sábado, 26 de octubre de 2024

 

Guayana Esequiba: Pedimos lo nuestro por justo derecho

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

La excolonia británica viene asumiendo una actitud envalentonada; no obstante, haber introducido una demanda contra nuestro país, y ratificarla en todas sus comparecencias procesales, en cuyo escrito solicitan   que la Corte Internacional de Justicia obligue a Venezuela a reconocer el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, como cosa juzgada.

Inmenso despropósito que desmontaremos en su   debida oportunidad.

 

Ellos han arreciado con sus actitudes abusivas; ya no únicamente en la proyección atlántica que genera la parte continental de la Guayana Esequiba, en contención; sino que, imprudentemente, han dado instrucciones y hasta órdenes escritas a las empresas transnacionales para que operen en cualquier coordenada marítima por su costado oeste ( con exactitud, penetrar más hacia el este de  Venezuela), irrespetando nuestra  soberanía  en esa área; propiamente en la proyección del estado Delta Amacuro; por lo que  hemos insistido en denunciar que tal zona, abarcada por buena parte  del azimut 0.70 hasta Punta  Playa, no se encuentra en controversia.

Con esas manifestaciones irregulares burlan, como les da gana, el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, el único documento válido, con pleno vigor jurídico en este juicio que la contraparte trabó unilateralmente, ante la Instancia Jurisdicente citada; y que ya recibieron de nosotros, allí mismo, el respectivo memorial de contestación de la demanda que nos hicieron ingratamente.

¿Por qué decimos que esas licencias contrarían el Acuerdo de Ginebra?

 Porque este extraordinario documento – plenamente ratificado por las partes suscribientes- contempla en su artículo V lo siguiente, para el absoluto acatamiento de los concernidos:

“Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reine Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.

Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…”

 

Sin embargo, Los gobiernos que ha tenido Guyana de cualquier signo político, ya sea del partido Indoguyanés el Partido del Progreso Popular (PPP), o el afroguyanés el Congreso Nacional Popular (CNP); aunque se antagonizan entre ellos para muchas cosas, pero coinciden en asumir  la deleznable posición de desconocimiento y desacato al contenido y aplicación del Acuerdo de Ginebra, al cual han mandado bien largo al cipote;  y continúan  otorgando concesiones, a cada momento,  a transnacionales para que exploren, exploten y comercialicen con los inmensos recursos auríferos, madereros, energéticos, petroleros, faunísticos, mineros de todo tipo.

 

El Acuerdo de Ginebra fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela N.º 28.008 del 15 de abril de 1966 y posteriormente registrado por nuestro país el 5 de mayo de 1966 en la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas bajo el N.º I-8192.

El Acuerdo de Ginebra causó estado en la ONU. Jamás ha sido susceptible de ningún recurso jurisdiccional. Ha agotado cualquier posibilidad de que se interpongan actos en su contra. Se volvió absolutamente inatacable.  Ni más ni menos.

 

Las empresas que han recibido, de los distintos gobiernos de Guyana, concesiones ilegales para operar en el área señalada nos han venido perpetrando hechos dañosos y vulnerando nuestros derechos legítimos e históricos en tal contexto geográfico.

Con todo lo que han venido haciendo; aún así, la cancillería de esa nación hace la temeraria afirmación, a través de reiterados comunicados, de que Venezuela viola la soberanía e integridad territorial de su país al calificarnos de que somos “una amenaza, con actos hostiles, agresivos e ilegales para el desarrollo económico de Guyana”.

¡Qué desvergonzados!

 

Los Esequibanos ( nacidos en esa hermosa zona) y los  Esequibistas quienes  hemos venido defendiendo por honor y justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que es nuestro de pleno justo derecho, desde la estructuración de la Capitanía General de Venezuela de 1777, debemos dejar sentado que lo más peligroso para nosotros en esta reclamación -a la luz del Derecho Internacional- es la Aquiescencia; vale decir,  la permisividad en que puedan incurrir, por dejadez u otros motivos y circunstancias, nuestros  gobiernos.

El juicio por La extensión territorial que nos desgajaron, y que en la actualidad se dirime por ante la Corte Internacional de justicia, no se ha paralizado. Estamos en espera del cumplimiento de los trayectos procesales subsiguientes.

 En nuestro caso, nos corresponde comparecer el 11 de agosto del próximo año para consignar las incontrovertibles pruebas respectivas.

 

Guayana Esequiba: Pedimos lo nuestro por justo derecho

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

La excolonia británica viene asumiendo una actitud envalentonada; no obstante, haber introducido una demanda contra nuestro país, y ratificarla en todas sus comparecencias procesales, en cuyo escrito solicitan   que la Corte Internacional de Justicia obligue a Venezuela a reconocer el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, como cosa juzgada.

Inmenso despropósito que desmontaremos en su   debida oportunidad.

 

Ellos han arreciado con sus actitudes abusivas; ya no únicamente en la proyección atlántica que genera la parte continental de la Guayana Esequiba, en contención; sino que, imprudentemente, han dado instrucciones y hasta órdenes escritas a las empresas transnacionales para que operen en cualquier coordenada marítima por su costado oeste ( con exactitud, penetrar más hacia el este de  Venezuela), irrespetando nuestra  soberanía  en esa área; propiamente en la proyección del estado Delta Amacuro; por lo que  hemos insistido en denunciar, que tal zona abarcada por buena parte  del azimut 0.70 hasta Punta  Playa, no se encuentra en controversia.

Con esas manifestaciones irregulares burlan, como les da gana, el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, el único documento válido, con pleno vigor jurídico en este juicio que la contraparte trabó unilateralmente, ante la Instancia Jurisdicente citada; y que ya recibieron de nosotros, allí mismo, el respectivo memorial de contestación de la demanda que nos hicieron ingratamente.

¿Por qué decimos, que esas licencias, contrarían el Acuerdo de Ginebra?

 Porque este extraordinario documento – plenamente ratificado por las partes suscribientes- contempla en su artículo V lo siguiente, para el absoluto acatamiento de los concernidos:

“Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reine Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.

Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…”

 

Sin embargo, Los gobiernos que ha tenido Guyana de cualquier signo político, ya sea del partido Indoguyanés el Partido del Progreso Popular (PPP), o el afroguyanés el Congreso Nacional Popular (CNP), aunque se antagonizan entre ellos para muchas cosas, pero coinciden en asumir  la deleznable posición de desconocimiento y desacato al contenido y aplicación del Acuerdo de Ginebra, al cual han mandado bien largo al cipote;  y continúan  otorgando concesiones, a cada momento,  a transnacionales para que exploren, exploten y comercialicen con los inmensos recursos auríferos, madereros, energéticos, petroleros, faunísticos, mineros de todo tipo.

 

El Acuerdo de Ginebra fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela N.º 28.008 del 15 de abril de 1966 y posteriormente registrado por nuestro país el 5 de mayo de 1966 en la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas bajo el N.º I-8192.

El Acuerdo de Ginebra causó estado en la ONU. Jamás ha sido susceptible de ningún recurso jurisdiccional. Ha agotado cualquier posibilidad de que se interpongan actos en su contra. Se volvió absolutamente inatacable.  Ni más ni menos.

 

Las empresas que han recibido, de los distintos gobiernos de Guyana, concesiones ilegales para operar en el área señalada nos han venido perpetrando hechos dañosos y vulnerando nuestros derechos legítimos e históricos en tal contexto geográfico.

Con todo lo que han venido haciendo; aun así, la cancillería de esa nación hace la temeraria afirmación, a través de reiterados comunicados, que Venezuela viola la soberanía e integridad territorial de su país al calificarnos de que somos “una amenaza, con actos hostiles, agresivos e ilegales para el desarrollo económico de Guyana”.

¡Qué desvergonzados!

 

Los Esequibanos ( nacidos en esa hermosa zona) y los  Esequibistas que hemos venido defendiendo por honor y justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que es nuestro de pleno justo derecho, desde la estructuración de la Capitanía General de Venezuela de 1777, debemos dejar sentado que lo más peligroso para nosotros en esta reclamación -a la luz del Derecho Internacional- es la Aquiescencia; vale decir,  la permisividad en que puedan incurrir, por dejadez u otros motivos y circunstancias, nuestros  gobiernos.

