Genealogía y educación
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Admitamos, de entrada, que la
Educación (si prefiere llamarlo, acto educativo), como proceso multívoco queda
sustentada en tres componentes esenciales que se imbrican ( conectan), y se
vuelven inseparables; a saber: los contenidos curriculares que se sistematizan,
programan y desarrollan a través de ejes
temáticos y asignaturas en la
escolarización; agreguemos también los inacabables eventos y momentos que
facilitan la socialización para hacer posible las relaciones interpersonales,
los compartimientos grupales; y en tercer término la incorporación de valores,
que le da factibilidad al modelamiento de la personalidad del sujeto en
condición de discente.
Una tríada
anudada para decidir la formación de los seres humanos.
Sin lugar a dudas que corresponde a
la familia la mayor densidad y énfasis en lo concerniente a la socialización y al
cultivo y manifestación de la dimensión axiológica (a los valores) del
individuo; por cuanto, la Familia constituye el escenario natural, original y legítimo
de los seres humanos para su progresivo desenvolvimiento, a lo largo de la
vida. La familia constituye el sustrato social primigenio.
Así entonces, todo cuanto aflore,
insurja y ocurra en el seno de la familia; digamos, su historia propiamente,
será insumo determinante en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Aparejado a los valores, como quedó dicho, conseguimos
la fijación de la propia identidad de quien aprende. Las vivencias de sus conflictos
intrafamiliares, la comprensión del color de su piel u otra línea congénita, el
espacio social escogido para vivir. En fin, es una especie de develamiento de
sus orígenes para asimilarlos y hacerlos enteramente suyos.
Quiero señalar, que la historia
familiar actúa, en todo momento, como un aglutinante, vertebrador en la
existencia individual.
Fijémonos con atención a lo
siguiente: cualquiera de las dos vías que se haya escogido para diseñar la
educación en nuestro país; o bien, partiendo desde el concepto para definir
luego el modelo educativo; o mediante la implantación
de un modelo que después determina su propio concepto. En ambas direcciones la
historia familiar se ha encargado de tejer posibilidades educativas certeras.
Hay una recursividad interesante de reenvío modelo-concepto, y viceversa.
Preguntémonos, porqué es tan
determinante la influencia de la familia; y respondamos así: porque en el Acto
Educativo se hace constate evocación y pesquisa genealógica de los datos
familiares, aprovechables para enseñar y
aprender, casi que como un templo colectivo y/o micro-social de nuestros
antepasados. Muy difícil que el proceso educativo se presente de otra manera.
Prevalece un “orden genealógico
recurrente” entre los individuos que responden a una misma “cepa o serie
familiar”. Orden o linealidad apreciable en las actitudes, es decir:
predisposiciones, sensibilidades, intencionalidades de los actos, postura ante
un objeto determinativo, alguna escogencia vital y decisional; súmense además las comunes
aptitudes, casi como una heredad (potencial para aprehender y metabolizar
mentalmente elementos fenoménicos de cualquier parcela de la realidad); en las
observables características por/para los hechos sociales.
Cuando juzgamos la comparecencia de
la genealogía, en el Acto Educativo; siempre conferimos vigencia a la vieja
conseja de Miguel de Unamuno: “lo que natura non da, Salamanca non presta”.
Atrevidamente, lo interpretamos de este modo:
no hay que andar con vanas ideas, o pretender que por el solo hecho
de asistir y formar parte en una escolarización, ya podemos alardear de tener
suficiente inteligencia; a pesar de no haber sido recompensado con tales dotes
por parte de la naturaleza.
Al parecer, todo cuanto el registro
genealógico ha negado al escolarizante no podrá ser reemplazado por la mejor
educación.
Cabe una explicación adicional: si
evaluamos como exigua la estructura biosicosocial del escolarizante, por
supuesto que se encontrará en inferiores condiciones de aprender frente a otros
con mejores potencialidades.
El sistema escolar, en Venezuela y en
la mayoría de los países, se limita a ofrecer iguales posibilidades, pero no
toma en cuenta las desiguales condiciones.
Nos queda aún por despejar la
incertidumbre de si “la escuela favorece a los favorecidos y desfavorece a los
desfavorecidos”.
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