viernes, 10 de febrero de 2017


 CONDICIÓN DE RARA MITAD  (III)
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua


Estamos padeciendo el vulgar arreglo y distorsión de la Constitución Nacional y demás leyes según caprichos del  régimen. La Norma es la que impone el gobierno, y la Sociedad Civil debe calársela sin chistar, contestar o replicar.
Esto no es socialismo; por cuanto, precisamente,  el Socialismo delezna de los gobiernos estatistas (allí donde el Estado asfixia al ciudadano).  Hay estatismo, como ahora en Venezuela, allí donde se  imponen las decisiones desde arriba, sin críticas de los ciudadanos;   donde toda iniciativa es potestad de incapaces funcionarios del gobierno o de los llamados  cuadros de vanguardias que se autoreproducen. El Socialismo rechaza los populismos o  los gorilismos de militares. Además socialismo no es totalitarismo: la supresión radical por parte del poder de las actividades de los ciudadanos, quienes deben ser  libres para mirar y valorar al mundo.
Hoy constituye una grandísima imbecilidad desempolvar rancias nomenclaturas con la intención de reetiquetar las corrientes del pensamiento: te califican de  derecha o de izquierda. Esa detestable manera de calificar a la gente hace rato que se superó, por cuanto constituye experiencia de lamentable recordación.

Actualmente, en Venezuela  a la Constitución Constitucional y  a las leyes intentan acomodarlas  a los caprichos del oficialismo, con el mayor descaro, con la aviesa y sibilina complicidad del TSJ, del CNE y el resto de la comparsa de organismos que se prestan a las tropelías que comete el oficialismo contra  la sociedad civil y la Democracia. Tamaña sinvergüenzura se hace indigerible.
La torsión descarada que viene dándole  el oficialismo a toda norma jurídica es común y corriente, y “legitimada” con la mayor naturalidad, con displicencias, tan rampantes.
Nuestra Carta Magna es vapuleada como les da la gana. Las leyes son acomodadas para complacer la permanencia de un hatajo (con h) de ineptos en el gobierno.
Con  rabulismo, charlatanería y vocinglería en la interesada interpretación de la Constitución Nacional y las leyes pretenden  arrancarle a la gente  todo sentido ciudadano, vulnerar la cultural vocación democrática, y encuadrar a las personas en un redil militaroide.
Con cualquier añagaza jurídica aspiran taparlo todo.   Aspiran que los contenidos constitucionales, que tuercen a sus antojos, le legitimen sus despropósitos.
En  cualquier intersticio social y particular está la lupa oficialista

Estamos viviendo en una especie de Estado de excepción permanente. Lo cual tarde o temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades activas como para los silencios cobardes.  Extensivo también a muchos colaboracionistas de la oposición, que juegan con el gobierno tal lúdica por debajo de la mesa. Hay que higienizar la política.

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