La vuelta al Delta en 89 Julios.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.
La cultura Warao (uarao) se ha destacado por su pacificidad. Familias
enteras, una especie de nación (en términos socio-antropológicos) buscaron
refugios en los intersticios y recovecos de la multitud de los ríos y caños del
Delta del Orinoco.
Admitimos, como un hecho incontrovertible, que únicamente los
Misioneros Capuchinos lograron establecer
misiones en su territorio, por muy inhóspitos que fueran esos lugares.
Tradicionalmente, nuestros aborígenes vivían, en estos
espacios naturales de la recolección de frutas y del múltiple aprovechamiento
del moriche.
La agricultura, tal vez, constituyó la primera “estrategia”
comunal introducida por los evangelizadores.
Otra actividad, que les confiere suficiente arraigo en un
sitio específico es la pesca, mientras que la caza siempre ha sido muy
reducida.
Los Capuchinos animaron a la etnia a conformarse en núcleos poblacionales,
de cierta consistencia demográfica.
Afinquémonos en lo que ha resultado, también, bastante interesante:
su estructura lingüística; que poseen su particular modo de objetivar las
cosas, de aprehenderlas y darles significados. No es contradictoria al
castellano o español; guardan algunos elementos de entroncamientos filológicos.
Ha sido, por milenios, una hermosa cultura, que se expresa, esencialmente, desde
la oralidad.
Contrariamente, a la tesis peregrina, que califica a los
recursos expresivos de nuestros guaraos, como una derivación dialectal, para
comunicarse ese grupo humano; quienes disfrutamos los asuntos idiomáticos, de
los actos de habla, reconocemos los enjundiosos trabajos, de investigación de arqueología social de
nuestro Reverendo Julio Lavandero Pérez.
El Padre Julio, toda una vida en estas tierras, nos ha
enseñado, a partir de sus indagaciones gramaticales, que el Uarao y el
Castellano responden y provienen de sistemas culturales diferentes; no
obstante, complementarios entre sí.
El admirado padre Julio, nuestro compañero junto al
reconocido escritor deltano José Balza en la Academia Venezolana de la Lengua,
nació el 14 de agosto de 1930, en Casar de Periedo, en la Cantabria de
entonces. Su vocación para el sacerdocio pudo haber sido estimulado por la
condición de disciplinados practicantes del catolicismo de sus padres, Julio y
Joaquina, quienes conformaron una prolija familia de 12 hijos.
Sin terminar la carrera sacerdotal, le faltaban, según nos
relata, dos años denominados de Elocuencia Sagrada, por urgencia fundacionales
vino al Delta, a cumplir su misión pastoral en el recién creado Vicariato de Tucupita.
Hacía de todo: oficiaba
misa, promotor de las fiestas patronales, marinero de las curiaras de la
parroquia, enfermero, organista de la Iglesia San José, fundador de varias
instituciones escolares, escritor e investigador cultural; en el Concejo
Municipal de esta entidad ofreció aclamados recitales de música venezolana,
como cantante lírico. Agreguemos a su tesonera labor por la Deltanidad un larguísimo
etcétera.
El padre Julio, en amena conversación, nos re-crea una
extensa parte de su vida, dedicada, plena y absolutamente al Delta y su gente.
Nos detalla: “Deseo que me recuerden, como un misionero que
Dios envió para acá, por intermedio de sus superiores. Yo me entregué a este
apostolado con obediencia. Sabes por qué. Porque los que obedecen no se
equivocan, si los que mandan lo hacen obedeciendo la Ley de Dios.”
“La vocación es un proceso, que comenzó en mí desde que era
niño, y que ha ido creciendo; y como proceso continúa todavía. Pues, aún estoy
en ese proceso vocacional. Porque uno es una persona humana, siempre hay amenazas,
peligros, tentaciones, luchas…”
“Ya dije, mi vocación viene desde niño, entregada de por
vida. Nunca pensé en retirarme; y cuando yo vine al Delta, vine de por vida. He
recorrido todos los caños. En todas las comunidades me conocen. He prestado mis
servicios como misionero...”
“Toda mi vida me he apoyado en Dios y en mi Fe, y en algunas
cosas que he aprendido. Dios es el único guía y destino que tiene uno el
misionero. Dios es el compañero continuo en la vida del misionero.
Qué agradable mantener, por escasos minutos, esta exquisito diálogo,
con el padre Julio.
Los reconocidos escritores siempre tienen una palabra que los
identifica; que adquieren mayor uso en su particular constelación vocabular,
que parecen una carta de presentación. Otros vocablos, por el contrario, quedan
a un costado, jamás se pronuncian, quedan escurridos, nunca mencionados. En tal
sentido solicitamos, al padre Julio, pensar en la
palabra más difícil en su vida, y la que le ha sido, relativamente, más fácil.
Nos expone, con marcada determinación: “La más difícil palabra
para pronunciar es la fidelidad. Ser fiel durante toda la vida; y la más fácil,
ir por la vida, como los pajaritos., como lo decía y hacía San Francisco.”
Padre, Julio, qué parte de su vida ocupa el Delta.
“En todo mi corazón”
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