sábado, 30 de octubre de 2021

 

Otras apoyaturas que construyen conocimientos

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 

Bastantes coincidencias –por encima de cualquier diferencia-- hemos logrado apreciar, en cuanto a que la educación nuestra tiene que fundamentarse en lo esencialmente humano.

La educación, en sus tres grandes dimensiones, debe dejar de ser de sobrevivencia para transformarse en una educación de eficiencia; que privilegie la lectura comprensiva, el pensamiento crítico- reflexivo, la amorosidad y la alteridad (que explico más adelante),

En nuestro modesto trabajo titulado: “Otras apoyaturas epistémicas en los procesos cognoscitivos”, cuyo eje central nos ha permitido exponer, en las conferencias universitarias, que hay distintas maneras de darle sostenibilidad a los conocimientos que se vayan adquiriendo progresivamente; por ejemplo, concretar –en el momento de los aprendizajes-- la merecida importancia a las sensibilidades; como también, a las empatías interpersonales y sociales.

Estudios recientes muestran y demuestran que para aprender algo es necesario emocionarse.

Quizás con lo que expondremos, a continuación, no consigamos un gran aporte o una extraordinaria revelación; porque –a lo mejor— usted ya lo sabe; pero una serie de estudios recientes de neuroimagen parecen confirmar que las emociones juegan un papel central en la memoria y en el aprendizaje.

 Aparejado a lo anterior, digo que la alteridad adquiere en nuestros planteamientos vital interés; por lo tanto, introduzco una breve digresión al respecto, para ensanchar el enunciado.

Veamos. La Alteridad, en tanto la cualidad de ser otro, viene del latín alter que significa "otro";  y por tanto se puede asimilar  de un modo más claro que  la  otredad.

 Si teorizamos desde la posición del "uno" (es decir, del yo), la alteridad viene a significar el principio filosófico de "alternar" o cambiar la propia perspectiva por la del "otro", teniendo en cuenta y valorando el punto de vista de quien opina.

La palabra alteridad proviene de la epistemología posterior a Kant; sin embargo, el pensador que le otorgó su más profunda consistencia epistemológica fue Edmund Husserl, quien en su conferencia de 1929 hablaba de la alteridad y su idea de empatía, que determinaría lo que conocemos como el conocimiento intersubjetivo.

 En estos tiempos contemporáneos, aparte de fijarle la obligante importancia a la alteridad – interés por los asuntos del otro—los docentes y estudiantes debemos poseer suficiente amorosidad por el hecho pedagógico. (Paulo Freire, dixit)

 La amorosidad freiriana, que recorre toda su obra y su vida, se materializa en el afecto como compromiso con el otro, que se realiza colmado de la solidaridad y de la humildad.

Frente a las señaladas inmensas claves narrativas, permítanme, también, apelar a la siguiente expresión: “para aprender hay que emocionar al cerebro”, para que se disponga a la plena asimilación de los datos, de todo tipo, que nos ofrece la realidad.

 Insistamos, si cuando usted se propone aprender y previamente no emociona al cerebro, resígnese a perder tiempo y recursos.

Con el uso de técnicas de medición de la neurociencia se ha podido determinar que los procesos de aprendizaje requieren de una cierta motivación e involucramiento. Esto refuerza la noción de que la esencia que define a un buen profesor es estimular e interesar a sus alumnos.

A partir de esta información se han desarrollado cosas como la neurodidática, una disciplina incipiente, que incorpora la ciencia del procesamiento neuronal de la información a la metodología escolar.

Lo que se deduce de estas aplicaciones es que el llamado lenguaje no verbal es importante, así como también la enseñanza interactiva, en la que los alumnos no sólo escuchan y toman notas, sino que hacen o ponen en práctica.

Ha habido una costumbre errada, casi desde siempre, que es basar los procesos educativos tal vez únicamente en los elementos de la Razón (con R mayúscula); es decir, atinente a lo cuantitativo, lo lineal, lo predictivo, lo medible. A la par de esto, hay que incorporar, desde nuestros propios sustratos existenciales, otras apoyaturas que han venido quedando a un costado, en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, con los cuales también se posibilita construir conocimientos.

