Guayana
Esequiba: ¿participar o no participar, asistir o ausentarnos?
Dr. Abraham Gómez
R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión por la Defensa
del Esequibo y la Soberanía Territorial
Consultor de la ONG Mi Mapa
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
La delegación
diplomática que representa a la excolonia británica en la Corte Internacional
de justicia y sus pertinentes y autorizados voceros gubernamentales ya ni
siquiera ocultan la intranquilidad (y nervios) que les recorre el espinazo.
Ellos, por sus propios motivos ególatras y de desenfrenos de aprovechamientos
dinerarios, se metieron en este pleito jurisdiccional, a partir del (29) de
marzo de 2018, cuando demandaron (inmerecida e ingratamente) a Venezuela ante
el Alto Tribunal de La Haya.
Diremos, adicionalmente,
que Guyana (y quienes la representan) no manejan remilgos en este asunto.
No miden
consecuencias, ni ponderan sus pasos en un asunto de tanta monta.
Sospechamos
que para actuar con tanto envalentonamiento debe estar recibiendo malsanos
consejos y asesorías de entidades interesadas en el inmenso caudal de recursos
de nuestra Guayana Esequiba.
Percibimos,
desde hace unas semanas para acá, el cambio del contenido, alcance e intención
del discurso de todos quienes han venido opinando a nombre del oficialismo
guyanés.
Se volvieron
pugnaces, agresivos e irrespetuosos.
Por ejemplo,
declarar, como lo hizo el Primer Ministro de ese país Mark Phillips, durante su intervención en una sesión extraordinaria del Legislativo de
Guyana sobre la controversia, con estos desconsiderados
e imprudentes términos:
“El tiempo de la negociación se ha agotado. No habrá necesidad de
dialogar con Nicolás Maduro. No habrá reunión entre Maduro y el presidente
Irfaan Ali". Esperaremos a Venezuela en la Corte. El Esequibo pertenece
únicamente a Guyana y a los guyaneses. Juntos aseguraremos el triunfo de la
justicia y preservaremos la soberanía de nuestra nación".
Que le quede
claro, al Sr. Phillips, que hasta en los más aciagos momentos de las relaciones
interestatales y/o por muy graves, e inimaginables, que puedan presentarse las crisis
entre los países, las delegaciones siempre deben estar en disposición de
conversar y negociar hasta hacer factible alguna alternativa de solución.
Nos luce una
temeridad y un fraude declarativo --por decir lo menos-- la infeliz declaración
de quien representa el segundo cargo de importancia en el ejecutivo guyanés;
por cuanto debió agregar allí las suficientes pruebas que soporten la “presunta
propiedad que ellos se atribuyen” sobre la extensión territorial que nos
arrebataron con vileza.
Hasta ahora,
no han justificado lo que piden en su pretensión procesal. No tienen cómo ni
con qué.
No hay dudas
que Guyana está dispuesta a todo o nada.
Contrariamente,
Venezuela – conforme a nuestro principio rector de país pacífico y respetuoso
del Derecho Internacional- ha instrumentado todos los mecanismos para mostrar y
probar en cualquier escenario, que poseemos una irrefutable cadena titulativa
de propiedad sobre esa inmensa área.
Dicho, con
mayor énfasis aún, nos asistimos con Justos Títulos traslaticios, de pleno
derecho; que no admiten pruebas en contrario.
De allí que
haya aflorado, últimamente, un altísimo grado de intranquilidad a lo interno de
la delegación guyanesa; porque saben (o sospechan) que de darse una resolución –en
estricto derecho—en el citado Ente Jurisdicente no los va favorecer.
La Sala
Juzgadora de la ONU comenzaría por declarar nulo de nulidad absoluta el ominoso
Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899; adefesio jurídico que nunca
debió ser admitido en la Corte como causa de pedir por la contraparte ya que
había quedado rechazado, invalidado y sin la más mínima posibilidad de surtir
ningún efecto cuando se suscribió el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de
1966.
