sábado, 25 de abril de 2020




Si la Guayana Esequiba es nuestra, los esequibanos también.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.

En la presente circunstancia, que nos lleva a cumplir la cuarentena decretada por las autoridades; obviamente, nos vimos obligados a interrumpir la agenda que habíamos venido desarrollando por varias ciudades del país, desde el año pasado, a través de la cual  hemos estado atendiendo invitaciones de universidades, instituciones de educación media, gabinetes de seguridad y defensa, circuitos judiciales organizaciones no gubernamentales, retenes carcelarios, entidades culturales, museos históricos, logias masónicas etc., con la finalidad de exponer e intercambiar criterios sobre el asunto litigioso por la Zona en Reclamación.

Les manifiesto que, inescapablemente, siempre aflora una inquietud por parte de quienes asisten a las conferencias, y la pregunta recurrente es: por qué se hace necesario e importante insistir que ese pedazo de tierra es nuestro.

Ante la justificada “perplejidad”(y para las entrevistas, que ahora damos vía telefónica), respondemos de la siguiente manera: esta lucha centenaria no solo procura acaudalar para nuestro país las inmensas riquezas de todo tipo que allí se encuentran; sino además abrigamos  intrínseca y naturalmente el  principio de sano nacionalismo  y  de reivindicación histórica; porque nos  arrebataron, de modo vil,   esos 159.500 km2, a través de una maniobra artera; urdida entonces por el Imperialismo Inglés y Rusia; cuando conformaron ( y sin que permitieran la presencia de la representación venezolana) el tribunal que decidió despojarnos de la denominada Guayana Esequiba, mediante  la sentencia del Laudo Arbitral, celebrado en París, el 3 de octubre de 1899.

De manera que hemos arrastrado tal reclamación desde hace más de un siglo, no por capricho o malcriadez diplomática.

Hemos sostenido tal contención porque tenemos suficientes elementos probatorios: históricos, jurídicos, cartográficos, sociales, políticos y morales que nos asisten.

Permanentemente estamos dispuestos a continuar, en las instancias que sean necesarias, hasta que se logre hacer justicia a Venezuela del daño patrimonial territorial que se nos perpetró. Tenemos los Justos Títulos, documentos traslaticios, desde que nos constituimos como Capitanía General de Venezuela, el 8 de septiembre de 1777.

Añadimos  también al  citado testimonio escrito el acta de reconocimiento de nuestra Independencia por parte de España, fechada  30 de marzo de 1845; en cuyo texto de renuncia y cesión, Su Majestad Católica (S.M.C) Isabel II, cito:  “usando la facultad que le compete por decreto de las Cortes Generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia por si, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que les corresponden sobre el territorio americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela; y a consecuencia de este acto  admite como nación libre, soberana e independiente a la República de Venezuela compuesta de las provincias y territorios expresados en su Constitución y demás leyes posteriores…..”(omissis).

De tal manera que la séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron, la reclamamos con suficiente fortaleza y asidero jurídico.

Sin embargo, también he expuesto, como autocrítica, que siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores de la Guayana Esequiba, pero nunca hablan de la considerable población que ocupa ese territorio.

En la Guayana Esequiba conseguimos importantes ciudades, pueblos y asientos demográficos de varios tipos y clases sociales; cuyo registro censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 600.000 personas, incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawaks, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes, Wapashi. Una franja poblacional bastante considerable de: Afro e Indo descendientes, amerindios, asiáticos, portugueses etc. Una amalgama humana interesante.

La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar la atención y la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano, con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia. Cedulación, salud, educación, servicios públicos, turismo, deportes, cultura, apoyo a la producción; en fin, todo cuanto sea necesario para vincularlos con nuestra venezolanidad que así mismo les corresponde a ellos.

Estamos obligados a enlazarnos como compatriotas, con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros. No debe importarnos únicamente reclamar la extensión territorial y su proyección marítima; por cuanto, la gente que allí convive debe ser tarea prioritaria para que obtengan desde nosotros sentido de pertenencia e identidad con el resto de Venezuela.




viernes, 24 de abril de 2020







Si la Guayana Esequiba es nuestra, los esequibanos también.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.

En la presente circunstancia, que nos lleva a cumplir la cuarentena decretada por las autoridades; obviamente, nos vimos obligados a interrumpir la agenda que habíamos venido desarrollando por varias ciudades del país, desde el año pasado; a través de la cual  atendíamos  invitaciones de universidades, instituciones de educación media, gabinetes de seguridad y defensa, circuitos judiciales organizaciones no gubernamentales, retenes carcelarios, entidades culturales, museos históricos, logias masónicas etc., con la finalidad de exponer e intercambiar criterios sobre el asunto litigioso por la Zona en Reclamación.

Les manifiesto que, inescapablemente, siempre aflora una inquietud por parte de quienes asisten a las conferencias: porqué se hace necesario e importante insistir que ese pedazo de tierra es nuestro.

Ante la justificada “perplejidad”, respondemos de la siguiente manera: esta lucha centenaria no solo apunta a acaudalar para nuestro país las inmensas riquezas de todo tipo que allí se encuentran; sino además abrigamos  intrínseca y naturalmente el  principio de sano nacionalismo  de reivindicación histórica; porque nos  arrebataron, de modo vil,   esos 159.500 km2, a través de una maniobra artera, urdida entonces por el Imperialismo Inglés y Rusia; cuando conformaron ( y sin que permitieran la presencia de la representación venezolana) el tribunal que decidió despojarnos de la denominada Guayana Esequiba, mediante  la sentencia del Laudo Arbitral, celebrado en París, el 3 de octubre de 1899.

De manera que hemos arrastrado tal reclamación desde hace más de un siglo, no por capricho o malcriadez diplomática.

Hemos sostenido tal contención porque tenemos suficientes elementos probatorios: históricos, jurídicos, cartográficos, sociales, políticos y morales que nos asisten.

Permanentemente estamos dispuestos a continuar, en las instancias que sean necesarias, hasta que se logre hacer justicia a Venezuela del daño patrimonial territorial que se nos perpetró.

Tenemos los Justos Títulos, que han sido traslaticios, desde que nos constituimos como Capitanía General de Venezuela, el 8 de septiembre de 1777.

Añadamos al  citado documento el acta de reconocimiento de nuestra Independencia por parte de España, el 30 de marzo de 1845; en cuyo texto de renuncia y cesión, Su Majestad Católica (S.M.C) Isabel II  “usando la facultad que le compete por decreto de las Cortes Generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia por si, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que les corresponden sobre el territorio americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela; y a consecuencia de este acto  admite como nación libre, soberana e independiente a la República de Venezuela compuesta de las provincias y territorios expresados en su Constitución y demás leyes posteriores…..”(omissis).

De tal manera que la séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron, la reclamamos con suficiente fortaleza y asidero jurídico.

Sin embargo, también he expuesto, como autocrítica, que siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores de la Guayana Esequiba, pero nunca hablan de la considerable población que ocupa ese territorio.

En la Guayana Esequiba conseguimos importantes ciudades, pueblos y asientos demográficos de varios tipos y clases sociales, cuyo registro censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 600.000 personas, incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawaks, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes y Wapashi.

La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar el interés y la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia.

Estamos obligados a enlazarnos como compatriotas, con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros.


martes, 21 de abril de 2020



                    Todos los caños habidos y por haber.

