martes, 20 de marzo de 2012



                         HACIA   UNA   RARA  MITAD (II)

Dr.  Abraham Gómez R.
Doctorado en Ciencias Sociales UCV
abrahamgom@gmail.com
                                           
Si insistimos en tratar de comprender el significado ético de la Política en estos tiempos que corren, seguro nos quedaremos  perplejos y con demasiadas incertidumbres. Las observaciones que intentemos, aunque sea por curiosidad, para develar los otros modos en que se ha transfigurado lo político ahora se quedarán  pequeñas. No tanto porque los escenarios se muestren a veces impenetrables, sino también porque cosas que parecían inimaginables son comunes y corrientes, y “legitimadas” con la mayor naturalidad. No sólo impactan, también espantan. Hay displicencias a borbotones. Actitudes tan rampantes que uno se queda loco. Estamos viviendo en una especie de Estado de Excepción permanente. Lo cual tarde o temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades activas como para los silencios cobardes. Increíble que en nuestro país se ha reeditado el Homo Sacer: enigmática figura del Derecho Romano arcaico que designa al hombre cuya vida vale muy poco, o casi nada. Y que su liquidación no constituye  delito alguno. Lo que Agamben denomina “la nuda vida” o vida desnuda. Teniendo a alguien en carácter de Homo Sacer vale muy poco su existencia humana, por cuanto está despojada de todo patrimonio y consideración política, de todo sentido ciudadano. El Homo Sacer queda desguarnecido de su civilidad. Un paria, pues. En  cualquier intersticio está la lupa oficialista para ejecutar “las biopolíticas contemporáneas”, es decir, un control político sobre nuestras vidas. Para imponerle a la ciudadanía hasta la manera de sentir y pensar. Nos están conduciendo, a través de una teoría sombría, a renegar de nuestra condición de ciudadanos y al tiempo admitir que somos instrumentos dados y aprovechables para los más disímiles experimentos sociales e ideológicos. Los aparatos tradicionales de control y  de sometimiento están conectados a mecanismos paraestatales que persiguen, apabullan y despojan a los individuos de todo derecho y posibilidad jurídica. Hay una paradójica disposición a justificarlo todo dentro de la Constitución y las leyes, aparejado a la genuflexa entrega del resto de los poderes del Estado. Es una rara mitad. Dicen que no cometen delito alguno ya que todo se hace, según los detentadores del poder  “dentro de las normas vigentes”. Precisamente porque el socialismo se centra en el desarrollo humano delezna de las sociedades estatistas donde las decisiones se imponen desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de funcionarios del gobierno o de los cuadros de vanguardias que se autoreproducen. El socialismo rechaza como suyas las improntas populistas o militaristas. Además socialismo no es totalitarismo: la supresión radical por parte del poder de las actividades de los ciudadanos  libres para mirar y valorar al mundo. Porque los seres humanos somos diferentes y tenemos distintas y muy variadas necesidades y habilidades. El desarrollo por definición requiere  del reconocimiento y respeto de las diferencias. Desarrollo es la libre posibilidad de manifestar las múltiples potencialidades de los seres humanos.
Deseamos construirnos y constituirnos desde el pleno despliegue de las potencialidades  creativas de cada quien, donde se propugne el beneficio de todos, con plena solidaridad humana. Sin posturas hipócritas o utopismos anacrónicos. Ya no se trata de desempolvar rancias nomenclaturas: de izquierda o de derecha, con la intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento. Experiencia de lamentable recordación. A propósito Zizek lo declara con crudeza “la izquierda no representa en estos momentos una alternativa positiva”. El asunto diríamos entonces no se trata de una recomposición de la cartografía de las categorías sociopolíticas, sino reconocer definitivamente el valor sustantivo de los seres humanos en la sociedad de que se trate. El asunto estriba en reivindicar a la ciudadanía, sin expropiarle su integral condición.

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