lunes, 28 de septiembre de 2015



Conferencia:

“Apoyaturas epistémicas en la praxis discursiva de José Balza”

                                                               Autor: Dr. Abraham Gómez R.

Ha habido una constante incitación en la vida de los seres humanos, en recurrentes generaciones, cuyo propósito es la indetenible búsqueda de conocimientos. Saberes que únicamente adquieren de suyo sentido, proyección e intencionalidad a la luz  de sólidos constituyentes epistémicos.
Lo que hemos sido y vamos siendo, para decirlo en las claves enunciativas existencialistas  de Heidegger, se lo debemos a la matriz epistémica que rige nuestro trasfondo vivencial, ese mundo de vida, que  nutre  el  modo de conocer individual y socialmente.  Que nos impone la manera de  hacer construcciones sígnicas de las cosas; Que nos impronta el estilo para simbolizar las realidades.
La matriz epistémica es un sistema de condicionamientos prelógicos, preconceptuales, inconscientes, que constituyen la vida misma de cada uno de nosotros:

pude haber sido otro niño—relata  Balza en una entrevista que le hicimos, recientemente—pero había una energía vital que se ubicaba en mí; yo era testigo privilegiado de aquel mundo: agua, cielo inmenso, la vasta selva, montañas, lo que me hizo atrapar la realidad y convertirla en palabras.”

Conforme con lo anteriormente descrito por este laureado escritor contemporáneo, nos corresponde reafirmar que la purísima verdad en las interioridades de  sus tejidos escriturales, aunque tal prolífica narrativa  ha trascendido bastante por el mundo: la verdad balziana no debemos pesquisarla en  el discurso sino en la episteme que define su óntica: su modo de ser, su alforja de imaginarios y sus sensibilidades.
Los ejercicios narrativos de Balza nos llevan de la mano como ductores hacia la realidad esperanzadora o hacia la proliferación de preguntas sin necesarias respuestas. Los lectores  aprehendemos escurridizas lúdicas en cada párrafo textualizado. Constituye una hermosa estrategia que impulsa a darle completitud a las ideas apenas insinuadas. En el campo léxico balziano no hay fatalismos ni nihilismos consumados como en Nietzsche o el catastrofismo incurable de  Cioran. Balza aporta, aún en los intersticios de su narrativa suficiente dialéctica,  para desenhebrar historias y experiencias. Sus textos, en tanto entidades vivas nos guían;    inclusive aquellos escritos de su época juvenil que tuvo el atrevimiento de lanzarlos a las aguas de su avecindado Caño Manamo, en un acto inconsciente  de metafórico esparcimiento y de exquisita proyección  universal de sus letras. Y esto tal vez no haya sido un gesto  ingenuo, gratis o   desprevenido. Les diré ¿por qué?
 A través de conocimientos documentados hemos llegado a saber que era costumbre en la mitología celta/griega  arrojar joyas y otros objetos de valor a los cuerpos de agua. Que tal práctica tenía intención de proporcionarse prosperidad   quien lanzaba algo, aunque gozara de salud; o aquéllos que buscando la transfiguración un poco más dichosa  tenían sus equipajes listos para la eternidad, y que a duras penas lanzaban una que otra  cosita.
 Acaso no lo hizo el Rey Arturo, cuando ya  en plan de moribundo, envía a un súbdito para que hiciera desaparecer su espada en las profundidades del Lago de Mneme, Madre de las Musas, deidad  de la creación, de las  ideas,  pensamientos, y que por lo demás controlaba la esencia misma de la vida.
Nos imaginamos que siempre hubo  deidades inspiracionales en este brazo del Orinoco,  el Caño Manamo; porque, de qué otra  manera podemos explicar que este niño que quiso ser músico y pintor haya podido fracturar su propia genética social, sin desprenderse jamás de su cordón epistémico, y que con aquilatadas herramientas literarias, cultivados méritos y elogiada estilística hoy sea reconocido mundialmente.
Los textos arquetípicos de Balza han irrumpido para provocar, para desencadenar  innumerables controversias; a veces para ir contra lo establecido, para antagonizar las ideas esclerosadas  por dogmatismos.  Le fascina dejar sentado en sus  escritos  pensamientos a contracorriente, en los  cuales el cinismo tiene un sitio preponderante.
Busca hacer cosas con las palabras; exactamente lo que Austin denomina “enunciado performativo”  que no se limita a describir un acaecimiento sino que en  el mismo instante de estar expresándolo se realiza el hecho.
Así lo vemos reflejado desde su primera novela Marzo Anterior, donde la búsqueda de la identidad será el elemento esencial de la obra. En ésta se encuentran presentes muchas de las características de lo que se ha dado en llamar la antinovela. Los hechos, las cosas y hasta los seres dejan de ser lo que son  para mostrar todo un mundo interior: el mundo de la conciencia. Este texto de 1965 está construido a través de la introspección, de dos historias paralelas entretejidas de los personajes, rediseñando constantemente los planos temporales sin caer en la categoría de novela psicologista.
Balza aporta su propia  y amplísima concepción de la novela cuando expone en “Narrativa Instrumental y Observaciones” año 1969, lo siguiente: 

