miércoles, 25 de abril de 2018




                    Guyana aspira resolver rápido y con todo

A parecer no hay marcha atrás en la decisión que ha tomado el gobierno guyanés de llevar la disputa con Venezuela, por la zona del Esequibo, ante la Corte Internacional de Justicia.

Se desprende así de un documento, enjundioso, que ellos consignaron en esa instancia en La Haya, que ya circula en la red, que destaca entre otras cosas que Guyana no acepta continuar con la figura del Buen oficiante; además emplaza para que  Venezuela demuestre que el Laudo Arbitral de París, suscrito el 3 de octubre de 1899, es nulo e írrito.

Quisimos conocer la opinión del Dr. Abraham Gómez, estudioso del caso, quien ha venido dándole un seguimiento minucioso a este asunto; nos dijo  lo siguiente : “recordamos, en esta ocasión, lo que hemos venido exponiendo en distintos escenarios académicos y medios de comunicación; que me permito ratificar como una severa advertencia a las autoridades de la cancillería venezolana, a la Fuerza Armada y a la opinión pública nacional; en el sentido siguiente: habernos quedado callados, por tanto tiempo,  displicentes, desatendiendo este álgido problema, sin hacer las denuncias oportunas y contundentes; o permitir que los gobiernos guyaneses dieran concesiones a empresas transnacionales para la exploración, explotación y comercialización de los vastos recursos que tiene la Guayana Esequiba, todas estas omisiones iban a conspirar contra nosotros en los reclamos que históricamente hemos hecho de esa zona”.

Preguntamos, ¿por qué se hace difícil regresar a la posibilidad de una mediación, a través de un Buen oficiante, que sea designado por el Secretario General de La ONU?

“porque para que prospere, una vez más, como había venido ocurriendo desde 1989, es absolutamente imprescindible que las dos partes en litigio estén de acuerdo. Fíjese, que las personas que fueron designadas Buenos Oficiantes, su selección fue de mutuo acuerdo: Alyster Mcantyre, Oliver Jackman, Norman Girvan y Dag Nylander; ellos en sus debida oportuna hicieron lo que les correspondió. Trataron de  conciliar, para alcanzar una solución práctica y satisfactoria  en la controversia; aunque no hubo avances significativos al respecto”

Le hacemos al Dr. Gómez la observación que  en el documento que envío la cancillería guyanesa a la Corte Internacional de Justicia ellos reclaman que Venezuela le devuelva la parte que dominamos en la Isla de Anacoco.

“Cierto. El gobierno guyanés da como  cosa juzgada y ejecutoriada, el contenido de la sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899, el cual nosotros lo calificamos de nulo, tramposo  e írrito. Así entonces, ellos reivindican toda la Isla de Anacoco, que se localiza en la confluencia de los ríos Cuyuní y Venamo, en la zona de reclamación; y aspiran que se les entregue  la parte oriental de dicha isla, ocupada por militares venezolanos desde el 12 de octubre de 1966”

¿Usted cree, que estamos en condición de ir a una dispuesta internacional, de esa magnitud?

“no tenemos porqué reunir al combate jurídico. Poseemos extraordinarios profesionales del derecho, especialistas en Derecho Internacional Público, y por añadidura  suficientemente documentados en la problemática del Esequibo”. Finaliza diciendo el Dr. Abraham Gómez.

domingo, 22 de abril de 2018




Dualidad cervantina:
La quijotización de Sancho
o la sanchificación del Quijote

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Desde siempre toda la producción literaria de Miguel de Cervantes ha suscitado las más prolijas investigaciones; abordadas desde distintos puntos de vista.

Su proyección y admiración universal no tienen precedentes. Por ejemplo, El Quijote ha sido traducido a casi todos los idiomas del mundo; y otro dato interesante, después de la Biblia ha sido el texto más leído de la humanidad, lo cual nos hace sentir orgullosos en nuestra condición de hispanohablantes.

Ha habido una permanente indagación en los intersticios de tan hermosos tejidos discursivos. No sólo en su obra cumbre: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Permítanme decir, que a lo largo de más cuatrocientos años los críticos han actuado como cirujanos; han hecho todo tipo de disecciones, en tales géneros escriturales, con absoluta minuciosidad.

Saben qué sorprende: que aún consigamos en esos trabajos densos aportes y conclusiones desconocidas y originales.

Me atrevo a aseverar que sólo una obra tan extraordinariamente fecunda en matices es capaz de alentar y sostener tales enjundiosos estudios, imaginaciones y novísimas reinterpretaciones sin agotar su infinito y riquísimo caudal.

Como hombre de su tiempo, Cervantes estuvo al tanto de las corrientes literarias y filosóficas de entonces, algunas de las cuales dejaron huellas en sus creaciones. Así como también se ha dicho que la dual personalidad   del manchego Don Miguel se encuentra desdoblada en los dos principales personajes de la citada obra: idealización y pragmatismo. Conflicto permanente entre las fantasías del presunto caballero y la realidad encarnada en el grotesco acompañante.

