sábado, 24 de mayo de 2014



Tulipán como metáfora
Dr. Abraham Gómez  R.
Tucupita, mayo de 2014

De la manera más espontánea, sin mayores pretensiones ni exquisiteces, un buen día decidimos reunirnos para discernir de todo.
Diremos que la fecha es bastante reciente: los primeros meses de este año. Y como suele suceder en otros eventos rayanos en mediocridades, aquí nadie formalizó protocolo, muchos menos a alguien se le ocurrió ponerse ceremonioso. Un amplio abanico de argumentos-temas nos aguardaban desde hacía suficiente tiempo.  
Abrigábamos bastante interés por exteriorizar pareceres, por dialogar sobre acaecimientos actuales, por expresar nuestras ideas a lo interno de tan minúsculo foro, como el que nos hemos propuesto conformar, y que ya se ensanchará con progresivas incorporaciones, y recibir respuestas y conjeturas disímiles e impúdicas en una especie de un “todos con/contra todos”.
Total: de la ingeniosa confrontación también aprendemos; el disenso fértil se nutre dialécticamente. Siempre y cuando estemos dispuestos a acceder y compartir, con tolerancia, una opinión otra.
Nos citamos a tempranas horas de la mañana José Balza, Digmar Jiménez, Manuel Aristimuño y Abraham Gómez.
Quien llegó de primero seguro escogió la mesa en la panadería, de allí proviene el nombre.
Cada quien desembolsó lo que había traído, semejante a un intercambio de regalos: libros, revistas,  interesante material documental para obsequiárnoslos, con lo cual  de antemano trazamos compromisos de nuevas cartografías discursivas para los venideros encuentros.
Siempre prevalece una  atmósfera de afectos entre nosotros, que impregna cada palabra proferida; no obstante, el eje conversacional lleva un ritmo discontinuo. Hay una emocionante fractalidad en tales ejercicios lingüísticos: lo que se supuso que ya lo habíamos hablado y por ende metabolizado; pues no, es retomado, hace “eterno retorno”, para luego devenir con resignificaciones, pero nunca desaparece.
Hemos acostumbrado a decirnos las cosas con recursividades: lo que sospechamos es material conclusivo adquiere de inmediato la condición de  insumo para reemprender el diálogo. Y se vuelve la conversación una espiral elogiosa de frases e imágenes entrecruzadas.
 Comprendemos que cada vocablo asume de suyo sus propias sensibilidades. Cada étimo posee fuerza y valor estructurante a veces mucho más por lo que omite o esconde adrede que por el acto perlocutivo que provoca.
En sesión posterior, nos satisfizo recibir a contertulios de la categoría de Ildemar Estrada y Ramón Cabañas quienes han venido a meterle baza aún más a estos asuntos, que parecen “desquiciamientos bien administrados”. Ellos  también han cultivado fecundas y provechosas “cajas de herramientas” intelectivas que las colocan a la orden del debate nuestro de cada encuentro. Ellos apelan idénticamente al estilo colectivo que nos hemos dado para la materialización de nuestros pensamientos, que ya  hemos descrito; y que son  enteramente compromisorios con la deltanidad.

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