martes, 28 de junio de 2011



REVISITAR A LA MUJER DESDE OTRA MIRADA
“…… Mientras el sujeto se encuentre en relaciones de producción
y significación, se encontrará igualmente en relaciones de poder”.
MICHEL FOUCAULT: El sujeto y el poder. Pàg.83 (2005)
A partir de las circunstancias complejas y los  permanentes cambios en que deviene el mundo en la actualidad, ya casi nada   escapa  o se exonera  de análisis. Hay una incitación constante para poner las cosas en tensión. Para llevar los acaecimientos a pulso. Según los investigadores sociales, parece que si hacemos uso de una metodología  holística se aligeran las tareas. Entonces así, sin dudas,  la dimensión afectiva de los seres humanos,  tantas veces  preterida,  queda develada y plenamente considerada. Además la participación indagatoria ya insinuada debe contenerse de lo material y de  recursos prácticos aparejado con los elementos simbólicos, culturales e ideológicos que en conjunto perfilan y definen la identidad. El lenguaje como estructura social constituye otro dato también interesante para lo que nos proponemos decir. La hipótesis que relaciona el vocablo mulier, de donde proviene la palabra mujer, con adjetivos de descalificación como: blanda, floja, mullida corresponde más a una etimología popular sin base lingüística seria y abundante de prejuicios y torcidas intencionalidades. Reconozcamos  que la discriminación, el ocultamiento y la negación a la que ha estado sometida la mujer secularmente no han sido hechos desprevenidos o fortuitos. Hasta el  laureado Aristóteles aportó lo suyo, quién lo diría, para naturalizar las diferencias entre hombres y mujeres. Una expresión medieval daba a conocer las condiciones de inferioridad que ellas soportaban “…la naturaleza no las hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino par un oficio doméstico y simple, así les limitó el entendimiento y, por consiguiente, les tasó las palabras y las razones..”  Rousseau promovió la igualdad entre los hombres y muchas ideas vigentes aún; pero debemos estar claros, que las libertades a las que aludía el filósofo francés no abarcaban a las mujeres. Tamaña ironía. Por consiguiente, hay suficientes resabios todavía de una cultura antropocentrista que impone a la mujer los modos de ser, hacer y pensar, que terminan limitándola a  una constreñida trama,  sin mayores  posibilidades, de la que no obstante se ha ido desanudando. Vivir en condiciones patriarcales y de recurrente subestimación ha venido construyendo en el inconsciente de la mujer un patrón de conducta  de legítima aceptación, haciéndole daño severo a su autoestima. Se nos hace inaceptable en esta época contemporánea que  alguien pueda  llegar a pensar que mujeres y hombres no sólo  son diferentes, sino que las mujeres son inferiores con los estereotipos sexistas que tales actitudes deparan. Para lo cual tenemos contundentes respuestas. Primero admitamos que ambos géneros edifican la búsqueda  de sus propias realizaciones a  través de la complementariedad que les es posible darse. Que el siglo XXI es el siglo de las mujeres, vamos a permitirnos esa profecía razonable. La presencia de la mujer en los cargos de responsabilidades había sido lenta, pero se ha vuelto indetenible. La pregunta que se formula la mujer ante los desafíos de la sociedad ya no es cómo acceder sino la trascendencia de su participación y las consecuencias de sus decisiones. Admitamos, con honestidad, que en estos y en los próximos tiempos habrá muchas mujeres en desempeños públicos y privados para orgullo de los seres humanos y de ellas en particular. La mujer lejos de adentrarse socialmente con  imitaciones vacías de los comportamientos masculinos ha constituido su propio estilo y fijado su perspectiva: ha sabido resignificar su identidad femenina, se ha hecho sujeto del discurso cotidiano para que se aligeren las transformaciones en el imaginario simbólico colectivo. Contribuyamos, junto a ellas,  la absoluta erradicación de la tal falacia histórica e ideológica que pretende dar cuenta de la supuesta inferioridad de la mujer. Desmitifiquemos los tejidos discursivos que persiguen instalar en la mujer una especie de neurosis por sometimiento. La mujer hizo suyo los principales factores conducentes a movilidad social y de acceso a la ciudadanía: desenvolvimientos y actuaciones basados en talentos y probidad. La reivindicación  anhelada dista bastante de recomenzar procesos socio- históricos  matricentrados. Se persigue, sí la concepción simétrica de los seres humanos más que la igualación de los géneros.





