Guayana Esequiba: Nuestra
Independencia y soberanía están respaldadas con justos títulos traslaticios.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia
Venezolana de la Lengua
Asesor de la Fundación
Venezuela Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Presidente del
Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)
La vocación natural de cualquier región del mundo que
viva bajo condición de colonia viene signada para alcanzar su independencia.
Algunas veces se logra rápido y de manera determinante
tan anhelada emancipación; en otros casos las circunstancias para gloriar la
libertad popular se vuelven enrevesadas, escabrosas y cuesta muchísimo.
La independencia de Venezuela se inscribe precisamente
en la citada segunda definición; por cuanto hubo que librar cruentas batallas,
sufrir vilezas y traiciones, padecer rigores, penurias y necesidades, hasta que
tras la batalla de Carabobo (1821) y el combate Naval del Lago de Maracaibo
(1823), a partir de ambas gestas decisivas y heroicas, enarbolamos, al grito de
Libertad, nuestra enseña tricolor.
En ligera retrospectiva, podemos mencionar, en
purísima verdad, que no fue sino hasta el 30 de marzo de 1845 cuando el reino
de España, mediante tratado, confiere su reconocimiento a Venezuela como Estado
independiente.
Nuestra independencia la logramos en campos de
batallas. No fue el resultado de arreglos obligados de descolonización.
Téngase bien en
cuenta, por lo que vamos a exponer más adelante.
El 11 de mayo de 1845 fue un día de inmensa
expectativa en nuestra naciente República suramericana, por cuanto se esperaba,
en el Puerto de la Guaira, el arribo de un delegado expresamente enviado por el
reinado hispánico para consignar el acuerdo.
Un ejemplar del Tratado de reconocimiento que el
Congreso de Venezuela debía darle ratificación y aprobación; como en efecto se
cumplieron tales formalidades.
Extracto del texto dice así:
“- Su Majestad
Católica, doña Isabel II, renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la
soberanía, derechos y acciones que le corresponden sobre el territorio
americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela,
hoy República de Venezuela…”
Se hace imprescindible detenernos para profundizar en
tres elementos fundamentales, contenidos en ese texto: Soberanía, Derechos y
Acciones de lo que alguna vez había sido la Capitanía General de Venezuela, y
que mediante este acto diplomático quedan determinantemente cedidos a la
República de Venezuela. Manifestación
irrefragable de Traslativa Titularidad que se encuentra sufrientemente
explícita en el citado escrito, que no requiere ninguna hermenéutica especial
para su cabal comprensión, interpretación y aplicación.
Admitamos que como consecuencia directa de los hechos
socio-históricos narrados, pronto advino la paz definitiva entre ambas
naciones; además, se adecuaron y normalizaron las relaciones comerciales y
diplomáticas con el nombramiento de los respectivos embajadores y
representantes. Aunque ensanchó la voracidad del Imperio Inglés que siempre le tuvo ganas a
estos territorios.
Sin embargo, prestemos particular atención a lo
siguiente: si hubo, en el 1845, un Título Traslaticio de conferimiento de la
soberanía a la República de Venezuela, fue porque sesenta y ocho años antes se
consolidó la Capitanía General de Venezuela, a través de la Real Cédula de
Carlos III, el 8 de septiembre de 1777 con la cual nos dimos a conocer ante el
mundo como Nación.
Con la condición política-administrativa de Capitanía
General configuramos la identidad de las
provincias: Maracaibo, Caracas, Nueva Andalucía y Paria (Cumaná), Margarita,
Trinidad y Guayana; esta última abarcaba la extensión geográfica de los
actuales estados Bolívar, Amazonas,
Delta Amacuro, las regiones de Pacaraima
y Pirara ahora de Brasil, hasta la
margen izquierda del río Esequibo. Documentos comprobatorios ante cualquier
instancia de discernimiento de las razones que nos asisten en la controversia sostenida
por más de cien años.
Con la creación de la Capitanía General de Venezuela,
documento irrebatible que poseemos, reafirmamos nuestra plena soberanía sobre
la Guayana Esequiba.
Ya resulta reiterado que en cualquier evento
internacional al cual se presenta alguna delegación guyanesa; o donde se alude
la contención sobre el Esequibo, los diplomáticos de la contraparte nos exponen
al escarnio público como un país avaro, potencialmente rico que pretende
despojarlos de “su nación”.
No nos causa extrañeza el modo cómo la cancillería de
ese país tuerce los elementos históricos y jurídicos que irrefutablemente han
favorecido siempre a Venezuela.
Por ejemplo, con
descaro se atreven a decir que España dejó de tener soberanía sobre el
área en discusión, luego de concederles a los holandeses todo ese territorio.
Sin especificar, a qué se refieren cuando señalan “todo ese territorio”.
Frase sumamente
infeliz e irresponsable.
Las argumentaciones que han venido utilizando en los
medios, en las redes y en eventos mundiales
son falsas y mal intencionadas; por cuanto, una vez que España otorga la
independencia a las Provincias Unidas de los Países Bajos, después del Tratado
de Münster de 1648, le reconoce las posesiones coloniales denominadas: Berbice
y Demerara (más nada), conformadas por una franja territorial, bien delimitada,
que va desde la margen derecha del río Esequibo hasta el borde izquierdo del
río Corentyne. Menos de 50.000 km2
Testimonios escritos y registrados dan cuenta de lo
que aquí exponemos.
Posteriormente, en el año 1814, Holanda le vende,
traspasa o arregla con Gran Bretaña esa parte concreta; pero, de modo
arbitrario, los ingleses se apoderaron de todo, y trazaron las tramposas Líneas
Schomburgk, en 1841, con la aviesa disposición de arrebatarnos la Guayana
Esequiba (159.500 km2 ubicados a la margen izquierda del río Esequibo);
inclusive, pretendían desgajarnos hasta el Delta del Orinoco y parte del estado
Bolívar.
abrahamgom@gmail.com