viernes, 16 de agosto de 2013



                  Emanciparnos de qué y cómo

                                                                            Abraham Gómez R.[1]


¿Llegaremos, alcanzaremos a ser una Venezuela íntegra?
Fuimos siempre tan jóvenes, tan a punto de adquirir carácter,
rasgos decisivos, nitidez que nos acecha el riesgo de continuar
siendo una incesante acumulación de fragmentos, de parcialidades
sin integración….”
JOSÉ BALZA. PENSAR A VENEZUELA, Pág. 6

    Cada vez se hace menos pronunciable el discurso socio-político dominante. Prevalece un clima que lo enreda todo. Las palabras comunes con las que quisiéramos intentar definir las cosas, o por lo menos irlas llamando por sus nombres, se han vuelto vacías. Los códigos lingüísticos han variado y corren a contrapelo de la realidad. Acaso no nos ha sucedido que aunque lo perceptible esté muy cerca de nosotros como para juzgarlo, la retórica oficializada tuerce los significados y te los hace saber distintos. Por eso los enunciados en su mayoría son falsos. Nos queda la sensación de que hay que aprender de nuevo a pensar y a escribir. Pareciera que “las respuestas no siguen a las preguntas, el saber no sigue a la duda y las soluciones no siguen a los problemas (Larrosa, dixit) El uso indiscriminado de los vocablos no sería tan grave si éstos no fueran instrumentos para llegar a conocer, analizar e interpretar la realidad. Los significados de las palabras son senderos abiertos para conocer el mundo. De todos es bastante conocido que cada término tiene una curiosa historia y algunas veces, de modo temerario, un inmenso caudal de relatos adquiere cierta síntesis en un único étimo. Así también decimos que una palabra embadurnada, para que diga lo que no le corresponde, constituye un camino oculto o riesgoso.
    La descripción anterior viene a cuento porque escuchamos en los disímiles escenarios que monta “el proceso” que nos encontramos en una interesante etapa de emancipación. Que es como decir: hay una acción para quedar liberados de un poder o procurarnos independencia frente a algo. Prestemos atención al término mancipium que es una herencia idiomática legada por el latín. Mancipium define toda cosa tomada, agarrada de la mano. Sostenida con fuerza; ejerciendo sobre ella cualquier símbolo que represente autoridad. No es necesario profundizar en discusiones intelectuales, o académicas de alto nivel para percatarnos que las decisiones que se vienen dando en los últimos años en nuestro país a lo que menos apunta, precisamente, es a una emancipación: a desplazar hacia fuera, a desligarnos de las estructuras poderosas que nos tienen atrapados para imponer sus designios, ajenos a nuestra propia identidad. Comencemos por destacar el hecho que nuestra cultura socio-política ha asumido una impronta civilista, que es un irreductible sustrato de paz.
    Pero, ya no resulta sorprendente para los investigadores sociales la tipología militarista que caracteriza al actual régimen nacional. De nuevo el poder político se encuentra una vez más en los cuarteles. La verdadera emancipación debe comenzar por erradicar tales despropósitos. Estamos obligados a emanciparnos de los pensamientos alienantes; con mucho más razón cuando sabemos que en el tramo civilizacional que transcurre se asume el conocimiento ya prácticamente como un factor de producción. Conocimientos que se construyen a partir de las confrontaciones de ideas; además en las actuales y profundas transformaciones subyace la competitividad en tanto estrategia-medio para alcanzar los objetivos.
    Emancipémonos, si, de quienes se atreven a sostener que individuo y colectivo jamás serán convergentes-complementarios. Que son elementos mutuamente excluyentes. De esa manera de apreciar la realidad debemos emanciparnos. De quienes ven malas palabras en expresiones tales como: libre albedrío, libertad de pensamiento y de acción. Porque para combatir las injusticias sociales y los desequilibrios obscenos de ningún modo hace falta anular al individuo y su lógica conexión con la sociedad.
     Lacan les manifestaba a cada momento a los estudiantes del mayo francés de 1968 “Ah, ustedes ¿son revolucionarios? Muy bien. Pues sepan que la revolución siempre está en busca de un amo. No se preocupen, lo van a encontrar”. Cómo cuesta después emanciparse de los amos.



