LA REVOLUCIÓN DEL “COMO SI”
Dr. Abraham Gómez R.
Doctorado en Ciencias Sociales UCV
abrahamgom@gmail.com
Entre el crítico más osado que afila con agudeza los
juicios y quien anda por ahí sólo mirando pasar las cosas queda tejida
una común conclusión: el desbarajuste ideológico de este Proceso. Hasta
ahora no encuentran sustentación ideológica que les sirva de piso.
Los
teoricistas del régimen en el afán de acomodarle algo de soporte
doctrinario a la transición han agotado, prontamente, las canteras de
ideas socio-políticas. Hoy acuñan una idea, mañana dicen lo contrario.
Al
inicio ningún recato tuvieron para hacer aparecer como digerible, en
las primeras de cambio, un híbrido entre Marx y Bolívar. El mundo entero
tiene pleno conocimiento del
desprecio que sentía el autor y divulgador del Materialismo Histórico
por nuestro Libertador. Una prueba de lo aquí afirmado está contenida en
la carta fechada el 14 de Febrero de 1858 dirigida por Marx a su carnal y financista Engels. Para entender la ruindad del hijo de Tréveris, basta sólo esta perla: “me
hubiera pasado de la raya si presento a Bolívar como un Napoleón I.
Bolívar es el verdadero Soulouque. Es un canalla, cobarde, Brutal y
miserable que mandó a fusilar a Piar bajo las falsas imputaciones de
haber conspirado contra los blancos, atentado contra su vida y aspirado
al poder supremo…”. Cómo le echaron imaginación los pensadores de la izquierda tarifada para
hacer creíble este betumen ideológico. Rebuscaron bastante
argumentación por todas partes para que al final se vieran las costuras
de un tejido que la realidad nuestra se encargó de desbaratar. Bolívar,
el Padre Libertador, no admite remiendos.
Figurarnos
la posibilidad de una revolución bolivariana asentada en las ideas del
escribidor de El capital luce, por mucha dialéctica que le pongamos:
incongruente e intragable. Marx calificaba al Padre de la Patria con los idénticos elementos categoriales que utilizaba para referirse al dictador
haitiano, de esa época, arriba nombrado, quien surgió de entre los
esclavos para cometer fechorías contra su propia gente.
Obligados por el dedócrata, hubo que virar y seguir buscando. Los pujadores del ideario han tenido que recomponer el pretendido disfraz ideológico ante tamaño despropósito. Al quedar descubierta la patraña volcaron sus miradas hacia Mariátegui, autodenominado el “amauta”. Pero el peruano, sacado de emergente, está demasiado impregnado de etnicidad. Desde sus adentros rechaza cualquier réplica a su modo de pensar
“no queremos que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser
creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra realidad, en nuestro
propio lenguaje al socialismo indo americano…”. Así pues que la
iconografía a quienes pergeñan una doctrina para el proceso se les va
apocando. Los márgenes de maniobra se pusieron chiquitos. ¿Qué va
quedando por ahí? Se preguntan en plan de corifeos…! El Che Guevara..! Responden, al tiempo que dilucidan ¡cuidado ¡ El Ché resulta demasiado poroso para el pensamiento plural y de dignidad de los seres humanos. Surgen como consecuencia, algunas precisa interrogantes: ¿Cuál revolución; Cuál transformación; Cuál sociedad
ideal; Cuál mundo mejor?. En nuestro país únicamente ha prevalecido, en
los últimos años, la detestable militarización de los espacios
naturales de la sociedad civil, con el agravante de pretender hacer
tolerable tal engendro “como si” se tratara de una circunstancia normal y
rutinaria. Que a fuerza de marchas y vestimentas aspiran
que la sociedad civil se trague la militarización. Ya hay suficientes
evidencias de la abominación que causan los regímenes totalitarios-militaristas
de derecha o de izquierda. Esta revolución, de extraño acuñamiento
ideológico, aspira arreglarse en el todo “como si” hubiera una
revolución. Los exégetas del proceso asumen la obligación, con su
travestismo rojo, de propagar las bondades del régimen “como si” a enjundiosos estudios estuvieran invocando, aunque la realidad los desmienta
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