El juicio por La extensión territorial que nos desgajaron, y que en la actualidad se dirime por ante la Corte Internacional de justicia, no se ha paralizado. Estamos en espera del cumplimiento de los trayectos procesales subsiguientes.

 En nuestro caso, nos corresponde comparecer el 11 de agosto del próximo año para consignar las incontrovertibles pruebas respectivas.

jueves, 17 de octubre de 2024

 

No somos una nación grande que atropella a un país pequeño

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

No hubo forma ni manera de que las delegaciones de las Cancillerías de Venezuela y Guyana lograran hacer avances significativos para la solución del pleito interestatal; y mucho menos que la contraparte respetara el contenido compromisorio del Acuerdo de Argyle del 14 de diciembre de 2023, suscrito entre los presidentes Nicolás Maduro e Irfaan Ali.

 

La estrategia que siempre ha manejado la excolonia británica, en todos los escenarios internacionales, consiste en hacernos aparecer ante el mundo como un Estado con un inmenso potencial energético y bastante extensión territorial que ha pretendido, desde hace muchos años, quitarles dos terceras partes de su geografía nacional; dejándolos-   prácticamente- infuncionales, según ellos.

Debemos ser enfáticos en pronunciar con insistencia que no le estamos quitando ni un milímetro de lo que realmente les pertenece que fueron las antiguas colonias Berbice y Demerara, que heredaron del Reino Unido, mediante la firma del denominado “Tratado Anglo-holandés” de 1814. A partir de allí, todo fue un permanente desgajamiento que nos han perpetrado.

 

Estamos en capacidad de demostrar y probar, por ante la Corte Internacional de Justicia en la próxima fase del 11 de agosto de 2025 y/o en cualquier instancia jurisdiccional, que fue el Imperio Británico que nos invadió y despojó, con el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, de una séptima porción de la geografía venezolana; precisamente, los 159.500 km2, que ha abarcado  -ilegal e ilegítimamente- la República Cooperativa de Guyana, cuando alcanza su independencia el 26 de mayo de 1966.

 

El venidero año, con seguridad, la representación de nuestros especialistas en Derecho Internacional y otros miembros de la comisión multidiscipinaria, que los tenemos, procederán a reforzar el discernimiento de este asunto histórico-jurídico en la Sala Jurisdicente de la Organización de las Naciones Unidas.

 

Mucha gente se hace esta pregunta ¿Por qué estamos obligados a debatir por ante la Corte Internacional de Justicia? Porque exactamente, ha sido esa la estrategia jurídica que ha jugado Guyana. Ellos nunca han querido la figura del Buen oficiante para que resuelva este caso, con su mediación. Es más, los gobiernos guyaneses están recibiendo considerables aportes dinerarios de las transnacionales, particularmente de la Exxon para cancelar los honorarios y demás gastos que viene ocasionando el hecho de haber accionado una demanda contra Venezuela; por elevar la controversia para ser resuelto en el citado Juzgado en La Haya.

 

Permítanme añadir el siguiente comentario que considero de interés:  Una sentencia de la Corte es inapelable y su mandato absolutamente vinculante; conforme al artículo (60) de su Estatuto: “El fallo será definitivo e inapelable. En caso de desacuerdo sobre el sentido o el alcance del fallo, la Corte lo interpretará a solicitud de cualquiera de las partes”.

 

Eso no nos debe impactar ni espantar, por cuanto tenemos excelentes profesionales del Derecho, que estarán allí defendiendo nuestra causa, con sobrado acervo de probanza.

 

Digo más; le habíamos venido sacando el cuerpo a la alternativa de arreglo jurídico, que contempla el Acuerdo de Ginebra ( único documento con vigor jurídico ) y el artículo (33) de  la Carta de las Naciones Unidas, para dirimir esta controversia de modo pacífico; y no sabemos por qué razón, si todos los elementos probatorios: socio-históricos, políticos, cartográficos  y jurídicos nos asisten satisfactoriamente, y conforman un legajo de documentos importantes para exponerlos y contrastarlos  en una mesa de discusión con los pares guyaneses; eso sí, con imparciales árbitros internacionales.