(En memoria del escritor deltano Humberto Mata)
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Se hace bastante comprensible que una persona, por muy buenas intenciones y disposiciones que tenga, en toda su vida no llega a conocer o recorrer los innumerables y vastosísimos caños de nuestro Delta del Orinoco. Por una razón sospechada desde siempre: los deltas nunca terminan de hacerse. Cada día aflora, con los aluviones deltaicos, una posibilidad de ser.
En el extenso espacio Delta Amacuro, a decir verdad, el escenario natural que hoy deslumbra por su belleza, mañana se transforma en algo, quizás mucho más maravilloso. Y así va siendo y haciéndose constante y sostenidamente.  Se dibuja una ilación de sueños interminables que nos apasionan.
Nos atrevemos a señalar que nuestro afamado escritor Humberto Mata, por lo menos físicamente, no pudo visualizar nuestra inmensa geoespacialidad. Emprendimiento imposible.
Tal limitación jamás constituyó, para Humberto, un óbice determinativo, para no asir e involucrar en su narrativa la exuberancia y esplendor que describe y caracteriza este pedazo de tierra, que nos hemos dado para vivir.
Sabemos que todo este andamiaje, de caños enrevesados, nos confiere idiosincrasia y suficiente piso identitario; además, refuerza la creación socio lingüística de la Categoría existencial que denominamos Deltanidad.
Deltanidad que definimos como: tejernos en la piel nuestras valoraciones, motivaciones, acendradas y comunes costumbres, conocimientos, emociones, sensibilidades, mitos, ritos, triunfos y desaciertos. Enhebrar nuestras especificidades ónticas y culturales, con las respectivas vivencias; sin eludir que también atravesamos carencias.
En sus relatos, Humberto recurre con insistencia a prescribirnos que la cultura se asume en tanto vector generador permanente de diferenciadoras posiciones ideológicas, de síntesis axiológicas y de tensiones pulsionales.
Humberto siempre se manifestó respetuoso de la opinión contraria a la suya, en el campo que fuera. Con-vivir es admirable, decía. Con-vivir comporta mucha más que llenar de personas un espacio territorial; las orillas de los caños del Delta, por ejemplo. O asentar a una considerable porción de gente en un lugar determinado para que satisfaga, conforme a las circunstancias, sus necesidades existenciales.
Será por ese motivo que pesquisamos en la vertebración de sus escritos, una justificación devocional hacia el prójimo; que se hace traducible, para él, en lo siguiente: los seres humanos tenemos un destino inexorable, estamos obligados a vivir juntos.
Lo que nuestro escritor Humberto Mata llegó a ser, y nosotros hemos sido y vamos siendo, para decirlo en las claves enunciativas existencialistas de Heidegger, se lo debemos a la matriz epistémica que nutre la Deltanidad, con toda su inenarrable imantación.
El idéntico Delta que le ofrece suficiente apoyatura al discurso literario de José Balza.
Un mundo-de-vida- en el Delta que rige nuestro trasfondo vivencial; que alimenta, entre los deltanos, el modo de conocer individual y socialmente. Que posibilita nuestras querencias.
Es tal la influencia de la Deltanidad que hasta nos impone la manera de hacer construcciones sígnicas de las cosas; de denominarlas de un modo muy nuestro. Le conferimos vida, en cada acto de habla a nuestro sociolecto, para así entendemos.
En los trabajos léxico-semánticos develamos que los vocablos desde sus orígenes atesoran, guardan o esconden un pedazo de historia que nos obliga a hacer una labor de arqueología social; a rebuscar, a levantar capas y envolturas etimológicas.
Humberto Mata apeló, en reiteradas ocasiones, a nuestro regionalismo que ya dijimos impronta con su singular estilo, para simbolizar las realidades en sus escritos.
Reconocemos que la Deltanidad irrumpe a partir de la pléyade de brillantes deltanos que encauzaron su desarrollo profesional, en otras latitudes. Ellos, con su decidido esfuerzo, prohijaron la Deltanidad, asimilada también conceptualmente, como matriz epistémica de condicionamientos inconscientes, que configuran la vida misma de cada uno de nosotros.

sábado, 18 de abril de 2020




Quijote y Sancho: locura y realidad

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Desde sus propios orígenes, todo cuanto escribió Miguel de Cervantes ha suscitado, en sus distintas posibilidades de análisis, las más prolijas investigaciones, abordadas con disímiles puntos de vista.

Sin precedentes. No ha habido límites para la proyección y admiración universal de la obra del manchego.
Ofrecemos al respecto este dato adicional, a manera de ejemplo: El Quijote ha sido traducido a casi todos los idiomas del mundo; además, otro aporte que registramos, como interesante es que   después de la Biblia ha sido el texto más leído de la humanidad; lo cual nos hace sentir orgullosos en nuestra condición de hispanohablantes.

Ha habido una permanente indagación en los intersticios de tan hermosos tejidos discursivos. No sólo en su obra cumbre: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Permítanme decir que, a lo largo de más cuatrocientos años, los críticos han actuado como cirujanos. Han hecho todo tipo de disecciones, en los entramados escriturales cervantinos, con absoluta minuciosidad.

Saben qué sorprende: que aún consigamos en esos trabajos densos aportes y conclusiones desconocidas y originales.

Me atrevo a aseverar que únicamente una obra tan extraordinariamente fecunda en matices (y enhebrada de varios géneros literarios) alienta y sostiene los señalados enjundiosos estudios, imaginaciones y novísimas reinterpretaciones; sin agotar su infinito y riquísimo caudal.

Como hombre de su tiempo, Cervantes estuvo al tanto de las corrientes literarias y filosóficas de entonces; algunas de las cuales dejaron huellas en sus creaciones. Así como también, se ha dicho que la dual personalidad   del manchego Don Miguel se encuentra desdoblada en los dos principales personajes de la citada obra: idealización y pragmatismo. Conflicto permanente entre las fantasías del presunto caballero y la realidad encarnada en el grotesco acompañante.

Diversas corrientes del pensamiento y muchos de los elementos que caracterizan el espíritu renacentista se encuentran concitados en la obra de Cervantes. Con el ligero detalle, que el “Manco de Lepanto” escribe este elogiable y admirado relato satírico y de parodia para desprestigiar los pedantes libros de caballería, que daban cuenta de grandes empresas de conquistas en aquella época.

Todo buen caballero, a decir de Cervantes, requiere de un fiel escudero.

Y para este relato, El Quijote: iluso, romántico, soñador, visionario e idealista logra contratar a Sancho, a quien describe, como su compañero de luchas, pero que “no tiene mucha sal en la mollera”.

Sancho quedó patentizado por su sentido práctico de las cosas; influido la mayoría de las veces en estas hazañas por el fatalismo; afincado en cada paso por el realismo vital.

Sin embargo, a pesar de su temple rústico y directo para exponer sus pareceres, Sancho sirve de escudero; por cuanto, El Quijote le ofreció como paga por sus servicios hacerlo gobernador de la Isla Barataria. Un compromiso ficcionado de El Quijote para que el tosco propietario de Rucio no lo abandone en su enfrentamiento con los molinos de viento.

En sus interminables cabalgatas, de todas maneras, El Quijote y Sancho cada uno condensa sus propias creencias y prejuicios.

Cervantes construye una pareja inmortal, cuando ubica en contraste la locura idealizadora y la realidad tangible, la cultura y la rusticidad, la ingenuidad y la picardía. Incluso el aspecto físico de ambos presenta esta doblez: la larga y seca figura de Don Quijote montado en su caballo frente a las redondeces y la gordura de Sancho montado en su pobre asno.

Al final, podríamos decir que la locura de El Quijote fue transformando a Sancho; así entonces, su proverbial pragmatismo fue mutando hacia ilusiones o ideas vagas.

Y la conseja conclusiva de El Quijote hacia su sobrina devela que regresa, el cazador de molinos de viento al mundo de los cuerdos: “te recomiendo que nunca hagas pareja con hombre lector de caballerías, porque se desquician”. Una indescifrable dualidad cervantina, que todavía incita a más develamientos.



martes, 14 de abril de 2020




             “Las clases pueden esperar”

Tal es la opinión de Abraham Gómez, doctor en ciencias sociales, profesor universitario y miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, quien ha venido proponiendo, inclusive a nivel del Ministerio de Educación que “ ya hay bastantes inquietudes, temores e incertidumbres, a lo interno de los hogares, para que en una aparente medida aunque  en  con buenas intenciones, pero incorpora bastante desasosiego entre padres, madres, familiares y, obviamente, en los niños y jóvenes que se encuentran en un proceso tradicional presencial de enseñanza-aprendizaje”


¿Qué propone usted al respecto, para aprovechar el tiempo de cuarentena dentro de las casas?

