lunes, 25 de junio de 2012


Disfraz de los débiles
                                                      Dr. Abraham Gómez R.
                                                 Abrahamgom@gmail.com

“El terror, por su parte, es el instrumento realizador del mundo ficticio de la ideología, y la confirmación de su lógica deformada. En la fase de implantación del régimen, el terror golpea a sus enemigos reales. Luego, ya implantado, golpea a sus enemigos "objetivos", según la orientación político-ideológica del gobierno, aunque no tengan posibilidad alguna de obstaculizar su marcha. En su última fase, golpea a víctimas elegidas completamente al azar.
Hanna Arendt. Origen del Totalitarismo.1951

Sin la menor duda, alguien que  sufre de irrefrenable desequilibrio en su autoestima definitivamente requiere con carácter de urgencia de asistencia facultativa. Un individuo  con suficiente fuerza, sobretodo si lo hace desde las prerrogativas del poder, que viva en plan de permanente ataque a sus conciudadanos, que lastima a los demás por gusto y para insuflar su pobrísimo ego, nos devela la premisa de su estropeada psiquis. La persona de quien estamos describiendo tales características es un enfermo. Que se siente rechazado, pero que impone a sus adláteres sumisión, genuflexión y miedo. No es mera coincidencia que ese sujeto en su creencia de  asumir la condición  de dirigente del mundo arrastra en su perturbada personalidad una tríada, para nada envidiada: megalomanía aliñada con paranoia, y ambas partes coligadas con narcisismo. Ese sicópata cada día amanece convencido que el universo gira en torno a él y sus designios. Necesita sin demoras constantemente dosis de superioridad,  brillo e idealización de sus” gestas e ilusas épicas”. Ha quedado demostrado en recientes estudios que un complejo de superioridad pesquisado en alguien no es más que la armadura que cubre lo que la gente desea tapar, que se  odia a sí mismo. Que se rechaza y por lo tanto inventa cosas para tratar de ser “alguien diferente”. Le aterra perder el control absoluto de todo y sobre todos. Lucha por figurar como centro; y aunque en su cara y palabras refiera algún  asomo de seriedad es sólo eso una fachada, porque en el fondo mantiene una reacción anticipada a sufrir de discriminaciones. Para decirlo con Adler “si indagamos en un complejo de superioridad y estudiamos su continuidad, siempre podremos encontrar un complejo de inferioridad más o menos encubierto…por medio de este proceso de huida y evasión, mantienen un sentimiento de ser mucho más fuertes y listos de lo que en realidad son…”.Todo este relato viene a propósito de la vergonzosa declaración, rayana en sus propios deseos, del teniente coronel que gobierna nuestro país  si no es chavista, no es venezolano”. Dicha como sentencia lapidaria se  hace equiparable con los pronunciamientos hitlerianos de exclusión y arrogancia  "Para qué imitar la basura de los demás, si de mí brota la perfección". La nacionalidad de la que disfrutamos, con inmenso orgullo constituye un producto cultural, originado en las cualidades concurrentes por haber nacido en esta hermosa nación. Nos hemos erigido como un único pueblo con nuestra historia plena de gestos libertarios y con nuestras sensibilidades. Adquiere entonces nuestra nacionalidad, conforme al constitucionalismo  moderno que nos damos,  la condición de inarrebatable. Sospechamos la intención de conducir hacia la “nuda vida” a quienes no compartimos las satrapías que propicia el oficialismo y  padece el país. Suficientes antecedentes hay en cuanto a la utilización de la nuda vida, en tanto figura jurídico-política, a través de la cual   quedaba despojado el adversario-enemigo de cualquier personalidad civil. Había un sistemático conculcamiento de los derechos civiles  para quienes se resistieran dentro y fuera de los campos de concentración. Los propaladores del actual régimen asoman la posibilidad de  apelar, sin remordimientos, a la nuda vida para dejar a una considerable parte de  la población venezolana desprovista de alguna cualificación civil, consecuentemente sus vidas valdrán poco menos que nada. Sin embargo, diremos siempre con bastante insistencia que la  identidad que tenemos, en esta colectividad que hemos construido a pulso cada día, no es un simple dato natural, ni un préstamo cancelable a algún  delirante militarote. La nacionalidad con la que vivimos y por la existimos los venezolanos, sin distinción, emerge y enerva a partir de nuestra consistencia socio- histórica. En un reciente texto denominado “Los enemigos íntimos de la democracia” Tzvetan Todorov, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, un ensayo en el que denuncia las tres amenazas más graves que a su juicio afrontan las democracias occidentales. Aprovecha para  revisitar lo que ha sido siempre su tesis superior. Reafirmamos con èl en que todos tenemos necesidad de ver confirmado el sentimiento de nuestra existencia y que, según el filósofo búlgaro, el medio más fácil para hacerlo es el de reconocernos en una identidad colectiva.