[1] Tecnológico de Tucupita

miércoles, 7 de agosto de 2013




         ESTOPA  EN  LA GARGANTA
         Dr. Abraham Gómez R.
                 abrahamgom@gmail.com


“Todo el texto es esa gota de dolor que hay que colocarse en la lengua, hasta que de tanto arder, entendamos que mientras nos creamos al margen, no tendremos las manos limpias y que seremos culpables hasta que podamos hablar de la última masacre del hombre contra el hombre. Esto no es literatura….”
Jaime Vàndor. Nunca Korczak llegó a Jerusalén.1984

En los tiempos que transcurren resulta impensable que alguien, por bastante osado que llegue a ser, pueda convocar (tal vez contaminar) a una multitud con sus ideas totalitarias y salir ileso. Aunque la humanidad  venga de  padecer los horrores del holocausto, las conflagraciones mundiales, las excentricidades de los “iluminados, de quienes se dicen ungidos para rescatar a la especie humana y re-crear un “hombre nuevo”; aún persiste en cualquier latitud el germen larvario de los regímenes atroces, sin mayores disimulos, que violentan y persiguen hasta la aniquilación  de la condición y la dignidad humana. A pesar de las contenciones jurídicas que los conciertos de países pactan y arreglan para someter los ímpetus deleznables, los detentadores de la ignominia política consiguen resquicios para regustarse al percibir que hay una “masa poblacional” que le prodiga adoración perpetua: in extremis dispuesta a entregar su vida en aras de concretar  un ente centralizador, que hegemonice la existencia de los ciudadanos, sus actuaciones por mínimas que parezcan.
Los distintos estudios que aproximan una taxonomía de la categoría Totalitarismo coinciden en algunas características indispensables para que propiamente logremos la calificación de un sistema socio-político de este tipo: cuando el Estado tiende a regimentar todo cuanto representen las relaciones sociales, que se suponen pertenecen más al orden de los ciudadanos. Al punto de hacer dependiente la civilidad de modo absoluto. Por añadidura el Estado ostenta rango preeminente tanto en el plano axiológico (los valores sociales serán siempre en función de la preservación de los interés estatales), como en la estructura  de la sociedad, inclusive en los designios de cada individuo en particular. Lo que Foucault estudió en la década del setenta como el biopoder  hoy en día va haciéndose, en nuestro país más evidente. La vida y lo viviente constituyen los retos de las luchas políticas en la Venezuela contemporánea. Ha venido este régimen  haciendo uso de los manuales de medios típicos para el control ciudadano: acortamiento de las libertades, abierta o sibilinamente, de expresión, de información, taponar con crudeza y sin escrúpulos bocas y oídos para que no digan, para que no escuchen. Obturar las conciencias. Constreñir las libertades en el ejercicio de la educación, de la propiedad privada,  de producción, de comercio, de decisión de movilidad, de la participación social en condición de ciudadanos independientes. Todo en nuestro país pretenden sellarlo con los tintes de partido único, oficializado, a cuyo frente se construye la figura de un “jefe absoluto” con poderes ilimitados, siendo él mismo el superior jerárquico de la estructura estatal. Lo anterior anudado bajo la estricta vigilancia de un cuerpo civil-militar con una lógica y discurso cuartelario, aterrorizante con la finalidad de asegurar la imposición sectaria de una ideología. Los planos trazados por regímenes de idénticos talantes en el mundo nos permiten discernir  la cartografía en ciernes para preservarse ante cualquier contingencia. Que con seguridad vendrá. Tan pronto como los pueblos dejen a un lado las cargas de temor y se dispongan a hacer justicia por las muchas tropelías soportadas, por tantas actitudes ominosas padecidas. Habíamos pensado que con el derrumbamiento del Muro de Berlín también se hacía posible el descalabro estrepitoso de teorías anacrónicas (comunismos, socialismos de baja ralea, fascismos, totalitarismos, populismos, militarismos, personalismos, absolutismos, estatismos, y todo ismo que se atreva a condicionar las libertades humanas) cuyo propósito viene dado para escindir a los seres humanos, indoctrinarlos de manera imbécil y ubicarlos forzosamente en posiciones dicotómicas para desatar luego las riendas a detestables maniqueísmos irreconciliables. La realidad desde siempre ha estado llena de contradicciones, plena de complejidades, escurridiza para pretender encerrarla en un sistema socio-político que impone sus propios fetichismos.