Nuestra civilidad despreciada
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Miembro de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Acaso es una invención nuestra o una crítica, sin
el menor fundamento, señalar que en Venezuela
únicamente ha prevalecido, en los últimos años, la detestable militarización de
los espacios naturales de la sociedad civil. Sépase que La anterior aseveración está soportada por bastantes hechos tangibles, concretos.
Peor aún; la militarización referida arriba adquiere de suyo carácter agravante cuando han querido hacer tolerable
tal engendro, “como si” se tratara de una circunstancia normal y rutinaria.
Los asesores han recomendado insistir --aunque sea a la fuerza – con un neolenguaje,
marchas, consignas y vestimentas para que la sociedad civil se trague la
militarización.
Ya hay suficientes evidencias de la abominación
que causan los regímenes totalitarios-militaristas de derecha o de izquierda.
Las consecuencias y resultados de ambos signos son de ingrata recordación en la
historia de la humanidad.
Este “socialismo”, denominado del siglo XXI; pero que parece más de siglos pasados; y por
añadidura, de extraño acuñamiento ideológico, aspira arreglársela “como si”
hubiera una revolución.
Los exégetas (defensores a ultranza) de lo que
estamos padeciendo en nuestro país
asumen la obligación --con su travestismo rojo-- de propagar las
bondades del régimen “como si” a
enjundiosos estudios estuvieran invocando, aunque la realidad los desmienta.
Permítanme una brevísima digresión para referirme a la doctrina de las ficciones,
contendido esencial de la de la obra del
filósofo alemán Hans Vaihinger; quien ya
desde el principio de su actividad
universitaria había expuesto el núcleo central que desarrolló posteriormente en
su trabajo La filosofía del como-sí, publicada en 1911. Según él, todos
nosotros, al no conocer verdaderamente la realidad subyacente, construimos
sistemas de pensamiento y nos comportamos “como si” el mundo encajara en nuestros
modelos.
Ni más ni
menos, con similar desenvolvimiento hemos percibido, en las dos últimas ´décadas
en Venezuela el avasallamiento cuartelarlo, en todos estratos de la legítima
estructura de la sociedad civil; “como-si” no supiéramos cuáles son sus
orígenes y procedencias.
Ahora se
nos presenta el militarismo con sello institucionalizado para ocupar los
distintos ámbitos naturales de la sociedad civil.
Usted no se
ha dado cuenta que en cada ente de la
administración pública --como caricatura de gerente de algo-- hay un militar para cumplir (¿? ) las cuatro funciones cuadriculares que ha aprendido: 1.- perseguir con miradas
escrutadoras; 2.- informar a sus
superiores; 3.- someter y 4.- obstruir cuando algún procedimiento sobrepase su
capacidad interpretativa.
No tardará mucho en que por tal camino, pronto tendremos un cambio de
concepto y significado de civilización;
de transformación de los valores
cívicos, de las costumbres de los naturales intercambios, de las sensibilidades
que nos vinculan a los otros; de los
elementos culturales pertenecientes a los ciudadanos que los hacen compartibles
en sus legítimos espacios.
Entonces, presten atención. Si la cosa sigue como
va, no faltará, casi nada para que en vez
de hablar de civilización, pronto
hablaremos de cibilización (con b larga o bilabial), que al explorar y
conseguir tal palabra en el campo léxico de cibus induce a los sustentadores del poder a practicar las acepciones que este vocablo contempla: cebar, engordar a la población como a los
animales; al tiempo que ejercitan
los ensañamientos para quienes osen desmandarse del orden impuesto.
No por ingenuidad o casualidad al frente de la
mayoría de los ministerios de la
administración pública; en las gobernaciones o direcciones de los organismos de la administración
descentralizada conseguimos militares venezolanos y cubanos, caracterizados por
su pobrísima formación universitaria. Son ellos quienes
rigen e imparten órdenes.
Mayor desprecio a los sustantivos principios de la
civilidad; y por ende a la ciudadanización no puede haber. De todos es
conocido que en un régimen militarista resulta absurda la conexión dialógica,
de discernimiento, de confrontación intrínseca de ideas, de búsqueda de
síntesis superadoras producto del esfuerzo conjunto.
Hay una indisimulada disposición desde todas las esferas oficiales a improntar con sesgos militaristas los
diferentes modos de ser de la civilidad venezolana. Buscan imponerle un tono
marcial a cada cosa. Los ideólogos del régimen vienen construyendo una
gramática para intentar mencionar con otros signos lo que ya conoce la
humanidad, porque ha padecido sus atrocidades.
Los militarismos, sean de izquierda o derecha, desembocan en las peores
calamidades por cuanto, como acto reflejo, su fin último es eliminar a los
oponentes. La intención es darle rienda suelta a la consumación de las
hostilidades. Para ellos se hace
obligante expulsar al otro. Al militarismo los antagonistas les resultan incómodos y
execrables; porque, en la obtusa
mentalidad de tropa no hay posibilidad
para valorar la cohabitación con los contrarios.
Las victorias que afloran en la Democracia son
hermosas, porque corresponden a todos, porque ha sido el resultado a partir de
un disenso fértil.
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