HACIA UNA
RARA MITAD (II)
Dr. Abraham Gómez R.
Si insistimos en tratar de comprender el
significado ético de la
Política en estos tiempos que corren, la perplejidad y la incertidumbre asientan
cualquier discernimiento en tal sentido. Las observaciones que intenten, aunque
sea por curiosidad, develar los otros modos en que se ha transfigurado lo político ahora se quedan pequeñas. No
tanto porque los escenarios se muestren a veces inextricables sino también
porque cosas que parecían inimaginables son comunes y corrientes y legitimadas
con la mayor naturalidad. Con displicencias, tan rampantes. Estamos viviendo en
una especie de estado de excepción permanente. Lo cual tarde o temprano cobrará
sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades activas como para
los silencios cobardes. Se ha resucitado esa enigmática figura del derecho
romano arcaico, el homo sacer, que designa al hombre cuya vida vale muy poco, o
casi nada. Y que su liquidación no constituye
delito alguno. Lo que Agamben denomina “la nuda vida” o (vida desnuda),
porque es la existencia humana despojada de de todo valor político, de todo
sentido ciudadano. En cualquier
intersticio está la lupa oficialista para ejecutar “las biopolíticas
contemporáneas”, es decir, un control político sobre nuestras vidas. Para imponerle
a la ciudadanía hasta la manera de sentir y pensar. Nos están conduciendo, a
través de una teoría sombría, a renegar de nuestra condición de ciudadanos y al
tiempo admitir que somos instrumentos dados y aprovechables para los más
disímiles experimentos sociales e ideológicos. Los aparatos tradicionales de
control y de sometimiento están
conectados a mecanismos paraestatales, con asistencia, asesoría y la descarada intromisión
del gobierno cubano. Que persiguen, apabullan y despojan a los individuos de
todo derecho y posibilidad jurídica. Hay una paradójica disposición a
justificarlo todo dentro de la
Constitución y las leyes, aparejado a la genuflexa entrega
del resto de los poderes del Estado. Es una rara mitad.
Precisamente porque el socialismo se
centra en el desarrollo humano, delezna de las sociedades estatistas donde las
decisiones se imponen desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de
funcionarios del gobierno o de los cuadros de vanguardias que se
autoreproducen. Menos aún. El socialismo rechaza como suyas las improntas
populistas o militaristas. Además socialismo no es totalitarismo: la supresión
radical por parte del poder de las actividades de los ciudadanos libres para mirar y valorar al mundo. Porque
los seres humanos somos diferentes y tenemos distintas y muy variadas
necesidades y habilidades. El desarrollo por definición requiere del reconocimiento y respeto de las
diferencias.
Deseamos construirnos y constituirnos desde
el pleno despliegue de las potencialidades
creativas de cada quien, donde se propugne el beneficio de todos, con
plena solidaridad humana. Sin posturas hipócritas o utopismos risibles “el
desarrollo de todos los poderes humanos como un fin en sí mismo”.
Ya no se trata de desempolvar rancias
nomenclaturas con la intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento.
Experiencia de lamentable recordación. A propósito Zizek lo declara con crudeza
“la izquierda no representa en estos momentos una alternativa positiva”. El
asunto diríamos entonces no se trata de una recomposición de la cartografía de
las categorías sociopolíticas, sino reconocer definitivamente el valor
sustantivo de los seres humanos en la sociedad de que se trate. El asunto
estriba en reivindicar a la ciudadanía, sin expropiarle su integral condición.
abrahamgom@gmail.com
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