Quijote y
Sancho: locura y realidad
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Desde sus propios orígenes, todo cuanto escribió Miguel de
Cervantes ha suscitado, en sus distintas posibilidades de análisis, las más
prolijas investigaciones, abordadas con disímiles puntos de vista.
Sin precedentes. No ha habido límites para la proyección y
admiración universal de la obra del manchego.
Ofrecemos al respecto este dato adicional, a manera de ejemplo: El
Quijote ha sido traducido a casi todos los idiomas del mundo; además, otro aporte
que registramos, como interesante es que después
de la Biblia ha sido el texto más leído de la humanidad; lo cual nos hace
sentir orgullosos en nuestra condición de hispanohablantes.
Ha habido una permanente indagación en los intersticios de tan
hermosos tejidos discursivos. No sólo en su obra cumbre: El ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha.
Permítanme decir que, a lo largo de más cuatrocientos años, los
críticos han actuado como cirujanos. Han hecho todo tipo de disecciones, en los
entramados escriturales cervantinos, con absoluta minuciosidad.
Saben qué sorprende: que aún consigamos en esos trabajos densos
aportes y conclusiones desconocidas y originales.
Me atrevo a aseverar que únicamente una obra tan
extraordinariamente fecunda en matices (y enhebrada de varios géneros literarios)
alienta y sostiene los señalados enjundiosos estudios, imaginaciones y novísimas
reinterpretaciones; sin agotar su infinito y riquísimo caudal.
Como hombre de su tiempo, Cervantes estuvo al tanto de las
corrientes literarias y filosóficas de entonces; algunas de las cuales dejaron
huellas en sus creaciones. Así como también, se ha dicho que la dual
personalidad del manchego Don Miguel se
encuentra desdoblada en los dos principales personajes de la citada obra:
idealización y pragmatismo. Conflicto permanente entre las fantasías del
presunto caballero y la realidad encarnada en el grotesco acompañante.
Diversas corrientes del pensamiento y muchos de los elementos que
caracterizan el espíritu renacentista se encuentran concitados en la obra de
Cervantes. Con el ligero detalle, que el “Manco de Lepanto” escribe este
elogiable y admirado relato satírico y de parodia para desprestigiar los
pedantes libros de caballería, que daban cuenta de grandes empresas de
conquistas en aquella época.
Todo buen caballero, a decir de Cervantes, requiere de un fiel
escudero.
Y para este relato, El Quijote: iluso, romántico, soñador,
visionario e idealista logra contratar a Sancho, a quien describe, como su
compañero de luchas, pero que “no tiene mucha sal en la mollera”.
Sancho quedó patentizado por su sentido práctico de las cosas; influido
la mayoría de las veces en estas hazañas por el fatalismo; afincado en cada
paso por el realismo vital.
Sin embargo, a pesar de su temple rústico y directo para exponer
sus pareceres, Sancho sirve de escudero; por cuanto, El Quijote le ofreció como
paga por sus servicios hacerlo gobernador de la Isla Barataria. Un compromiso
ficcionado de El Quijote para que el tosco propietario de Rucio no lo abandone
en su enfrentamiento con los molinos de viento.
En sus interminables cabalgatas, de todas maneras, El Quijote y
Sancho cada uno condensa sus propias creencias y prejuicios.
Cervantes construye una pareja inmortal, cuando ubica en contraste
la locura idealizadora y la realidad tangible, la cultura y la rusticidad, la
ingenuidad y la picardía. Incluso el aspecto físico de ambos presenta esta
doblez: la larga y seca figura de Don Quijote montado en su caballo frente a
las redondeces y la gordura de Sancho montado en su pobre asno.
Al final, podríamos decir que la locura de El Quijote fue
transformando a Sancho; así entonces, su proverbial pragmatismo fue mutando
hacia ilusiones o ideas vagas.
Y la conseja conclusiva de El Quijote hacia su sobrina devela que
regresa, el cazador de molinos de viento al mundo de los cuerdos: “te recomiendo
que nunca hagas pareja con hombre lector de caballerías, porque se desquician”.
Una indescifrable dualidad cervantina, que todavía incita a más develamientos.
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