Tulipán como metáfora
Dr. Abraham Gómez R.
Tucupita, mayo de 2014
De la manera más espontánea,
sin mayores pretensiones ni exquisiteces, un buen día decidimos reunirnos para
discernir de todo.
Diremos que la fecha es
bastante reciente: los primeros meses de este año. Y como suele suceder en
otros eventos rayanos en mediocridades, aquí nadie formalizó protocolo, muchos
menos a alguien se le ocurrió ponerse ceremonioso. Un amplio abanico de argumentos-temas
nos aguardaban desde hacía suficiente tiempo.
Abrigábamos bastante
interés por exteriorizar pareceres, por dialogar sobre acaecimientos actuales,
por expresar nuestras ideas a lo interno de tan minúsculo foro, como el que nos
hemos propuesto conformar, y que ya se ensanchará con progresivas
incorporaciones, y recibir respuestas y conjeturas disímiles e impúdicas en una
especie de un “todos con/contra todos”.
Total: de la ingeniosa
confrontación también aprendemos; el disenso fértil se nutre dialécticamente.
Siempre y cuando estemos dispuestos a acceder y compartir, con tolerancia, una
opinión otra.
Nos citamos a tempranas
horas de la mañana José Balza, Digmar Jiménez, Manuel Aristimuño y Abraham
Gómez.
Quien llegó de primero
seguro escogió la mesa en la panadería, de allí proviene el nombre.
Cada quien desembolsó
lo que había traído, semejante a un intercambio de regalos:
libros, revistas, interesante material
documental para obsequiárnoslos, con lo cual
de antemano trazamos compromisos de nuevas cartografías discursivas para
los venideros encuentros.
Siempre prevalece
una atmósfera de afectos entre nosotros,
que impregna cada palabra proferida; no obstante, el eje conversacional lleva
un ritmo discontinuo. Hay una emocionante fractalidad en tales ejercicios lingüísticos:
lo que se supuso que ya lo habíamos hablado y por ende metabolizado; pues no,
es retomado, hace “eterno retorno”, para luego devenir con resignificaciones,
pero nunca desaparece.
Hemos acostumbrado a
decirnos las cosas con recursividades: lo que sospechamos es material
conclusivo adquiere de inmediato la condición de insumo para reemprender el diálogo. Y se
vuelve la conversación una espiral elogiosa de frases e imágenes entrecruzadas.
Comprendemos que cada vocablo asume de suyo
sus propias sensibilidades. Cada étimo posee fuerza y valor estructurante a
veces mucho más por lo que omite o esconde adrede que por el acto perlocutivo
que provoca.
En sesión posterior,
nos satisfizo recibir a contertulios de la categoría de Ildemar Estrada y Ramón
Cabañas quienes han venido a meterle baza aún más a estos asuntos, que parecen
“desquiciamientos bien administrados”. Ellos
también han cultivado fecundas y provechosas “cajas de herramientas”
intelectivas que las colocan a la orden del debate nuestro de cada encuentro.
Ellos apelan idénticamente al estilo colectivo que nos hemos dado para la
materialización de nuestros pensamientos, que ya hemos descrito; y que son enteramente compromisorios con la deltanidad.
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