Guayana Esequiba: ¿ardid distractor de la Cancillería
venezolana?
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Miembro de la
Fundación Venezuela Esequiba
Miembro del Instituto
de Estudios Fronterizos de Venezuela
Mientras que los
Estados con quienes hacemos costado fronterizo adelantan audaces políticas para
el fortalecimiento de su infraestructura social y de reivindicación de cualquier otro tipo,
nosotros seguimos exhibiendo, lamentablemente, una muy débil pared demográfica.
Contaminada con elementos graves de inseguridad en esas zonas.
Entre tanto que la excolonia británica no
pierde tiempo y, en todas las congregaciones internacionales, Caricom o Commonwealth, obtiene sendos pronunciamientos
a su favor; nosotros dejamos pasar—pasmosamente—las mejores oportunidades para
reivindicar, en similares escenarios, lo que siempre ha sido nuestro.
Por ejemplo, se nos
escapó la propicia ocasión en la recién finalizada VI cumbre de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en México, para decir y
denunciar con contundencia el vil
arrebato perpetrado, hace más de un siglo contra nuestro país, y que ahora lo
han judicializado, con la autoconferida Competencia y Jurisdicción de la Corte
Internacional de justicia, para pretender replicar tal tropelía.
Lamentable que sigamos silentes
en el mundo, ante un hecho
abominable que se ha cometido contra nuestra soberanía.
No obstante, las fricciones y puntos de choque
entre algunos mandatarios, la delegación nuestra debió manifestar, en la citada
cumbre, la inconformidad que
sentimos por el hecho de haber Guyana incoado, unilateralmente, una demanda en contra
nuestra. Así además, nos quedamos esperando la expresa solicitud, por parte del
presidente venezolano, de un pronunciamiento de solidaridad de los países
que se dicen amigos y medran de nuestros recursos, cuyas delegaciones
estuvieron allí presentes. Nada de nada.
Sólo discursos destemplados y abucheos.
Me atreveré a señalar
que pareciera que esos espacios geográficos fronterizos no fueran nuestros; no
obstante, llegar a equipararse esa inmensidad de territorio con un sesenta por
ciento de la geografía nacional y estar habitado por una quinta parte de la
población.
Históricamente, las
sensibilidades y padecimientos en nuestras regiones colindantes y sus asuntos
álgidos no constituyen agenda prioritaria para la acción administrativa del
Estado venezolano. Sólo hay, de vez en cuando, reacciones torpes y
espasmódicas. Se actúa impelido por algún cruento evento circunstancial. Muy
pocas o nulas respuestas sistemáticas.
Las empresas transnacionales continúan
esquilmando los ilimitados recursos en el territorio y en la proyección
atlántica de la Zona en Reclamación; y la Cancillería venezolana ni se entera;
y si se entera no se pronuncia, por lo menos –para guardar las formas—con una
nota de protesta, en base al contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra del 17
de febrero de 1966.
Nos preocupa además el
poco interés que nuestra reclamación centenaria por la Guayana Esequiba
despierta a lo interno de la opinión pública nacional. El trabajo de concienciación de nuestra parte
seguirá, una y muchas veces, incansablemente por todo el país.
Nos consta, luego del
recorrido que hicimos por la poligonal fronteriza venezolana, las condiciones de aislamiento y pobreza; cuya
inmediata consecuencia es un marcado desequilibrio geopolítico; casi que sin la
menor posibilidad de asegurar geoestrategias.
Los Esequibistas ---así nos hemos dado a conocer quienes
estudiamos este asunto litigioso y
defendemos esta séptima parte de nuestra geografía-- en bastantes ocasiones formulamos las debidas
advertencias a las autoridades de la cancillería venezolana, en el sentido de
que quedarse callados incurren en lo que
se conoce en el Derecho Internacional como Aquiescencias o permisividades; también expusimos que
omitir las denuncias oportunas y contundentes, puede llegar a
considerarse como silencios cómplices, desistimiento de la contención; y peor
aún las alabanzas imprudentes e inconvenientes en favor de la contraparte.
Ambas manifestaciones:
la dejadez de nuestra cancillería para denunciar ante la ONU, por extensión a
la Comunidad Internacional; y el “coqueteo” o juego imprudente que procura
aparentar supuestas firmezas en el reclamo; nombrar comisiones oficialistas,
vocear consignas huecas , incluir el litigio histórico en las mallas
curriculares en las universidades. Todo eso, lo que parece es un “trapo rojo”,
cuando las circunstancias de concienciación nacional los aprieta.
Los Esequibistas, de
las distintas regiones del país, sacamos varias conclusiones al respecto; entre
otras, las siguientes: hay una especie de expresa disposición, de esos
funcionarios de la Cancillería, para
hacerse los locos, con complacencias indirectas, con involuntarias
permisividades; dejar que los compromisos y responsabilidades les resbalen;
como que no fuera una materia de suma trascendencia histórica del Estado
venezolano (no del gobierno, que es otra cosa). Decimos con propiedad – lamentándolo
mucho—percibimos una actitud de desentenderse.
Vale tanto, como
aquel viejo adagio griego: sembrar sal
entre las piedras. Voltear la mirada.
Todavía nos
preguntamos, qué ha hecho la cancillería con un enjundioso estudio documental y
cartográfico que recibió hace tres años por
parte del investigador Ugo Giuliani, quien estuvo un largo período indagando,
en Londres, la base jurídica por la que Venezuela reclama el área en cuestión.
El citado narrativo
histórico se suma a la investigación, que en su oportunidad, 1965, hicieron, en los
archivos británicos, dos eminentes
jesuitas venezolanos: Hermann González y Pablo Ojer.
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