Aquelarre de mentalidades
menstruantes
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Por distintas vías, han
solicitado mi modesta opinión sobre un hecho tan extraordinario como
repugnante; que no obstante haberse generado en el Congreso de Chile ha
repercutido y consternado a varios países hispanohablantes.
Me refiero al
acontecimiento siguiente: con la instauración de un nuevo gobierno de tendencia
izquierdista en la mencionada nación austral; el parlamento chileno actual, de
amplia mayoría favorable al presidente entrante Gabriel Boric, acaba de
aprobar, oficialmente, la expresión: “persona menstruante”, cuando haya que
referirse a la mujer.
Tan infeliz y
vergonzosa escogencia terminológica nos luce desacertada e impropia.
La aborrecible decisión que contó con 108 votos a
favor, 22 en contra y 7 abstenciones constituye una verdadera abominación,
desde todo punto de vista; por cuanto, es una desconsideración para un ser
humano, a quien haya que definirlo, conceptualmente, a partir de una función
fisiológica.
Así también, la determinación que tomaron --
que está a punto de constitucionalizarse-- resulta injusta socialmente,
desconsiderada biológicamente y tramposa lingüísticamente.
Cada palabra envuelve
e induce a pensar y actuar.
Los hechos de exclusión
social vienen incorporados desde la propia forma y desde el mismo instante de
construirse el vocablo que hará mención de las personas y las cosas. Cada palabra
lleva en su interior una intencionalidad al momento de usarse para decir o
señalar.
Sustituir el término
mujer por “persona menstruante” para no herir susceptibilidades comporta un
vulgar entramado inadmisible que revela una vez más muchísima inequidad de
género, que ha acogotado a la mujer a lo largo de la historia.
Ya basta de seguir
atropellando a la mujer; que ha arrastrado, desde siempre, una carga insoportable de desvaloración.
Se nos hace
inaceptable e impertinente -- en esta época contemporánea-- que alguien pueda
llegar a pensar que las mujeres son inferiores.
No hay el más mínimo argumento serio que avale una aseveración de ese
tenor.
El presente siglo XXI
es el siglo de las mujeres. Vamos a permitirnos esa profecía razonable.
Oportuno este tramo
epocal (y adrede por lo que se adelanta en el parlamento chileno) para
rememorar y reivindicar al eterno maestro Andrés Bello, al ilustre caraqueño
que tantos aportes intelectuales legó a esa cultura suramericana.
Bello encarna (conjugado
en presente histórico) con su vida y su obra una síntesis del humanista liberal,
representativo de una concepción de la cultura centrada en la valoración y
respeto a la persona humana, especialmente a la mujer; a quien le profesó
infinita admiración. Hay suficientes testimonios escritos que dan cuenta de
tales afectos y sentimientos.
Al tener a la independizada
República de Chile, en tanto plataforma para impulsar su ilimitado talento
hacia el resto del continente, Bello recibe con sobrada justificación el calificativo
de ser el primer humanista de América.
Además, transformado
de erudito en educador para el resto de su vida, crea en Chile un Código Civil,
un Derecho Internacional Público, realiza estudios filológicos, redacta normas
educativas, de ortología y métrica –obra magistral en la materia-- y la Gramática
de la Lengua Castellana (de plena actualidad); en toda esa enjundiosa
dedicación estuvo siempre concitando al ser humano, como estructura basamental
de la densidad de su pensamiento
Precisemos también, a
propósito del despropósito originado en el Congreso chileno que escandaliza al mundo,
la figura excelsa de Gabriela Mistral. Cómo no recordar sus aportes literarios
y mencionarla en toda su engrandecida dimensión.
Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura
en 1945, cuya obra ha sido traducida a más de veinte idiomas. Justamente, leamos
una hermosa estrofa de su poema La Mujer fuerte:
“Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya
azul y de tostada frente,
que en mi niñez
y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el
surco negro en un abril ardiente”.
Otra chilena
brillante, Isabel Allende, quien pesquisa en su memoria y
nos ofrece un emocionante texto “Mujeres del alma mía” (Editorial Plaza &
Janés.2020), donde relata su relación con el feminismo y el hecho de ser mujer;
al tiempo que intensifica la suprema importancia que concede a todas las mujeres
que tuvieron mucho que ver con su vida. Mujeres añoradas e imprescindibles.
Muchas anónimas, no por ello distantes de sus sentimientos. Mujeres
inspiradoras.
En un fragmento de
este trabajo escritural, Isabel Allende, nos dice:
“¿Y en qué consiste mi feminismo? No es lo que
tenemos entre las piernas, sino entre las dos orejas. Es una postura filosófica
y una sublevación contra la autoridad del hombre. Es una manera de entender las
relaciones humanas y de ver el mundo, una apuesta por la justicia, una lucha
por la emancipación de las mujeres…”
Ciertamente, la
presencia de la mujer en los cargos de responsabilidades había sido lenta, pero
se ha vuelto indetenible.
Admitamos, con
honestidad, que en estos y en los próximos tiempos habrá muchas mujeres en
desempeños públicos y privados para orgullo de los seres humanos y de ellas en
particular.
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