jueves, 28 de febrero de 2019




Nada representativo, pleno de represión.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

En sentido estricto, en un Sistema Democrático las disposiciones, absolutamente, que impliquen elecciones para cargos públicos son de plano delegatorias. Toda democracia es representativa.

Podemos, tal vez, participar y opinar colectivamente; pero cuando decidimos, mediante el sufragio, conferimos nuestra intención a un tercero para que sea nuestra voz y voto, eventualmente. No hay transferencia de la soberanía, que queda alojada y residida en el seno popular.

Así escogemos un presidente de la República, diputados, gobernadores, alcaldes, legisladores, voceros de consejos comunales, directivos de corporaciones sociales, deportivas, concejales etc. Nos hacemos representar.

De manera específica para los cargos del   Estado-Nación, quienes resulten electos por el voto popular asumen la condición de ser mandatarios (reciben un mandato del pueblo como ente electoral), para que cumplan cada uno de las normas constitucionales y legales.

 Digámoslo una vez más, Los elegidos para tales cargos populares deben meterse en la cabeza que no son mandamases sino mandatarios. Están allí circunstancialmente.

Reafirmamos con    tal aseveración: la Democracia, esencialmente, se despliega mediante la aplicación del constitucionalismo moderno. Lo contrario sería la reivindicación de hordas tribales prehistóricas disputándose espacios.

En la presente hora aciaga que sufre Venezuela, con un régimen usurpador, quieren seguir manteniendo para las decisiones la opción asamblearia directa, aquélla caracterizada por las tracalerías, subterfugios y demás amañamientos. Vocinglerías vacías e incoherentes.

El asambleísmo directo es el mismo, lo hemos visto infinidad de veces, que concentra a la gente en cierto lugar, para someter a consideración de los presentes algún aspecto; y a cada insinuación del usurpador gritan, más con odio que a conciencia…! Aprobado, liquídalo, así, así así es que se gobierna… ¡Han devenido en  una vergüenza internacional.

En la figura abominable de “democracia directa” el ejercicio del poder se presta para cualquier cosa; por cuanto se manipula a las masas humanas emocional e ideológicamente. Participan hasta profesionales, gente que se autoproclaman intelectuales.

En los hechos hay una insalvable distancia entre una democracia directa (tumultuaria; tumefacta, hinchada según su origen léxico), y una democracia representativa, conforme a la breve descripción anteriormente expuesta.

La democracia tiene eo-ipso (en sí misma) sus propios y legítimos instrumentos para las determinaciones de su destino.

Añadimos en este relato, que conseguimos, en la actualidad, además Democracias Deliberativas, en muchos países del mundo, que incorporan factores de muchos modelos de participación del pueblo.

Cuando un régimen usurpador ya descalabrado , como el que padece Venezuela,  se vuelve Estado fallido a lo interno; y un Estado forajido en el concierto internacional: no respeta normas del Derecho Internacional Público.

¿Qué le queda al usurpador?: la represión como único recurso al que apela para contener las manifestaciones, con asidero, de descontento social, de justificadas protestas ciudadanas, de rechazo absoluto por haberse robado la institucionalidad democrática en Venezuela.

Insistimos en desenmascarar que el actual Estado fallido en que nos encontramos se conoce porque ha fracasado en todos los aspectos: social, político, y económico. Súmesele un gobierno de ineptos, débiles e ineficaces. Que no provee ni puede proveer servicios básicos; presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, así como una marcada degradación moral. Sólo les queda reprimir para intentar, en su desesperación mantenerse en el poder

miércoles, 20 de febrero de 2019




La disposición de la locura ideologizada.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Podemos iniciar esta breve reflexión con interrogantes, que casi todos nos hacemos. Preguntas directas, del tipo: ¿por qué los pueblos llegan a padecer las aberraciones de sus gobernantes?

¿Por qué no podemos detectar temprano, que quienes resultan electos para altas funciones ejecutivas, traen (de paquete) la psiquis estropeada?, o ¿las interminables problematizaciones a las que se enfrentan, terminan por predisponerlos a específicas perversiones  mentales?

