Ginecocidio no es
una palabra más, sino el término justo y exacto
Dr. Abraham Gómez
R.
Miembro de la
Academia Venezolana de la Lengua
«Cuánta violencia hay contra las mujeres.
Basta. Herir a una mujer es ultrajar a Dios,
que
tomó la humanidad de una mujer»
(Papa Francisco. Homilía 01 de enero de 2022)
Los científicos sociales no han podido determinar,
aún, con exactitud los factores causales del incremento de los índices de
violencia en la actualidad, en el mundo.
Consideremos también que los datos escrutados son los
que hemos podido conocer; aunque estamos conscientes que hay sub-registros en
todos estos índices de violencia.
Esta escogencia terminológica nos sigue luciendo impropia;
por cuanto un homicidio se comete contra un hombre.
Así entonces,
aniquilar físicamente a una mujer no puede ser homicidio, sino Ginecocidio; del
griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo
–cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.
Abundamos, en este orden para la justificación de la
solicitud.
Prestemos atención: fémina es una variante cultista e
irónica de mujer; y femenino es el género que comporta todo lo relacionado a la
mujer; entonces, cuando se perpetra un asesinato contra una mujer no muere el
género, sino que se acaba físicamente con la mujer (Gineco).
De cualquier forma, no basta buscar otra palabra; no
es sólo denominar de otra manera esta práctica de abominable machismo; sino
evitar, a como dé lugar, tales injusticias.
Estoy metido de lleno estudiando este asunto, para
ofrecer mi modesto aporte lingüístico; para precisar la
exacta manera de mencionar y dar a conocer los crímenes atroces que contra
ellas se cometen; y que la mayoría de las veces, algunos medios de
comunicación, además en las distintas plataformas que se utilizan en las redes
tecnológicas o en conversaciones cotidianas se pretende disimular el
Ginecocidio, para tratar de atenuar su atrocidad, para evitar el
estremecimiento en la sociedad y aplicarle algo de cosmética a su verdadera significación. Por eso despachan este grave asunto con la etiqueta
siguiente: “se ha cometido un femicidio o feminicidio”.
Tarea que he venido cumpliendo, al pie de la letra.
Exigente e interesante labor a la que ha sido sometido
el vocablo Ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua
española en el mundo; precisamente porque tal rigor comporta una de sus
específicas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos:
“…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la
Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes
no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe
cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua,
tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de
establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir
a su esplendor…”
Debo dejar dicho también que, a veces, se
producen decepciones y críticas al Alma
Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua Española (DLE)
palabras que no se usan o que nadie conoce; dejando atrás otras cuya notoriedad
y merecimientos son evidentes.
Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo,
tengo la inmensa satisfacción de estar asumiendo, como tarea: una propuesta en justicia,
de una acepción lingüística.
Toda la anterior aseveración la dejamos en claro frente
al hecho de que en 1970 la escritora y activista social Diana Russell acuñó el
concepto femicidio para referir el fenómeno de la muerte violenta de una mujer
por ser mujer. Preguntamos, porqué entonces no valoró directamente la utilización
de la palabra mujer (gineco) para tan importante construcción lexicográfica.
Luego, en un similar contexto de denuncia, la
antropóloga y académica Marcela Lagarde propone el vocablo feminicidio, para
dar cuenta del mismo fenómeno detestable contra la mujer; pero le dio a ese
concepto-idea un sesgo político, con el propósito de denunciar la falta de
respuesta del Estado en estos casos, y el incumplimiento de sus obligaciones
internacionales.
Femicidio y feminicidio, aunque estructurados con muy
buena intención; a mi modo de ver, resultan injustos socialmente, desconsiderados
biológicamente y tramposos lingüísticamente.
Nuestra lucha ha sido apasionada, inagotable y
titánica; aunque todavía falta bastante por hacer para la reivindicación de la
mujer, con base en sus propios méritos en todas partes, en los más disímiles
escenarios.
Justificamos tales afanes, por cuanto aún hay
muchísimos odiosos resabios de una “cultura” androcentrista; cuyas lógicas y
manifestaciones han buscado siempre imponer a la mujer los modos de ser y
pensar.
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