Nuestra
Universidad: irreverente, insumisa y crítica. Así la queremos
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Confieso el
inmenso agrado que siento cada vez que seleccionamos el tópico universitario
para tejer reflexiones, de cualquier aspecto de nuestra admirada institución.
Reconocemos
que la Universidad, algunas veces, se nos presenta esclerosada; pero, también
elogiamos que la Universidad sigue siendo un exquisito espacio societal donde se
crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos. Tal es su
esencia.
La universidad
venezolana - la que promueve y permite el disenso y el pensamiento crítico- ha
resistido los embates desde diversos lados. Adversarios internos y bastantes
que le disparan desde afuera.
Nuestra
Universidad ha soportado las trapacerías que las mentalidades obtusas y retrógradas
han hecho (y aún insisten) para que desaparezcan estas casas de Estudios Superiores.
Han declarado:
“muerte a la inteligencia. Viva la muerte";
aquella infeliz expresión del general Millán Astray, enfrentado al rector
Unamuno, en el paraninfo de la
Universidad de Salamanca (1936).
Otros, no
pocos, apelan a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillarla”.
Los totalitaristas
creen que colocando la Universidad en condición abyecta responderla, de mejor
manera, a sus específicos intereses ideológicos.
La
universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio
caprichoso de parcelas y menos hará juegos a conveniencias individualistas.
Con toda
seguridad, en la fortaleza de principios de la Universidad estriba su fama bien
ganada de irreverente, protestaria y crítica. En permanente ebullición de
ideas.
Sépase que
así la queremos y necesitamos. Y nuestra disposición para defenderla siempre es
irreductible e indoblegable.
Somos
creaturas de la Universidad que mantiene incólume sus exquisitos escenarios
para las constantes y respetuosas confrontaciones plurales.
Ha sido el
propio carácter crítico, que la Universidad genera y propicia, los que nos
motiva a repensarla, sin descanso; a debatir lo que ha venido siendo y cómo
debería ser. Con la severa advertencia de no incurrir en el artificio contrario
de querer modelarla según nuestras egolatrías; o pretender cerrarle sus
disímiles miradas y apocar sus horizontes.
Nuestra posibilidad
académica apunta en otro sentido: resensibilizar, desde adentro, para que se desplieguen
serias actividades de Transformación. No es poca cosa. Lo sabemos. Hay
demasiados asuntos álgidos a lo interno, que respaldan los conservadurismos o
por lo menos “reman en dirección contraria” en estos tiempos de cambios
acelerados.
En el
presente tramo epocal muchas veces las opciones tecnológicas llevan un ritmo más
rápido para alcanzar las causas de los
hechos, que superan los rituales tradicionales de enseñanzas-aprendizajes y a
los contenidos de las matrices curriculares, en nuestras universidades. Comporta
–ciertamente- un interesante desafío, aunque produzca vértigos.
Frente a la
descripción anterior, asumamos una actitud autocrítica. Empecemos por reconocer
que estamos obligados a salir de este atolladero.
Que a nadie
se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de “reforma
universitaria”. De lo que se trata es de Transformar; que es adentrarnos mucho
más allá de las formas.
Transformar,
con libertad y autenticidad. Vamos a exponerlo con las palabras de este
distinguido investigador social venezolano, Alex Fergusson: “La institución universitaria tiene,
entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus
propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente,
también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de
garantizar una autonomía de pensamiento…es, sin duda alguna, el sentido
que debe darse hoy a la libertad
académica y científica”.
Hay que dejar
atrás (decimos nosotros en añadidura) suficientemente lejos a tantos que han
vegetado (y han medrado) por años en las universidades. A esa gente que jamás
se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo
estandarizado.
Debemos
desplazar a quienes se dicen capitostes de la Universidad; que engulleron lo
que alguna vez fue legitimado; pero que ya tal esquema se ha vuelto
disfuncionales e impracticables.
Hay que abrir
las miradas para comprender y aprehender que hoy estamos inmersos en una
sociedad que valora intensamente las múltiples opciones generadoras de
conocimientos: fuente sustantiva de sus propias realizaciones.
Posibilidades
tecnológicas incorporadas cotidiana y rutinariamente.
Entendamos que en la actualidad las
ignorancias tienen un alto precio.
Agreguemos a todo lo reflexionado, lo
siguiente: si la intención es construir saberes;
entonces, que continúen anudados dos previsibles sustratos filosóficos en los
espacios universitarios: Pensamiento Crítico y Libertad. Ambos factores conjugados
no son pecaminosos ni ingenuos. Por
cuanto Pensamiento Crítico y Libertad conforman una síntesis intrínseca en y
desde la universidad. Pensamiento Crítico y Libertad han hecho insumisa a la Universidad,
a lo largo de la historia
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