lunes, 31 de enero de 2022

 

                   No le estamos quitando nada a Guyana

Con este pronunciamiento comenzamos la  conversación con el Dr. Abraham Gómez, reconocido especialista en la controversia por la Guayana Esequiba, quien acaba de recibir la invitación por parte de la directiva de la Comisión Presidencial por el Esequibo, para que asista a una reunión de consulta, el próximo lunes 7 de febrero , en la sede de la Escuela Superior de Guerra, con la finalidad, según nos adelanta, de intercambiar criterios, en relación a las posibles alternativas que se deben tomar, desde ahora; si la delegación venezolana  va a asistir o no a la Corte Internacional de Justicia, donde fue a parar el caso, precisamente por la demanda, que contra nosotros , interpuso el gobierno guyanés.

Quisimos conocer, de parte del Dr. Gómez, lo siguiente ¿cuál es la importancia de reclamar esa zona, que al parecer sus habitantes no tienen muchos vínculos con nosotros?

A.G” Hemos asumido, en esta contención, una deuda histórica que no puede quedar insolvente. La gesta independentista de nuestros próceres no estará completa hasta que no hayamos reivindicado esa séptima parte de nuestra geografía nacional, que vilmente nos la arrebataron, en una tratativa perversa de los imperios. Ya el Libertador, consciente de lo que estaba sucediendo, a partir de 1814, hizo los debidos reclamos, y posteriores advertencias en el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826. Por otra parte, desde el punto de vista jurídico poseemos todos los Justos Títulos que garantizan que esa zona y su proyección atlántica siempre ha sido nuestra, con mayor firmeza a partir de 1777, cuando se crea la Capitanía General de Venezuela. Le digo algo más, hasta este momento, al día de hoy, Guyana no ha presentado el más mínimo documento que avale la Pretensión Procesal (es decir la petición) que ha hecho ante la Corte; ni lo va a esgrimir porque no lo tienen”.

Le interrumpo para conocer lo siguiente que, ¿si nos presentamos, para la fecha que hemos sido citados, a comparecer en ese tribunal, y si llevamos todos esos documentos, tenemos todas las de ganar?

A.G” Por supuesto. No hay absolutamente nada de qué temer; por cuanto, estamos apertrechados de documentos de todo tipo, cartográficos, históricos, jurídicos. La contraparte en este litigio lo sabe; como también están enterados los jueces que sentenciarán en este proceso jurídico. Qué nos corresponde, entonces: esperar la determinación del jefe de Estado; instrucciones para ir  a la Haya a hacernos parte del juicio y reconocerle competencia a la Corte. Lo menciono expresamente, una vez más, la última palabra la tiene el presidente de la República, porque es su atribución constitucional.

Nos enteramos que algunos voceros guyaneses han dicho que, si Venezuela gana, les estaría quitando dos terceras partes de su territorio; que los dejaría, prácticamente infuncionales; ¿eso es cierto?

A.G:” La contraparte está consciente que esos 159.500 km2, nunca les ha pertenecido. Además, nosotros no le estamos quitando nada a Guyana, estamos reclamando que se haga justicia.

¿Lleva usted alguna propuesta concreta a la reunión, de la Comisión por el Esequibo, donde ha sido invitado?

A.G:” Si. Tendré la ocasión de desarrollar una breve exposición del trabajo que hemos adelantado por el Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela; como también, todas las gestiones realizadas desde la ONG “Mi mapa de Venezuela”. Extenderé la propuesta para programar un referendo consultivo, según el artículo 73 de nuestra Constitución Nacional, para recoger la opinión del país sobre este pleito histórico. Con la finalidad de que   la gente se manifieste a favor o en contra de la presencia de la delegación de nuestro país en el Alto Tribunal que dirime este caso. Por otra parte, haré la sugerencia de reiniciar ciclos de conferencias en las universidades y participación más asidua en los medios de comunicación social y en las redes, para concienciar sobre la importancia y trascendencia de esta controversia, la cual debe concitar a la nación, por encima de las diferenciaciones políticas”.

 

sábado, 29 de enero de 2022

 

Nuestra universidad: indoblegable e insumisa

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro de ONG “Mi mapa de Venezuela

Miembro del Instituto de Estudios de las Fronteras de Venezuela (IDEFV)

 

Cuántos personajes, ayer como hoy, han apelado a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillar” a las instituciones dispensadoras de Educación Superior; con lo cual creen que así respondería a sus específicos intereses ideológicos o de cualquier otro tipo.

Una inmensa verdad, que debemos admitir, es que La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas ideológicas y menos hará juegos a conveniencias individualistas. Tal vez por eso su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica.  Sépase que así la queremos y necesitamos; en permanente ebullición de ideas. Con los exquisitos escenarios para las constantes confrontaciones plurales.

Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que selecciono el tópico universitario para nuestras reflexiones; de cualquier aspecto de la Universidad: ese espacio, algunas veces, inmerecidamente esclerosado. Allí, donde se crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos. La universidad que ha resistido los embates desde diversos lados. Esa institución que algunos temerarios desearían que desaparezca.

Han sido tales eventos los que nos motivan a repensarla.

Nos estimulamos, constantemente, para debatir lo que ha sido y cómo debería ser; por supuesto, sin que incurramos en el artificio contrario de querer modelarla según nuestras egolatrías; o cerrarle sus disímiles miradas y apocar sus horizontes.

 Nuestra propuesta académica apunta en otro sentido; digamos que la tarea estriba en resensibilizar, desde adentro, para desplegar serias actividades de transformación.

Ciertamente, admitimos que no es poca cosa. Lo sabemos.

Hay demasiados asuntos álgidos y bastantes intereses a lo interno de nuestras universidades que aúpan los conservadurismos o por lo menos “reman en dirección contraria” en estos tiempos de cambios acelerados.

Acaso vamos a cerrar los ojos y no advertir que en el presente tramo epocal, muchas veces las realidades y su inevitable proceso de tecnologización llevan un ritmo demasiado veloz que superan los tradicionales rituales de enseñanzas-aprendizajes y a los contenidos de las matrices curriculares.

Frente a la anterior descripción, no nos pongamos obtusos. Debemos tener una actitud autocrítica y abierta

Empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero, multicausado.

Visto y aceptado así entonces, que   a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de reforma universitaria; porque de lo que se trata es Transformar; que es adentrarnos mucho más allá de las formas. No es intentar maquillar el cuadro patético que nos reclama otras miradas.

Transformar, con libertad y autenticidad. Vamos a decirlo con este distinguido investigador social venezolano, Alex Fergusson “La institución universitaria tiene, entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente, también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de garantizar una autonomía de pensamiento…es, sin duda alguna, el sentido que   debe darse hoy a la libertad académica y científica”.

 Hay que dejar atrás, añadimos nosotros en idéntico sentido, suficientemente lejos también a tantos personajes que han vegetado (y medrado) por años en las universidades.

 A quienes se califican de gerentes modernos de las universidades; sin embargo, jamás se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado.  No se les ocurre nada para fracturar la inercia que carcome a nuestras universidades.

Admitamos que mucho – desde el punto de vista orgánico-funcional—de lo que alguna vez fue legitimado, ya se ha vuelto impropio para la misma universidad; digamos por lo menos impracticable.

El resumen de los colapsos que hoy aquejan a la universidad conspira para que se comprenda y aprehenda que estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples posibilidades generadoras de conocimientos. Fuente sustantiva de sus propias realizaciones como espacio humano.

En la actualidad las ignorancias tienen un alto precio.

Nos permitimos añadir la siguiente reflexión: debemos abrigar siempre --por principio existencial---- un sustrato verdaderamente humanista; y si la intención, para alcanzar la tan deseada transformación de nuestra universidad, viene dada a construir saberes; entonces, anudemos dos previsibles estrategias en los espacios universitarios: pensamiento crítico y libertad.

Esto no es ni pecaminoso ni ingenuo. Por cuanto, pensamiento crítico y libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la universidad, por eso la Universidad ha permanecido por siglos siendo indoblegable e insumisa.

La Universidad, particularmente en nuestro país, enfrenta en la actualidad enormes e inaplazables desafíos para construirse otras condiciones –ante una realidad distinta, sin dudas—tanto a lo externo como a lo interno del sistema.

Las universidades son microsistemas sociales, y en correspondencia con lo dicho adquieren configuraciones complejas y móviles.

Tampoco es para que salgamos impactados o espantados por las transformaciones necesarias u obligantes que debemos imprimir a las citadas instituciones.  De lo que si estamos claros es que, si no cambian y se transforman seguirán colapsando.

Estamos conscientes (de lo cual hay que cuidarse) de las exuberantes retóricas que apuntan y predican cambios e invocaciones en todo de la Universidad; pero que al final dejan las cosas en el mismo lugar. Basta de coartadas discursivas. Ya esa cartilla la hemos leído.

 

 

viernes, 28 de enero de 2022

 

Nuestra universidad: indoblegable e insumisa

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro de ONG “Mi mapa de Venezuela

Miembro del Instituto de Estudios de las Fronteras de Venezuela (IDEFV)

 

Cuántos personajes, ayer como hoy, han apelado a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillar” a las instituciones dispensadoras de Educación Superior; con lo cual creen que así respondería a sus específicos intereses ideológicos o de cualquier otro tipo.

Una inmensa verdad, que debemos admitir, es que La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas ideológicas y menos hará juegos a conveniencias individualistas. Tal vez por eso su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica.  Sépase que así la queremos y necesitamos; en permanente ebullición de ideas. Con los exquisitos escenarios para las constantes confrontaciones plurales.

Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que selecciono el tópico universitario para nuestras reflexiones; de cualquier aspecto de la Universidad: ese espacio, algunas veces, inmerecidamente esclerosado. Allí, donde se crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos. La universidad que ha resistido los embates desde diversos lados. Esa institución que algunos temerarios desearían que desaparezca.

Han sido tales eventos los que nos motivan a repensarla.

Nos estimulamos, constantemente, para debatir lo que ha sido y cómo debería ser; por supuesto, sin que incurramos en el artificio contrario de querer modelarla según nuestras egolatrías; o cerrarle sus disímiles miradas y apocar sus horizontes.

 Nuestra propuesta académica apunta en otro sentido; digamos que la tarea estriba en resensibilizar, desde adentro, para desplegar serias actividades de transformación.

Ciertamente, admitimos que no es poca cosa. Lo sabemos.

Hay demasiados asuntos álgidos y bastantes intereses a lo interno de nuestras universidades que aúpan los conservadurismos o por lo menos “reman en dirección contraria” en estos tiempos de cambios acelerados.

Acaso vamos a cerrar los ojos y no advertir que en el presente tramo epocal, muchas veces las realidades y su inevitable proceso de tecnologización llevan un ritmo demasiado veloz que superan los tradicionales rituales de enseñanzas-aprendizajes y a los contenidos de las matrices curriculares.

Frente a la anterior descripción, no nos pongamos obtusos. Debemos tener una actitud autocrítica y abierta

Empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero, multicausado.

Visto y aceptado así entonces, que   a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de reforma universitaria; porque de lo que se trata es Transformar; que es adentrarnos mucho más allá de las formas. No es intentar maquillar el cuadro patético que nos reclama otras miradas.

Transformar, con libertad y autenticidad. Vamos a decirlo con este distinguido investigador social venezolano, Alex Fergusson “La institución universitaria tiene, entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente, también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de garantizar una autonomía de pensamiento…es, sin duda alguna, el sentido que   debe darse hoy a la libertad académica y científica”.

 Hay que dejar atrás, añadimos nosotros en idéntico sentido, suficientemente lejos también a tantos personajes que han vegetado (y medrado) por años en las universidades.

 A quienes se califican de gerentes modernos de las universidades; sin embargo, jamás se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado.  No se les ocurre nada para fracturar la inercia que carcome a nuestras universidades.

Admitamos que mucho – desde el punto de vista orgánico-funcional—de lo que alguna vez fue legitimado, ya se ha vuelto impropio para la misma universidad; digamos por lo menos impracticable.

El resumen de los colapsos que hoy aquejan a la universidad conspira para que se comprenda y aprehenda que estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples posibilidades generadoras de conocimientos. Fuente sustantiva de sus propias realizaciones como espacio humano.

En la actualidad las ignorancias tienen un alto precio.

