Las ignorancias tienen un alto precio
Dr. Abraham Gómez R.
Confieso el inmenso
agrado que siento cada vez que
seleccionamos el tópico educativo
en general y el universitario particularmente para nuestras reflexiones; de
cualquier aspecto de la Universidad: ese
espacio, algunas veces, inmerecidamente esclerosado. Allí, donde se crean, re-crean, preservan, difunden y
legitiman los conocimientos. La escuela
primaria venezolana y la universidad han resistido los embates desde diversos
lados. La institución universitaria que algunos temerarios desearían que
desaparezca. Otros, no pocos, apelan a los ardides más inimaginables para
intentar “arrodillarla”, creen que así respondería a sus específicos intereses
ideológicos. La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al
servicio caprichoso de parcelas y menos hará juegos a conveniencias
individualistas. Tal vez, por eso, su fama bien ganada de irreverente, protestaria
y crítica. Pues sépase, que así la
queremos y necesitamos. Y defenderemos la Escuela Primaria en tanto fuente
donde comienza la germinación y formación de nuestras personalidades.
En este año que fenece aunque hubo algunos
asomos del régimen vigente para “crear”
determinados entes dispensadores de educación superior; todo constituyó una
farsa, por cuanto mediante simples oficios
no hicieron otra cosa que darle carácter de universidades a institutos y
colegios universitarios que de hecho ya cumplían a duras penas tales tareas, ya venían funcionando en esos propósitos con
serias limitaciones de toda calaña, obstrucciones a disposiciones democráticas
para elegir sus autoridades, déficits presupuestarios, restricción de
infraestructuras, escogencia con abyecta manera del personal docente, sin
suficiente acreditación.
Las universidades
experimentales siguieron siendo dominios
ideologizados del partidismo que detenta el poder. En estas universidades no ha
habido posibilidades que se practiquen
la opinión libre y la decidida escogencia mediante procedimientos
electorales de los cuerpos rectorales. El gobierno y sus adláteres imponen a
directivos, sin exámenes anticipados de sus respectivos credenciales. Lo
importante para ellos es la obediencia y genuflexión.
La peor parte la han
llevado las Universidades Autónomas. Han recibido las consecuencias de cualquier maniobra oficial para someterlas,
para arrodillarlas, las quieres hacer desaparecer, porque con bastante dignidad
dan muestras de ser huéspedes incómodos para las tropelías del incipiente
totalitarismo a la venezolana.
Pero también tengamos
presente que nuestras universidades sufren de entrabamientos burocráticos. Que
están aquejadas de una deplorable desestructuración en su organicidad y en su
conexión externa. Que están demasiado ideologizadas. Que la
descontextualización en que se encuentran las ha hecho perder pertinencia
social, y como consecuencia pertenencia e identidad en su mundo de vida. Con
este diagnóstico, que bordea el catastrofismo, y porque anhelamos a la Universidad en constante combate, sin
entregas obsequiosas al poder, se asoman variadas opciones: dejar que algunos
se sigan haciendo los locos. Otros tantos que pasen displicentes, indiferentes como que la cosa
no fuera con ellos. Contemplar a los
huidizos en estampida, esos quienes dejan el asunto para que los demás lo
resuelvan, y una considerable pléyade que deseamos encararlo comprometidamente.
El régimen a trote y
moche ha querido, en este año, someter e improntar en la escuela primaria con
la infeliz Colección Bicentenaria, una suerte de compendio de las “gestas
épicas” del fallecido presidente Chávez; con la intención de perpetuar su
endeble figura en la historiografía nacional. Un estrepitoso fracaso académico
por lo intragable del despropósito.
Así también, a través
de la inefable resolución 058 quisieron
que los consejos comunales, conformados
por militantes del partido
oficial, determinaran en asambleas de padres y representantes las directrices
de las escuelas: designación de coordinadores, docentes, horarios de clases,
ingreso y permanencia de los docentes, contenidos programáticos, sistemas de
evaluación, supervisión constante. La propia sargentería en los intersticios de
los espacios y la vida escolar.
Quienes han administrado
las Políticas educativas en Venezuela en los dos últimos lustros, y
concretamente en este 2014, lo han hecho vilmente. Poco o nada les ha importado
el futuro del país, sino mantenerse en el poder, gozando de sus canonjías, a
cualquier precio.
El resumen de los colapsos que hoy aquejan a
la educación nuestra: escuelas, liceos y universidades conspiran para que se
comprenda y aprehenda que estamos inmersos en una sociedad que valora
intensamente las múltiples posibilidades generadoras de conocimientos: fuente
sustantiva de sus propias realizaciones, además, querernos como sociedad. En la
actualidad las ignorancias tienen un alto precio.
Para el próximo año 2015, invocamos la Bendición
del Padre de todo lo Creado, a partir de un sustrato verdaderamente humanista,
y si la intención viene a ser construir
saberes, desarrollo y sostenibilidad en un país anhelante pues, entonces, anudemos dos
previsibles estrategias en los espacios educativos: pensamiento crítico y
libertad. Esto no es ni pecaminoso ni ingenuo. Por cuanto pensamiento crítico y
libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la escuela y la
universidad.
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