viernes, 9 de septiembre de 2016



 APRENDAMOS A CON-VIVIR EN  NUESTRA CÍVITA
   
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

La edad de piedra no se acabó porque se agotaron las piedras sino porque quienes vivieron en esas sociedades sintieron el impulso arrollador de progresar.
Las sociedades avanzan o retrogradan según como piensen los ciudadanos que la componen. Así como la ciudadanía se  manifieste también generará  y difundirá  su cultura.
Por ejemplo, hoy con el inmenso caudal de tecnología que tenemos, a quién se le ocurriría regresar a la época cavernaria; porque aunque a la época del trueque parecía que no volveríamos, y ya regresamos triste y vergonzosamente.
Los seres humanos tenemos un destino inexorable: estamos obligados a vivir juntos. A muchos les resulta complicado con-vivir, cuya acepción extensa vendría a significar “tejerse a la piel del otro”.
Con-vivir es admirable. Con-vivir comporta mucha más que llenar de personas un espacio territorial, o asentar a una considerable porción de gente en un lugar determinado para que satisfaga, conforme a las circunstancias, sus necesidades existenciales.
Admitamos que somos seres humanos con nuestros instintos y aprendizajes. Que estamos obligados  a compartir. Com-partir para reencontrar en un crisol lo que en realidad sabemos con anticipación es diverso.
 Qué debemos Com-partir. Debemos  compartir espacios, motivaciones, emociones, sensibilidades, valores, conocimientos, normas.
Cuando hacemos nuestro el principio y la condición de educabilidad, en procura de una sociedad vivible, trazamos reglas, y cuidamos los desempeños porque todos los entes colectivos son seres vivos, por tanto propensos a sufrir enfermedades, a padecer de alguna sociopatología. El  cuerpo social también se  enferma.
Tal vez sea la cultura el vector de mayor importancia que nos vincula como sociedad: la cultura en tanto expresión humana con sus mitos y ritos que  a veces son cuestionados.
La cultura generadora permanente de diferenciadoras posiciones ideológicas y de tensiones y pulsiones. En fin,  todo este andamiaje nos confiere idiosincrasia y (a lo mejor) suficiente piso identitario.
Con escasa seriedad algunos sostienen que nada tiene que ver el  hombre político (el antrophos zoon politikon, como lo mencionaba Aristóteles)) con el hombre pensante: el  antrophos zoon logos echon).
 Según dicen algunos, los políticos por un lado y los intelectuales por otro.
Es decir que una cosa es arreglar los asuntos en la polis, con el zoon politikon, y otra muy distinta consiste en reflexionar, pensarcon el  zoon logos.

 Consideramos que tal tesis carece de algún asidero.
 Algunos otros detalles para seguirle entrando a esto: hoy, cuando en el mundo entero se reconocen y  constitucionalizan los Derechos Humanos como prerrogativas y principios de aceptación universal de las personas, que garantizan jurídicamente su dignidad en su dimensión individual, social, material y espiritual frente al Estado; a quién se le antojaría replicar las ideas de Hobbes, del siglo XVII, quien sostenía que la soberanía de los seres humanos, por   no alcanzar nunca la suficiente madurez, estaban obligados a delegarla indefinidamente en un ente jurídico-político llamado Estado para que tutelara los comportamientos sociales y evitar que “el hombre sea el lobo del hombre”.
 A veces tenemos más preocupación por arreglar los problemas de las urbes: calles, plazas, servicios públicos, bienes sociales de infraestructura (asientos físicos-patrimoniales de las personas), desde lo cual asumimos una especie de pacto de urbanidad, un trato anónimo, casi que indiferente, distante, consuetudinario.
Mientras que la condición de ciudadanos, originada en las cívitas, se genera cuando asumimos concientemente la civilidad al intercambiar modos de ser. Cuando damos manifestaciones afectivas, demostraciones de pertenecer y querer tal socialidad, y en consecuencia obtener los debidos reconocimientos por parte de la comunidad natural.
 Debemos  aprender y  saber leer los signos sociales de nuestra cívita.





No hay comentarios:

Publicar un comentario