De todas maneras, las consecuencias de lo anteriormente descrito, las pagan los países. Gente que confía, que atribuye demasiada credibilidad.

El asunto estriba, añadimos nosotros, en que algunos jefes de Estado del mundo, y sus cercanos colaboradores, “enloquecen” al llegar al poder, o en el curso de su ejercicio pierden toda perspectiva.

Particularmente interesante es el análisis que aún seguimos haciendo del caso de los principales protagonistas de la II Guerra Mundial: pavoroso conflicto que costó la vida a más de cuarenta millones de personas, y que dejó tras de sí una larga secuela de sufrimiento sobre inocentes seres humanos.

Usted no se ha percatado que cuando   los mandatarios de carácter mesiánico se enferman; los servicios secretos a su orden tienden a negar hasta al final su grave estado de salud para seguir aferrados al poder.

No son inventos de nueva data. Los aduladores de oficio, que siempre han merodeado las mieles en las alturas, buscan tapar todo (inmundicia incluida, como los gatos) hasta que al terminar sus tiempos y vidas, los desvaríos y demás tropelías  se descubren.

La triste y peligrosa realidad de insania mental de los gobernantes se le oculta a la población, atendiendo a una fórmula ominosa denominada “secreto de Estado”. La gente se viene enterando después que los males han causado estragos.

De qué otra manera, podemos intentar conseguirla una explicación, más o menos lógica a lo que está ocurriendo en nuestro país, en estos momentos.

Procedamos a una brevísima narrativa al respecto: un hatajo (con h) de ineptos y perturbados han secuestrado al pueblo y al Estado Venezolano: a la gente y a las leyes. Tuercen las normas, constitucional y legales; para que respondan a sus desquiciados caprichos, y aplicarlas a su libre saber y entender.

Lo otro ha sido un solo someter a las personas, mediante el chantaje de sus medios alimentarios y de salud. Sin embargo, ofrecen cooperación para la subsistencia y asistencia sanitaria   a otras naciones.

Declaran que han tenido una persistente guerra económica y bloqueo; pero, anuncian y disponen de inmensos recursos para el equipamiento bélico.

Provocan una vergonzosa diáspora de compatriotas, luego realizan sendas caricaturas de operativos para intentar repatriarlos.

Se declaran sin recursos para el funcionariado del Estado venezolano; no obstante, programan actividades festivas y de conciertos para distraer a la opinión pública, y utilizar a bastantes imbéciles de escudos humanos en caso de una confrontación armada.

Me atrevo a señalar que hay mucha desesperación y angustia en los estertores del régimen saliente, que pronto será de ingrata recordación en la historia contemporánea de Venezuela.

domingo, 17 de febrero de 2019





53 años del Acuerdo de Ginebra

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia venezolana de la Lengua.

 Único documento que poseemos, actualmente, para insistir en el reclamo de lo que nos pertenece: La Guayana Esequiba; luego del vil despojo que se le hizo a nuestra nación con el Laudo Arbitral de París en 1899.

Debo enfatizar que los límites no son limitaciones sino oportunidades de               crecimientos. Una aritmética de convivencia fronteriza.

 Pareciera que los espacios geográficos fronterizos no fueran nuestros; no obstante, llegar a equivaler casi que un sesenta por ciento del territorio nacional y estar habitado por una quinta parte de la población.

Mientras que los demás países con quienes hacemos costados fronterizos adelantan audaces políticas en esa materia, nosotros seguimos exhibiendo una muy débil pared demográfica, en lamentables condiciones de aislamiento y pobreza; cuya inmediata consecuencia es un marcado desequilibrio geopolítico.

De las carencias nuestras en las Políticas para los espacios fronterizos se han aprovechado los gobiernos guyaneses; desde Cheddy Jadgan, Forbes Bornham, sucesivamente  hasta David Granger; es decir, desde que se firmó el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966 hasta hoy, todos los presidentes de esa excolonia británica han hecho lo que les ha dado la gana; han irrespetado el mencionado acuerdo: el único documento que denuncia la maniobra artera de la que fuimos víctimas por parte de un tribunal vendido al Reino Unido.

El Acuerdo de Ginebra contempla en su artículo V, lo siguiente:  “Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reine Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial. Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…..”

Sin embargo, Los gobiernos que ha tenido Guyana de cualquier signo político, ya sea del partido Indoguyanés el Partido del Progreso Popular (PPP), o el afroguyanés el Congreso Nacional Popular (CNP), aunque se antagonizan entre ellos para muchas cosas, pero coinciden en prolongar la deleznable posición de desconocimiento y desacato al contenido y aplicación del Acuerdo de Ginebra, al cual han mandado bien largo al cipote, y han otorgado concesiones a más de treinta  empresas transnacionales para que exploren, exploten y comercialicen con los inmensos recursos auríferos, madereros, energéticos, petroleros, faunísticos, mineros de todo tipo etc. Ya no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron, sino además han permisado a grandes consorcios para que operen en el espacio marítimo que genera la Zona en Reclamación: la costa atlántica  propiamente, nuestro Mar territorial, Zona Contigua y Zona Económica Exclusiva.

Los Esequibanos y Esequibistas que hemos venido defendiendo por honor y justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que a nuestro país corresponde desde la estructuración de la Capitanía General de Venezuela de 1777, debemos dejar sentado ante la historia que lo más peligroso para nosotros en esta reclamación, a la luz del Derecho Internacional, es la Aquiescencia, la permisividad de nuestros gobiernos. Aunado al principio de Aquiescencia ya citado, tal vez resulte fácil a Guyana invocar, en tribunales internacionales, el principio de Estoppel, o de contradicción de los actos propios.


sábado, 9 de febrero de 2019




Estado sicariante (II)

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua       

Estamos padeciendo   un tiempo de extremos vergonzosos, atribuible, precisamente, a quienes se creen dueños del Estado; que han hecho sistemático el crimen a la civilidad, en Venezuela. Que lo único que intentan, en su hora terminal, es salvar el pellejo..!

Por muy extensas e intensas que sean las complejidades confrontadas, debemos redoblar nuestra mística para que prevalezca, entre nosotros, la concepción humanista y libertaria; característica esencial de los demócratas.

 Debemos cerrar filas al lado de la perspectiva esperanzadora con el presidente interino, Ing. Juan Guaidó, reconocido internacionalmente. Dicho otra vez, para quienes somos humanistas y demócratas los seres humanos deben ocupar el centro de las significaciones y realizaciones en los próximos proyectos; por cierto ya diseñado en el PLAN PAÏS.

 La gente primero, antes que el Estado. Y menos la entelequia que nos están dejando; y que costará una enormidad la recomposición moral del país.

Porque el aniquilamiento a la que se somete a una población no se restringe, únicamente, a acabar a la gente en su condición física.

 La Política que en la actualidad desata el Estado (a través del usurpador) genera   hambrunas, a propósito, para hacer a los habitantes sumisos, sometidos y   dependientes.

Que nadie tenga dudas o confusiones: la intención, marcada con saña por quienes detentan la conducción del gobierno írrito e ilegítimo en Venezuela, consiste en quebrar cualquier resistencia de los oponentes, al precio que sea y sin medir consecuencias. Lo más importante, para ellos, es mantenerse en el poder. Poco valoran si convierten a inermes ciudadanos en estropajos. Si acaban con enfermos crónicos o incrementan la desnutrición infantil; para alcanzar esos objetivos ignominiosos se trazan el propósito de derrumbar las fortalezas morales, en tanto refugio de la gente pensante.

Ya hay bastantes estudios que dan cuenta de los orígenes del sicariato; también denominado, en algunos lugares y en otros tiempos: muerte por encargo. Sólo que, para los efectos de las específicas circunstancias por las que atraviesa hoy nuestro país, nos conseguimos con un espectro amplio; porque, con  certeza han secuestrado a toda una Nación, y los crímenes que perpetran son variados y de distintos calibres y tipificaciones: persecuciones y aniquilamiento de las organizaciones políticas adversas; censura, hostilización y terror a los medios de comunicación, a los comerciantes, industriales  y productores honestos; han provocado  la más  incalculable diáspora que haya conocido Latinoamérica; encarcelamiento a dirigentes sin fórmulas de juicios o trampeando la ley… ¡ Están matando la civilidad…! ¡Están acabando con las estructuras y soportes democráticos...!