Nos permitimos añadir la siguiente reflexión: debemos abrigar siempre --por principio existencial---- un sustrato verdaderamente humanista; y si la intención, para alcanzar la tan deseada transformación de nuestra universidad, viene dada a construir saberes; entonces, anudemos dos previsibles estrategias en los espacios universitarios: pensamiento crítico y libertad.

Esto no es ni pecaminoso ni ingenuo. Por cuanto, pensamiento crítico y libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la universidad, por eso la Universidad ha permanecido por siglos siendo indoblegable e insumisa.

La Universidad, particularmente en nuestro país, enfrenta en la actualidad enormes e inaplazables desafíos para construirse otras condiciones –ante una realidad distinta, sin dudas—tanto a lo externo como a lo interno del sistema.

Las universidades son microsistemas sociales, y en correspondencia con lo dicho adquieren configuraciones complejas y móviles.

Tampoco es para que salgamos impactados o espantados por las transformaciones necesarias u obligantes que debemos imprimir a las citadas instituciones.  De lo que si estamos claros es que, si no cambian y se transforman seguirán colapsando.

Estamos conscientes (de lo cual hay que cuidarse) de las exuberantes retóricas que apuntan y predican cambios e invocaciones en todo de la Universidad; pero que al final dejan las cosas en el mismo lugar. Basta de coartadas discursivas. Ya esa cartilla la hemos leído.

 

 

lunes, 24 de enero de 2022

 

Guayana Esequiba: criterios unánimes, sin odiosos protagonismos

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 Miembro de la ONG “Mi mapa de Venezuela “

 

Deseo comenzar, de manera expresa, con un enunciado que encierra suficiente sabiduría. Un contenido aleccionador en estas palabras   del investigador social chileno-venezolano, Pedro Cunill Grau: "Poblar las fronteras y garantizar su desarrollo en los procesos de integración interna es básico para preservar la soberanía nacional. La geohistoria moderna nos ha proporcionado patéticas enseñanzas acerca de las consecuencias de ausencias de ocupaciones efectivas de lindes fronterizos"

Conforme con lo anteriormente dicho, que asumimos como autocrítica, no podemos negar que hemos cometido errores e impropiedades; sin embargo, nuestra lucha reivindicativa cada vez se vuelve más inmarcesible. Hemos sido implacables, cierto, por cuanto nos asiste la razón.

Sin embargo, tengamos en cuenta también que no es el momento de resentirse o cuestionar dónde estuvieron las torpezas o desaciertos en el manejo de nuestro justo reclamo al imperio inglés y a la excolonia británica.

Considero que, por la importancia y trascendencia de la reivindicación histórica que perseguimos, y en estricto apego al Derecho Internacional Público, estamos obligados, como país, a “hablar el mismo idioma”. Estamos obligados –insisto— a concitarnos como nación. No nos está permitido cometer más deslices. Este asunto litigioso debemos encararlo con seriedad y contundencia.

Las incoherencias que manifestemos (adrede o involuntariamente) en el ámbito de que se trate – llámese Corte internacional de Justicia-- se pagan caro. No diversifiquemos intenciones o criterios en nuestro reclamo contencioso venezolanista.

Cuando estamos concernidos en un proceso en la Corte sentenciadora de la ONU; esta vez referida al supuesto carácter “válido y vinculante” del nulo e írrito Laudo Arbitral de París del 03 de octubre de 1899 (porque tal es la pretensión de la Parte demandante) aspiramos que prevalezca, entre nosotros, la unidad de opiniones para enfrentar esta lucha. Nada de protagonismos odiosos. Por el contrario, debemos sostener posiciones jurídicas firmes y unánimes, para desmontar la mencionada tratativa perversa.

Auguramos la necesaria solidaridad e identidad nacional que merece el caso de la Guayana Esequiba. Deseamos que nos mantengamos como un bastión compacto y fortificado.

Ya sabemos—y con eso no nos amedrentan-- que dentro de las estrategias que han diseñado y acometido los coagentes de la excolonia británica se cuentan: los pronunciamientos de la Caricom y de la Commonwealth; así también, han logrado sumar opiniones de algunos países que, como es fácil advertir, tienen señaladamente fuertes intereses en el área en controversia, en la cual han recibido ilegalmente por parte de Guyana concesiones para el desarrollo de proyectos.

En concreto, al día de hoy nos encontramos con un enjambre de empresas operando bajo la coordinación de la Exxon-Mobil, la cual gira las instrucciones a la Shell holandesa, a la CGX estadounidense, a la Anadarko canadiense, a la CNOON china; en fin, se conoce que la cifra supera las (52) compañías que allí se instalaron; procedentes de muchos países, que se dicen amigos de Venezuela.

Los gobiernos guyaneses han logrado reunir suficiente recurso dinerario proveniente de las transnacionales que operan --sobre todo—en la proyección atlántica, con la finalidad de cancelar los carísimos honorarios de los abogados litigantes en este caso; quienes tienen meses residenciados y haciendo trabajo de cabildeo en La Haya.

Guyana está  aprovechando, como mejor le plazca, los recursos madereros, hídricos, agroindustrial, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos despojaron con vileza; sino además, han permisado a grandes consorcios en el espacio marítimo que genera la Zona en Reclamación: en  nuestro Mar territorial, su correspondiente  Zona Contigua y Zona Económica Exclusiva; dentro de las 200 millas náuticas encuadradas para  la  plataforma continental: desde las bocas del Río Esequibo hasta Punta Playa, en el estado Delta Amacuro.

No dudamos en calificar las citadas concesiones a empresas transnacionales, en el área que nos arrebataron, de entregas irrespetuosas del contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra de 1966. Decisiones atrabiliarias e inconsultas hacia nosotros, que somos   la Parte con la que se sostiene un litigio en la Corte; además, se han vuelto arrogantes, arbitrarios y displicentes; con lo cual el gobierno guyanés de Irfaan Ali pone de manifiesto su presunta seguridad de que saldrán favorecidos en la respectiva resolución sentencial   de ese Tribunal; instancia jurisdiccional que ha citado a las Partes conflictuadas.

Veamos: a Guyana para el 08 de marzo del 2022, para que ratifique la acción interpuesta en contra nuestra; y a Venezuela para el 08 de marzo del año 2023, para que consigne –mediante escrito en la segunda fase-- el Memorial de Contestación de esa demanda, con todas nuestras alegaciones y probanzas; que las tenemos, y son bastantes, las cuales no admiten pruebas en contrario (iuris et de iure).

