinos, femeninos y en neutros; este último, en caso muy concreto en algunas lenguas.

El Género Gramatical no tiene nada que ver con sexismo, ni con genitalidades o ubicaciones conforme a la "diversidad de gustos" de cada quien. Eso es otra cosa.

Si admitimos que a través del Género Gramatical nos guiamos para el orden sintagmático que deben seguir las palabras, evitemos caer en la trampa de las dobles consideraciones al momento de mencionar lo masculino y lo femenino. Eso es innecesario y redundante.

 Nuestra Real Academia Española ha fijado posición determinante al respecto.

Tenga en cuenta que por muy buenas intenciones que usted abrigue o quiera dársela de “moderno, fino o actual” no hace inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindica a la mujer con decir: muchachos y muchachas, ellas y ellos, estudiantes y estudiantas, todas y todos, o poniendo arrobas (@) en los escritos para abarcar ambos géneros de una sola vez. Esa doble mención del género resulta un insoportable galimatías.

 Muchísimas  veces por pretender enarbolar falsos feminismos se cometen tamañas barrabasadas; así también, alguna gente  --por querer aparentar ser incluyente,  abarcativo o populista con sus palabras-- pronuncia  la desfachatez siguiente: participantes y participantas, concejales y concejalas, alférez y alfereza, oficinistas y oficinistos, periodista y periodisto, títulos y títulas (como dijo, recientemente, un ministro) camaradas y camarados, asistentes y asistentas;  y por esa ruta distorsionada y ridícula se termina por ofender o poner en entredicho el verdadero valor de las mujeres en nuestra sociedad.

 Hay que respetar las normas establecidas en la lengua que poseemos para expresarnos.

 Nuestro idioma, no obstante, sus muchas imprecisiones y aspectos mejorables, sostiene elementos que han sido sometidos a reglas; que son aceptados por tácitos convencionalismos o por uso rutinario y tradición.

 Si cada quien va a hablar como mejor le plazca, imagínese en qué va a parar el asunto; además, eso parece que se contagia como una “rara enfermedad”.

Es su propia determinación expresiva, para bien o para mal, lo que le proporcionará identificación y personalidad.

 ¿Qué se busca con tal esquema o criterio de ordenación del buen uso del Género Gramatical? Digámoslo directamente, que haya exquisitez, economía y transparencia en el vocablo utilizado, en   la frase construida y en el texto o discurso. Elegancia en los actos de habla y en toda la comunicación.

Aunque la sociedad se encuentre masculinizada, las mujeres requieren de nosotros -hoy tanto como ayer- una nueva mirada sociohistórica; por cuanto, reconocemos que se ha vuelto indetenible la presencia de la mujer en las más disímiles disciplinas profesionales y áreas de conocimientos. La mujer vive en constante y maravillosa superación.

¿Qué nos hemos conseguido, a lo largo de todo ese trayecto? Que, ciertamente, todavía hay odiosos resabios de androcentrismo en las sociedades; que   creen y presuponen que en torno a lo masculino deben determinarse todas las cosas. Eso es absurdo.

 Digamos también que, al momento de escribir sobre el hermoso e interesante trabajo de las mujeres, muchos intelectuales emplean suficientes estrategias de atenuación discursiva que persiguen minimizar el contenido de sus obras, cuando los temas se refieran al género femenino. Son intelectuales deshonestos, cobardes e hipócritas.

 Es verdad que cuando una sociedad se encuentra masculinizada, entonces hace usos excesivos de los diminutivos -- como instrumentos lingüísticos-- para darle opacidad a las realidades de las mujeres.