Todo se presenta endeble, se torna movedizo, precario. No únicamente en lo económico; en todos los ámbitos. Por donde usted meta la cabeza, la crisis hace invivible cada situación. Han transformado el Estado en un esperpento sicarial, cuyo objetivo apunta a liquidar a quien se atraviese. Han devenido en una horda tribal multiforme que corroe.

En el patético trance amargo de sufrimiento generalizado, hoy estamos obligados a pronunciar sin miedos y con mucho más fuerza que el Estado y sus instituciones deben ponerse al servicio de los ciudadanos, y no el ciudadano arrodillarse ante un Estado manipulado, con perversión, por una secta de ineptos, que han descalabrado a toda una nación.


                                                                                                                  


jueves, 7 de febrero de 2019





                    Convivir: destino inexorable
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.
abrahamgom@gmail.com
                 
A veces tenemos más preocupación por arreglar los problemas de las urbes: repavimentación de calles, trabajos de ornato en las plazas, gestiones para la prestación de mejores servicios públicos, gerenciar con eficiencia los planteles escolares y las sedes de los hospitales. 

Vemos a mucha gente con alguna disposición por el mantenimiento de los bienes de infraestructura, que es donde se establecen los entes para soluciones de casos de las personas. En fin, hay una expresa manifestación por una especie de “pacto de urbanidad” para que funcionen las cosas físicas de la ciudad.

Pero, la ciudad, la cívita como le decían los romanos, es mucho más que infraestructuras.

Prestemos atención a este otro elemento reforzador de nuestra condición humana, conforme a la activa participación en la ciudad-cívita.

Primero, se hace inexorable aceptar que la ciudadanización se genera cuando asumimos conscientemente la civilidad; hecho bastante significativo que arranca, en el preciso instante cuando procedemos a valorar y respetar los modos de ser de cada quien; al  dar manifestaciones afectivas a los demás, demostraciones de pertenecer y querer la socialidad, y en consecuencia obtener los debidos reconocimientos por parte de la comunidad natural, de la gente.

Debemos aprender a mirar (no confundir con ver, que es otra cosa) y darle las lecturas idóneas a las expresiones sociales que caracterizan a   nuestra cívita.

Saben por qué; porque La edad de piedra no se acabó porque se agotaron las piedras sino porque quienes vivieron en esas sociedades sintieron el impulso arrollador de juntar esfuerzos para procurarse un modo diferente para vivir. Dieron, tal vez, sus primeras manifestaciones de progresar.

Coincidimos casi todos, en que la cultura constituye el denominador común para sostener la socialidad. Así entonces, las sociedades avanzan o retrogradan según como piensen los ciudadanos que la componen; conforme la gente le confiera interés e importancia a la cultura. Dicho de otra manera: si hay manifestación de ciudadanía se generará y difundirá la cultura; y si hay cultura hay ciudadanía.

Los seres humanos tenemos un destino inescapable: estamos obligados a vivir juntos.

 A muchos les resulta complicado con-vivir; cuya acepción extensa vendría a significar: “tejerse a la piel del otro, y el otro tejido en tu propia piel”. Con-vivir es admirable.

Con-vivir significa mucho más que un grupo de personas en un espacio territorial; o asentar a una considerable porción de gente en un lugar determinado para que procuren satisfacerse sus necesidades subsistenciales, de acuerdo a las circunstancias.

Indudablemente que somos seres humanos con nuestros instintos y aprendizajes; por lo que nos sentimos obligados a compartir. Com-partir para reencontrarnos e identificarnos en la diversidad.

Una oportuna pregunta sería: ¿Qué debemos Com-partir, para reforzar, permanentemente la socialidad, la civilidad y el convivir?

La respuesta tiene que ser precisa y directa: debemos compartir espacios, motivaciones, emociones, sensibilidades, valores, conocimientos, normas; éstos y muchos otros factores que coadyuven a incrementar   la cívita.