viernes, 26 de febrero de 2016


 La Guayana Esequiba: despojo e ignominia histórica
 Dr. Abraham Gómez R.
 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.

Para entender la controversia existente en el Esequibo hay que analizar la situación, entre otros muchos aspectos, desde el punto de vista terrestre y marítimo.
 Comencemos por definir: en lo terrestre, que lo que hemos venido llamando Guayana  Esequiba es un inmenso territorio que abarca aproximadamente  159.500 km2, desde la margen izquierda del Río Esequibo hasta Punta de Playa  en Delta Amacuro, por la zona costera-norte; y por el sur hasta la frontera con Brasil, separada por el Río Takotu, incluyendo una amplia proporción de  la Sierra del Roraima.
 La Guayana Esequiba constituye un territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras etc. Territorio muchísimo más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos.  Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.
 Este territorio nos lo arrebataron, fuimos vilmente despojados  con el denominado Laudo Arbitral de París de 1899, que desde entonces hemos calificado tal documento  de írrito y nulo.
Hemos  estado reclamando para nuestra Nación venezolana la devolución de la Guayana  Esequiba; algunas veces con ímpetus, otras con flaquezas y debilidades.
Los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentadas en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas  o injustas. Hemos explicado en las instancias internacionales correspondientes las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos  que nos asisten
Si en el espacio terrestre de la zona del Esequibo ha habido una severa contención e inacabable controversia, la situación se ha venido complicando mucho más por el Mar Territorial y la Plataforma continental que proyecta.
Todo territorio ubicado en la costa, genera espacio marítimo a partir de una línea base, conforme a las convenciones de los derechos del Mar para las naciones.
 Sucede que Guyana ha hecho bastantes intentos para extender, no sólo lo que corresponde a su pedazo de costa atlántica, sino que ha aspirado llevar a 350 millas la plataforma continental frente a la Guayana Esequiba, exactamente la que estamos reclamando; sin consultar a Venezuela, y en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra, documento éste que está cumpliendo cincuenta años de su firma.
 Si Guyana no ha alcanzado esa extensión de la plataforma y Mar Territorial, por la vía de Derecho (jurisdiccional) ante la ONU, lo ha conseguido de hecho al dar innumerables  concesiones a empresas transnacionales en las áreas terrestre y  marítima,  que genera la Guayana  Esequiba.
Ya decíamos que si  confrontamos un problema de reclamo de soberanía en el área terrestre, en la zona marítima la situación es mucho más álgida por cuanto Guyana ha cercenado nuestra proyección hacia el atlántico, frente al Delta del Orinoco.
Una filial  de la compañía petrolera Exxon Mobil anunció que iniciará estudios sísmicos en un nuevo bloque, denominado Canje, en  aguas de Guyana (que en realidad están dentro del Mar territorial Venezolano) a partir del próximo 9 de marzo y que estos trabajos se prolongarán por seis meses; para lo cual han contratado los barcos Polarcus-Adira, Groens-7 Oceans y Vroon Vos Athos, de varias procedencias, y equipados con tecnología de punta, para realizar estas labores de exploración geofísica.
Guyana  no ha cesado en  aprovechar el inmenso  potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar. Ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra: único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos donde tengamos que ir. Para denunciar  ante el mundo  el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido  en  más de  dos siglos.


martes, 23 de febrero de 2016


Costuras mal tejidas en el “buen vivir”
  Dr. Abraham Gómez R.