Estos otros elementos constitutivos son supremamente interesantes y significativos, aunque no mensurables, como: las emociones, los sentimientos, los valores, los pensamientos rizomáticos (aquellos que parten desde muchos núcleos, y se tejen y nutren de distintas filosofías).

Deseamos una educación que aporte soluciones nuevas a problemas complejos que hemos venido arrastrando.

Ya basta de tener una educación de remedos y remiendos.

Reiteramos que una apoyatura fundamental en la educación es la lectura comprensiva, socializada entre y con los niños. Una lectura que a ellos les agrade, les apasione, para que así lleguen a amar los textos para el resto de sus vidas; con lo cual fortalecen su lenguaje que será la casa de su respectivo ser.

 

lunes, 25 de octubre de 2021

 


Nuestra democracia: enferma pero perfectible

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 

Si insistimos en tratar de comprender el significado ético de la Política en estos tiempos que corren, seguro nos quedaremos perplejos y con demasiadas incertidumbres.

Se quedarán pequeñas Las observaciones que intentemos aportar --aunque sea por curiosidad-- para develar los otros modos en que se ha transfigurado lo político. No tanto porque los escenarios se muestren a veces impenetrables, sino también porque cosas que parecían inimaginables son comunes y corrientes, y “legitimadas”, por el gobierno actual, con la mayor naturalidad.

Brotan cosas desde lo que llamamos político que no sólo impactan, también espantan.

Hay displicencias (e indiferencias) a borbotones. Actitudes tan rampantes que uno se queda loco.

Estamos viviendo en una especie de “Estado de Excepción” permanente; Lo cual tarde o temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades activas como para los silencios cobardes.

Quienes administran los asuntos propios de los Estados, en democracias enfermas como la nuestra en estos tiempos, cometen actos opresivos en perjuicio de los ciudadanos.

 Hay una entente oficialista detentadora abusiva del poder, que se erige en injustificada posición ventajosa frente al común de la gente.  Desde el gobierno practican descaradamente, y además asumen, de modo consciente, la desigualdad de derechos, las inequidades sociales, culturales y económicas, con tanta “naturalidad” que no perciben las tropelías en las que han caído y mucho menos el daño que están perpetrando a los ciudadanos y a la democracia en su esencia.

Hay tanta torpeza e ineptitud en los gobernantes de nuestro país, que les cuadra bien la siguiente narrativa: “cuando se les pide un caballo para solucionar algún problema, se presentan, bastante tarde, con un camello; que tendrá sus virtudes, pero no es lo requerido”.

Prestemos atención a lo siguiente: los Estados no se constituyen para enfrentar a los ciudadanos.

No vaya usted a creer, pero hoy en Venezuela nos conseguimos algunos atorrantes que se han querido convertir en émulos de Thomas Hobbes, y pretenden replicar sus deleznables tesis, sintetizadas en expresiones como:

 “...En el gobierno de un Estado bien establecido, cada particular no se reserva más libertad que aquella que precisa para vivir cómodamente y en plena tranquilidad, ya que (el Estado) no quita a los demás más que aquello que les hace temibles. ¿Pero, qué es lo que les hace temibles? Su fuerza propia, sus apetencias desenfrenadas, su tendencia a tomar decisiones discrepantes de la unanimidad mayoritaria…”

¡Casi nada...! Una inmensa fuente de terror en pocas palabras.

En nuestro país, permanentemente –teniendo la democracia, como valor cultural y sociopolítico --deseamos construirnos y constituirnos desde el pleno despliegue de las potencialidades creativas de cada quien, donde se propugne el beneficio de todos, con plena solidaridad humana; sin posturas hipócritas o utopismos anacrónicos.

Ya no se trata de desempolvar rancias nomenclaturas: de izquierda o de derecha, con la intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento. Experiencia de lamentable recordación.

 A propósito, Slavoj Zizek lo declara con crudeza “la izquierda no representa en estos momentos una alternativa positiva”. El asunto diríamos entonces no se trata de una recomposición del mapeado de las ideologías que han pululado en el mundo, sino reconocer definitivamente el valor sustantivo de los seres humanos, en la sociedad de que se trate.

El asunto estriba, particularmente en Venezuela, muy pronto, en reivindicar a la ciudadanía, sin expropiarle su integral condición.

La democracia que tuvimos y disfrutamos —desde 1958 hasta 1998-- arrastró sus imperfecciones; hechos distorsionados que estamos obligados a corregir, dentro de nuestro ámbito político con más democracia, y nunca con la implantación de dictaduras.

Aceptamos sin dudas, suficientemente probado y comprobado, que el sistema político idóneo es aquel que le confiere al ser humano la plena libertad para desarrollar sus potencialidades, particular y colectivamente. Cartografía política-ideológica que le deja trazar metas a la gente, y promueve para que las alcancen hasta donde sus aptitudes individuales le permitan, en absoluta y auténtica libertad.

 


lunes, 18 de octubre de 2021

 


  

¿Por qué pretenden acabar con nuestras universidades?

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 

De todos es conocido que la Universidad nace, como institución, en la Edad Media. Surge formalmente en tanto una entidad donde, para entonces –como aún hoy --concurren los maestros y discípulos en la búsqueda de la verdad.

 Aunque sea una “verdad relativa” y con múltiples aristas. Tal vez lleguemos a compartir, que, en tal hecho disímil o de universalización del pensamiento, queda arraigado lo más hermoso de las ideas y las posiciones.

En el presente tramo epocal contemporáneo las ilimitadas conexiones tecnológicas han transformado los modos de generar el conocimiento, de preservarlo, de rehacerlo y transmitirlo con otros principios y valores; así entonces, esos elementos constituyentes de los saberes los docentes universitarios están obligados a incorporarlos en su caja de herramientas intelectuales.

Nos agrada recordar que en el año 1958 se sancionó y promulgó, en nuestro país, una nueva Ley de Universidades que vino a sustituir la que para entonces estaba en vigencia desde 1953. El mencionado acontecimiento no fue, de ninguna manera, un hecho fortuito o desprevenido; sino, debemos decirlo, honestamente, a partir de ese hito socio histórico quedó contextualizada la universidad venezolana, a la par de las autonomías orgánicas, funcionales, administrativas y académicas, de las que gozan las demás universidades en el mundo.

Reconocemos, sin embargo, que en 1970 se produjeron serias y sustantivas reformas en el citado texto legal, hasta obtener una norma para el Sistema Universitario Venezolano (mayúsculas adrede) que nos rige ahora.

Nuestras Universidades habían venido resistiendo embates – algunas veces sibilinos, otros tantos develados--, pero nunca con el ensañamiento como se le perpetran los daños de todo tipo, en la actualidad.

Citemos, a manera de ejemplo:  el nombramiento fraudulento e írrito de algunas autoridades, completamente desarraigadas de las realidades de las universidades que pretenden dirigir; el asfixiamiento inmisericorde de las asignaciones presupuestarias y financieras; el desestimulo y deterioro progresivo de la calidad de vida del personal; el abandono de la infraestructura física y de los equipos; la centralización descarada de las nóminas en la “plataforma patria”, la inseguridad en los campus y un largo etcétera.

Apenas asomamos un ápice de la inmensa   crisis que estamos atravesado. Lamentamos también –hay que decirlo-- que un reducido número de Instituciones de educación Superior (muy pocas afortunadamente) y una minúscula facción de docentes universitarios, contaminados ideológicamente, han adoptado una respuesta mimética y vergonzosamente adaptativa al descalabro de nuestras universidades. Allí los vemos, medrando y rumiando pesares; cómplices de las directrices de sus órganos superiore, sin   proponer significativos cambios, para deslastrarnos de las calamidades

Honrosamente, la excepción la constituyen las Universidades en cuyo seno se respeta el disenso y la pluralidad de las ideas. Las Universidades caracterizadas por permanecer libres y siempre irreverentes, aparejadas a los docentes que han asumido los desafíos para desarrollar alternativas académicas y gerenciales con perspectivas hacia las sociedades que han sido emprendedoras.

 

 Sobran los ejemplos de los desmanes inocultables del oficialismo hacia nuestras universidades: el cometido contra la emblemática Universidad Simón Bolívar, al designar, mediante acto inconstitucional e ilegal a un rector, vicerrectores y secretario, en una sesión amañada del Consejo Nacional de Universidades. El constreñimiento sin justificación de las asignaciones de los recursos para el funcionamiento de  las universidades de Carabobo, del Zulia, de Oriente, Nacional Experimental Politécnica, de la Unillez y muchas otras más.

