Nuestra democracia: enferma pero perfectible
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la
Academia Venezolana de la Lengua
Miembro del Instituto
de estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
Si
insistimos en tratar de comprender el significado ético de la Política en estos
tiempos que corren, seguro nos quedaremos perplejos y con demasiadas
incertidumbres.
Se
quedarán pequeñas Las observaciones que intentemos aportar --aunque sea por
curiosidad-- para develar los otros modos en que se ha transfigurado lo
político. No tanto porque los escenarios se muestren a veces impenetrables,
sino también porque cosas que parecían inimaginables son comunes y corrientes,
y “legitimadas”, por el gobierno actual, con la mayor naturalidad.
Brotan
cosas desde lo que llamamos político que no sólo impactan, también espantan.
Hay
displicencias (e indiferencias) a borbotones. Actitudes tan rampantes que uno
se queda loco.
Estamos
viviendo en una especie de “Estado de Excepción” permanente; Lo cual tarde o
temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades
activas como para los silencios cobardes.
Quienes
administran los asuntos propios de los Estados, en democracias enfermas como la
nuestra en estos tiempos, cometen actos opresivos en perjuicio de los
ciudadanos.
Hay una entente oficialista detentadora abusiva
del poder, que se erige en injustificada posición ventajosa frente al común de
la gente. Desde el gobierno practican descaradamente,
y además asumen, de modo consciente, la desigualdad de derechos, las
inequidades sociales, culturales y económicas, con tanta “naturalidad” que no
perciben las tropelías en las que han caído y mucho menos el daño que están
perpetrando a los ciudadanos y a la democracia en su esencia.
Hay tanta
torpeza e ineptitud en los gobernantes de nuestro país, que les cuadra bien la
siguiente narrativa: “cuando se les pide un caballo para solucionar algún problema,
se presentan, bastante tarde, con un camello; que tendrá sus virtudes, pero no
es lo requerido”.
Prestemos
atención a lo siguiente: los Estados no se constituyen para enfrentar a los
ciudadanos.
No vaya usted
a creer, pero hoy en Venezuela nos conseguimos algunos atorrantes que se han querido
convertir en émulos de Thomas Hobbes, y pretenden replicar sus deleznables
tesis, sintetizadas en expresiones como:
“...En el gobierno de un Estado bien
establecido, cada particular no se reserva más libertad que aquella que precisa
para vivir cómodamente y en plena tranquilidad, ya que (el Estado) no quita a
los demás más que aquello que les hace temibles. ¿Pero, qué es lo que les hace
temibles? Su fuerza propia, sus apetencias desenfrenadas, su tendencia a tomar
decisiones discrepantes de la unanimidad mayoritaria…”
¡Casi
nada...! Una inmensa fuente de terror en pocas palabras.
En nuestro
país, permanentemente –teniendo la democracia, como valor cultural y sociopolítico
--deseamos construirnos y constituirnos desde el pleno despliegue de las potencialidades
creativas de cada quien, donde se propugne el beneficio de todos, con plena
solidaridad humana; sin posturas hipócritas o utopismos anacrónicos.
Ya no se
trata de desempolvar rancias nomenclaturas: de izquierda o de derecha, con la
intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento. Experiencia de
lamentable recordación.
A propósito, Slavoj Zizek lo declara con
crudeza “la izquierda no representa en estos momentos una alternativa
positiva”. El asunto diríamos entonces no se trata de una recomposición del
mapeado de las ideologías que han pululado en el mundo, sino reconocer
definitivamente el valor sustantivo de los seres humanos, en la sociedad de que
se trate.
El asunto
estriba, particularmente en Venezuela, muy pronto, en reivindicar a la
ciudadanía, sin expropiarle su integral condición.
La democracia
que tuvimos y disfrutamos —desde 1958 hasta 1998-- arrastró sus imperfecciones;
hechos distorsionados que estamos obligados a corregir, dentro de nuestro
ámbito político con más democracia, y nunca con la implantación de dictaduras.
Aceptamos sin
dudas, suficientemente probado y comprobado, que el sistema político idóneo es aquel
que le confiere al ser humano la plena libertad para desarrollar sus
potencialidades, particular y colectivamente. Cartografía política-ideológica
que le deja trazar metas a la gente, y promueve para que las alcancen hasta
donde sus aptitudes individuales le permitan, en absoluta y auténtica libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario