Un gobierno irrespetuoso del
Estado
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Ha habido a lo largo
de la historia una costumbre y práctica detestable, sobre todo en los países
con modelos políticos totalitarios, pretender pronunciar bajo un mismo concepto
elementos tales como: país, patria, partido político república, nación, Estado.
De estas
consideraciones ya nos habíamos ocupado en artículos anteriores. Sin embargo,
nuestro propósito e insistencia viene por la trama compleja que resulta manejar
en la actualidad, en Venezuela, la anterior madeja de vocablos señalados.
Cuando no se tiene
cultura democrática, de tolerancia a la opinión antagónica y al disenso de
ideas, se vuelven escabrosas las relaciones entre el Estado, la Nación y la
Sociedad Civil.
A mucha gente le
produce piquiña cuando nos atrevemos a recordarles que una cosa es su
organización partidista, y otra, bastante diferenciada, el Estado.
Las organizaciones
partidistas, de ideologías totalitarias, se vuelven sibilinas o descaradas en
función de gobierno; y meten en su mismo saco de intereses las competencias
correspondientes al Estado, que están suficientemente atribuidas, contempladas
y delimitadas en la Constitución Nacional.
El Estado por
definición y principio representa a todos los ciudadanos que ocupan un lugar geográfico
que es la Nación, regidos bajo un específico sistema jurídico y explícito
reconocimiento internacional. Todos somos el Estado.
Los ciudadanos requieren
la activa participación del Estado como garante del orden y de la armonía
social.
Cuando el Estado se circunscribe
a sus loables y clásicas funciones los países prosperan.
La perversión estriba
cuando el gobierno, que por circunstancias detenta la administración de los
asuntos del Estado, descuida su objetivo primordial para asumir un protagonismo
innecesario en las múltiples actividades, que son exclusiva de la Sociedad
Civil. A partir de tales abusos del gobierno las naciones se empobrecen, y como
consecuencia el gobierno irrespeta al Estado y se hace irrespetar por la
ciudadanía.
Un gobierno irrespeta
al Estado cuando detectamos que la composición del gobierno se basa casi en la
exclusividad de funcionarios ineptos en el desempeño de sus funciones.
Un gobierno cuya
esencia y razón de ser es la pillería irrespeta al Estado; así además, se irrespeta
al Estado cuando el gobierno comete peculado de uso, al desviar para fines
particulares los recurso propios del Estado.
Un gobierno que no
satisfaga las necesidades mínimas de la Sociedad Civil irrespeta al Estado, que
como ya hemos señalado es toda su gente, sin diferenciaciones.
Un gobierno tracalero
irrespeta al Estado cuando obliga a la Sociedad Civil a inscribirse y
carnetizarse en su organización política para tener opción a alguna migaja de
subsistencia.
El historiador Hugh
Thomas explica que la época dorada de Inglaterra (siglos XVIII-XX) transcurrió plena
de éxitos debido a que los gobiernos y
el Estado concentraban sus energías en
establecer el imperio de la ley, dejando a los individuos la libre creación de
la riquezas, las inventivas y expresas manifestaciones de voluntad de progreso.
Precisamente por tales
hechos los ciudadanos le conferían al Estado profundos respetos.
La Sociedad Civil
hacía casi todo; y los gobiernos (y el Estado) hacían poco y lo poco que hacían
lo hacían bien.
El Estado se ocupaba
principalmente de defender la vida y la honra de sus ciudadanos. En el campo económico,
el Estado se limitaba a asegurar la libre competencia, a eliminar los
monopolios, a establecer patentes, a asegurar ciertas reglamentaciones
urbanísticas y educacionales. Competencias bastantes trascendentes para vida de
los ciudadanos, sin llegar a atropellarlos o a indignificarlos, mediante la
obligación de carnetizarse.
Con qué nos
conseguimos en este tramo contemporáneo, en Venezuela: el Estado luce libre; aunque
atado, sospechosamente, a compromisos ominosos y oscuros frente a mafias
extranjeras. Y la Sociedad Civil carece
de libertad por cuanto depende del gobierno hasta para su subsistencia. Padecemos
la ingrata presencia de un gobierno conculcador de todas nuestras libertades.
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