martes, 19 de junio de 2012



LA  LÒGICA ESTRÀBICA DEL RÈGIMEN
                                                                                 Dr. Abraham Gómez  R.
                                                                                                                           abrahamgom@gmail.com

Mientras el planeta vive una relativa época de expansión
y prosperidad, nuestro país se empobrece continua y
aceleradamente. Nos hemos quedado atrás no sólo
en comparación con las naciones más desarrolladas,
sino también en relación a países de Asia y de América latina,
a los cuales les llevábamos considerable ventaja hasta hace apenas veinte años.
Todo parece indicar que caminamos en dirección opuesta al mundo y a la historia.
Gerver Torres. Un sueño para Venezuela. ¿Cómo hacerlo realidad? 2000

Cada vez se agranda nuestra fundamentada percepción que quienes deciden los diseños y puestas en ejecución de las políticas públicas viven en extraviados escenarios. Ellos acusan un incurable estrabismo, y lo que es peor: con tal óptica aspiran que las realidades del país se adapten a su modo de ver, mirar y determinar destinos. Que las cosas adquieran los significados que intentan imponer y no los que realmente tienen. No se necesita ser muy inteligente o poseer virtudes adivinatorias para convencernos y exteriorizar, para que se anulen o corrijan, que en casi todo lo que han hecho o se proponen se develan inaceptables cúmulos de desaciertos. Ni siquiera la ruta de la lógica dialéctica los favorece, que es como dejar que afloren las contradicciones, y producto de éstas obtener una síntesis de las soluciones  que son tan válidas como otras. Hasta para apelar a la dialéctica son torpes. Mientras actúen con soberbias, autosuficiencias y arrogancias nunca conseguirán la vía expedita para devolver a la nación las satisfactorias soluciones a los reclamos por la inmensa problemática que nos flagela constantemente. Pongamos atención a lo siguiente: en el mundo fluye en la actualidad una indetenible intercomunicación en todas las áreas, ámbitos. Quizás lo más inimaginable adquiere sentido hoy mediante la interconexión planetaria (¿globalización?, tal vez), pero frente a un fenómeno que se está viviendo con tanta eclosión, que se ha venido mundializando, que se escapa del control de los Estados hay que repotenciar el talento con la finalidad de entrarle a esto, sin aislamientos injustificados. Constituye una imbecilidad abandonar el concierto de la comunidad internacional. Ningún país avanza a contrapelo de los inevadibles tejidos interestatales que hoy le  sirven de plataforma a la humanidad. Recibimos la calificación, en estos momentos, de un Estado cuyo curso de acción va en línea contraria a la corriente que el derecho internacional público consagra; de allí a ganarnos la condición de forajido sólo hay un paso. Mientras otros adelantan y procuran insertarse en esquemas superiores de intercambios de todo tipo, los detentadores del poder local creen que conviene más encriptarse. Qué otro diagnóstico se le puede dar sino el de una “visión incorrecta que afecta adversamente la percepción de la profundidad”. En definitiva, se vienen cultivando alineamientos estructurales anómalos que vulneran de manera severa la perspectiva de país que jamás debe dejarse a un costado para privilegiar la integración a grupos cuestionados por narcoterroristas, o para alimentar caprichos ideológicos. Así también, tal reduccionismo queda patentizado en los aspectos económicos. Grave error estratégico de desarrollo nacional lo expone el hecho de  limitar el consumo interno, casi exclusivamente, a las importaciones en altísimas proporciones dinerarias sin que se vislumbren alternativas confiables y sustentables  para las necesarias y oportunas sustituciones. Las iniciativas programáticas con las que quisieron impulsar la  propia sostenibilidad de nuestra economía devinieron en risibles caricaturas. Contrario a lo que antes se había propalado con orgullo “el petróleo es de Venezuela”, ahora exclamamos  “Venezuela es del petróleo”. Somos hoy un Estado-nación bastante más dependiente del recurso fósil que no hemos podido controlar desde aquel accidente geológico de comienzos del siglo pasado. No basta la intención, por muy elogiable que parezca, para superar los escollos que se nos presenten en el país si persisten casi como política de Estado los provocados desencuentros que marcan  irrestañables rupturas en la sociedad. Pareciera que hay sectores que se regustan con las divisiones. Cada día estamos más convencidos que es a través de la educación como podemos  avenir mecanismos idóneos que nos posibiliten las  soluciones al mar de cosas que padecemos. Sí, ciertamente, desde la educación para aliviar los asuntos de nuestra sociedad, para demostrar la fortaleza  impositiva que le es inherente por encima de la genética social. La clave corresponde, en efecto a lo que ha venido sosteniendo el maestro estadounidense Henry Giroux “los educadores se encuentran en una encrucijada ideológica en cuanto a las responsabilidades cívicas y políticas que asumen al considerarse no sólo profesorado crítico comprometido sino teórico cultural…la educación pública tiene que adoptar enclaves de deliberación y resistencia dentro y fuera de la escolaridad institucional, para que no se contemple la democracia como algo que sobra, sino como algo imprescindible para el mismo proceso de aprendizaje”. En torno a ello, entonces diremos que es una abominación insistir en un  pensamiento único direccionado a preservar una exclusiva parcela de poder. Como también se hace deleznable la vil utilización de los procesos educativos para inocular sibilinamente  determinados contenidos ideologizantes.

sábado, 9 de junio de 2012

LA ECOLOGÌA ABERRANTE DEL MILITARISMO.

