Convivir: destino
inexorable
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana
de la Lengua.
abrahamgom@gmail.com
A veces tenemos más preocupación por
arreglar los problemas de las urbes: repavimentación de calles, trabajos de
ornato en las plazas, gestiones para la prestación de mejores servicios
públicos, gerenciar con eficiencia los planteles escolares y las sedes de los
hospitales.
Vemos a mucha gente con alguna disposición por el mantenimiento de
los bienes de infraestructura, que es donde se establecen los entes para
soluciones de casos de las personas. En fin, hay una expresa manifestación por
una especie de “pacto de urbanidad” para que funcionen las cosas físicas de la
ciudad.
Pero, la ciudad, la cívita como le
decían los romanos, es mucho más que infraestructuras.
Prestemos atención a este otro
elemento reforzador de nuestra condición humana, conforme a la activa
participación en la ciudad-cívita.
Primero, se hace inexorable aceptar
que la ciudadanización se genera cuando asumimos conscientemente la civilidad;
hecho bastante significativo que arranca, en el preciso instante cuando
procedemos a valorar y respetar los modos de ser de cada quien; al dar manifestaciones afectivas a los demás,
demostraciones de pertenecer y querer la socialidad, y en consecuencia obtener
los debidos reconocimientos por parte de la comunidad natural, de la gente.
Debemos aprender a mirar (no
confundir con ver, que es otra cosa) y darle las lecturas idóneas a las
expresiones sociales que caracterizan a nuestra cívita.
Saben por qué; porque La edad de
piedra no se acabó porque se agotaron las piedras sino porque quienes vivieron
en esas sociedades sintieron el impulso arrollador de juntar esfuerzos para
procurarse un modo diferente para vivir. Dieron, tal vez, sus primeras
manifestaciones de progresar.
Coincidimos casi todos, en que la
cultura constituye el denominador común para sostener la socialidad. Así
entonces, las sociedades avanzan o retrogradan según como piensen los
ciudadanos que la componen; conforme la gente le confiera interés e importancia
a la cultura. Dicho de otra manera: si hay manifestación de ciudadanía se generará
y difundirá la cultura; y si hay cultura hay ciudadanía.
Los seres humanos tenemos un destino
inescapable: estamos obligados a vivir juntos.
A muchos les resulta complicado con-vivir; cuya
acepción extensa vendría a significar: “tejerse a la piel del otro, y el otro
tejido en tu propia piel”. Con-vivir es admirable.
Con-vivir significa mucho más que un
grupo de personas en un espacio territorial; o asentar a una considerable
porción de gente en un lugar determinado para que procuren satisfacerse sus
necesidades subsistenciales, de acuerdo a las circunstancias.
Indudablemente que somos seres
humanos con nuestros instintos y aprendizajes; por lo que nos sentimos obligados
a compartir. Com-partir para reencontrarnos e identificarnos en la diversidad.
Una oportuna pregunta sería: ¿Qué
debemos Com-partir, para reforzar, permanentemente la socialidad, la civilidad
y el convivir?
La respuesta tiene que ser precisa y
directa: debemos compartir espacios, motivaciones, emociones, sensibilidades,
valores, conocimientos, normas; éstos y muchos otros factores que coadyuven a
incrementar la cívita.
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