viernes, 16 de octubre de 2015


TRAMPA SEMIÒTICA EN LA PALABRA MUJER
Dr. Abraham Gómez R.
Doctorado en Ciencias Sociales UCV

abrahamgom@gmail.com



Por muy  desprevenido que se encuentre usted al pronunciar una palabra, le  resultará interesante hurgar en los intersticios del vocablo para llegar a conocer cuánto misterio e intención encierra  aunque sean pocas letras juntas en búsqueda de sentido. Hagamos una “tomografía” de bastantes cortes a la palabra mujer Es una palabra muy antigua y con tantísima densidad socio-cultural y emocional, que desde que se  formó ha ido evolucionando su estructura y en significado hasta llegar a su valor actual. El término latino original es mulier, que deviene al español como mujer. La primera pregunta que destaca es si este nombre nació para llamar exclusivamente a la representación femenina del género humano, o sirvió ya desde que fue acuñado para denominar a las hembras en general. También nos sorprende y plantea algunas interrogantes en esa dirección, la proximidad con mulcere, que significa palpar, tocar suavemente, acariciar... y mulgere, que quiere decir ordeñar: la evidencia del parentesco entre estas dos expresiones lexicales no amerita mayores comentarios. Por otra parte, Debemos apuntar la inequidad de género, que se plantea hacia la mujer a lo largo de la historia.

 Como posición nuestra y en principio categórico rechazamos la trampa semántica urdida a partir  de la palabra mulier de donde proviene el étimo mujer. ¿Saben por qué?  Porque ésta traduce, blando, floja, aguada, falta de juicio, envuelta en el ámbito doméstico, laxa, pura emoción. Muchísima razón tiene nuestro insigne epistemólogo venezolano Rigoberto Lanz cuando nos ofrece, en su libro “Las palabras no son neutras”, las claves para develar hechos de exclusión que vienen incorporados desde la propia forma y desde el mismo instante de  construirse el significante que hará mención de las cosas. En cada vocablo hay implícito una carga valorativa. De tal manera que aflora con mulier-mujer una intención oculta de descalificación muy marcada que ellas han venido arrastrando injustamente. Panorama que presentaba con descarada fuerza el antifeminismo medieval, con tantos prejuicios, provocando la desigualdad entre los géneros. Apartheid sufrido por la mujer y que han intentado perdurarlo en el tiempo, por cuanto las estructuras simbólicas han contribuido a crear una concepción de lo femenino conducente a la perpetuación de la inferioridad de la mujer. Súmesele a esto la adherencia, casi inconsciente  que ellas mismas asumen de unas lógicas patriarcales que improntan y deciden un modo  de ser, hacer y decir de la mujer. Para alcanzar la equidad de género debemos, junto y con ellas, deconstruir  la cultura patriarcal que es, precisamente, donde se alojan, reproducen y perpetúan, en su mayoría las racionalidades que imponen los designios hacia el género femenino. Observemos con sumo cuidado que hay una relación entre los significados (descalificativos mejor dicho, ya mencionados)  asociados al vocablo mujer, y la manera cómo la mujer es (mal) tratada en la sociedad. Muchos pensadores que se tienen por serios, que han aportado enjundioso estudios, también contribuyeron con sus escritos a reproducir los menosprecios y las invisibilizaciòn de las mujeres. J.J Rousseau, se manda sin desparpajo en plena modernidad con esto “… la mujer está destinada a la vida doméstica, por las fuerza de la naturaleza, por sus funciones biológicas, por su razón débil y caprichosa y por lo tanto no habría motivos para reclamar derechos para la mujer”. Casi nada, diremos ahora. Sin embargo, a pesar de muchas limitaciones socio-políticas, la mujer ha logrado reivindicarse, ha procurado sus propios reconocimientos históricos alcanzando la igualdad de oportunidades y la equidad en el ejercicio de  sus derechos, hasta transformar y  hacer una resignificación de la palabra mujer. Una nueva conceptuación, para que deje  atrás la heredad desde sus orígenes. A nadie se le ocurriría en otros tiempos traducir dogmáticamente, mulier en latín, o mujer en español como blandengue, por cuanto hemos asumido por justicia una nueva articulación discursiva y carácter de dignificación para ellas.




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