jueves, 11 de octubre de 2018




                Genealogía y educación
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Admitamos, de entrada, que la Educación (si prefiere llamarlo, acto educativo), como proceso multívoco queda sustentada en tres componentes esenciales que se imbrican ( conectan), y se vuelven inseparables; a saber: los contenidos curriculares que se sistematizan, programan  y desarrollan a través de ejes temáticos y  asignaturas en la escolarización;  agreguemos también  los inacabables eventos y momentos que facilitan la socialización para hacer posible las relaciones interpersonales, los compartimientos grupales; y en tercer término la incorporación de valores, que le da  factibilidad al  modelamiento de la personalidad del sujeto en condición de  discente. 

Una tríada anudada para decidir la formación de los seres humanos.

Sin lugar a dudas que corresponde a la familia la mayor densidad y énfasis en lo concerniente a la socialización y al cultivo y manifestación de la dimensión axiológica (a los valores) del individuo; por cuanto, la Familia constituye el escenario natural, original y legítimo de los seres humanos para su progresivo desenvolvimiento, a lo largo de la vida. La familia constituye el sustrato social primigenio.

Así entonces, todo cuanto aflore, insurja y ocurra en el seno de la familia; digamos, su historia propiamente, será insumo determinante en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

 Aparejado a los valores, como quedó dicho, conseguimos la fijación de la propia identidad de quien aprende.  Las vivencias de sus conflictos intrafamiliares, la comprensión del color de su piel u otra línea congénita, el espacio social escogido para vivir. En fin, es una especie de develamiento de sus orígenes para asimilarlos y hacerlos enteramente suyos.

Quiero señalar, que la historia familiar actúa, en todo momento, como un aglutinante, vertebrador en la existencia individual.

Fijémonos con atención a lo siguiente: cualquiera de las dos vías que se haya escogido para diseñar la educación en nuestro país; o bien, partiendo desde el concepto para definir luego el   modelo educativo; o mediante la implantación de un modelo que después determina su propio concepto. En ambas direcciones la historia familiar se ha encargado de tejer posibilidades educativas certeras. Hay una recursividad interesante de reenvío modelo-concepto, y viceversa.

Preguntémonos, porqué es tan determinante la influencia de la familia; y respondamos así: porque en el Acto Educativo se hace constate evocación y pesquisa genealógica de los datos familiares, aprovechables para enseñar y     aprender, casi que como un templo colectivo y/o micro-social de nuestros antepasados. Muy difícil que el proceso educativo se presente de otra manera.


Prevalece un “orden genealógico recurrente” entre los individuos que responden a una misma “cepa o serie familiar”. Orden o linealidad apreciable en las actitudes, es decir: predisposiciones, sensibilidades, intencionalidades de los actos, postura ante un objeto determinativo, alguna escogencia vital  y decisional; súmense además las comunes aptitudes, casi como una heredad (potencial para aprehender y metabolizar mentalmente elementos fenoménicos de cualquier parcela de la realidad); en las observables características por/para los hechos sociales.

Cuando juzgamos la comparecencia de la genealogía, en el Acto Educativo; siempre conferimos vigencia a la vieja conseja de Miguel de Unamuno: “lo que natura non da, Salamanca non presta”.

 Atrevidamente, lo interpretamos de este modo: no hay que andar con   vanas ideas, o pretender que por el solo hecho de asistir y formar parte en una escolarización, ya podemos alardear de tener suficiente inteligencia; a pesar de no haber sido recompensado con tales dotes por parte de la naturaleza.

Al parecer, todo cuanto el registro genealógico ha negado al escolarizante no podrá ser reemplazado por la mejor educación.

Cabe una explicación adicional: si evaluamos como exigua la estructura biosicosocial del escolarizante, por supuesto que se encontrará en inferiores condiciones de aprender frente a otros con mejores potencialidades.

El sistema escolar, en Venezuela y en la mayoría de los países, se limita a ofrecer iguales posibilidades, pero no toma en cuenta las desiguales condiciones.

Nos queda aún por despejar la incertidumbre de si “la escuela favorece a los favorecidos y desfavorece a los desfavorecidos”.


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