Hay algunas categorías que debemos dejar en claro: diferenciar entre casa y hogar; constituyen dos vocablos completamente diferentes. Otro elemento, no menos importante, por la difícil circunstancia que estamos viviendo es que el espectro de la educación es mucho más abarcativa que limitarse a dar clases de contenido programáticos, algunas veces improvisados, donde se deja a un costado el reforzamiento de los componentes psico social y socio emocional de los niños.

Así entonces, propuse a las autoridades del Ministerio, que congelaran por tres meses las actividades presenciales en los planteles, y que ese tiempo sea aprovechado en los hogares para ofrecer conocimientos para toda la vida, a través de actividades domésticas, sensibilización, incentivación de valores, cooperación familiar, despliegue de tareas culturales.

La educación no es únicamente lo que contiene la malla curricular y que hay que cumplirlo en un determinado lapso. La Educación va mucho más allá, es permanente es para que  discurra con nuestras existencias.”

¿La propuesta suya, tiene algún fundamento teórico?

Por supuesto. Primero me estoy basando en los postulados filosóficos de la educadora María Montessori, en su Educación con autonomía para la Libertad, que sostiene al educando con centro del proceso (paidocentrismo); así también, incorporo las bases del aprendizaje significativo de Ausubel y la asimilación de saberes por   descubrimiento de Bruner. Y por su fuera poco, refuerzo, mi propuesta con el constructivismo sociocultural de Vygotsky y la pedagogía crítica de Freire.
De tal manera que si suspendemos por 90 días el sistema tradicional venezolano no provocamos ninguna catástrofe; al contrario, posibilitamos que los niños y jóvenes aprehendan (capten) conocimientos que les servirán para toda la vida.

lunes, 13 de abril de 2020




Guyana “petrolera”: ¿Ingresa a la OPEP?
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

A lo largo de nuestra historia contemporánea (con la” aparición” del petróleo, como recurso aprovechable) las iniciativas programáticas y todo cuanto se decidía emprender para el desarrollo de la Nación, quedaba sujeto y condicionado a los ingresos dinerarios (divisas de todo tipo contante y sonante), como resultado del proceso de mono exportación de tal elemento fósil que prodigó la naturaleza.

Nos llegamos a escorar, prácticamente, de ese único factor como renta. Dicho de otro modo, fuimos tan “estúpidos e incapaces como país” que recostamos la economía de Venezuela absoluta e ilimitadamente de los proventos petroleros. Todo lo demás quedaba a las orillas y marginados.

 Hoy estamos pagando con creces (y con cruces) la vergonzosa situación en la cual nos encontramos.

 Recordemos cuando pronunciábamos, con orgullo, por todas partes “el petróleo es de Venezuela”, ahora exclamamos “Venezuela era del petróleo”.

El petróleo, como importante factor productivo en Venezuela, irrumpe a partir de 1875.

Un hecho fortuito devela para la posteridad nuestro posible destino: luego de un terrible   terremoto comienza a manar petróleo en grandes cantidades por una de las grietas producidas por el movimiento telúrico en la hacienda "La Alquitrana" del Estado Táchira. Allí se instalaron extraños equipos de perforación. Todo un espectáculo para los pobladores de la región, quienes se acercaban para ver lo que estaba sucediendo. Hoy, a estas alturas del siglo XXI, todavía ese accidente geológico no lo hemos podido dominar o administrar con decencia e idoneidad.

La perplejidad nos sigue subsumiendo; esta vez no por el rebrote sino por la ineptitud e indolencia.

El año pasado y en los dos primeros meses de 2020, hasta donde pudimos asistir; en nuestro recorrido por las universidades venezolanas y por algunas instituciones públicas y privadas para atender algunas invitaciones académicas, cuyo tema estriba sobre la Guayana esequiba; se nos pide una opinión objetiva, en cuanto a cómo es eso que Guyana nos puede llegar a superar como explorador, explotador y comercializador de petróleo.

Cómo es eso que Guyana pueda llegar tener un crecimiento vertiginoso de su Producto Interno Bruto (PIB), en los próximos meses.

Las respuestas a tales interrogantes las hemos dado directas y contundentes: Guyana se ha burlado de Venezuela, de muchas maneras.