          “construir una novela para expresar la multiplicidad psicológica de un sujeto, significa realizar la descomposición dimensional de la personalidad de ese sujeto; dándole igual jerarquía de realidad a sus actos, a su pensamiento, a su imaginario y, hasta donde sea posible a la vida ajena a su propia conciencia”

Hemos aprendido que los libros son objetos mágicos.
Leer no es sólo consumir signos lingüísticos sino crear, elucidar, proponer, recomponer; y a menudo somos los lectores quienes les revelamos a los autores qué fue lo que en  realidad escribieron. Porque, aunque no toda lámpara tiene su genio, de lo que si estamos seguros es que lo que brota también depende del espíritu, la mentalidad y las sensibilidades de quien frota la lámpara.
Cuando nos disponemos a leer, a frotar la lámpara para desafiar al genio; abandonamos la multiplicidad de inquietudes de la mente y accedemos a concentrarnos, a seguir el curso de una idea, de una argumentación, a confrontarla con nuestras propias consideraciones.
Hay libros que ayudan a  acrisolar miradas de los hechos que es mucho más que ver; textos que cooperan para que comprendamos  situaciones y obras literarias que nacen para ser vividas.
 Cervantes podía creer que estaba contando apenas la fábula divertida de un hombre que enloquece después de leer muchos libros y que se lanza a vivir aventuras que sólo ocurren en su imaginación; sin embargo, cada vez que hagamos una relectura de El Ingenioso Hidalgo Don quijote de la Mancha  encontraremos en sus páginas toda clase de enseñanzas, redescubriendo en la literatura renacentista española del siglo XVII, uno de los más complejos retratos de la humanidad.
 Escritores y lectores nos estaremos haciendo siempre esta pregunta…. ¿Quién decide lo que hay que leer, y quién lee lo que conviene decidir?
Dice Balza, en  Observaciones y Aforismos, año 2005:

 “El crítico es un lector natural superior. No todo lector es crítico, porque para serlo necesita saberse como tal. El lector natural incorpora las escenas de una novela, las imágenes de un poema o ciertas ideas de un ensayo a  su vida, como el pan o el café de todos los días. Ese alimento puede resultar a veces saludable o perturbador: pero el lector lo considera parte de su filosofía….El crítico comienza por ser un lector natural (es más necesita serlo durante un largo período o intermitentemente durante su vida. De esa forma la escritura de los otros se vuelve parte de su metabolismo. No hay crítico sin un vasto pasado literario

En el libro de mi autoría “Hombres en la historia contemporánea del Delta” de reciente edición, Balza nos relata que  siempre ha sido muy disciplinado, que escribir para él es como un grado de sacerdocio con la vida y la belleza. Enjuicia de este modo: el lenguaje no perdona, o te hace decir tonterías o te lleva a lo más hondo de la realidad y de las personas. Él escribe, según nos ha dicho, en las mañanas, pero puede sentir el eco de algo; un suceso, cosas que comentan y entonces obedece de inmediato al llamado. Se pone a trabajar donde quiera que esté: en una servilleta, un cuaderno, la tableta. Todavía dibuja y viaja con lápices, pinceles y una acuarela.
Para aproximarnos a Bergson diremos que la esencia de la vida es inasible, inatrapable, que apenas  abocetamos el mundo con palabras; Supremamente aún  en Balza, que posee ilimitada imaginación para juntar palabras y colores; párrafo que   abreviamos en la  descripción siguiente:

Somos un pueblo inclinado altamente a la percepción, al goce, a la exploración y la expresión imaginaria de lo visual, traducido todo esto en el uso del color, la línea, el espacio, las formas, las materias….lo palpable es  que en la obra de Juan Lovera, artista formado en la práctica misma de la pintura, los matices lumínicos  llegaban a su clímax en el retrato de Lino Gallardo. Blancos apenas sombreados, un vibrante amarillo de bordes anaranjados, forman una mancha autónoma en la que, a primera vista, los matices se funden y revelan una ola de color enérgico que oculta los detalles del lazo, el cuello  los botones…”