No nos estamos basando en caprichos o empecinamientos diplomáticos. Nos son malcriadeces o reacciones intemperantes de nuestro país. Tenemos enjundiosos documentos para mostrar, demostrar y comprobar que la Guayana Esequiba siempre ha pertenecido a Venezuela.

Algo más -- para mejor proveer--, hasta el día de hoy la excolonia británica no posee (y menos ha consignado) ningún documento que soporte como asidero histórico, cartográfico ni jurídico, para sostener lo que en el escrito piden a la Sala Juzgadora de la Organización de las Naciones Unidas.

Reconocemos que han aflorado en todas las regiones de nuestro país aportes significativos para alcanzar pronto un arreglo “práctico y satisfactorio”, en este pleito.

A propósito de lo arriba mencionado, me permito exponer – con la mayor sinceridad una vez más —que la etapa de negociación directa (que no la quiere Guyana) o la conciliación, la mediación y el arbitraje prácticamente han sido superadas; porque el asunto controversial escaló a nivel de la Corte—como ya se sabe--; y en ese Tribunal no hacen “arreglos” de los citados tipos; sino que aplican el derecho; y solo, excepcionalmente, por mutuo acuerdo de los Estados contrapuestos, podría dar una solución ex aequo et bono ( actuando por lo equitativo y bueno); si las partes así lo convinieren.

 

domingo, 16 de enero de 2022

 

 

 

 

Guayana Esequiba: alegar y probar en pro de la justicia

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro de la ONG “Mi mapa de Venezuela”

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 

 

Hoy en día, cada nación del mundo se encuentra enmarcada dentro de una frontera-límite que le proporciona una unidad geográfica, un espíritu nacionalista – con su fortaleza identitaria—y de relativa seguridad; aunque, en los últimos tiempos, por lo visto persistan las acechanzas, ya descaradamente, de algunos países con resucitadas pretensiones imperiales para someter a otros y apoderarse de sus recursos naturales. Aspiran trazar estrategias geopolíticas a sus antojos.

En el Derecho Internacional, el estudio de la frontera abarca un ámbito propio del Estado y su componente territorial.

Venezuela siempre ha sido respetuosa de los convenimientos y pactos suscritos, adheridos y ratificados. 

Nuestra historia está signada en reconocer que el Derecho Internacional está fundamentado en el acatamiento de las decisiones arbitrales y judiciales; no obstante, las tropelías que en contra nuestra se han perpetrado.

Añádase a lo anterior que somos y hemos sido siempre partidarios de la solución pacífica de las controversias; sobre todo entre países vecinos, unidos por vínculos geográficos o históricos.

 Si no logramos – en este litigio con Guyana—soluciones racionales, sería tanto como someter a nuestra región, por los próximos siglos a tensiones y conflictos que enajenarían el futuro de ambas naciones, como también cercenar las posibilidades de necesaria cooperación para nuestros pueblos.

La séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron, la reclamamos con suficiente asidero jurídico. Somos herederos, desde 1777, del mencionado espacio territorial, 159.500 km2 y su proyección atlántica.

Nos basamos en el Principio de la intangibilidad de las fronteras heredades.

Hemos sostenido tal contención – y dispuestos a alegar en pro de la justicia en La Haya, si así lo determina el Jefe de Estado-- porque tenemos suficientes elementos probatorios: históricos, jurídicos, cartográficos, sociales, políticos y morales, que nos asisten. No son elucidaciones trasnochadas. No son empecinamientos caprichosos.

La contraparte en el litigio – amparada en prebendas dinerarias e intereses de las empresas transnacionales- sabe que poseemos bastantes documentos.

Los quince   jueces de la Corte también están enterados que nos encontramos apertrechados y munidos con los Justos Títulos (iuris et de iure) que avalan la histórica propiedad incuestionable de Venezuela, sobre la Guayana Esequiba.

 

Otro elemento a considerar es la fecha que nos ha fijado la Sala sentenciadora de la ONU, para que nos hagamos presentes o invoquemos, una vez más, la no comparecencia en el juicio.

Veamos en detalles. Pareciera, según la apreciación de algunas personas, que es inmenso el plazo, hasta el 08 de marzo del próximo año 2023, concedido por la Corte a nuestro país, para que consignemos por escrito el memorial de contestación a la demanda que nos interpuso la excolonia británica.

La experiencia nos señala que los lapsos para los arreglos de pleitos internacionales conllevan implícitos sus propios ritmos y dinámicas; y lo que llegamos a calificar de rápido en ese ámbito, por lo menos viene arrastrando varias décadas. Hay demasiados ejemplos que, con holgura, determinan la aseveración antes expuesta.  De modo que, no tenemos mucho tiempo para desperdiciar.

Con seguridad, bastante gente compartirá lo que diré de seguidas. Prestemos atención:  nos encontramos en otra oportunidad de suma importancia para prepararnos totalmente y encarar la citada controversia ante la Corte Internacional de Justicia; donde nos haríamos Parte del juicio; por supuesto, respetando – como quedó dicho— la determinante decisión del jefe de Estado, conforme a sus atribuciones constitucionales.

 Hemos planteado un referendo consultivo (según al artículo 73 de nuestra Constitución Nacional); sin embargo, repito, la última palabra de hacernos presente en la CIJ la toma el jefe de Estado. En este último aspecto señalado debo ser insistente.

Todavía conseguimos a quienes opinan y se inclinan por la tendencia de que Venezuela no se haga presente en ninguna de las etapas del Proceso jurídico que lleva adelante la mencionada Alta Sala sentenciadora. Aducen que nuestra personación en el juicio, para cumplir con los actos concluyentes y manifestar consentimientos de obligar, equivale a seguirle el juego a la contraparte, y caer en su estrategia.  Para este grupo de venezolanos nuestra ausencia debe ser total.

Nos luce una posición respetada, pero no la comparto en lo más mínimo. Diré mis razones.

Primero:  con la presencia o ausencia de la delegación diplomática de Venezuela (y sus coagentes) el juicio seguirá su curso.  El proceso en ningún momento se paralizará.