Jamás se había visto tanta desidia y atropellos ocurridos contra, nuestra insigne y reconocida ante el mundo, Universidad Central de Venezuela.

Los numerosos actos de terrorismo perpetrados para intentar arrodillar a la “Casa que   Vence las Sombras” son tropelías cohonestadas y promovidas desde el gobierno.

Se le quiere “pegar la mano” a nuestra Alma Mater a como dé lugar o como sea. Sin medir las consecuencias en sus desmanes ; en violación flagrante del Estado de Derecho y por ende de nuestra constitucionalidad.

Pretenden someter a nuestras universidades, hacerlas sumisas.

 

Los estudios universitarios en el presente siglo XXI deben asumir el cambio para el futuro, como consustanciales de su ser y quehacer. Dicha transformación exige de las instituciones de Educación Superior una predisposición a la reformas y cambios constantes de sus estructuras y métodos de trabajo

Esto implica asumir la flexibilidad epistemológica. Digamos, admitir que hay muchas y hasta contradictorias visiones del mundo y la vida, y las diversas propuestas teóricas para comprenderla, en lugar de la rigidez y el apego a tradiciones inmutables que imponen los regímenes totalitarios.

 En nuestro país invocamos la incorporación y participación --para la transformación-- del docente universitario en su labor diaria; que diga y aporte soluciones.

 El profesor-docente debe asumir la obligación de participar,  de hacerse  activo en la elaboración de los proyectos futuros de la sociedad que queremos y necesitamos; inspirados en la solidaridad, en la superación de las desigualdades y el respeto a los fines democráticos, a la meritocracia y a la pluralidad del pensamiento conforme a nuestros preceptos constitucionales.

lunes, 11 de octubre de 2021

 

El oficialismo tuerce y embadurna  todo

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 

¿Llegaremos, alcanzaremos a ser una Venezuela íntegra?

Fuimos siempre tan jóvenes, tan a punto de adquirir carácter,

rasgos decisivos, nitidez que nos acecha el riesgo de continuar

siendo una incesante acumulación de fragmentos, de parcialidades

sin integración…” JOSÉ BALZA. PENSAR A VENEZUELA, Pág. 6

 

La principal característica de la histeria colectiva que exhibe el chavismo-madurismo viene dada por el desconcierto patológico, en su modo de hacer y decir; que se manifiesta y acentúa en un gran número de comilitantes del régimen.

Preste usted atención para que capte que hasta los más recalcitrantes ortodoxos del inefable “socialismo” ya transpiran quejidos y arrepentimiento; y aunque no lo expresan (como quisieran) sienten el descalabro en que se encuentran, y en el que han subsumido a todo un país.

Cada vez se hace menos pronunciable, y hasta vergonzoso, el discurso socio-político que han pretendido hacer dominante. Frente a eso, han querido tejer y hacer prevalecer un clima que lo enrede todo.

Las palabras comunes con las que quisiéramos intentar definir las cosas, o por lo menos irlas llamando por sus nombres, se han vuelto vacías.

Los códigos lingüísticos, en las racionalidades que ellos han querido imponer, han variado y corren a contrapelo de la realidad. El vocablo oficializado va por un lado y la verdadera realidad va por otro.

 Acaso no nos ha sucedido que, aunque lo perceptible esté muy cerca de nosotros como para darle su exacto significado y juzgarlo, la retórica oficializada tuerce lo que hay que decir y te los hace conocer distintos.

Buscan y se apresuran para que entre en tu mente otra cosa: al hambre le dicen dieta; a los problemas los llaman temas; a sus ineptitudes las dan a entender como debilidades; a la desidia la llaman bloqueo del imperio; a las tratativas perversas que asolaron la producción nacional se la achacan a las sanciones, a la escasez de todo la mencionan como planificación programada etc. Por eso los enunciados en su mayoría son falsos.

La malévola intención es que quede, en la sociedad, la sensación de que hay que aprender de nuevo a pensar y a escribir. Que toda nuestra estructura sentenciadora de las cosas hay que desmontarla, para adaptarla a lo que los entes oficiales se les ocurra.

Pareciera que “las respuestas no siguen a las preguntas, el saber no sigue a la duda y las soluciones no siguen a los problemas” (Larrosa, dixit).