Guyana ha irrespetado el contenido esencial del Acuerdo de Ginebra de 1966, que limita a las partes en la contención litigiosa, por la zona en reclamación, explotar los recursos que en esa área se encuentran, hasta que haya un arreglo amistoso, práctico y satisfactorio.

No nos cansaremos de denunciar, siempre con mayor  insistencia, que hay un enjambre de empresas operando, bajo la coordinación de la Exxon-mobil, la cual fija los procedimientos en el área para   la Shell holandesa, diseña los planes para la  CGX estadounidense, establece las cuotas de explotación a la  Anadarko canadiense, a la CNOON china; en fin, se conoce que sobrepasan de 52 compañías que allí se instalaron, procedentes de muchos países que se dicen amigos de Venezuela; incluso algunas naciones que hemos estado apoyando a través de Petrocaribe.

Están aprovechando, como mejor les plazca, los recursos madereros, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en general, en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron; sino además han permisado a grandes consorcios en la proyección atlántica nuestra.

El Fondo Monetario Internacional sigue estimando que Guyana cerrará el 2020, con un crecimiento de su PIB, por el orden del 86%. Incluso, se especula que sobrepasará en un 14 por ciento a la misma China, en su incremento de riquezas.

La probabilidad, de la cual se hablaba a finales del año pasado, ya es una triste realidad para nosotros: en este momento, las “exportaciones petroleras de Guyana” (¿?), superan el millón de barriles diarios. Además, los analistas añaden que la excolonia británica puede llegar a ser el país con el mayor caudal financiero líquido disponible y de ingreso per-cápita. Podría llegar a ser el país, en el mundo, con el mayor número de barriles de petróleo por habitante.

Guyana está esperando la   traumática definición de los resultados de unas elecciones tramposas del 02 de marzo, para definir si solicitan su incorporación a la OPEP o quedarse como agente independiente, tipo Rusia, EE. UU o México con la finalidad de negociar precios, cuotas y realizaciones en el mercado internacional.  ¡Increíble!!

Decimos increíble, porque esos incalculables recursos nunca han sido ni británicos ni guyaneses. Tenemos una reclamación centenaria que ahora se dirime en la Corte Internacional de Justicia. Poseemos suficientes elementos probatorios para exponer y alegar que la Guayana Esequiba es nuestra jurídica, cartográfica e históricamente.

Ha habido una ocupación abusiva de las transnacionales, a partir de concesiones fraudulentas e ilegales que recibieron de los gobiernos guyaneses. Entregas impregnadas de añagaza económica. Guyana no es un país petrolero. Esos recursos no le pertenecen.


lunes, 6 de abril de 2020







Las clases pueden esperar,
los conocimientos para la vida no.

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Se presenta para la población escolar y para los administradores del sistema educativo, con motivo de la obligada cuarentena, un dilema complejo y bastante difícil de discernir.

Por una parte, hay una tendencia opinática favorable a esperar un lapso prudencial para convocar (previas evaluaciones epidemiológicas) al reinicio de las actividades en los diferentes niveles y modalidades, en sus respectivos planteles, con relativa normalidad.

Así también, no poca gente (dándole carácter displicente a la pandemia provocada por el coronavirus) se inclina porque los estudiantes se reincorporen de una vez a sus clases. Serísima confrontación.

A las dos posibilidades de reapertura anteriormente reseñadas, se perfila otra, nada desdeñable; explicada, de manera amplia en los siguientes términos: se procederá a la habilitación de todos los mecanismos, recursos y dispositivos tecnológicos para que, a través de internet (vía online), se reconecten los diversos componentes que participan en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Ya hemos hecho la debida advertencia, desde el inicio de la presente reflexión, que no resulta nada fácil alcanzar una solución expedita, a entera satisfacción de las partes involucradas, incluso por las agravantes circunstancias atravesadas.

Consideramos que ha llegado el momento de unir, por el bien de la educación venezolana, las mejores inteligencias; de revisitar y documentarnos cómo han hecho otros países para superarse en atascos similares.