Segundo: si no  vamos, el jurado tendrá la oportunidad de escuchar “una sola campana”, el 08 de marzo de este año 2022; porque a nuestra entera voluntad le dejaríamos a Guyana el escenario a su regusto para que insista, con sus falaces alegaciones, en que el írrito y nulo Laudo Arbitral de París del 03 de octubre de 1899 constituye Cosa Juzgada.

Tercero: tal vez el más protuberante, la Corte está dispuesta a resolver este pleito, inclusive así nosotros estemos ausentes.

Ya lo decidió –como para que abramos los ojos-- en la fase previa, el 18 de diciembre del 2020, cuando se autoconfirió” jurisdicción y competencia”; y de inmediato pasó a conocer el fondo de la causa.

Mi modesta opinión sigue siendo que debemos hacernos Parte del Juicio, aunque sea bajo protesta.  Tal hecho constituirá una valiosa ocasión para esgrimir nuestros elementos probatorios de la vileza   con la que actuó el jurado arbitral de 1899, con vergonzosa prevaricación

 

Ha habido innumerable jurisprudencia, a partir de decisiones sentenciales de la Corte Internacional de Justicia, que refuerzan la posición de mantener con firmeza los límites heredados por un Estado.

La Cesión de Derechos se impone a cualquier dictamen de fuerza; por lo que en nuestro caso no será una excepción, siempre y cuando la posible sentencia de la CIJ se circunscriba en estricto derecho.

¿Qué y cómo ha sentenciado la Corte en situaciones similares? Veamos las siguientes decisiones jurisprudenciales: "Una vez acordado, el límite se mantiene, ya que cualquier otro enfoque viciaría el principio fundamental de la estabilidad de los límites, cuya importancia ha sido reiteradamente enfatizada por esta Corte" (Contención entre Libia y Chad, por la plataforma continental en el mar Egeo. 1994).

 

Otro ejemplo que nos viene bastante bien, para rememorar todo cuanto ha decidido por  pleitos interestatales el Alto Tribunal de La Haya: “...La sala enfatiza que el principio uti possidetis iuris requiere no solo que se confíe en los títulos legales existentes, sino también que se tenga en cuenta la manera en que esos títulos fueron interpretados y aplicados por las autoridades públicas competentes en el Poder, en particular en el ejercicio de su poder legislativo” (Controversia fronteriza, Benín-Níger. 2013).

 

Conseguimos otra extraordinaria sentencia sobre un caso que nos proporciona una doble seguridad, en el litigio Venezuela-Guyana, por lo que pueda decidir la Corte Internacional de Justicia.

 Leamos y analicemos esta interesante decisión que consolida –a nuestro favor— base jurisprudencial: “la Corte que conoció del caso y concluyó que no podía desconocer el principio de utis possidetis iuris, cuya aplicación da lugar a este respeto de la intangibilidad de las fronteras. (Sentencia por la controversia entre Burkina Faso y República de Malí.1986).

Colegimos, entonces, que el utis possidetis juris y la intangibilidad de la frontera heredada son “principios siameses”.

¿Se atreverá la Corte a ir contra sus propias sentencias, que han sentado jurisprudencias en el Derecho Internacional?

 

lunes, 10 de enero de 2022

 



Ocaso líquido de Zygmunt Bauman
( a cinco años de su desaparición)

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Acababa de cumplir 90 años, pero tenía tanta fascinación por la vida, y por seguir teorizando que era capaz de enlazar dos y hasta tres vuelos en un solo día para ir de una ciudad a otras, con el único objetivo y entusiasmo de dictar una conferencia.
Abrigaba, sin descanso ni retorcidas retóricas, la intención de insistirnos que estamos viviendo en “una modernidad y una sociedad líquida”: su Tesis Mayor. Su apuesta indesligable y propositiva, en tanto guiatura para este tramo epocal.
Sentía plena emoción nuestro siempre consultado filósofo Bauman al pronunciar que no tenemos sino “Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos”.
Detestaba dar respuestas simples a cuestiones complejas; por eso justificaba que se extendiera ante cada explicación que se le solicitara.
En su libro La vida líquida (2007), el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es demoledor por certero.
Zygmunt Bauman había sido considerada una figura de referencia de la sociología contemporánea. Su denuncia de la desigualdad creciente, su análisis del descrédito de la política o su visión nada idealista de lo que ha traído la revolución digital lo había convertido también en un faro para el movimiento global de los indignados, a pesar de que no dudaba en señalarles las debilidades.

Al momento de recibir el Premio Príncipe de Asturias, en el 2010, en la mención Comunicación y Humanidades, expuso su clara definición sobre la Sociedad Moderna Líquida, en los siguientes términos: “es aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto, evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos.
El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por delante”.
Acaso será temprano todavía para conferirle razón plena a nuestro laureado Bauman, recientemente fallecido, cuando caracteriza a La modernidad líquida por su flexibilidad y la falta de estructuras sociales perdurables, sin darnos cuenta que determina y condiciona las relaciones y costumbres de los ciudadanos.
Y ahora cabría preguntarnos, en las claves narrativas de Bauman: ¿Cómo llegamos a este “tiempo líquido”?
Vivimos en un mundo en donde la incertidumbre debilita los sistemas de seguridad de los individuos, existe miedo por conformar relaciones a largo plazo, se postergan las relaciones por el Éxito, las redes sociales toman un rol fundamental a la hora de establecer vínculos, los individuos se insensibilizan y miden sus relaciones en término de Costo/beneficio, pero al mismo tiempo los sujetos se vuelven frágiles y vulnerables, todos estos factores comienzan a desmoronar la solidez de una sociedad, cambiando la rigidez de las estructuras por la flexibilidad de las mismas, las torna volátiles y transitorias; no existe la presencia de referencias y hay un completo desarraigo afectivo.
La expresión, acuñada por Zygmunt Bauman que acompañó toda su existencia filosófica, da cuenta con precisión del tránsito de una modernidad sólida, estable, repetitiva a una «líquida», flexible, voluble.

sábado, 8 de enero de 2022

 

Ginecocidio no es una palabra más, sino el término justo y exacto

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 

                                                                   «Cuánta violencia hay contra las mujeres.                 

                                                                   Basta. Herir a una mujer es ultrajar a Dios,

                                                                   que tomó la humanidad de una mujer»

                                                                 (Papa Francisco. Homilía 01 de enero del 2022)

 

Los científicos sociales no han podido determinar, aún, con exactitud los factores causales del incremento de los índices de violencia en la actualidad, en el mundo.