Dr. Abraham Gómez R.

viernes, 24 de junio de 2011



     COMBATIR SIN VANAS DISTRACCIONES

                                                    Dr. Abraham Gómez R.

Mientras los diversos factores de la oposición, o por lo menos quienes aparentan antagonismos al actual régimen ocupan algún tiempo en las “extenuantes” actividades para tener cierta  figuración electoral, el oficialismo ha apretado el acelerador en sus despropósitos para implantar el comunismo en nuestro país a como de lugar,  llevándose por delante lo que sea. A trote y moche, pues.
Ya no hay disimulos en esa deleznable intención. Las instituciones que hasta hace una década sostenían nuestra democracia han sido  secuestradas para que respondan  conforme a las instrucciones de quienes rigen los destinos de la  Nación. Da tristeza pensar que una ideología tenga que asumir para su instauración colectiva comportamientos de secta. Ya no nos sorprenden los patrones  de estas invariables conductas autoritarias. Los cofrades únicamente admiten la validez  de  los contenidos discursivos que emanan de las desopiladas ocurrencias y los trasnochados caprichos del capitoste. Aunque repletas de ignorancias.
Percibimos aún a algunos adversarios dando muestras de ingenuidad en el combate necesario  de los asuntos político-partidistas, actualmente. En los debates   (que no son tales)  en la Asamblea Nacional  exhiben tímidos talantes de  conservadurismo y  el modo tradicional para  discernir las cosas del Estado.  Empero, debemos convencernos que la situación  ideológica hoy en Venezuela merece otros tratamientos:   contundencia en la forma de decir y hacer,  encarar sin miedos, confrontar con decisión, que trascienda el ardid electorero que ahora obnubila a un sector colaboracionista de la oposición..   Estamos obligados a apelar quizás a la misma fuerza de solidaridad internacional que tuvieron en décadas recientes otros países para execrar al comunismo de sus predios. A la par de la señalada actividad en el exterior requerimos de estrategias inteligentes a lo interno de la Nación. Ha llegado el momento de escuchar en foros a las voces legítimas, propias y calificadas de las universidades denunciando el sistemático atropello que reiteradamente se viene cometiendo al Estado de Derecho. Sin mayores dilaciones los miembros de las Academias deben pronunciarse sobre el descalabro cometido contra el orden constitucional. Se hace imprescindible la reafirmación de la institucionalidad de las Fuerzas Armadas, para que dejen de ser esa caricatura esperpéntica medrosa.
El régimen ha venido sitiando las libertades. Lo peor es que asimilamos tal hecho como un asunto natural.   .
El catastrofismo de la dictadura comunista ya no es amenaza. Lo tenemos encima  cohonestado fatalmente a través de las muchas decisiones del  Tribunal Supremo de Justicia y el Ministerio Público.

jueves, 16 de junio de 2011

         Viejas costuras en el “Buen Vivir”
                  Dr. Abraham Gómez R.                  

El orden económico y social y su progresivo
desarrollo deben subordinarse a las personas,
 y no al revés. No es posible construir un orden
que no tenga  a la persona como centro, que no
esté al servicio del hombre, que no se funde
o tenga como base la verdad, la justicia y el amor.

 PAULO VI.  GAUDEIUM ET SPES.
Encíclica papal. Concilio Vaticano II, 1965.