Importante es reconocer que Balza ha aceptado, como su apostolado, los axiomas de la libertad a partir de los cuales explica los procederes políticos, culturales, religiosos y económicos en nuestro país.  Tales ámbitos afloran transversalizados, directa o indirectamente en sus textos, en ebullición reiterada.
Crea Categorías para explicar lo que hemos sido como nación: nuestros orígenes sociohistóricos, indecisiones prospectivas, irrupciones societales y las interrupciones de movimientos  levantiscos.
Las categorías balzianas construidas a pulso de la venezolanidad tejida en su piel  nacen mediante  una interrogante pendular, que él se formula:

 “¿Llegaremos, alcanzaremos a ser una Venezuela integral?”

En sus  hechuras categoriales  urde e imbrica Balza  ahondadas reflexiones sobre la problematización nuestra.  La Sustitución viene a ser una categoría superior. La sustitución de nuestro perfil humano,  la sombra que nos ha arropado siempre.
Balza sostiene discursivamente conceptos guías que son metarrelatos  para dar cuenta de lo que hemos vivido en este pedazo de geografía suramericana en  constantes sustituciones.  Lo que hoy  admitimos  como   interesante proyecto nacional,  deslumbrante, ya mañana lo dejamos a un costado; mientras seguimos rebuscando una y otra vez, indistinguidamente, en todos los tramos epocales. Así ha sido.  En tal inercia se nos ha ido la vida desde la colonización hasta el presente. Exactamente, La Sustitución es una recurrente Categoría en su narratología.
De su texto “Pensar a Venezuela”, de 2008, extraemos:

“nos acecha el riesgo de continuar siendo una incesante acumulación de fragmentos, de parcialidades, sin integración… Nos ha impulsado una permanente sustitución: planes educativos, instituciones públicas, ideas para el desarrollo de numerosos productos, la utilización del petróleo etc.  Conducen siempre a un punto donde tales proyectos se frustran porque son sustituidos por novedosas planificaciones que, a la vez, desembocarán en otras”.

Balza, no sólo apela a la primera persona para explayar sus inquietudes por la vida nacional, también hace uso de figuras de la retórica dialogal entre personajes centrales o secundarios en su textos.
 Balza,  extraordinario manejador del lenguaje crea, recrea y  transforma cuanta idea, frase o expresión sea  aprovechable morfosintácticamente en su condición de artista literario. Escultor de la palabra.
 Construye  elogiables efectos dialógicos, descripción de escenas, el uso de voz pasiva o voz activa, la distribución y extensión de las oraciones, la utilización de registros dialectales, las figuras de dicción y  de pensamiento, el predominio y uso de los símiles o comparaciones, la selección o reiteración de unos determinados tropos, metáforas o imágenes. Él intelectualiza todo esto. Esplendor de la estilística balziana, heredad tal vez de su densidad como profesional de la psicología.  Expresiones particulares para socializar la producción y recepción de significados.  Balza ejemplifica un tipo de escritor completo, que no ha sido frecuente en Venezuela.

En la fábula, “Un hombre de Aceite, de 2008, aunque constituye un ejercicio de imaginación, conseguimos a Balza  desdoblado en el renunciante ingeniero  Luís Samán, en el locuaz periodista Cristóbal Ochoa y en el invocado filósofo Ostarga. Precisemos cuándo, cómo y de qué manera encontrar a Balza:

Luís ha permanecido de pie ante la gran mesa, donde la directiva de la compañía  le hará el acto de despedida. Han entrado otras personas, y el presidente dice unas palabras…
--No hay casa elegante, teatro, universidad, autopista, televisora, hipódromo y línea aérea que no tenga sus raíces y su explicación en la producción petrolera. Un orgullo. El petróleo es lo obvio entre nosotros, no como Dios, pero casi. Tanto que hasta nuestras palabras están hechas con él.
Luís siente la tentación de interrumpir, de mostrar que también la más terrible y duradera cara del país, la de la pobreza, la violencia y la estupidez ha sido agrandada y creada por el líquido demonio. Podría decirle asimismo que quizás están viviendo los estertores de una empresa que ya se agota, después de casi ciento cincuenta años. Y con su esterilidad de siempre arrastró al país.
El licenciado Ochoa esperaba el instante. Hay en él una contradicción visible: nadie parece verlo ni recordarlo. Y en ese momento levanta su cuello, siempre un poco más alto que el de los demás; carraspea suavemente y con voz baja dirigiéndose a Luís.
---Nunca es  malo un momento de reflexión. Usted se retira, nos deja con esta labor ya tradicional. Yo no sabría si envidiar su decisión. Ya sé que usted no es amante de la lectura, de pesados libros ensayísticos quiero decir y menos de sermones y discursos. Pero si usted me lo permite.
--Adelante Licenciado. Por algo ha sido usted  jefe de prensa. Seguramente tiene algo importante que decir.
--Gracias, ingeniero. Sé que no le quito tiempo. Es que he estado leyendo a un joven filósofo, de apellido Ostarga, y he quedado intranquilo con sus ideas. El hombre ha partido de la idea de disgregación, como hemos vivido siempre políticamente, una separación; entre los modelos sociales europeos y  nuestra vida real; entre las constituciones y  su falsa aplicación. Hay una fragmentación y un dualismo. Como si el país fuese uno pero se dejara vivir por otro.
-- Ese filósofo, como que tiene razón, ¿no? , exclama Luís.
-- Él dice —continúa  Ochoa-- que nuestra historia moderna es la historia de la intervención del Estado. Esto significa que nuestra sociedad nunca ha vivido según sus leyes y su aplicación correcta. En todo interviene el Estado, es decir, el petróleo, sus bajas y subidas. Una incoherencia, una cosa ilegítima. La vida política actual se funda y se legitima en una tradición de servidumbre.”

 Balza se ha hecho tan versátil y prolijo, que  suficientes críticos  literarios han  advertido: quizás ha llegado el preciso momento de ir estudiando la narrativa literaria balziana por etapas, géneros, giros estructurantes, contenidos referenciales, motivaciones o cuerpo anecdótico de los relatos.
Sus tendencias e intencionalidades expresivas se han vuelto cartografía multiforme.
Etnicidad, socioantropología, enjundiosa investigación a la  musicología venezolana, crítica al desenvolvimiento en las artes plásticas, educación, ontología, epistemología; en fin, ámbitos ensanchados de su talento, que  dan carne y disciplina a los propósitos estéticos, dentro de una especificidad semiótica.
Él también ha optado por reconocerse en su individualidad interactuante,  que se identifica,  le afecta y se involucra con lo colectivo, desde siempre.   Digamos con Balza, en “Los siglos imaginantes” del año 2014:

En Venezuela después de la llegada de Colón debimos esperar más de tres siglos para que se comenzaran a considerar las lenguas autóctonas. Porque despreciado y perseguido por el español, el indígena se vio obligado a esconder, destruir o disimular sus expresiones espirituales. Y esperar a la mitad del siglo XX para que esa cultura y la del negro comenzaran a ser objeto de auténtico rescate, valoración y difusión”

A decir de Josefina Punceles de  Benedetti, en su obra “La estética postmoderna en la música venezolana”, Balza es uno de los pocos autores que ha hablado sobre la composición y el discurso musical  en el país, y por extensión de los hechizos de las sonoridades hacia Latinoamérica.
Hasta el presente, resulta paradójico que con tantas manifestaciones musicales no tengamos una fortísima corriente crítica; entendida ésta como una reflexión sobre lo que se hace, cómo se hace y qué futuro tiene, que guíe a la opinión pública y permita a la gente formarse juicios sentenciadores  sobre las creaciones musicales y sus creadores.
En su texto, “El Bolero: Canto de Cuna y Cama” de 2002, Balza explora con finura  perspectiva de reivindicación y admiración hacia este antiquísimo género musical:

“¿Qué edad podemos dar al bolero? Como para tantos fenómenos de la cultura popular no hay una fecha de nacimiento exacta. Los boleros son Los primeros avances de las expresiones amorosas en público.  Se escribe, se canta, se baila un bolero como prólogo o epílogo al momento de la fusión amorosa. Toda persona que hable de amor a su amor lo hace con letra de bolero. Hubo una época en la que no existía el bolero, y creo que entonces la gente estaba incompleta.  No todo el mundo puede cantar boleros. La misma particularidad oral del bolero es lo que define el destino de sus intérpretes. Se canta al amor, es cierto pero también la voz debe ser expuesta como un instrumento extraordinario”