Cada cierto tiempo, conforme han ido apocándose las dosis de credibilidad y confianza, escuchamos con mayor o menor estridencia la presentación de un renovado plan  o programa para poner “al país en marcha”. De casi todo se ha dicho. Los inflados e impactantes ofrecimientos han recorrido diversos escenarios.  Hoy asoman, como algo extraordinario los huertos o sembradíos urbanos. Ayer, no hace mucho,  la maravilla era lo que nombraban  gallineros verticales o producción organopónica. Ambas ideas de ingrata recordación por estrafalarias. No hace falta ser muy inteligente para saber que nos encontramos  en un profundo atolladero.Que mientras otras naciones han logrado dejar atrás con suprema audacia las crisis recientemente confrontadas, y hoy ya están en franca recuperación, aún nosotros estamos sumergidos en ese piélago de indecisiones y desaciertos. Tal vez la penuria mayor que nos asfixia como sociedad sea la marcada fractura. Estamos escindidos en dos mitades hasta ahora irreconciliables. Dejemos a un lado las hipocresías y empecemos a  aceptar esta triste realidad que nos flagela. Lo que llegamos a pensar sobre nosotros mismos constituye una parte “tangible” de lo que verdaderamente somos. Admitamos con humildad el mal que nos aqueja para que a partir de allí encontremos las alternativas de solución. Vamos a detenernos, con brevedad, en el siguiente análisis: únicamente con el anuncio y asomo  de los rasgos sobresalientes del plan de “Desarrollo Endógeno” una inmensa mayoría poblacional ancló sus esperanzas, por cuanto abría la posibilidad de satisfacer las necesidades  básicas que tenemos apelando a la participación prospectiva de la comunidad, además con  suficiente celos en el cuidado del medio ambiente. Al tiempo que se echaban las bases para la implantación de un modelo socio-económico a través del cual los ciudadanos desplegarían sus propias propuestas y potencialidades. Con el renombrado “Desarrollo Endógeno” las metas trascenderían desde lo local-comunal hacia arriba, en perspectiva del resto del país y del mundo. Desde cuándo hemos estado escuchando la obligación de “sembrar el petróleo”. Esta pudo haber sido, entonces, la ocasión para diversificar nuestra economía, estimulada con la participación autogestionaria y propuestas serias de diferentes formas de propiedad, de relaciones de producción y de consumo urbano-rural. Augurábamos, con ese plan nacional nonato, que cada región transformara sus ventajas comparativas (recursos naturales y ubicación geográfica) en ventajas competitivas como vía expedita para multiplicar el empleo productivo, el bienestar social y garantizar la calidad de vida. Bastante desquiciado será quien se oponga a un desarrollo desde dentro del país. Pero tampoco hay que ser tan idiotas para no reconocer la frustración y desilusión que atravesamos. Nuestra estrategia de desarrollo nacional (no hablamos de  crecimiento) debe ser mucho más complejo que crear   dispersos núcleos de desarrollo endógenos, por el mero interés partidario y para el aprovechamiento ideológico. A lo mejor si dejáramos  a un lado los pesados fardos  llenos de mezquindades podemos hacer conciencia del recurso que nos prodigó la naturaleza, aparejado al talento humano que concretamos como país en un crisol de posibilidades. Tal vez, entonces, encontremos la vía que procure entre nosotros la construcción de una sociedad con ética de sustentabilidad, con sentido de equidad. La humanidad ha dado lecciones singulares al respecto. Ha habido sociedades que se han logrado reencauzar  con sólo darse el reconocimiento respetuoso de las diferencias que de modo intrínseco poseen sus ciudadanos. La comunidad política que persigue en esencia el bien común debe estar basada en la legitimidad para que prospere la justicia.


sábado, 13 de febrero de 2016




 “los límites no son limitaciones sino 
oportunidades de       crecimientos. 
Una aritmética de convivencia fronteriza”

  50 años del Acuerdo de Ginebra
“Único documento que poseemos, actualmente, para insistir en el reclamo de lo que nos pertenece: La Guayana Esequiba; luego del vil despojo que se le hizo a nuestra nación con el Laudo Arbitral de París en 1899”; señala con contundencia el Dr. Abraham Gómez, especialista y estudioso desde hace muchos años  de este asunto.
“Pareciera que los espacios geográficos fronterizos no fueran nuestros—continua exponiendo el Dr. Gómez-- No obstante,  llegar a equivaler casi que un sesenta por ciento del territorio nacional y  estar habitado por una quinta parte de la población. Mientras que los demás países con quienes hacemos costados fronterizos adelantan audaces políticas en esa materia, nosotros seguimos exhibiendo una muy débil pared demográfica, en lamentables condiciones de aislamiento y pobreza; cuya inmediata consecuencia es un marcado desequilibrio geopolítico”. De las carencias nuestras en las Políticas para los espacios fronterizos se han aprovechado los gobiernos guyaneses. Desde Cheddy Jadgan, Forbes Bornham, sucesivamente  hasta David Granger, es decir desde que se firmó el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966 para acá, todos los presidentes de esa excolonia británica han hecho lo que les ha dado la gana; han irrespetado el mencionado acuerdo: el único documento que denuncia la maniobra artera de la que fuimos víctimas por parte de un tribunal vendido al Reino Unido.
El Acuerdo de Ginebra contempla en su artículo V, lo siguiente  “Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reine Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.
Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…..”
Sin embargo, Los gobiernos que ha tenido Guyana de cualquier signo político, ya sea del partido Indoguyanés el Partido del Progreso Popular (PPP), o el afroguyanés el Congreso Nacional Popular (CNP), aunque se antagonizan entre ellos para muchas cosas, pero coinciden en prolongar la deleznable posición de desconocimiento y desacato al contenido y aplicación del Acuerdo de Ginebra, al cual han mandado bien largo al cipote, y han otorgado concesiones a más de treinta  empresas transnacionales para que exploren, exploten y comercialicen con los inmensos recursos auríferos, madereros, energéticos, petroleros, faunísticos, mineros de todo tipo etc. Ya no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron, sino además han permisado a grandes consorcios para que operen en el espacio marítimo que genera la Zona en Reclamación: la costa atlántica  propiamente, nuestro Mar territorial, Zona Contigua y Zona Económica Exclusiva.
Guyana otorga, con displicencia, a empresas transnacionales licencias para que exploten los yacimientos petrolíferos que se encuentran dentro de las 200 millas náuticas que genera nuestra plataforma continental: desde las bocas del Río Esequibo hasta Punta Playa, en el estado Delta Amacuro y más acá, sin que oigamos o leamos un pronunciamiento, una nota de protesta por parte de la cancillería venezolana. Uno llega a preguntarse ¿qué maniobra distractora, de los respectivos problemas internos, está urdida entre estos dos gobiernos?
 Los Esequibanos y Esequibistas que  hemos venido defendiendo por honor y justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que a nuestro país corresponde desde la estructuración de la Capitanía General de Venezuela de 1777, debemos dejar sentado ante la historia que  lo más peligroso para nosotros en esta reclamación, a la luz del Derecho Internacional, es la Aquiescencia, la permisividad de nuestros  gobiernos. La aquiescencia o consentimiento tácito para que Guyana haga concesiones a transnacionales para la exploración, explotación y comercialización de las riquezas de la región esequibana. Ya es un hecho consumado la entrega inconsulta y descarada que hace Guyana a la empresa Exxon-mobil, a la Shell holandesa, a la CGX estadounidense, a la Anadarko canadiense, a la CNOON china, para que aprovechen, como mejor les plazca, los recursos petrolíferos en la zona que reclamamos. Aunado al principio de Aquiescencia ya citado, tal vez resulte fácil a Guyana invocar, en tribunales internacionales, el principio de Estoppel, o de los actos propios, en que ha incurrido este gobierno con sus constantes loas y conductas que reconocen el trabajo que adelanta la otra parte en conflicto con lo cual (in)directamente queda  anulada o desestimada la demanda.
No es por pura casualidad que hoy, en esta fecha aniversario del Acuerdo de Ginebra, el presidente Granger esté solicitando, en esta controversia, más apoyo para su país, en la vigésima séptima asamblea de la Caricom.