Cada cierto tiempo, conforme han ido apocándose las dosis de credibilidad y confianza, escuchamos con mayor o menor estridencia la presentación de un renovado plan  o programa para poner “al país en marcha”. De casi todo se ha dicho. Los inflados e impactantes ofrecimientos han recorrido diversos escenarios. Dígame aquello que nombraban  gallineros verticales o producción organopónica. Ambas ideas de ingrata recordación por estrafalarias. No hace falta ser muy inteligente para saber que nos encontramos  en un profundo atolladero.Que mientras otras naciones han logrado dejar atrás con suprema audacia las crisis recientemente confrontadas, y hoy ya están en franca recuperación, aún nosotros estamos sumergidos en ese piélago de indecisiones y desaciertos. Tal vez la penuria mayor que nos asfixia como sociedad sea la marcada fractura. Estamos escindidos en dos mitades hasta ahora irreconciliables. Dejemos a un lado las hipocresías y empecemos a  aceptar esta triste realidad que nos flagela. Lo que llegamos a pensar sobre nosotros mismos constituye una parte “tangible” de lo que verdaderamente somos. Admitamos con humildad el mal que nos aqueja para que a partir de allí encontremos las alternativas de solución. Vamos a detenernos, con brevedad, en el siguiente análisis: únicamente con el anuncio y asomo  de los rasgos sobresalientes del plan de “Desarrollo Endógeno” una inmensa mayoría poblacional ancló sus esperanzas, por cuanto abría la posibilidad de satisfacer las necesidades  básicas que tenemos apelando a la participación prospectiva de la comunidad, además con  suficiente celos en el cuidado del medio ambiente. Al tiempo que se echaban las bases para la implantación de un modelo socio-económico a través del cual los ciudadanos desplegarían sus propias propuestas y potencialidades. Con el renombrado “Desarrollo Endógeno” las metas trascenderían desde lo local-comunal hacia arriba, en perspectiva del resto del país y del mundo. Desde cuándo hemos estado escuchando la obligación de “sembrar el petróleo”. Esta pudo haber sido, entonces, la ocasión para diversificar nuestra economía, estimulada con la participación autogestionaria y propuestas serias de diferentes formas de propiedad, de relaciones de producción y de consumo urbano-rural. Augurábamos, con ese plan nacional nonato, que cada región transformara sus ventajas comparativas (recursos naturales y ubicación geográfica) en ventajas competitivas como vía expedita para multiplicar el empleo productivo, el bienestar social y garantizar la calidad de vida. Bastante desquiciado será quien se oponga a un desarrollo desde dentro del país. Pero tampoco hay que ser tan idiotas para no reconocer la frustración y desilusión que atravesamos. Nuestra estrategia de desarrollo nacional (no hablamos de  crecimiento) debe ser mucho más complejo que crear   dispersos núcleos de desarrollo endógenos, por el mero interés partidario y para el aprovechamiento ideológico. A lo mejor si dejáramos  a un lado los pesados fardos  llenos de mezquindades podemos hacer conciencia del recurso que nos prodigó la naturaleza, aparejado al talento humano que concretamos como país en un crisol de posibilidades. Tal vez, entonces, encontremos la vía que procure entre nosotros la construcción de una sociedad con ética de sustentabilidad, con sentido de equidad. La humanidad ha dado lecciones singulares al respecto. Ha habido sociedades que se han logrado reencauzar  con sólo darse el reconocimiento respetuoso de las diferencias que de modo intrínseco poseen sus ciudadanos. La comunidad política que persigue en esencia el bien común debe estar basada en la legitimidad para que prospere la justicia.

miércoles, 8 de junio de 2011

       Emanciparnos de qué y cómo
                             Dr. Abraham Gómez R. 
                             
