martes, 12 de noviembre de 2019



Calle, calle sin retorno, ¿Por qué no? (actualizado)

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

La historia nos ha entregado suficientes testimonios, para aleccionarnos lo que debemos poner en práctica.   Las circunstancias nos conllevan a replicar, tal vez con idénticos resultados, escenas ya vividas por otros pueblos.

El mes pasado el pueblo, en las calles de Beirut y otras ciudades, derrocó al déspota primer ministro del Líbano, Saad Hariri.

Hace apenas unos días, Bolivia buscó reinstaurar la vía democrática, al quitarse de encima a Evo Morales, y todo cuanto su régimen comporta.

La anterior reflexión viene dada a propósito de las estrategias diseñadas, hasta ahora, por el presidente interino, Ing. Juan Guaidó, con sus asesores directos, para encarar, con contundencia, la situación calamitosa que padece, sin misericordia alguna, la población venezolana. Entre tales actividades, tenemos el llamado para la Gran Marcha Nacional para el próximo sábado 16 de noviembre.

Cuando revisitamos, documentalmente, tragedias similares, causadas por regímenes totalitarios uno llega a preguntarse: cómo hicieron esos pueblos para salir y execrar tales ignominias. Y en los análisis, con perspectivas de solución, nos hacemos recurrente la interrogante: si en aquéllos resultó, luego de una determinación solidaria, donde todos los demócratas se juntaron, unívocamente; por qué no podemos   nosotros apelar a iguales mecanismos.

Apenas referiré dos ejemplos, muy recientes, que evidencian lo que son capaces las sociedades enardecidas, que luchan y procuran reencauzar mejores destinos, con líderes auténticos.

La Primavera Árabe constituyó una sistemática manifestación de gestas libertarias, reivindicativas de verdaderos estados de derechos, que abarcó a varios países; cuyos gobiernos autoritarios habían devenido en dictaduras atroces, perpetradoras de todo tipo de persecución y conculcación de los Derechos Humanos.

Comenzó, la también conocida Revolución Democrática Árabe, en Túnez, en el año 2010, cuando la policía arremetió, sin ninguna justificación o causa contra un vendedor de frutas. Bastó ese hecho brutal para que los pueblos unidos se encolerizaran, salieron a las calles y no regresaron a sus hogares, sino diez días después, hasta que se produjo el derrocamiento de la satrapía de Bouazizi, que los hostigaba, apoyado por militares corruptos y llenos de todo tipo de vicios.

El mundo árabe hizo suya y propia la gesta de los tunecinos; y así fueron cayendo regímenes crueles: en Egipto millones de personas se instalaron en las principales avenidas de las ciudades más importantes de esa nación, y vieron derrumbarse a Mubarak que llevaba treinta años hostilizando la dignidad.

Los libios patentizaron el ejemplo; se alzaron en las calles contra Gadafi, quien los pisoteó por cuarenta y dos años.

La prensa internacional, con anterioridad a la caída del régimen y luego del asesinato de Gadafi, publicaron serios escritos, donde se acusaba a Gadafi de múltiples casos de secuestros, violaciones, torturas y diversos escándalos sexuales cometidos durante su gobierno.

Cuando las sociedades se deciden a ser libres e independientes se vuelven indetenibles. Esa es la razón fundamental por la que el mundo celebró los movimientos libertarios y democráticos, (La Primavera Árabe), sin precedentes en: Siria contra Al Assad; en Yemen frente al despotismo de Saleh, que fue depuesto; en Argelia quedó sentido Buterflika, quien renunció el dos de abril de este año. En Omán fue desplazado del poder Al Said; en Bahréin la sociedad no quiso saber más nada de Al Jalika; y en Jordania, sacaron por la fuerza al tirano, primer ministro Rifai.

Otro caso, para la historia, lo acabamos de presenciar en Puerto Rico, cuando Ricardo Rosselló anunció su renuncia como gobernador de ese país, al expresar que no estaba en condiciones de   mantenerse más tiempo al frente de la jefatura del Estado, después que un levantamiento popular extraordinario y un proceso de destitución dio al traste con su gobierno.

La abrupta caída de Rosselló ocurrió luego de más de una semana de fervientes protestas públicas, en las calles, que exigían su salida.

En la capital de Puerto Rico, San Juan, los manifestantes se hicieron presentes a pie, a caballo e incluso en botes, lanchas, motos y vehículos de todo tipo.

Cuando alguien del gobierno tuvo la infeliz idea, y declaró que se trataba de una minoría de exaltados; la gente, en conglomerado multitudinario en las calles, creó espontáneamente una canción “No somos un grupo pequeño. ¡Somos Puerto Rico!”.

Se ha demostrado que, en los países con instituciones estables y valoradas sus funciones idóneamente, hay más tendencia a participar a través de foros productivos. A apreciar soluciones por intermedio de   actividades de pedagogía política.

Nuestra Constitución Nacional contempla, en tanto Derechos, las manifestaciones civilizadas. Sin embargo, no se comete delito alguno exteriorizar el malestar generalizado, producto de la cotización que se sufre, si utilizamos mecanismos de participación directa, como las protestas callejeras. Lo que ya se conoce en el presente contemporáneo, como” Calle sin retorno”.

Basta saber si la legítima dirigencia opositora (no la que se disfraza de oposición, pero la sabemos colaboracionista del régimen) está en condiciones anímicas para ejecutar medidas de tamaña fortaleza y repercusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario