viernes, 24 de abril de 2020







Si la Guayana Esequiba es nuestra, los esequibanos también.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.

En la presente circunstancia, que nos lleva a cumplir la cuarentena decretada por las autoridades; obviamente, nos vimos obligados a interrumpir la agenda que habíamos venido desarrollando por varias ciudades del país, desde el año pasado; a través de la cual  atendíamos  invitaciones de universidades, instituciones de educación media, gabinetes de seguridad y defensa, circuitos judiciales organizaciones no gubernamentales, retenes carcelarios, entidades culturales, museos históricos, logias masónicas etc., con la finalidad de exponer e intercambiar criterios sobre el asunto litigioso por la Zona en Reclamación.

Les manifiesto que, inescapablemente, siempre aflora una inquietud por parte de quienes asisten a las conferencias: porqué se hace necesario e importante insistir que ese pedazo de tierra es nuestro.

Ante la justificada “perplejidad”, respondemos de la siguiente manera: esta lucha centenaria no solo apunta a acaudalar para nuestro país las inmensas riquezas de todo tipo que allí se encuentran; sino además abrigamos  intrínseca y naturalmente el  principio de sano nacionalismo  de reivindicación histórica; porque nos  arrebataron, de modo vil,   esos 159.500 km2, a través de una maniobra artera, urdida entonces por el Imperialismo Inglés y Rusia; cuando conformaron ( y sin que permitieran la presencia de la representación venezolana) el tribunal que decidió despojarnos de la denominada Guayana Esequiba, mediante  la sentencia del Laudo Arbitral, celebrado en París, el 3 de octubre de 1899.

De manera que hemos arrastrado tal reclamación desde hace más de un siglo, no por capricho o malcriadez diplomática.

Hemos sostenido tal contención porque tenemos suficientes elementos probatorios: históricos, jurídicos, cartográficos, sociales, políticos y morales que nos asisten.

Permanentemente estamos dispuestos a continuar, en las instancias que sean necesarias, hasta que se logre hacer justicia a Venezuela del daño patrimonial territorial que se nos perpetró.

Tenemos los Justos Títulos, que han sido traslaticios, desde que nos constituimos como Capitanía General de Venezuela, el 8 de septiembre de 1777.

Añadamos al  citado documento el acta de reconocimiento de nuestra Independencia por parte de España, el 30 de marzo de 1845; en cuyo texto de renuncia y cesión, Su Majestad Católica (S.M.C) Isabel II  “usando la facultad que le compete por decreto de las Cortes Generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia por si, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que les corresponden sobre el territorio americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela; y a consecuencia de este acto  admite como nación libre, soberana e independiente a la República de Venezuela compuesta de las provincias y territorios expresados en su Constitución y demás leyes posteriores…..”(omissis).

De tal manera que la séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron, la reclamamos con suficiente fortaleza y asidero jurídico.

Sin embargo, también he expuesto, como autocrítica, que siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores de la Guayana Esequiba, pero nunca hablan de la considerable población que ocupa ese territorio.

En la Guayana Esequiba conseguimos importantes ciudades, pueblos y asientos demográficos de varios tipos y clases sociales, cuyo registro censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 600.000 personas, incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawaks, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes y Wapashi.

La mencionada geografía humana, que convive en ese territorio, debe llamar el interés y la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia.

Estamos obligados a enlazarnos como compatriotas, con esos grupos humanos, tan venezolanos como cualquiera de nosotros.


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