El uso indiscriminado de los vocablos no sería tan grave si éstos no fueran instrumentos para llegar a conocer, analizar e interpretar la realidad. Pintan una realidad que no es tal.

Tradiconalmente llegamos a estudiar que Los significados de las palabras son senderos abiertos para conocer el mundo. De todos es bastante conocido que cada término tiene una curiosa historia; y algunas veces, , un inmenso caudal de relatos o una larga narrativa adquiere cierta síntesis en un único étimo. Repetimos, el mundo se conoce a través de las palabras.

 Así también decimos que una palabra embadurnada, para que diga lo que no le corresponde, constituye un camino oculto o riesgoso.

¿A cuál socialismo se referían cuando hablaban de socialismo? ¿Qué   transformación dicen que estaban haciendo?  ¿Cuál sociedad ideal tenían para que la hiciéramos réplica en nuestras especificidades? 

 Nada serio había en sus pobrísimos discursos cuando nos plantearon hasta la obstinación que iríamos a un mundo mejor, parecido a los comunismos-socialismos, que vienen de regreso.

 Los “planificadores” del gobierno asomaban, como mascarón de proa, rigideces e inflexibilidades en las decisiones. Nunca aceptaron justificadas observaciones de nadie.

 La inocultable ineptitud la estuvieron maquillando con arrogancia y soberbia. Fruncían el ceño para espantar las incómodas críticas bien fundamentadas. La autocrítica les resbalaba; porque se creían y se la estuvieron dando de autosuficientes.

Únicamente ellos poseían el prodigio – incompartible-- de atesorar “la verdad absoluta” e incuestionable.

 La deleznable situación de nuestro país hoy devela la ruindad ideológica que los atraviesa. Su indigencia mental.

Por eso y sólo por ellos es que estamos como estamos en las peores condiciones sociales y económicas, en la más patética inseguridad jurídica y ciudadana, en un descrédito internacional. Nos han conducido a tamaña precariedad ética y moral.

No es necesario profundizar en discusiones intelectuales, o académicas de alto nivel para percatarnos que las decisiones que se vienen dando en los últimos años en Venezuela a lo que menos apunta, precisamente, es a una emancipación: a desplazar hacia fuera, a desligarnos de las estructuras poderosas que nos tienen atrapados para imponer sus designios, ajenos a nuestra propia identidad. Estamos pagando muy caro, ante el mundo, la ligazón con Cuba, China, Corea del Norte, Irán, Bielorrusia.

Comencemos por destacar el hecho que nuestra cultura socio-política ha asumido una impronta civilista-democrática, que es un sustrato de paz y de libertades.

 No resulta, para nada, sorprendente para los investigadores sociales la tipología militarista que caracteriza al actual régimen nacional.

 El poder político –como en siglos pasados--se encuentra una vez más en los cuarteles.

 La verdadera emancipación debe comenzar por erradicar tales despropósitos.

 Estamos obligados a emanciparnos de los pensamientos alienantes; con mucha más razón cuando sabemos que en el tramo civilizacional que transcurre se asume el conocimiento ya prácticamente como un “factor de producción”. Conocimientos que se construyen a partir de las confrontaciones de ideas; además en las actuales y profundas transformaciones subyace la competitividad en tanto estrategia-medio para alcanzar los objetivos.  Conocimientos-libertad-transformación-competitividad una extraordinaria cuarteta en un mundo moderno; tal es lo que queremos.

 Del comunismo, ideología de ingrata recordación, debemos emanciparnos. Esa manera de apreciar la realidad, estamos obligados a mandarla bien largo al cipote.

Los regímenes totalitarios—como el que se pretende levantar aquí-- ven malas palabras en expresiones tales como: libre albedrío, democracia, separación de poderes, estado de derecho, institucionalidad, libertad de pensamiento y de acción.

 

domingo, 3 de octubre de 2021

 


  

 

 

Guayana Esequiba: hoy se cumplen 122 años de una vergonzosa sentencia arbitral

 Dr. Abraham Gómez R.

 

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela.

 

Una inmensa mácula sigue gravitando sobre los propiciadores de la decisión alevosa y vil que nos perpetró el arrebato de una séptima parte de nuestra geografía.