Diversas corrientes del pensamiento y muchos de los elementos que caracterizan el espíritu renacentista se encuentran concitados en la obra de Cervantes. Con el ligero detalle, que el “Manco de Lepanto” escribe este elogiable y admirado  relato satírico y de parodia, para  desprestigiar los pedantes libros de caballería, que daban cuenta de  grandes empresas de conquistas en  aquella época.

Todo buen caballero, a decir de Cervantes, requiere de un fiel escudero.
 Y para este relato, El Quijote: iluso, romántico, soñador, visionario, idealista logra contratar a Sancho, a quien describe, como su compañero de luchas, pero que “no tiene mucha sal en la mollera”.

Sancho, con su sentido práctico de las cosas, influido la mayoría de las veces en estas hazañas por el fatalismo; afincado en cada paso por el realismo vital.
Sin embargo, a pesar de su temple rústico y directo para exponer sus pareceres; Sancho sirve de escudero por cuanto El Quijote le ofreció como paga por su servicios hacerlo gobernador de la isla Barataria. Un compromiso ficcionado de El Quijote para que el tosco propietario de Rucio no lo abandone en su enfrentamiento con los molinos de viento.

En sus interminables cabalgatas, de todas maneras, El Quijote y Sancho, cada uno condensa sus propias creencias y prejuicios.

Cervantes construye una pareja inmortal poniendo en contraste la locura idealizadora y la realidad tangible, la cultura y la rusticidad, la ingenuidad y la picardía. Incluso el aspecto físico de ambos presenta esta doblez: la larga y seca figura de Don Quijote montado en su caballo frente a las redondeces y la gordura de Sancho montado en su pobre asno.

Al final, podríamos decir que la locura de El Quijote fue transformando a Sancho; así entonces, su proverbial pragmatismo fue mutando hacia ilusiones o ideas vagas.
Y la conseja conclusiva de El Quijote hacia su sobrina devela que regresa él al mundo de los cuerdos “te recomiendo que nunca hagas pareja con  hombre lector de caballerías, porque se desquician”.

lunes, 16 de abril de 2018




Nietzsche fue lo que pensó
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Quizás el mayor (y exquisito) riesgo que hemos corrido con las diversas lecturas de filosofía en los últimos años, de antemano ya lo conocíamos: quedar atrapados en sus encantos.

La fuerza seductora de la filosofía se hace tan subyugante que no permite miradas traicioneras o que la atiendas a medias. Ella disfruta verte en tu desesperación de querer encontrar siempre una explicación lógica a las cosas.

 La filosofía teje sus propias lúdicas para buscar la sabiduría desde ella misma. Determinista e impositiva. Sí ciertamente así es. La tomas a través de un compromiso totalizante o la apartas de tu vista. Las vertientes de la filosofía son tan intensas y tan extensas; pero, sin embargo, ella hace los trámites necesarios para que aligeres tu “desquiciante recorrido”. Grato en extremo.

Nietzsche proporciona, en sus textos, las claves para acercarnos a su pensamiento. Y en la medida en que lo vamos leyendo y re-leyendo le encontramos nuevas imágenes, nuevas nociones, nuevas ideas como apropiada referencia para una resistencia intelectual. Entonces, estemos claros. A Nietzsche no se le puede abordar por las ramas. Ni querer ganar prebendas con sus aforismos, porque te descubre la trampa.
Nietzsche se construyó a partir de las infinitas posibilidades de ser que consiguió. Lo hizo de punta a punta en su tramo existencial, desde su primera obra que denominó “De mi vida”, escrita con apenas catorce años de edad en tan sólo quince días, hasta “Ecce homo” terminada un poco antes de caer en la locura; en esta última uno lee “no quiero creyentes…pienso que soy demasiado maligno para creer en mí mismo, no hablo a las masas…”

Acaso se conformaba con que apenas hiciéramos el esfuerzo de interpretar su obra llena de contradicciones, incertidumbres e “invadida de máscaras”.
 La Máscara viene a constituir una destacada categoría en su “tragedia existencial”, consciente como siempre estuvo que el hombre en su mundo-realidad, en el combate de todos los días tiene que apelar a las “identidades múltiples”.
Cuando Nietzsche escribe esto, pareciera señalar que los seres humanos se ven limitados en todas sus actuaciones a ocultarse en unas máscaras, dice: “pues el disimulo es también una máscara, por muy ligera que esta sea. Y que de tanto maquillar nuestro verdadero rostro, hasta en las situaciones más benévolas posibles ya éste desapareció”.

Todo hace de Nietzsche un pensador estimulante, al tiempo que “peligroso” e indomesticable. Bastantes intentos hubo en su época para someterlo; en su momento quisieron normalizarlo, convertirlo en pensador políticamente correcto. Por eso creemos que se llevarán, sino un chasco por lo menos un sustico quienes están deslumbrados ahora con sus escritos, e ilusionados en esta atmósfera política nuestra, con pretender meter a Nietzsche “dentro del corral” para sacarle provecho. Ni él mismo se soportaba.
 Leamos esta reflexión suya: “recientemente, cuando intenté reconocer escritos míos antiguos que había olvidado, me espantó una característica común a todos: hablaban el lenguaje del fanatismo. El fanatismo corrompe el carácter, el gusto y no en último lugar la salud, quien quiera establecer las tres cosas debe resignarse a un largo período de curación…!.