 

No caben dudas que la sociedad venezolana se ha vuelto cada vez más violenta y, conforme a algunas cifras analizadas, las peores consecuencias las pagan nuestras   mujeres.

Consideremos también que los datos escrutados son los que hemos podido conocer; aunque estamos conscientes que hay sub-registros en todos estos índices de violencia.

 

En un interesante estudio, hecho texto luego, cuya autoría corresponde al doctor en ciencias sociales, psicólogo y sacerdote Alejandro Moreno (+), titulado “Y Salimos a matar gente”, nos relata que la violencia es multicausada, y tiene sus factores originarios en el ambiente intrafamiliar. Vale decir: hogares disfuncionales, familias desestructuradas, irrespeto en la convivencia, deserción escolar, ociosidad, ausencia de la figura y protagonismo de la madre-mujer en tanto responsable de la fijación de las sensibilidades en los hijos.

 

Deseo señalar también, en ese mismo sentido, que en el escrito-propuesta que consignamos, --hace ya cuatro años y que se encuentra en proceso de estudio para su aceptación-- por ante la Real Academia Española (RAE) sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.

Esta escogencia terminológica nos sigue luciendo impropia; por cuanto un homicidio se comete contra un hombre.

 Así entonces, aniquilar físicamente a una mujer no puede ser homicidio, sino Ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.

Abundamos, en este orden para la justificación de la solicitud.

Prestemos atención: fémina es una variante cultista e irónica de mujer; y femenino es el género que comporta todo lo relacionado a la mujer; entonces, cuando se perpetra un asesinato contra una mujer no muere el género, sino que se acaba físicamente con la mujer (Gineco).

De cualquier forma, no basta buscar otra palabra; no es sólo denominar de otra manera esta práctica de abominable machismo; sino evitar, a como dé lugar, tales injusticias.

Estoy metido de lleno estudiando este asunto, para ofrecer  mi    modesto aporte lingüístico; para precisar la exacta manera de mencionar y dar a conocer los crímenes atroces que contra ellas se cometen; y que la mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en las distintas plataformas que se utilizan en las redes tecnológicas o en conversaciones cotidianas se pretende disimular el Ginecocidio, para tratar de atenuar su atrocidad, para evitar el estremecimiento en la sociedad y aplicarle algo de  cosmética a su verdadera   significación. Por eso   despachan este grave asunto con la etiqueta siguiente: “se ha cometido un femicidio o feminicidio”.

 

Para que abarquemos  con  suficiente fortaleza en cuanto al  citado  neologismo (  nueva palabra) que estamos proponiendo, recientemente  la RAE nos  señala, como advertencia, lo siguiente: “es requisito fundamental para el mantenimiento y la inclusión de voces que corresponden a las distintas áreas y países de habla hispánica, que su empleo actual esté suficientemente documentado en textos, preferentemente de los corpus de la RAE, que deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero. Por tanto, para la incorporación o enmienda de una palabra o acepción al Diccionario es necesario testimoniar su uso según hemos relatado anteriormente. Si dispone de textos suficientes con los que podamos reforzar los trámites para posibles adiciones o enmiendas, puede mandarlos…”

Tarea que he venido cumpliendo, al pie de la letra.

Exigente e interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo Ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente porque tal rigor comporta una de sus específicas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos: “…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor…”

 

Me permito informar que he   entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio como palabra que nace y reclama, más temprano que tarde, su justo espacio en la constelación lexical de nuestro idioma.

Debo dejar dicho también que, a veces, se producen   decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua Española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce; dejando atrás otras cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.

Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo, tengo la inmensa satisfacción de estar asumiendo, como tarea: una propuesta   en justicia, de una acepción lingüística.

Toda la anterior aseveración la dejamos en claro frente al hecho de que en 1970 la escritora y activista social Diana Russell acuñó el concepto femicidio para referir el fenómeno de la muerte violenta de una mujer por ser mujer. Preguntamos, porqué entonces no valoró directamente la utilización de la palabra mujer (gineco) para tan importante construcción lexicográfica.

Luego, en un similar contexto de denuncia, la antropóloga y académica Marcela Lagarde propone el vocablo feminicidio, para dar cuenta del mismo fenómeno detestable contra la mujer; pero le dio a ese concepto-idea un sesgo político, con el propósito de denunciar la falta de respuesta del Estado en estos casos, y el incumplimiento de sus obligaciones internacionales.

Femicidio y feminicidio, aunque estructurados con muy buena intención; a mi modo de ver, resultan injustos socialmente, desconsiderados biológicamente y tramposos lingüísticamente.

Nuestra lucha ha sido apasionada, inagotable y titánica; aunque todavía falta bastante por hacer para la reivindicación de la mujer, con base en sus propios méritos en todas partes, en los más disímiles escenarios.

Justificamos tales afanes, por cuanto aún hay muchísimos odiosos resabios de una “cultura” androcentrista; cuyas lógicas y manifestaciones han buscado siempre imponer a la mujer los modos de ser y pensar.

 

 

Ginecocidio no es una palabra más, sino el término justo y exacto

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 

                                                                   «Cuánta violencia hay contra las mujeres.                 

                                                                   Basta. Herir a una mujer es ultrajar a Dios,

                                                                   que tomó la humanidad de una mujer»

                                                                 (Papa Francisco. Homilía 01 de enero de 2022)

 

Los científicos sociales no han podido determinar, aún, con exactitud los factores causales del incremento de los índices de violencia en la actualidad, en el mundo.

 No caben dudas que la sociedad venezolana se ha vuelto cada vez más violenta y, conforme a algunas cifras analizadas, las peores consecuencias las pagan nuestras   mujeres.

Consideremos también que los datos escrutados son los que hemos podido conocer; aunque estamos conscientes que hay sub-registros en todos estos índices de violencia.

 En un interesante estudio, hecho texto luego, cuya autoría corresponde al doctor en ciencias sociales, psicólogo y sacerdote Alejandro Moreno (+), titulado “Y Salimos a matar gente”, nos relata que la violencia es multicausada, y tiene sus factores originarios en el ambiente intrafamiliar. Vale decir: hogares disfuncionales, familias desestructuradas, irrespeto en la convivencia, deserción escolar, ociosidad, ausencia de la figura y protagonismo de la madre-mujer en tanto responsable de la fijación de las sensibilidades en los hijos.

