EL ADULTO MAYOR: PARTICIPANTE
ACTIVO DE SU PROPIA VIDA.
Una de las perceptibles
características de las sociedades que se engrandecen y se hacen nobles son
aquellas que confieren suficiente dignidad en el trato a los niños, a las
personas con discapacidades y a sus
ancianos. Precisamente, por la condición de débiles (…) y muy vulnerables.
Un venezolano de excepción,
cuya proyección en el mundo ha sido bastante reconocida, el Dr. Félix Adam,
nacido en un pueblo ribereño de los caños del Delta sembró y consolidó para la posteridad su preocupación
por los adultos mayores. Primero con la teorización de la Andragogìa, como
ciencia que considera a la Educación en
tanto proceso que se desarrolla a lo largo de toda nuestra existencia. Desde
niños, adolescentes y en cualquier etapa como adultos estamos aprendiendo. El
hecho educativo es un proceso que actúa sobre los seres humanos en la
trayectoria de toda nuestra existencia; siendo que la naturaleza del hombre nos
permite que podamos continuar internalizando conocimientos durante toda la vida
sin importar nuestra edad cronológica. Es un hecho, científicamente acreditado,
las potencialidades inmensas de los adultos mayores para los aprendizajes.
Nuestra sociedad
venezolana debe obligarse, moralmente, a posibilitar que los adultos mayores,
ahora con tiempo disponible, sabidurías, vivencias y experiencias, participen
formal y sistemáticamente, en un ambiente propicio en un sistema educativo
andragògico.
Otra obra de Adam
Esteves, especialmente dedicada a los adultos mayores es la Universidad de la
Tercera Edad (UTE), que aunque la gestación de esa institución de educación superior
fue hecha en Venezuela y se cumplieron los requisitos formales nunca la aprobó el
Consejo Nacional de Universidades, de entonces. La UTE, cumple ahora una
elogiosa labor en varios países latinoamericanos y caribeños.
Qué hermosa tarea, en la actualidad, estuviera
cumpliendo la Universidad de la Tercera Edad en nuestro país, con el incremento
demostrado de este grupo etario. Parece que la mezquindad ciega a los burócratas
que no miden las perspectivas y sólo piensan en sus inmediatos y muy
particulares intereses.
El adulto mayor con sus propios alicientes y
los que les brinda la sociedad con la educación, para sensibilizar su superación,
alcanza plena identificación consigo mismo y descubrir al amplio espectro de
crecimiento cognitivo que aún posee. Sostener con criterios sus valores y sus
aptitudes por su condición de ser adulto, y obviamente encontrarse en una edad
cuya esencia tiene de trasfondo la reflexión.
Así, entonces el adulto mayor es un ser humano maduro y preñado de experiencias,
permanentemente crítico que sabe crear sus motivaciones, que conoce el rumbo de
su vida y sabe hacia donde debe orientarse para alcanzar sus metas, lograr sus
objetivos y definir sus intereses.
En nuestro estado Delta
Amacuro, no hay una estructura particular dedicada en exclusividad a los
asuntos gerontológicos como tales.
Los diversos aspectos
de la vejez y el envejecimiento de la población en esta región tiene la misma dinámica
que suele dársele al adulto mayor en el resto del país. Sin excepcionalidades.
Los deltanos auguramos por la reivindicación de los programas geriátricos y gerontológicos
que tuvimos en la Unidad “Menca de Leoni”, fundada en el año 1978, cuando sólo
contaba Venezuela con el PANAI (Patronato
Nacional de Ancianos e Inválidos), que luego se transformó en INAGER y ahora
INASS.
En sus inicios, la mencionada Unidad Geriátrica
y Gerontológica desarrollaba programas psicológicos, sociales, económicos y
hasta culturales. Por otra parte analizaba y buscaba las soluciones a las
necesidades físicas, mentales y sociales a través de convenios
interinstitucionales y con lo que se conoció como “Hogares Sustitutivos”, donde
asignaban, por fines de semanas, la
estada de adultos mayores, para que compartieran en familia.
Aspiramos que la
sociedad deltana y venezolana en general, que quienes rigen las políticas públicas
destinadas a los adultos mayores comprendan el cúmulo de sapiencia, experiencia
y grandeza de espíritu que nuestros ancianos poseen y que están dispuestos a
entregar por el bien común.
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