¿Llegaremos, alcanzaremos a ser  una Venezuela íntegra?
Fuimos siempre tan jóvenes, tan a punto de adquirir carácter,
rasgos decisivos, nitidez que nos acecha el riesgo de continuar
siendo una incesante acumulación de fragmentos, de parcialidades
sin integración….”
JOSÉ BALZA. PENSAR A VENEZUELA, Pág. 6

Cada vez se hace menos pronunciable el discurso socio-político dominante. Prevalece un clima que lo enreda todo. Las palabras comunes con las que quisiéramos intentar definir las cosas, o por lo menos irlas llamando por sus nombres, se han vuelto vacías. Los códigos lingüísticos han variado y corren a contrapelo de la realidad. Acaso no nos ha sucedido que aunque lo perceptible esté muy cerca de nosotros como para juzgarlo,  la retórica oficializada tuerce los significados y te los hace saber distintos. Por eso los enunciados en su mayoría son falsos. Nos queda la sensación de que hay que aprender de nuevo a pensar y a escribir. Pareciera que “las respuestas no siguen a las preguntas, el saber no sigue a la duda y  las soluciones no siguen a los problemas” (Larrosa, dixit).El uso indiscriminado de los vocablos no sería tan grave si éstos no fueran instrumentos para llegar a conocer, analizar e interpretar la realidad. Los significados de las palabras son senderos abiertos para conocer el  mundo. De todos es bastante conocido que cada término tiene una curiosa historia y algunas veces, de modo temerario, un inmenso caudal de relatos adquiere cierta síntesis en un único étimo. Así también decimos que una palabra embadurnada, para que diga lo que no le corresponde, constituye un camino oculto o riesgoso. La descripción anterior viene a cuento porque escuchamos en los disímiles escenarios que monta “el proceso” que nos encontramos en una interesante etapa de emancipación. Que es como decir: hay una acción para quedar liberados de un poder o procurarnos independencia frente a algo. Prestemos atención al término mancipium que es una  herencia idiomática legada por el latín. Mancipium define toda cosa tomada, agarrada o cogida de la mano. Sostenida con fuerza; ejerciendo sobre ella cualquier símbolo que represente autoridad. No es necesario profundizar en discusiones intelectuales, o académicas de alto nivel para percatarnos que las decisiones que se vienen dando en los últimos años en nuestro país  a lo que menos apunta, precisamente, es a una emancipación: a desplazar hacia fuera (ex), a desligarnos de las estructuras poderosas (teóricas o prácticas) que nos tienen atrapados para imponer sus designios, ajenos a nuestra propia identidad. Comencemos por destacar el hecho que nuestra cultura socio-política ha asumido--casi desde siempre-- una impronta civilista, que en su imaginario colectivo hay un irreductible sustrato de paz. Pero, ya no resulta sorprendente para los investigadores sociales la tipología militarista que caracteriza al actual régimen nacional. De nuevo el poder político se encuentra una vez más en los cuarteles. La verdadera emancipación debe comenzar por  erradicar tales despropósitos. Estamos obligados a  emanciparnos de los pensamientos alienantes; con mucho más razón cuando sabemos que en el tramo civilizacional que transcurre se asume el conocimiento ya prácticamente como un “factor de producción”. Conocimientos que se construyen a partir de las fértiles confrontaciones de ideas; además en las actuales y  profundas transformaciones subyace la competitividad en tanto estrategia-medio para alcanzar los objetivos.
Emancipémonos, si,  de quienes se atreven a sostener que individuo y colectivo jamás serán convergentes-complementarios. Que son elementos mutuamente excluyentes. De esa manera de apreciar la realidad debemos emanciparnos. De quienes ven malas palabras en expresiones tales como: libre albedrío, libertad de pensamiento y de acción. Porque para combatir las injusticias sociales y los desequilibrios obscenos de ningún modo hace falta anular al individuo y su lógica conexión con la sociedad. Lacan les manifestaba a cada momento a los estudiantes del mayo francés de 1968 “Ah, ustedes ¿son revolucionarios? Muy bien. Pues sepan que la revolución siempre está en busca de un amo. No se preocupen, lo van a encontrar”. Cómo cuesta después emanciparse de los amos.