 Deseo señalar también, en ese mismo sentido, que en el escrito-propuesta que consignamos, --hace ya cuatro años y que se encuentra en proceso de estudio para su aceptación-- por ante la Real Academia Española (RAE) sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.

Esta escogencia terminológica nos sigue luciendo impropia; por cuanto un homicidio se comete contra un hombre.

 Así entonces, aniquilar físicamente a una mujer no puede ser homicidio, sino Ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.

Abundamos, en este orden para la justificación de la solicitud.

Prestemos atención: fémina es una variante cultista e irónica de mujer; y femenino es el género que comporta todo lo relacionado a la mujer; entonces, cuando se perpetra un asesinato contra una mujer no muere el género, sino que se acaba físicamente con la mujer (Gineco).

De cualquier forma, no basta buscar otra palabra; no es sólo denominar de otra manera esta práctica de abominable machismo; sino evitar, a como dé lugar, tales injusticias.

Estoy metido de lleno estudiando este asunto, para ofrecer  mi    modesto aporte lingüístico; para precisar la exacta manera de mencionar y dar a conocer los crímenes atroces que contra ellas se cometen; y que la mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en las distintas plataformas que se utilizan en las redes tecnológicas o en conversaciones cotidianas se pretende disimular el Ginecocidio, para tratar de atenuar su atrocidad, para evitar el estremecimiento en la sociedad y aplicarle algo de  cosmética a su verdadera   significación. Por eso   despachan este grave asunto con la etiqueta siguiente: “se ha cometido un femicidio o feminicidio”.

 Para que abarquemos  con  suficiente fortaleza en cuanto al  citado  neologismo (  nueva palabra) que estamos proponiendo, recientemente  la RAE nos  señala, como advertencia, lo siguiente: “es requisito fundamental para el mantenimiento y la inclusión de voces que corresponden a las distintas áreas y países de habla hispánica, que su empleo actual esté suficientemente documentado en textos, preferentemente de los corpus de la RAE, que deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero. Por tanto, para la incorporación o enmienda de una palabra o acepción al Diccionario es necesario testimoniar su uso según hemos relatado anteriormente. Si dispone de textos suficientes con los que podamos reforzar los trámites para posibles adiciones o enmiendas, puede mandarlos…”

Tarea que he venido cumpliendo, al pie de la letra.

Exigente e interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo Ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente porque tal rigor comporta una de sus específicas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos: “…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor…”

 Me permito informar que he   entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio como palabra que nace y reclama, más temprano que tarde, su justo espacio en la constelación lexical de nuestro idioma.

Debo dejar dicho también que, a veces, se producen   decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua Española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce; dejando atrás otras cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.

Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo, tengo la inmensa satisfacción de estar asumiendo, como tarea: una propuesta   en justicia, de una acepción lingüística.

Toda la anterior aseveración la dejamos en claro frente al hecho de que en 1970 la escritora y activista social Diana Russell acuñó el concepto femicidio para referir el fenómeno de la muerte violenta de una mujer por ser mujer. Preguntamos, porqué entonces no valoró directamente la utilización de la palabra mujer (gineco) para tan importante construcción lexicográfica.

Luego, en un similar contexto de denuncia, la antropóloga y académica Marcela Lagarde propone el vocablo feminicidio, para dar cuenta del mismo fenómeno detestable contra la mujer; pero le dio a ese concepto-idea un sesgo político, con el propósito de denunciar la falta de respuesta del Estado en estos casos, y el incumplimiento de sus obligaciones internacionales.

Femicidio y feminicidio, aunque estructurados con muy buena intención; a mi modo de ver, resultan injustos socialmente, desconsiderados biológicamente y tramposos lingüísticamente.

Nuestra lucha ha sido apasionada, inagotable y titánica; aunque todavía falta bastante por hacer para la reivindicación de la mujer, con base en sus propios méritos en todas partes, en los más disímiles escenarios.

Justificamos tales afanes, por cuanto aún hay muchísimos odiosos resabios de una “cultura” androcentrista; cuyas lógicas y manifestaciones han buscado siempre imponer a la mujer los modos de ser y pensar.

 

jueves, 6 de enero de 2022

 La lexicografía de la Deltanidad goza de buena salud

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV)

