Evitemos
comportamientos erráticos en el asunto fronterizo
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión por el Esequibo
y la Soberanía Territorial
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
“Poblar las fronteras y garantizar su
desarrollo en los procesos de integración interna es básico para preservar la
soberanía nacional. La geohistoria moderna nos ha proporcionado patéticas enseñanzas
acerca de las consecuencias de ausencias de ocupaciones efectivas de lindes
fronterizos".
Pedro Cunill Grau. Venezuela: opciones geográficas.1993
Pareciera que
el espacio geográfico fronterizo no fuera nuestro; no obstante, llegar a
equivaler casi que un sesenta por ciento del territorio nacional y estar
habitado por una quinta parte de la población.
Sume toda la
inmensa extensión territorial que abarcan los estados Zulia, Táchira, Apure,
Barinas, Amazonas, Bolívar, Guayana Esequiba y Delta Amacuro. No es poca cosa.
Mientras que
los demás países, Brasil o Colombia, con quienes hacemos costado fronterizo
adelantan audaces políticas de reivindicación social integral, nosotros
seguimos exhibiendo una muy débil pared demográfica, en lamentables condiciones
de aislamiento y pobreza, cuya inmediata consecuencia es un marcado
desequilibrio geopolítico.
Hemos estudiado, permanentemente, que los
fenómenos fronterizos son realidades jurídicas por la delimitación misma;
porque lo establecen los convenios interestatales. Sí, con toda certeza; pero
se hace obligante considerar y añadir la dimensión socio-económica por la
interactividad que mantienen los habitantes de esos espacios.
La gente que
allí convive poca o ninguna importancia le da a la línea, a la raya imaginaria
que como figura geodésica de los Estados intentan separarlos.
En los
espacios fronterizos, nos consta, hay otro modo de valorar y vivir.
No basta que se diga “si un centímetro de territorio venezolano es la soberanía, una gota de
sangre nuestra también lo es”. La expresión anterior luce retórica hueca y
banal.
Porque,
históricamente las sensibilidades y padecimientos en nuestras regiones
colindantes; así como sus problemas álgidos constituyen muy poca preocupación
en la agenda de prioridades en la acción administrativa del Estado venezolano,
y poco menos para la opinión pública nacional; que reacciona, a veces, con
espasmos y luego se desinfla.
La
reiteración en tal actitud de menosprecio deriva en desatención de las
comunidades y el agravamiento de conflictos de todo tipo.
Insistimos en
reconocer que los nexos vecinales de carácter humano no son ni serán nunca
territoriales (de límites) para que impliquen diferenciaciones sociales.
Nos atrevemos a señalar que la compenetración
que dimana de los constantes intercambios de los habitantes de las zonas
fronterizas conforman extraordinarios sistemas abiertos de aproximación y
complementación de las necesidades humanas, por lo que les resulta indiferentes
la ubicación geográfica que ocupen o las imposiciones jurídicas desde el
centralismo, por parte de funcionarios desconocedores de las realidades
fronterizas.
Resulta un
inmenso desacierto pretender elaborar leyes para los espacios limítrofes o
constituciones estadales sin adentrarse en las realidades fronterizas.
Hay que vivir y experienciar con los
habitantes de las mencionadas zonas. No únicamente oírlos, sino además
escucharlos y respetarles sus criterios; porque ellos son los que conocen su
hábitat natural de subsistencia. Basta de imposiciones centralistas.
Coincido con
la excepcional y siempre vigente tesis del eminente antropólogo y filólogo
venezolano Esteban Emilio Mosonyi:
“En vez de hablar tanto de sociedades atrasadas, sociedades primitivas,
arcaísmos y supervivencias, mejor sería apersonarnos de esta reserva tan
importante de sociedades alternativas para el futuro. Lo que sucede es que ya
sabemos que hay a quienes no les interesa examinar estas sociedades sino a
título de museografía o folklorismo descriptivo. Pero lo triste y
verdaderamente criticable es que tampoco los grupos que se hacen denominar progresistas,
los partidos “revolucionarios” y las organizaciones de carácter transformadora
tampoco se hayan interesado”.
El Estado
venezolano y todo cuanto representa –desde hace mucho tiempo- ha mantenido un comportamiento desacertado en
el tratamiento que debe dársele a los asuntos fronterizos.
Por ejemplo,
el uso indiferenciado de los términos límite y frontera por parte de quienes
suponemos conducen la política fronteriza y el manejo de estrategias
diplomáticas sobre este particular, ya nos dice el talante de improvisación e
ignorancia para arreglos mayores en tal materia.
Estamos
conscientes que no es tarea fácil que el lenguaje cotidiano se ciña a darle a
cada categoría el uso adecuado y preciso.
Nunca es demasiado tarde para comenzar; para
saber de qué hablamos cuando nos referimos al Límite en tanto y en cuanto ente
jurídico, abstracto de origen político, convenido entre los Estados y
visualizado (cartografiado) en forma lineal; mientras que la Frontera consiste
en el espacio de anchura variable, a ambos lados de la raya, donde convergen
seres humanos con potencial de integración, que crea un modo de vida común, con
sentido dinámico y vital.
Límite y
Frontera no es lo mismo. Comete un grave error el funcionario del Estado que califique,
valore y admita ambos elementos por igual.
El Estado
venezolano debe asumir la presencia poblacional en las zonas fronterizas como
un sistema de consolidación de pueblos y ciudades a lo largo de la poligonal
fronteriza, con suficiente fuerza y patriotismo.
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