El filósofo de la irreverencia afirmaba, aunque a escondidas, los testimonios de sí mismo, las condiciones de su alma en cada una de las palabras escogidas para tejer sus aforismos.
Acaso sea verdad, pocos pensadores hasta ese momento de su irrupción habían sido tan autobiográficos. Las ideas plasmadas con espléndido dominio discursivo más que describir un mundo exterior dan cuenta del estado anímico que portaba y que le corroía por dentro, como fuego inextinguible.
Solía decir a cada instante: “espero no ser comprendido tan pronto”.
Era un pensador que no negociaba nociones, que se nutría de eclecticismos y sincretismos, y a la vez jugaba con lo apodíctico. Se servía de las ideas de otros autores, fundamentalmente los clásicos griegos, para afirmar las suyas con ánimo provocador, interesado, calculador.


lunes, 9 de abril de 2018




Un gobierno irrespetuoso del Estado

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Ha habido a lo largo de la historia una costumbre y práctica detestable, sobre todo en los países con modelos políticos totalitarios, pretender pronunciar bajo un mismo concepto elementos tales como: país, patria, partido político república, nación, Estado.

De estas consideraciones ya nos habíamos ocupado en artículos anteriores. Sin embargo, nuestro propósito e insistencia viene por la trama compleja que resulta manejar en la actualidad, en Venezuela, la anterior madeja de vocablos señalados.

Cuando no se tiene cultura democrática, de tolerancia a la opinión antagónica y al disenso de ideas, se vuelven escabrosas las relaciones entre el Estado, la Nación y la Sociedad Civil.
A mucha gente le produce piquiña cuando nos atrevemos a recordarles que una cosa es su organización partidista, y otra, bastante diferenciada, el Estado.

Las organizaciones partidistas, de ideologías totalitarias, se vuelven sibilinas o descaradas en función de gobierno; y meten en su mismo saco de intereses las competencias correspondientes al Estado, que están suficientemente atribuidas, contempladas y delimitadas en la Constitución Nacional.

El Estado por definición y principio representa a todos los ciudadanos que ocupan un lugar geográfico que es la Nación, regidos bajo un específico sistema jurídico y explícito reconocimiento internacional. Todos somos el Estado.

Los ciudadanos requieren la activa participación del Estado como garante del orden y de la armonía social.
Cuando el Estado se circunscribe a sus loables y clásicas funciones los países prosperan.
La perversión estriba cuando el gobierno, que por circunstancias detenta la administración de los asuntos del Estado, descuida su objetivo primordial para asumir un protagonismo innecesario en las múltiples actividades, que son exclusiva de la Sociedad Civil. A partir de tales abusos del gobierno las naciones se empobrecen, y como consecuencia el gobierno irrespeta al Estado y se hace irrespetar por la ciudadanía.

Un gobierno irrespeta al Estado cuando detectamos que la composición del gobierno se basa casi en la exclusividad de funcionarios ineptos en el desempeño de sus funciones.
Un gobierno cuya esencia y razón de ser es la pillería irrespeta al Estado; así además, se irrespeta al Estado cuando el gobierno comete peculado de uso, al desviar para fines particulares los recurso propios del Estado.

Un gobierno que no satisfaga las necesidades mínimas de la Sociedad Civil irrespeta al Estado, que como ya hemos señalado es toda su gente, sin diferenciaciones.
Un gobierno tracalero irrespeta al Estado cuando obliga a la Sociedad Civil a inscribirse y carnetizarse en su organización política para tener opción a alguna migaja de subsistencia.

El historiador Hugh Thomas explica que la época dorada de Inglaterra (siglos XVIII-XX) transcurrió plena de éxitos debido a  que los gobiernos y el Estado concentraban  sus energías en establecer el imperio de la ley, dejando a los individuos la libre creación de la riquezas, las inventivas y expresas manifestaciones de voluntad de progreso.

Precisamente por tales hechos los ciudadanos le conferían al Estado profundos respetos.
La Sociedad Civil hacía casi todo; y los gobiernos (y el Estado) hacían poco y lo poco que hacían lo hacían bien.

El Estado se ocupaba principalmente de defender la vida y la honra de sus ciudadanos. En el campo económico, el Estado se limitaba a asegurar la libre competencia, a eliminar los monopolios, a establecer patentes, a asegurar ciertas reglamentaciones urbanísticas y educacionales. Competencias bastantes trascendentes para vida de los ciudadanos, sin llegar a atropellarlos o a indignificarlos, mediante la obligación de carnetizarse.

Con qué nos conseguimos en este tramo contemporáneo, en Venezuela: el Estado luce libre; aunque atado, sospechosamente, a compromisos ominosos y oscuros frente a mafias extranjeras.  Y la Sociedad Civil carece de libertad por cuanto depende del gobierno hasta para su subsistencia. Padecemos la ingrata presencia de un   gobierno conculcador de todas nuestras libertades.