 

En ningún momento, ni bajo las circunstancias que se habrían dado, nuestro país merecía la demanda unilateral accionada contra Venezuela a cargo de la República Cooperativa de Guyana. Jamás hemos atropellado a la nación vecina que tenemos por el costado este.

 

Sobran razones para aducir que hubo demasiada ingratitud en el comportamiento de quienes ahora asumieron la condición de contraparte en este proceso litigioso que ellos trabaron, por ante la Corte Internacional de Justicia.

 

La ligazón oportunista y juego de múltiples intereses con las empresas transnacionales obnubiló la perspectiva histórica a la dirigencia guyanesa; y les provocó “amnesia selectiva” que les impidió (antes de cometer el hecho jurídico, arriba mencionado) asumir a conciencia que fuimos nosotros los primeros en reconocerlos como nuevo Estado naciente en la comunidad internacional.

En los peores y más aciagos eventos económicos por los que atravesó ese país, nosotros dispusimos de la ayuda suficiente y a tiempo para socorrerlos, para que solventaran la crisis que los golpeaba duro y recurrentemente.

 

Recibieron de nosotros un trato preferencial en el proceso de compra-venta de petróleo y bastantes otros rubros, con lo cual aliviaban su calamidad, de entonces.

 

Venezuela les permitió ingresar a la Organización de Estados Americanos; a pesar de que la Carta de OEA los limitaba; porque había un diferendo por extensión territorial que aún no se había (ni se ha) definido.

 

Al crearse Petrocaribe (por expresa iniciativa de Venezuela), las demás naciones integrantes aguardaron por la opinión nuestra para ver si permitía el ingreso o no de Guyana en esta corporación.

Han recibido de nosotros las mejores consideraciones.

sábado, 12 de octubre de 2024

 

Evitemos comportamientos erráticos en el asunto fronterizo

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 

Poblar las fronteras y garantizar su desarrollo en los procesos de integración interna es básico para preservar la soberanía nacional. La geohistoria moderna nos ha proporcionado patéticas enseñanzas acerca de las consecuencias de ausencias de ocupaciones efectivas de lindes fronterizos".

                                                          Pedro Cunill Grau. Venezuela: opciones geográficas.1993

 

Pareciera que el espacio geográfico fronterizo no fuera nuestro; no obstante, llegar a equivaler casi que un sesenta por ciento del territorio nacional y estar habitado por una quinta parte de la población.

Sume toda la inmensa extensión territorial que abarcan los estados Zulia, Táchira, Apure, Barinas, Amazonas, Bolívar, Guayana Esequiba y Delta Amacuro. No es poca cosa.

Mientras que los demás países, Brasil o Colombia, con quienes hacemos costado fronterizo adelantan audaces políticas de reivindicación social integral, nosotros seguimos exhibiendo una muy débil pared demográfica, en lamentables condiciones de aislamiento y pobreza, cuya inmediata consecuencia es un marcado desequilibrio geopolítico.

 Hemos estudiado, permanentemente, que los fenómenos fronterizos son realidades jurídicas por la delimitación misma; porque lo establecen los convenios interestatales. Sí, con toda certeza; pero se hace obligante considerar y añadir la dimensión socio-económica por la interactividad que mantienen los habitantes de esos espacios.

La gente que allí convive poca o ninguna importancia le da a la línea, a la raya imaginaria que como figura geodésica de los Estados intentan separarlos.

En los espacios fronterizos, nos consta, hay otro modo de valorar y vivir.

 No basta que se diga “si un centímetro de territorio venezolano es la soberanía, una gota de sangre nuestra también lo es”. La expresión anterior luce retórica hueca y banal.

Porque, históricamente las sensibilidades y padecimientos en nuestras regiones colindantes; así como sus problemas álgidos constituyen muy poca preocupación en la agenda de prioridades en la acción administrativa del Estado venezolano, y poco menos para la opinión pública nacional; que reacciona, a veces, con espasmos y luego se desinfla.

La reiteración en tal actitud de menosprecio deriva en desatención de las comunidades y el agravamiento de conflictos de todo tipo.

Insistimos en reconocer que los nexos vecinales de carácter humano no son ni serán nunca territoriales (de límites) para que impliquen diferenciaciones sociales.