martes, 2 de febrero de 2016





SILENCIO CÓMPLICE DEL GOBIERNO EN ARREBATO QUE  NOS  HACE GUYANA 

 “Vemos con tristeza y profunda indignación la pasividad; y en las pocas reacciones del gobierno observamos  lamentables torpezas. Da la impresión que hay un juego perverso o ineptitudes entre quienes dirigen la política exterior venezolana. No han enseriado la situación de invasión descarada que ha hecho Guyana en la propia plataforma continental por el estado Delta Amacuro y en la Zona en Reclamación”. Luego expone el  doctor Gómez, especialista en asuntos de la Guayana Esequiba “no ha habido un comunicado contundente, de reivindicación  nacional, y uno llega preguntarse con perplejidad: qué hay por debajo de la mesa”. Guyana ha dicho que con el Laudo Arbitral de París de 1899 ya este espacio geográfico, entregado a ellos de manera nula e írritamente, es cosa juzgada. Que el citado Laudo es válido y vinculante. Además, recientemente el gobierno guyanés de Granger recibió el respaldo del Comisionado del Reino Unido en Guyana y  de la Commonwealth. “Da la impresión, continúa exponiendo Gómez, que hay una complicidad entrañada, un juego entre ambos gobiernos para permitir a la Exxon-mobil, La Shell, a la CGX, a La  empresa Anadarko, al gobierno brasileño, a transnacionales de  muchas países la explotación de los recursos petrolíferos, en el mar y en la tierra en provecho de los guyaneses. Trabajo que adelantan desde hace varios meses en los  yacimientos correspondientes a los bloques Stabroek, Roraima, Pomaroon. “Debo enfatizar que la explotación petrolera, en provecho de Guyana la están haciendo en nuestras propias narices, no sólo en el Mar Territorial que genera la Zona de reclamación del Esequibo, que es otra cosa, sino en el espacio que pertenece a nuestra demarcación territorial que no está en discusión. Es decir de Punta de Playa para acá.”
Se sabe que desde el 23 de enero de este año, cinco embarcaciones han sido fondeadas en un área de aproximadamente 1250 km2,  que delimita al Bloque Stabroek, cuyas coordenadas abarcan, con exactitud la proyección marítima de nuestro país por el estado Delta Amacuro
“Debemos recordar --- sigue exponiendo el conocido profesor Abraham Gómez cuya tesis doctoral es precisamente sobre fronteras-- a quienes detentan este régimen, que se dice nacionalista, dos conocidos Principios jurídicos  aplicados siempre en el Derecho Internacional Público: los silencios de los Estados que son vulnerados en su territorialidad propician derechos en los Estados que se imponen. Es decir que si usted calla lo que le están haciendo es porque está otorgando. Luego no tiene moral ni argumentos para reclamar. Técnicamente se conoce como Aquiescencia, y si después usted sale alabando el trabajo de la parte en litigio, lo que se conoce como el intento de negación de los actos propios, se le aplica la figura de Estoppel; y cualquier reclamo se cae. Se vicia.”
“Las autoridades guyanesas en cada ocasión pública nacional o internacional desconocen el contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra de 1966, por cierto próximo a cumplir 50 años de su firma. El actual canciller ha dicho que de esa zona ni una grama es venezolana: “not blade of grass”. El Acuerdo de Ginebra de 1966 es  el único documento del cual asirnos para señalar en las instancias internacionales respectivas que fuimos despojados de 159.500 kilómetros cuadrados, en el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899”.
“La historia --enfatizó Gómez—cobrará esta omisión permisiva a los revolucionarios de pacotilla que no han tenido la disposición para defender nuestra soberanía, y se han arrastrado, militares incluidos, a la estrategia que está jugando Cuba en estos asuntos.”. Concluyó.