Desde las claves sensibles de tu pensamiento.
(Extracto de mi
ponencia homenaje al epistemólogo venezolano Rigoberto Lanz. Trabajo publicado
en el libro “Miradas Múltiples”. Colección Intramuros. Bid-Editor 2014.
Siendo ahora la
tolerancia un asunto de escasísimo uso; y la discusión a través del disenso
fértil una extravagancia: precisamente, las dos mayores virtudes que cultivó
Rigoberto a lo largo de su existencia.
Admitía con respeto las opiniones que
provenían en sentido contrario, al tiempo que procuraba pesquisar una arista
provechosa de cada palabra antagónica proferida, para hacer brotar después,
desde su proverbial iluminada intuición una síntesis superadora de ideas; y así
entonces, cada quien resultaba satisfecho.
Tenía una grácil y elegante manera de “construir en caliente”, pensar
sobre la marcha elementos metonímicos para reforzar lo que deseaba decir.
Habiéndonos conseguido
siempre en parcelas ideológicas distantes disfrutábamos inmensamente con la
sana confrontación (para muchos, dialéctica tal vez) que las adversidades en sí
mismas provocan. Ciertamente, él había sido un digno problematizador. Que nos
incitaba al debate; que impulsaba al diálogo escrutador; que hacía de los
espacios académicos su ambiente de regusto, sin llegar jamás a la
domesticación.
Cuánto orgullo haber disfrutado de su
sincera amistad: creada, cultivada y proyectada en base a los constantes
intercambios de opiniones abarcativas de las distintas parcelas de la realidad.
Rigoberto poseía, como
docente nuestro del doctorado en ciencias sociales de la UCV, y como impulsor
de los seminarios del CIPOST donde participamos, la cualidad de no dejarse
encallejonar ni adocenar en corrientes de pensamientos inconsistentes.
En una conferencia en
Tucupita, dictada para cursantes de posgrado, no tuvo recato en exponer, en
torno al tópico anteriormente citado que la vía que consideraba más expedita
para constituir la Universidad para el presente tramo civilizatorio, en tiempos de incertidumbres, era mediante el
caos:
“considero que sólo caóticamente se puede
transformar a la universidad; es decir por irrupción, por movimientos
inesperados…Por el aleteo de una mariposa que provoque un huracán, es decir por
el planteamiento de ideas como las que se están presentando en este foro que
pueden generar los cambios que revuelvan a la universidad”.
Porque le confería a la
Universidad un carácter de sistema sensible, extraordinariamente dinámico,
Rigoberto abrigó, hasta sus últimos días, la aspiración a la Universidad
transformada caóticamente.
En la medida en que uno
va leyendo y releyendo a Rigoberto, se le van construyendo nuevas imágenes,
renacen derivas de ideas, desafíos para
estructurar -por la vía del libre albedrío- categorías para intentar elucidar
lo que había quedado a un costado del camino. Rigoberto se atrincheró de un
pensamiento apropiado para la resistencia intelectual, en estos tiempos de
descalabros de pisos sólidos y valores inaugurados por el proyecto de la
Modernidad ilustrada.
Rigoberto nos recordó
como anécdota lo que siempre señalaba Carlos Fuentes hace ya algunos años, de
que si acaso emergía filosofía en América Latina no sería precisamente a partir
de los filósofos sino por voluntad de los literatos.
Aún escuchamos la
constante prédica de Rigoberto ante las hipocresías (“babosadas”, las llamaba)
de quienes pretendían hacer saber que lo estaban cambiando todo…
“Es preferible la
restauración de un viejo pensamiento fundado en nuevo modo de pensar que la
fantasía de los nuevos Pensamientos que ocultan la misma vieja manera de
pensar”
Eternamente orgullosos
de ti, Rigoberto: Maestro y Amigo.
Rigoberto nos enseñó a
dudar hasta de lo que nos enseñaba.
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