Ha tenido Balza un impulso medular para ir mucho más lejos, de explorar en las profundidades  de los piélagos  imbricantes donde se hacen consortes   la literatura y la música. Hermosa parejita. Que también constituye devenir humano.  Él devela las intrincadas y a veces imperceptibles conectividades entre la música y la literatura, y   le construye a ese amorío un denso pensamiento proyectado hacia perspicaces horizontes.
En él subyace inmutable su memoria epistémica de adoración a la música; y ante cada oportunidad de depurada y acendrada elaboración discursiva aporta su propia dimensionalidad.
El 14 de julio del año pasado, desde el Paraninfo de la Academia Venezolana de la Lengua ,en  el acto de su incorporación como Individuo de Número, despliega una límpida pieza oratoria titulada, “Nuestra Música: Elaboraciones Literarias”, en ese texto expone:

como no soy capaz de analizar e interpretar la historia de nuestra música, sólo pretendo asomarme a la manera en que la misma ha sido percibida y pensada por los escritores venezolanos…busco pensamiento y testimonio. Pruebas materiales de una concepción unitaria o diversa acerca del hecho musical acaecido en estas latitudes.
Comenzaré por revisar imágenes: escenas o sucesos ficticios que, sin embargo, poseen hondas raíces en la realidad y que, desde ella, han permitido a los autores pensar, calibrar y revelarnos algunos rasgos de ese arte.
Haré después un recorrido de otro nivel: la posición consciente, analítica, de los ensayistas y musicólogos que tratan el tema y sobre él proponen causas, efectos y hasta clasificaciones.
Intentaré mostrar ciertas constantes o continuidades que, a mi entender, unifican el cuerpo poderoso de lo musical entre nosotros….”

A Balza le importa el destino de lo hecho con fervor en nuestro país; así además, le preocupan  las injustas omisiones. Esa misma pasión militante lo muestra cabalmente como  discernidor de ideas, consciente de la finitud del tiempo que lo interpela.
 En su obra “Ensayos Crudos”  aunque formalizada en texto en el año 2006, recoge eventos y circunstancias que marcaron, decisionalmente, la vida de Venezuela. Por ejemplo éste, que leo a continuación, desarrollado una madrugada de marzo de 1989,

Poco después recibí la invitación del presidente para acudir a Miraflores donde había una reunión con escritores. Ya la prensa lo había mostrado, una decena de intelectuales participó en ese primer encuentro. La inicial actitud  presidencial del anfitrión, dio paso a la conducta de un ser humano atento, preocupado y abierto. Guardo vivamente la impresión que me causó el discurso de Adriano González León. También la vehemente participación de Marta Sosa. No dejó de sorprenderme la oratoria de Cabrujas: valiente, lúcida, admirable y teatral. Puede estar seguro cualquier venezolano de que el grupo de escritores dijo al mandatario todas las cosas que cualquier ciudadano hubiese querido decirle: sobre la corrupción, el precio de la gasolina, las universidades, los jueces pervertidos, los diputados sin oficios, las medicinas, la educación. Hice al presidente una diversa pregunta, hacia la medianoche – estoy seguro, usted está hablándonos en este instante con transparencia y angustia. Pero cuando nosotros abandonemos el Palacio, después de que usted haya escuchado tantas cosas francas, serias, honestas, ¿a quién acude?, ¿qué escucha?, ¿cómo lo arropa la sombra de su partido?, ¿por qué cambia?, ¿qué queda de lo escuchado?
Yo no podía evitar una sensación de irrealidad: los escritores en Miraflores diciéndole al Presidente, que escuchaba con atención, todo lo que la guerrilla de los años sesenta gritaba clandestinamente, y aún cosas nuevas y peores..”

Los Seres humanos estamos equipados genéticamente con mecanismos finitos de conocimientos que a través de los cuales construimos e interpretamos un mundo infinito de realidades y palabras.
Noam Chomsky nos ha legado esta teorización, así llamada: Gramática Generativa y Transformacional. Conforme a este influyente lingüista contemporáneo: en los niños hay conocimientos morfosintácticos formales previos a las experiencias, sin instrucciones explícitas,  en una especie de  estructura profunda.
Hoy, cuando estamos revisitando la narrativa balziana, decimos: Y por si fuera poco, a lo intrínseco  humano  que teorizó Chomsky  para los   actos de habla; Balza concita como activo  de sus conformaciones existenciales  los designios oraculares de las aguas del Delta del Orinoco:
Un enigmático amor me ata al río –nostalgia Balza--  ese tipo de pasión que nos condensa, en el pasado y en futuro .El Orinoco ha estado siempre donde lo encuentro hoy, frente a mi casa. Su presurosa inmovilidad tiene un lugar de asiento en mi propia vida. El río fue mi más poderoso juguete en la infancia. Los días se llevaron mi infancia. Yo cambié, cambié para querer ser siempre el mismo. ¿No seríamos acaso, en 1939, los juguetes que el río usaba para fijarse en alguna memoria? Fuimos juguetes del río con el cual se cree jugar”

Muchísimas Gracias.

Tucupita, septiembre de 2015

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