LA ECOLOGÍA ABERRANTE DEL MILITARISMO (II)
                                                           Dr. Abraham Gómez R.

Hasta algunos años resultaba impensable que podría desatarse en nuestro país los mecanismos sostenedores de los regímenes totalitarios, cuya mayor esencia viene dada por la  descarada y siempre abominada pretensión de concentrar y controlar lo más  mínimos designios de los seres humanos. A esto lo categorizó Foucault como el biopoder.
No en vano las raíces filológicas que entroncan los vocablos ejército y ejercicio arrastran idénticas procedencia: poner en movimiento, no dejar descansar, hacer trabajar sin respiro, agobiar, forzar hasta la extenuación. Es la primera línea de significados. Las construcciones semánticas  que de éstos se derivan son: contener, retener, encerrar con fuerza. En la actualidad nacional nos luce que esos comportamientos han sido invariables. Ahora con sello institucionalizado para ocupar los distintos ámbitos naturales de la sociedad civil. En cada ente de la administración pública, como caricatura de gerente de algo, hay un militar para cumplir (¿) las funciones que ha aprendido: perseguir con miradas escrutadoras, informar a sus superiores, someter y obstruir cuando algún procedimiento sobrepase su capacidad interpretativa. Por tal camino pronto tendremos un trastocamiento de civilización, de los valores cívicos, las costumbres de los  naturales intercambios, las sensibilidades que nos vinculan a los otros, de los elementos culturales pertenecientes a los ciudadanos que los hacen compartibles en sus legítimos espacios. Si la cosa sigue como va pronto hablaremos de cibilización (con b larga), que al colocar la palabra en el campo léxico de cibus engendra en los sustentadores del poder el capricho de cebar, engordar a la población  para avivar su animalidad, al tiempo que  practican  los ensañamientos para quienes osen desmandarse del orden impuesto. No por ingenuidad o casualidad al frente de la mayoría de los  ministerios de la administración pública conseguimos militares venezolanos y cubanos, con pobrísima formación universitaria para regir tales designios. Mayor desprecio a los sustantivos principios de la civilidad, de la ciudadanización no puede haber. En un régimen militarista resulta absurda la conexión dialógica, de discernimiento, de confrontación intrínseca de ideas, de búsqueda de síntesis superadoras producto del esfuerzo conjunto. El régimen militarista que flagela y acogota a nuestro país han venido conculcando los espacios para dirimir. Sólo auspician y promueven desde la oficialidad los foros de “los espejos”, (pero bastante lejos de la tesis de Lacan) donde los epígonos del militarismo se regustan de lo que ellos mismos dicen y oyen, sin que nadie  se atreva a desbocarse en sentido contrario. Hasta la mismísima Asamblea Nacional, ágora para la confrontación ideológica-política, se ha convertido en un redil obediente y sumiso. Y pensar que a quienes tuvimos hasta ayer como serios intelectuales, con una densa formación académica han devenido en  exégetas de las satrapias de hoy. Hay una indisimulada disposición  desde todas las esferas oficiales a  improntar con sesgos militaristas los diferentes modos de ser de la civilidad venezolana. A imponerle un tono marcial a cada cosa. Los ideólogos del régimen vienen construyendo una gramática para intentar mencionar con otros signos lo que ya conoce la humanidad,  porque ha padecido sus atrocidades. Los militarismos, sean de izquierda o derecha, desembocan en las peores calamidades por cuanto, como acto reflejo, su fin último es eliminar a los oponentes. La intención es darle rienda suelta a la consumación de las hostilidades. Privilegian un reclamo instintivo de territorialidad.  Para ellos se hace obligante expulsar al otro. Al militarismo los antagonistas les resultan  incómodos y  execrables porque en la obtusa mentalidad de tropa no  hay posibilidad para valorar la cohabitación con los contrarios.
En los sistemas auténticamente democráticos la esencia es la tolerancia, sin en el mínimo rasgo cuartelario. Las victorias que afloran en la Democracia se asumen pro-indiviso, por eso son hermosas, porque corresponden a todos, porque fue el resultado a partir de un disenso fértil.