 Nos atrevemos a señalar que la compenetración que dimana de los constantes intercambios de los habitantes de las zonas fronterizas conforman extraordinarios sistemas abiertos de aproximación y complementación de las necesidades humanas, por lo que les resulta indiferentes la ubicación geográfica que ocupen o las imposiciones jurídicas desde el centralismo, por parte de funcionarios desconocedores de las realidades fronterizas.

Resulta un inmenso desacierto pretender elaborar leyes para los espacios limítrofes o constituciones estadales sin adentrarse en las realidades fronterizas.

 Hay que vivir y experienciar con los habitantes de las mencionadas zonas. No únicamente oírlos, sino además escucharlos y respetarles sus criterios; porque ellos son los que conocen su hábitat natural de subsistencia. Basta de imposiciones centralistas.

Coincido con la excepcional y siempre vigente tesis del eminente antropólogo y filólogo venezolano Esteban Emilio Mosonyi:

 

“En vez de hablar tanto de sociedades atrasadas, sociedades primitivas, arcaísmos y supervivencias, mejor sería apersonarnos de esta reserva tan importante de sociedades alternativas para el futuro. Lo que sucede es que ya sabemos que hay a quienes no les interesa examinar estas sociedades sino a título de museografía o folklorismo descriptivo. Pero lo triste y verdaderamente criticable es que tampoco los grupos que se hacen denominar progresistas, los partidos “revolucionarios” y las organizaciones de carácter transformadora tampoco se hayan interesado”.

 

El Estado venezolano y todo cuanto representa –desde hace mucho tiempo-  ha mantenido un comportamiento desacertado en el tratamiento que debe dársele a los asuntos fronterizos.

Por ejemplo, el uso indiferenciado de los términos límite y frontera por parte de quienes suponemos conducen la política fronteriza y el manejo de estrategias diplomáticas sobre este particular, ya nos dice el talante de improvisación e ignorancia para arreglos mayores en tal materia.

Estamos conscientes que no es tarea fácil que el lenguaje cotidiano se ciña a darle a cada categoría el uso adecuado y preciso.

 Nunca es demasiado tarde para comenzar; para saber de qué hablamos cuando nos referimos al Límite en tanto y en cuanto ente jurídico, abstracto de origen político, convenido entre los Estados y visualizado (cartografiado) en forma lineal; mientras que la Frontera consiste en el espacio de anchura variable, a ambos lados de la raya, donde convergen seres humanos con potencial de integración, que crea un modo de vida común, con sentido dinámico y vital.

Límite y Frontera no es lo mismo. Comete un grave error el funcionario del Estado que califique, valore y admita ambos elementos por igual.

El Estado venezolano debe asumir la presencia poblacional en las zonas fronterizas como un sistema de consolidación de pueblos y ciudades a lo largo de la poligonal fronteriza, con suficiente fuerza y patriotismo.

sábado, 5 de octubre de 2024

 

 Escrutar a la educación desde adentro y frente a la nadería

Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Doctor en ciencia sociales

Postdoctorado en Epistemología

Magister en Andragogìa

Escritor- conferencista

 

Apuntamos con certeza y admitimos que, desde siempre, la humanidad ha reconocido y valorado a la Educación como una necesidad intrínseca y natural de los seres humanos.

Ha quedado explícito como un hecho legítimo -en todos los escenarios no necesariamente escolares- que la Educación constituye un idóneo fenómeno subjetivo y social que se posibilita únicamente entre humanos; saben por qué, porque el resto de los animales se adiestran; es decir, responden y se hacen sumisos a los designios de la diestra de alguien. Los animales dan sus manifestaciones instintivas por su propia   supervivencia.

 

Prestemos atención que estamos planteando, determinante y esencialmente, a la Educación en base a sus tres componentes constituyentes: El factor instruccional (contenidos curriculares, programáticos) el cual se imbrica con los otros dos, no menos importantes: la socialización y la personalización donde se conjuga la dimensión axiológica–valores.

 

Por eso argumentamos, de manera reiterada (valga la tautología) que La educabilidad adquiere pleno sentido únicamente entre humanos; dado que, la Educación nos posibilita   abrir nuestras mentes (eso no cuenta para el resto de los animales); además, con la Educación nos motivamos, promovemos y alentamos las conciencias individuales y societales.

 Con la Educación replicamos valores religiosos, ético-morales, políticos, estéticos, económicos etc.

 

Conocimientos, socialidad y axiología constituyen una exquisita amalgama que potencia el crecimiento y desarrollo humano.

Visto así el asunto; comporta un atrevimiento teñido de audacia, de nuestra parte como educadores, que escrutemos a la educación desde sus interioridades; que propongamos –sincera y espontáneamente– alternativas de solución al atasco en que nos encontramos y exploremos modelos metodológicos de enseñanza-aprendizaje que nos ubiquen en la actualidad mundial.  Eso es lo hermoso; aunque produzca vértigos.

No basta enseñar para salir de apuros o como asunto remedial de último momento. Hay que enseñar y permitir que los aprendizajes fluyan sólidamente.

 

La anterior aseveración la sostenemos conscientes de que las sociedades humanas han gestionado desde siempre la plena superación, no exentas de tropiezos. Sin embargo, por muy insalvables que aparenten ser los obstáculos a vencer, irrumpe desde sus cimientes espirituales una fuerza, que algunos osados califican de telúrica, que impele a los seres humanos a avanzar.

Nos sigue pareciendo que todo en la sociedad humana –tal vez con placer o con dolor– tiene una intencionalidad pedagógica.

 

Fíjese nada más en este detalle: Haga algo, por curiosidad, y al rato conseguirá espontáneos imitadores que desean replicar.

Concluimos a las claras, con   un hecho significativo e interesante: “Todos aprendemos de todos”.

A propósito de lo señalado en el párrafo anterior. Medio mundo no ha terminado de meterse en la tendencia de aprendizaje denominada Neuroeducación; y aunque los resultados se hayan obtenido a entera satisfacción, ya estamos montados en la Inteligencia Artificial.

Únicamente aprendemos lo que nos resulta emocionante.  

Un profesor excelente es capaz de convertir cualquier tópico o concepto, incluso de apariencia intrascendentes, en temas siempre interesantes; es decir, algo que motive y que genere una reacción en sus estudiantes.

Para lograr   el fenómeno humano integrativo y pleno de emocionalidad, arriba citado, la Educación debe mantenerse de suyo aliada –indesligablemente- con la Libertad.

 

Educación en/con Libertad define nuestro modo de ser, de aprehender la realidad, de buscarle explicaciones a la vida, que se nos presenta, a veces, como un   rizoma existencial (G. Deleuze, dixit).

Luce un discernimiento filosófico, cierto, pero así exactamente se nos presenta.

Van aparejadas la Educación y la Libertad:  dimensiones siamesas, sin la menor posibilidad de separación; porque una y otra se requieren, se necesitan, se complementan vitalmente.

Un proceso educativo sin libertad vendría a ser poco menos que una aberración, una incongruencia.

 

Todo proceso de enseñanza-aprendizaje debe observar como base sustentadora la Libertad de ser, pensar, decir y actuar. Lo contrario es adoctrinamiento (indoctrinación), contaminación ideologizante.

 

Las sociedades modernas abominan de las formas dogmáticas propias de algunas estructuras políticas-partidistas, que privilegian y exigen de sus conmilitones conductas inmutables. Les imponen predisposiciones a callar, a volverse una nadería; a cerrarse ante las evidentes realidades. Llegan incluso, quienes así se comportan, a socializar idioteces.

 

 

viernes, 4 de octubre de 2024

 

 Escrutar a la educación desde adentro y frente a la nadería

Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Doctor en ciencia sociales

Postdoctorado en Epistemología

Magister en Andragogìa

Escritor- conferencista

 

Apuntamos con certeza y admitimos que, desde siempre, la humanidad ha reconocido y valorado a la Educación como una necesidad intrínseca y natural de los seres humanos.

Ha quedado explícito como un hecho legítimo -en todos los escenarios no necesariamente escolares- que la Educación constituye un idóneo fenómeno subjetivo y social que se posibilita únicamente entre humanos; saben por qué, porque el resto de los animales se adiestran; es decir, responden y se hacen sumisos a los designios de la diestra de alguien. Los animales dan sus manifestaciones instintivas por su propia   supervivencia.