Ya se ha vuelto una agradable costumbre expresiva mencionar en todas partes la Deltanidad como vocablo común y legítimo para quienes llevamos acendrada nuestra región.
Igualmente nos place bastante que compatriotas del resto de Venezuela, al momento de referirse a este pedazo de tierra que nos dimos para vivir, pronuncien con natural acento la categoría Deltanidad.
Por lo pronto diremos, por encontrarse el término en indetenible proceso de construcción, que la Deltanidad la hemos venido asimilando y definiendo como un concepto superior; que está adquiriendo, en sí mismo, hermosas claves narrativas que develan y proporcionan en permanente síntesis las múltiples manifestaciones existenciales de los deltanos.
La Deltanidad expone la completitud identitaria como nos damos a conocer.
Digamos, además, que al mencionar Deltanidad se devela un hermoso “tejido de piel social “que impronta con espontaneidad nuestras valoraciones, motivaciones, costumbres, conocimientos, emociones, sensibilidades, mitos, ritos, triunfos y desaciertos.
En resumen, la Deltanidad concita las respectivas vivencias, sin eludir que también atravesamos carencias.
A partir de la Deltanidad nos hemos permitido enhebrar nuestras especificidades culturales.
Hay una efervescente imantación colectiva, inexplicable. Una natural magia telúrica que dimana con el propósito de entrelazarnos con hilos de emoción.
El Delta del Orinoco se lleva, a cualquier parte del mundo, en el corazón.
Cada vez aflora un caudal inagotable y una riqueza estructurante, en todo el Delta, de un modo particular de ser y decir. Demostraciones propias de nuestra realidad en este espacio humano de Venezuela.
No somos, tampoco, la excepción. Hacemos la pertinente advertencia que la concreta manera de significar las cosas en sus actos de habla también vale para cualquier espacio o comunidad.
Sépase que del mismo modo afloran interesantes --y suficientemente estudiadas-- las formas lexicales en muchos contextos culturales, regiones y ciudades de Venezuela; porque, el léxico no es un elemento estático, inamovible o impenetrable por otras corrientes o ajeno a la copresencia de términos que irrumpen, desplazan a otros con fuerza para labrarse un sitio idiomático ( o dialectal) y asentarse, por algún tiempo.
Hemos disfrutado en nuestro regionalismo deltano de un bagaje geolectal en incesante crecimiento.
Gracias a la marcada influencia – y cruce vocabular -- de guaraos, esequibanos, margariteños, guayacitanos, sucrenses, trinitarios, árabes, europeos entre otras comunidades de hablantes se nos ha ido ensanchando el piso léxico semántico de la Deltanidad.
Ha sido suficientemente estudiado todo cuanto hace posible ese exquisito cultivo de relaciones sociales, afectivas y geográficas.
Se le denomina geolecto a ese mundo de vida, a través del cual se adquiere e introyecta la lengua natural para los hablantes de ese lugar; para nutrir su registro de uso común de palabras.
Luce apreciable que, en cada uno de los ámbitos profesionales, o bajo cualquiera otra circunstancia, donde a un deltano le ha correspondido desempeñarse fuera de nuestra región, pone de manifiesto una serie de rasgos lingüísticos usados y valorados en nuestra específica comunidad de hablantes.
A manera de ejemplo, leamos y disfrutemos este trazo escritural, contenido en la obra “La Sirena de Pedernales”, de nuestro insigne d. José Balza, Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua:
“llamar a esto solo una boca, cuando el río se abre hacia Pedernales y hacia Buja, y cuando uno no tarda en costear la ruta de Wina Morena, qué locura. ¡Pocas veces el río es tantos ríos revueltos como ahora!” Así pensó el negro Matías Maguilbray, imaginando a Francisco Gibory tranquilazo en su casa…En Pedernales lo espera Cara é Palo, ese amigo bromista y trabajador…El ruido del motor es un débil quejido. Los relámpagos acentúan la oscuridad. Algo le dice que está en el centro, capeando los mosures, el violeta engañoso de los troncos y las flores flotantes. Al comienzo el viento lo ayuda, abriendo grietas, dentro del aguacero…”
Apreciemos, también, la densidad crítica y pedagógica, en el hermoso texto “Guarao versus Wáraw”, del misionero y escritor d. Julio Lavandero Pérez (+): “Resulta que últimamente a nosotros nos ha entrado el furor de un falso cultismo o un imperdonable complejo de culpabilidad y nos ponemos a escribir Warao, Wayo y Arawaimujo. A quienes utilizamos nuestro idioma guarao, como cultura, idiosincrasia e identidad propia nos duele hondamente; porque en el alfabeto de estos aborígenes, pobladores ancestrales no existe la letra w, es sólo una abstracción gramatical; y yo no estoy pontificando, desde un conocimiento especulativo fonético.”
Los vocablos una vez que se hacen cotidianos en el uso y acervo popular son asimilados y recopilados en los diccionarios de regionalismos o contrastativos; es decir, acopiados en unos inventarios de léxicos, propensos a constante actualización y comparaciones entre regiones.
Por eso queda plenamente justificado el hecho que la manera de expresarnos los deltanos nacidos y asimilados, no constituye, para nada, algo peyorativo o extravagante.
Una ilimitada dimensión de nuestra identidad regional queda plasmada en los contenidos de la arraigada popularidad que tiene la décima, como tercer género literario de la poesía, múltiple en sus diversas temáticas reforzadora de la Deltanidad.
“Maraisa, mi buen compay
vamos a hacer un sancocho,
enverdurao con topocho
del conuco e´ la comay.
Pal truco unas cartas hay
y así algo nos tomamo,
y jugando recordamo
nuestra esencia pueblerina,
con la magia campesina
ribereña del Manamo”.
Autor: Elio Zamora
“Este canto alegre traje
al indígena guarao
y a ellos entusiasmao
quiero rendir homenaje.
Cantaré en su lenguaje:
Gima le dicen al hacha,
babemura es cucaracha,
omunamu es el zapato,
jojuroko es el plato,
iboma es la muchacha”
Autor: Alfredo Zambrano
“Personajes del ayer,
que engrandecieron al Delta,
el cielo les abrió las puertas,
y empiezo por Ismael,
amante de su pincel,
la espátula y acuarela,
artista de mucha escuela;
hoy todos están en la gloria.
¡Qué viva la gran historia,
del Delta y de Venezuela!
Abriendo este escenario,
nombro a Machelo Marín,
creador del tamborín,
y de la loca Agustina,
quien con cuatro y mandolina,
se daba su gran postín.
Igual fue Pedo zambrano,
cantautor, muy talentoso;
Emilio Guerra, el chistoso,
trompeta humana deltano.
Chury Jaramillo hermano.
Soto y Wilmer castillo;
Oscar Guerra hombre sencillo;
al igual Wilmer Tirado.
Todos se nos han marchado,
y aquí dejaron su brillo.
Autor: Pedro Mendoza
Difícilmente alguien que no haya nacido o vivido en el Delta del Orinoco podrá conseguir significados o referentes inmediatos de algunos vocablos del breve párrafo siguiente: “El Maraisa, con su cachimbo, canaletea en el balajú, con una chorrera de jabaos, entre Guara y Macareo. Aunque el agua, con mucha bora, le llega hasta los ñeques no teme a las marejadas; él dice que tiene añacatales patroleando; por eso, muy extraño resultará que se trambuque. Marcos Bello lo invitó a que caminara el pueblo; porque estaba más pegao a su bodega que Concho y Vitorino.
Apenas lleva a bordo una guitarrilla, yuruma, sumbí sacaíto de la macolla, una bola pisada, un tamborín y un pedazo de cagalera.
Tienen pensado saltar a un costo alto, guachapiar un monte, para montar el canarín sobre tres topias y cocinar churrunchos, pechitos y domplinas, sin mucha humatana. Uno de los carajitos, que a veces se pone carratatero, iba más contento que picao de raya, porque llevaba un volador y tetas.
Le escuchamos decir al despedirse de la gentará que promete regresar por la “ramfla” de Pueblo Ajuro, cerquita de Las Juajuas, a tiempo para besar la mano; esperar a otro hijo que hoy lo sueltan temprano, y moverse en el cambulé, aunque sea guaraliao; pero pendiente porque a veces allí se arman unas chismeras”.