Indistintamente de la ubicación ideológica, religiosa, económica, étnica, social etc., en el momento actual de la vida de la Patria, debemos implicarnos como sociedad y en conjunción de familias en la educación de todos. Nótese que dije todos; sin exclusión de grupos etarios, o la específica participación de niños o jóvenes activos en la escolaridad. Saben por qué, porque la Educación nos teje, siempre, para toda la vida. Permanentemente estamos dando y recibiendo conocimientos a lo largo de nuestra existencia. De quien menos nos imaginamos aprendemos.

Pensemos que nuestra sociedad y las familias están obligadas a valorar a la educación como constituyente trilógico: contenidos curriculares, valores y comportamientos en la sociedad (ya lo hemos desplegado en artículos anteriores). Además, la Educación recibe un importante aliado complementario con actividades culturales, dentro y fuera del hogar.

Precisamente, tales actividades de interrelación e integración familiar constituyen el núcleo principal para la contribución de los padres y demás integrantes de la familia a la Educación, con sentido colectivo. Ocasión para aplicar, ni más ni menos, que el aprendizaje por modelamiento (según las claves teórica de A. Bandura).

Entendamos, de una vez por todas, que no únicamente en la Escuela se desarrollan posibilidades de aprendizaje permanente.

En esta cuarentena, a lo interno del hogar (no he dicho la casa, que es otra cosa), afloran para los niños y jóvenes innumerables posibilidades de aprehender y aplicar conocimientos, de todo tipo.

Suficientemente se ha demostrado que el modelamiento en las tareas domésticas, cotidianas, sencillas o complejas ensanchan las estructuras cognitivas e intelectivas de los educandos.

Los niños y jóvenes se sienten hábiles y útiles por cuanto están aportando tiempo y esfuerzos en las labores familiares, aparejado a la cantidad de conocimientos asimilados para el resto de sus vidas.







Las clases pueden esperar,
los conocimientos para la vida no.

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Se presenta para la población escolar y para los administradores del sistema educativo, con motivo de la obligada cuarentena, un dilema complejo y bastante difícil de discernir.

Por una parte, hay una tendencia opinática favorable a esperar un lapso prudencial para convocar (previas evaluaciones epidemiológicas) al reinicio de las actividades en los diferentes niveles y modalidades, en sus respectivos planteles, con relativa normalidad.

Así también, no poca gente (dándole carácter displicente a la pandemia provocada por el coronavirus) se inclina porque los estudiantes se reincorporen de una vez a sus clases. Serísima confrontación.

A las dos posibilidades de reapertura anteriormente reseñadas, se perfila otra, nada desdeñable; explicada, de manera amplia en los siguientes términos: se procederá a la habilitación de todos los mecanismos, recursos y dispositivos tecnológicos para que, a través de internet (vía online), se reconecten los diversos componentes que participan en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Ya hemos hecho la debida advertencia, desde el inicio de la presente reflexión, que no resulta nada fácil alcanzar una solución expedita, a entera satisfacción de las partes involucradas, incluso por las agravantes circunstancias atravesadas.

Consideramos que ha llegado el momento de unir, por el bien de la educación venezolana, las mejores inteligencias; de revisitar y documentarnos cómo han hecho otros países para superarse en atascos similares.

Indistintamente de la ubicación ideológica, religiosa, económica, étnica, social etc., en el momento actual de la vida de la Patria, debemos implicarnos como sociedad y en conjunción de familias en la educación de todos. Nótese que dije todos; sin exclusión de grupos etarios, o la específica participación de niños o jóvenes activos en la escolaridad. Saben por qué, porque la Educación nos teje, siempre, para toda la vida. Permanentemente estamos dando y recibiendo conocimientos a lo largo de nuestra existencia. De quien menos nos imaginamos aprendemos.

Pensemos que nuestra sociedad y las familias están obligadas a valorar a la educación como constituyente trilógico: contenidos curriculares, valores y comportamientos en la sociedad (ya lo hemos desplegado en artículos anteriores). Además, la Educación recibe un importante aliado complementario con actividades culturales, dentro y fuera del hogar.