 

Prestemos atención que estamos planteando, determinante y esencialmente, a la Educación en base a sus tres componentes constituyentes: El factor instruccional (contenidos curriculares, programáticos) el cual se imbrica con los otros dos, no menos importantes: la socialización y la personalización donde se conjuga la dimensión axiológica–valores.

 

Por eso argumentamos, de manera reiterada (valga la tautología) que La educabilidad adquiere pleno sentido únicamente entre humanos; dado que, la Educación nos posibilita   abrir nuestras mentes (eso no cuenta para el resto de los animales); además, con la Educación nos motivamos, promovemos y alentamos las conciencias individuales y societales.

 Con la Educación replicamos valores religiosos, ético-morales, políticos, estéticos, económicos etc.

 

Conocimientos, socialidad y axiología constituyen una exquisita amalgama que potencia el crecimiento y desarrollo humano.

Visto así el asunto; comporta un atrevimiento teñido de audacia, de nuestra parte como educadores, que escrutemos a la educación desde sus interioridades; que propongamos –sincera y espontáneamente– alternativas de solución al atasco en que nos encontramos y exploremos modelos metodológicos de enseñanza-aprendizaje que nos ubiquen en la actualidad mundial.  Eso es lo hermoso; aunque produzca vértigos.

No basta enseñar para salir de apuros o como asunto remedial de último momento. Hay que enseñar y permitir que los aprendizajes fluyan sólidamente.

 

La anterior aseveración la sostenemos conscientes de que las sociedades humanas han gestionado desde siempre la plena superación, no exentas de tropiezos. Sin embargo, por muy insalvables que aparenten ser los obstáculos a vencer, irrumpe desde sus cimientes espirituales una fuerza, que algunos osados califican de telúrica, que impele a los seres humanos a avanzar.

Nos sigue pareciendo que todo en la sociedad humana –tal vez con placer o con dolor– tiene una intencionalidad pedagógica.

 

Fíjese nada más en este detalle: Haga algo, por curiosidad, y al rato conseguirá espontáneos imitadores que desean replicar.

Concluimos a las claras, con   un hecho significativo e interesante: “Todos aprendemos de todos”.

A propósito de lo señalado en el párrafo anterior. Medio mundo no ha terminado de meterse en la tendencia de aprendizaje denominada Neuroeducación; y aunque los resultados se hayan obtenidos a entera satisfacción, ya estamos montados en la Inteligencia Artificial.

Únicamente aprendemos lo que nos resulta emocionante.  

Un profesor excelente es capaz de convertir cualquier tópico o concepto, incluso de apariencia intrascendentes, en temas siempre interesantes; es decir, algo que motive y que genere una reacción en sus estudiantes.

Para lograr   el fenómeno humano integrativo y pleno de emocionalidad, arriba citado, la Educación debe mantenerse de suyo aliada –indesligablemente- con la Libertad.

 

Educación en/con Libertad define nuestro modo de ser, de aprehender la realidad, de buscarle explicaciones a la vida, que se nos presenta, a veces, como un   rizoma existencial (G. Deleuze, dixit).

Luce un discernimiento filosófico, cierto, pero así exactamente se nos presenta.

Van aparejadas la Educación y la Libertad:  dimensiones siamesas, sin la menor posibilidad de separación; porque una y otra se requieren, se necesitan, se complementan vitalmente.

Un proceso educativo sin libertad vendría a ser poco menos que una aberración, una incongruencia.

 

Todo proceso de enseñanza-aprendizaje debe observar como base sustentadora la Libertad de ser, pensar, decir y actuar. Lo contrario es adoctrinamiento (indoctrinación), contaminación ideologizante.

 

Las sociedades modernas abominan de las formas dogmáticas propias de algunas estructuras políticas-partidistas, que privilegian y exigen de sus conmilitones conductas inmutables. Les imponen predisposiciones a callar, a volverse una nadería; a cerrarse ante las evidentes realidades. Llegan incluso, quienes así se comportan, a socializar idioteces.