Apreciemos lo siguiente para que tengamos una idea del daño que nos causaron con el Laudo Arbitral de París: la extensión de los 159.500 km2 que nos quitaron es mucho más grande que los estados Zulia, Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Falcón y queda todavía una considerable porción territorial donde caben las entidades Carabobo y Aragua. No es poca cosa.

Nótese que nos estamos refiriendo únicamente a lo territorial. Hacemos abstracción de los incuantificables recursos de todo tipo. Tampoco hemos aludido a la proyección atlántica que se genera, consecuencialmente. Porque a todo territorio ubicado en la costa, le corresponde un espacio marítimo a partir de una línea base, conforme a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

Se cumplen (122) años de esa   añagaza política-diplomática (3 de octubre de 1899), cuando las potencias inglesas, rusas y estadounidenses se complotaron para cercenarle a Venezuela lo que siempre ha sido nuestro: la Guayana Esequiba.

Se compuso, de forma amañada, un tribunal de arbitraje donde no participó ningún representante de Venezuela.  Estructurado este órgano sentenciador por cinco miembros: dos estadounidenses que fungieron como delegados de nuestro país, dos ingleses por el Reino Unido y el quinto miembro como elemento imparcial, que sería el presidente. Precisamente, este último fue quien más tuvo un comportamiento dañoso hacia nosotros.

Veamos: la Corte Suprema de Estados Unidos de América designó a Melville Weston Fuller y a David Josiah Brewer, ambos miembros de la citada institución jurisdiccional, para que fueran los voceros legales, plenipotenciarios, por Venezuela.

Así, además, integraron el jurado arbitral por el Reino Unido, Sir Richard Henn Collins (inglés), Barón Herschell (inglés), sustituido al fallecer por Charles Barón Russel de Killowen (miembro del Consejo Privado de la Reina); y el presidente del Tribunal, seleccionado por los cuatro miembros anteriores. Cuya responsabilidad recayó en Federik de Martens (ruso), quien para entonces cumplía funciones de catedrático de las universidades británicas de Cambridge y Edimburgo y por añadidura miembro permanente del Consejo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, entonces Imperio ruso. De tal manera que así se armó toda una tratativa, cuyo resultado sentencial ha sido patentizado a lo largo de la historia de los arbitrajes en el mundo como una vergüenza.

Hoy, recordamos tal fecha con consternación, pero no rendidos. Contrariamente, elevamos, de modo permanente y clara, nuestras voces de protesta por tal ignominia.

Las labores de latrocinio y rapiña por parte de los ingleses se enarbolaron al oeste del río Esequibo, espacios geográficos que siempre han sido nuestros y sobre los cuales poseemos Justos Títulos. La conformación de ese tribunal llevaba la predeterminación de conferirles a los ingleses lo que jamás habían descubierto; lo que nunca poblaron y mucho menos civilizaron.

Vamos a decirlo, apropiadamente, en las claves narrativas del insigne Rafael María Baralt: “antes de que brillara la aurora de nuestra independencia, Inglaterra no cesó de promover en nuestra tierra un sistema tan cínico como maquiavélico de contrabando”

Hemos estado reclamando para nuestra Nación venezolana la devolución de la Guayana Esequiba; algunas veces con ímpetu, otras con flaquezas y debilidades.

Reconocemos, innegablemente, que hemos cometido errores, desaciertos e impropiedades; sin embargo, nuestra lucha reivindicativa cada vez se vuelve más inmarcesible. Se crean fundaciones, organizaciones no gubernamentales, nos enorgullecemos de la indeclinable posición de las Academias, la Fundación Venezuela Esequiba, Mi Mapa de Venezuela,  la Asamblea Nacional, el Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela, el COVRI; en fin, hay actividades permanentes de esta hermosa amalgama de entidades y personalidades que no desmayaremos en esta noble causa.

Los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Hemos explicado en las instancias internacionales correspondientes las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos que nos asisten. Que no son empecinamientos o malcriadez diplomática.

Lo hacemos convencidos de que la Corte Internacional de Justicia, donde ha sido referida la contención – por cuanto la excolonia británica interpuso un recurso en nuestra contra–, aunque  no tiene la jurisdicción ni la competencia para conocer forma y fondo de este asunto litigioso; pero que sin embargo, se lo auto-adjudicaron.