Por eso, la
excolonia británica, causahabiente de los ingleses en este pleito, se ha
dedicado a buscar alianzas con empresas transnacionales a cambio de concesiones
(calificadas por nosotros de ilegítimas e ilegales) en los bloques petroleros
de las áreas aún no delimitadas en la proyección atlántica de la Zona en
reclamación (exactamente la disposición reivindicativa, para ese mar territorial, que desarrollaremos a partir de los resultados,
en concreto, de la pregunta cuatro del Referendo Consultivo).
Así, además, ellos
han procurado –con desesperación— aligerar comunicados y pronunciamientos de sujetos internacionales;
caso de la CARICOM, la COMMONWEALTH. Agreguemos, además la inmoderada declaración del Secretario General de la OEA; de
funcionarios del Departamento de Estado y del Comando Sur de los EE. UU. También
sabemos del vergonzoso juego solapado de países a los cuales teníamos como
solidarios a lo largo de nuestro proceso de reivindicación y resulta que nos
han dado la espalda.
Hay un
dineral de por medio.
¿Qué nos
corresponde, a los venezolanos --como desafío histórico-- en esta hora de
definición y disyunción?
Encarar esta
lucha, en los distintos terrenos, con determinación y templanza; porque somos
herederos de la estirpe libertaria de nuestros próceres.
Nada de
amilanarnos o entregar – sin más-- esa séptima parte de nuestra geografía
nacional, por la cual Simón Bolívar, el
Padre de la Patria elevó en su tiempo (1822) sendas protestas por el vil
despojo que se nos estaba perpetrando:
“Los colonos de Demerara y Berbice tienen
usurpada una gran porción de tierra, que según aquellos nos pertenecen del lado
del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos, o se
pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a
sus antiguas posesiones”
Permítanme
transmitir el entusiasmo de reafirmación de lo nuestro; y por lo tanto de decidida
participación en/para el Referendo Consultivo. Eso sí, entendido y asimilado
como un Asunto de Estado y no como un acto de gobierno. Exactamente de tal modo
lo he percibido, en mis conferencias, por toda Venezuela.
Nuestro país se
encuentra – como nunca- en pie de lucha, en defensa civilista de lo que siempre
nos ha pertenecido histórica, jurídica y cartográficamente.
Unidad
compacta del país en esta hora difícil, donde nos jugamos una buena parte de
nuestra integridad territorial.
Lo hemos
dicho en bastantes oportunidades, y deseo reconfirmar: el Acuerdo de Ginebra
fue un triunfo de la diplomacia venezolana —ciertamente— con la fortaleza de
saber que se contaba con toda la nación venezolana en una única expresión
patriótica.
En aquellas
circunstancias de enconados debates políticos-ideológicos de 1966, pudimos
concitar la solidaridad plena para autorizar la negociación, firma y la debida ratificación
del Acuerdo de Ginebra; precisamente, el documento base que nos asiste, en el
presente trance controversial.
Ese histórico
Acuerdo comporta la grandeza de un país que supo entender que por encima de particularismos,
de egos malcurados y de intereses parcelarios se encuentra la Patria.
Igualmente,
nos encontramos a la expectativa de todo cuanto pueda acaecer en el transcurso
de esta semana (específicamente los días 14 y 15), cuando a las Partes
concernidas les corresponderá presentar, por ante la Corte Internacional de Justicia,
sus respectivos alegatos de ratificación ( caso de Guyana) de pedido de medidas provisionales
de suspensión del Referendo Consultivo,
a realizarse el 3 de diciembre; y por supuesto, la esperada asistencia de Venezuela para replicar y rebatir con sendos y
suficientes asideros que la consulta popular
constituye un acto pleno de ejercicio de la soberanía de nuestro país, conforme
a la Carta Magna; y que por lo tanto, no estamos incurriendo en ningún acto de
deshonestidad contra algún país vecino o contrariando el orden que rige a la Comunidad
Internacional.
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