Precisamente, tales actividades de interrelación e integración familiar constituyen el núcleo principal para la contribución de los padres y demás integrantes de la familia a la Educación, con sentido colectivo. Ocasión para aplicar, ni más ni menos, que el aprendizaje por modelamiento (según las claves teórica de A. Bandura).

Entendamos, de una vez por todas, que no únicamente en la Escuela se desarrollan posibilidades de aprendizaje permanente.

En esta cuarentena, a lo interno del hogar (no he dicho la casa, que es otra cosa), afloran para los niños y jóvenes innumerables posibilidades de aprehender y aplicar conocimientos, de todo tipo.

Suficientemente se ha demostrado que el modelamiento en las tareas domésticas, cotidianas, sencillas o complejas ensanchan las estructuras cognitivas e intelectivas de los educandos.

Los niños y jóvenes se sienten hábiles y útiles por cuanto están aportando tiempo y esfuerzos en las labores familiares, aparejado a la cantidad de conocimientos asimilados para el resto de sus vidas.

miércoles, 1 de abril de 2020




   Educación y Libertad: dimensiones siamesas.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.

A propósito de esta fecha, primero de abril, que ha quedado institucionalizada mediante un acuerdo entre la ONU y la UNESCO, como Día Mundial de la Educación, podemos pergeñar algunas breves reflexiones al respecto; las cuales apuntan con certeza a reconocer que, desde siempre, la humanidad ha reconocido y valorado a la Educación como una necesidad intrínseca y natural de los seres humanos.

Admitimos como un hecho natural, en todos los escenarios no necesariamente escolares, (ha sido suficientemente estudiado), que la Educación constituye un idóneo fenómeno subjetivo y social que se posibilita únicamente entre humanos; saben por qué, porque el resto de los animales se adiestran, es decir: responden y se hacen sumisos a los designios de la diestra de alguien. Los animales dan sus manifestaciones instintivas por su propia   supervivencia.
Prestemos atención que estamos planteando, determinante y esencialmente, a la Educación en base a sus tres componentes constituyentes: el factor instruccional (contenidos curriculares, programáticos), el cual se imbrica con los otros dos, no menos importantes: la socialización y la personalización ( la dimensión axiológica – valores-).

Por eso argumentamos, de manera reiterada: La educabilidad adquiere pleno sentido únicamente entre humanos; porque la Educación nos posibilita   abrir nuestras mentes (eso no cuenta para el resto de los animales); además,  con la Educación nos motivamos, promovemos y alentamos las conciencias individuales y societal. Con la Educación replicamos valores religiosos, ético-morales, políticos, estéticos, económicos etc.

Conocimientos, socialidad y axiología constituyen una exquisita amalgama que potencia el crecimiento y desarrollo humano.
Así entonces, admitimos con la mayor transparencia que para lograr   el fenómeno humano integrativo, arriba citado, la Educación obtiene de suyo un aliado indesligable: la Libertad.
Educación en/con Libertad comporta y define nuestro modo de ser, de aprehender la realidad, de buscarle explicaciones a la vida, que se nos presenta, a veces, como un   rizoma existencial (G. Deleuze, dixit).
Luce un discernimiento filosófico, cierto, pero así exactamente se nos presenta.

Van aparejadas la Educación y la Libertad:  dimensiones siamesas, sin la menor posibilidad de separación; porque una y otra se requieren, se necesitan, se complementan vitalmente.

 Un proceso educativo sin libertad vendría a ser poco menos que una aberración, una incongruencia.

A lo primero que le echan mano los regímenes totalitarios, con intención de reproducirse, es a la educación; poniendo como excusas las manoseadas reformas, que no lo son.

Determinantemente, todo proceso de enseñanza-aprendizaje debe observar como base sustentadora la Libertad de ser, pensar, decir y actuar. Lo contrario es adoctrinamiento (indoctrinación), contaminación ideologizante.

Las sociedades modernas abominan de las formas dogmáticas propias de algunas estructuras políticas-partidistas, que privilegian y exigen de sus conmilitones conductas inmutables. Les imponen predisposiciones a callar, a volverse una nadería; a cerrarse ante las evidentes realidades. Llegan incluso, quienes así se comportan, a socializar idioteces.